31 de mayo de 2018

Myanmar - Mandalay - Restaurante Golden Palace


Variada comida birmana


Con la visita a Hsinbyume Paya finalizamos nuestra visita a Mingun, que nos ha sorprendido gratamente, a pesar de la gran circulación turística (y eso que no estamos en verdadera temporada alta) y del acoso de los vendedores. Pasamos por un sinfín de monasterios y escuelas budistas, como en el viaje de ida, volvemos a pasar por Sagaing y sus colinas salpicadas de incontables pagodas, el puente de Yadanabon…







Llegamos a Mandalay a la hora de la comida, hoy nos toca en el restaurante de comida birmana Golden Palace



La decoración y mobiliario del interior sigue la tónica de austeridad, pero es uno de los mejores restaurantes en los que hemos comido en el país, y además menos rústico que otros muchos que le seguirán en el resto del viaje. 



Myo se encarga de pedir por nosotros, no tenemos ninguna alergia y en principio ningún alimento que no nos guste (yo tengo algunos pero siempre puedo hacer el esfuerzo de intentarlo hasta que no pueda más, y además no creo que vaya a pedir vísceras –como me paso con el pato laqueado- o algo extraño). 


Comenzamos con una rica sopa de patatas y verdura, y es que si hay algo que siempre ha estado rico en las comidas han sido los caldos, inmensamente sabrosos, supongo que por la buena verdura que se cultiva en el país, y para mí, que me encantan las sopas, una bendición. 



Como si se tratara de una comida coreana con sus banchan, llegan todos los platos a la vez a la mesa. Por supuesto nos sirven arroz en nuestros platos para acompañar, es el pan birmano, y uno de los camareros está atento para servirnos más si queremos. 



No puedo explicar en qué consiste cada plato, porque Myo no se sentó con nosotros en la mesa, aunque se lo ofrecimos porque es buena la compañía, pero al principio él prefería mantener las distancias –la independencia y los ratos a solas a todos nos viene bien-. 


Berenjenas sofritas con cebolla. 



Una verdura parecida a la acelga pero más ácida, y sobre todo un plato muy picante porque la guindilla pululaba a sus anchas. 



Algo parecido a los chanquetes (si me dicen que son gusanos o grillos u otro tipo de insectos a lo mejor no los pruebo, pero la ignorancia nos hace atrevidos), rebozados y acompañado de cebolla también rebozada. Estaban ricos. 



En el centro hay un plato de verduras crudas (pepino, lechuga, zanahorias, hojas verdes,  rabanitos morados…) para acompañar una salsa que podría tratarse de una mezcla con pasta de gamba o pescado fermentada (salsa ngapi, que vimos en grandes cantidades en el mercado de Bagan), que resultaba estar muy fuerte de sabor y sobre todo muy pero que muy picante, otra vez; con la pasta de este pescado se elabora la sopa mohinga, que tuve el atrevimiento de probar en el desayuno en el hotel Win Unity Resort de Monywa. El recuerdo nos llevó a un restaurante en Hanoi, Cha Ca La Vong, aunque allí si fui capaz de comerla porque no fue tan duro el sabor, pero en Myanmar no le he terminado de encontrar su punto atractivo, aunque siempre hay tiempo para cometer osadías. 


Ensalada de berenjenas asadas con salsa de cacahuetes. Uno de los platos que más me gustaron de la cocina birmana, sobre todo por el contraste de sabores y texturas. 




Guiso de patatas, muy rico, y es que cuando los fondos son buenos, las salsas y los platos resultantes son buenos. 


Una pasta salsa para acompañar, que tampoco recuerdo su sabor, por lo que seguramente la probé y no me gustó mucho, porque por regla general casi todas las salsas acompañantes son fuertes de sabor o picantes.




Pollo con verduras, que en esta ocasión parecía más un pollo hervido de dieta, y por ello posiblemente el caldo estaba más bien soso (¡pues ponle salsa!). 



Salteado de maíz, sencillo pero pega bien con todos los platos. 




Curry de pescado; de las pocas ocasiones que nos hemos atrevido con el pescado como plato principal. 



Curry de cerdo, que esta ocasión se trataba de panceta, pura grasa para el colesterol, pero que estaba para hacerse un bocadillo… si tuvieran pan claro. Estaba buenísimo, para chuparse los dedos. 


De postre unos plátanos con un buen variado de diferentes alimentos. Nos enamoramos de la cajita lacada en la que los presentan: un surtido extraño de hierbas, cacahuetes o garbanzos fritos, jengibre (muy amargo) y otros elementos. Tanto nos gustó la caja, que también nos presentarán en otras ocasiones, que la compramos en un taller de lacados en Bagan




Unos caramelos de tamarindo (con un sabor entre dulce y amargo). 


Unos dulces como orejones o ciruelas pasas, que no probé porque no me gustan. 



Para finalizar nos obsequian con dos bolsas de caramelos de tamarindo. 




La comida ha resultado muy buena y variada, y si sois de buen diente no os quedaréis con hambre, porque aunque los platos no son muy grandes, si resultan contundentes. Su precio, con cerveza y agua incluidos, 16.500 kyats, que en comparación con otros lugares es algo más caro, teniendo en cuenta que a partir de ahora la mayoría de las ocasiones comeremos con Myo y pagaremos por él (aunque siempre con descuento porque es guía), y creo que nunca llegamos a sobrepasar los 14.000 kyats, pero también es verdad que el local, su limpieza y su comida tienen que tener un plus. 

30 de mayo de 2018

Myanmar - Mingun - Hsinbyume Paya

Olas blancas (pagoda de merengue)

Continuamos caminando por la carretera desde el pabellón que aloja la campana de Mingun, la vendedora nos ha esperado y continua junto a nosotros; pasamos frente a una residencia de ancianos, custodiada por las figuras de una pareja de estos en lugar de los chinthes (un simpático y bonito detalle). 


En el camino no faltan los puestos de comida y bebida. 




Llegamos al último de los monumentos que se encuentra al final del camino, Hsinbyume Paya, también llamada Myatheindan Paya, la pagoda blanca. 



La pagoda fue construida en 1816 por orden del rey Bagyidaw, tres años antes de suceder a Bodawpaya en el trono, estando dedicada a su esposa Hsinbyume, que murió al dar a luz. Es una versión del monte Meru, que ocupa el centro del universo budista, y las siete terrazas onduladas que rodean la estupa en cascada representan las siete cordilleras que rodean el Meru. Fue dañada seriamente por el terremoto de 1838 y el rey Mindon Min ordenó su restauración en 1874.

Es como un gran pastel de bodas de merengue blanco, y una pena que los carteles estropeen la visión, y un fallo nuestro no dar una vuelta externa, como solemos hacer si podemos, para tener un mejor ángulo de visión; pero el disfrute era total y las fotografías en el fondo dejan de importar. Lo que a primera vista parece merengue también puede parecer la espuma creada por las olas del mar.



Una pequeña campana al pie de la escalera para subir. 


Se puede subir por un pasillo cubierto, y así evitar quemarse la planta de los pies, o hacerlo por la escalera externa, a la que se puede pasar en cualquier momento, ya que el primero tiene aberturas para acceder a las sucesivas terrazas. 



El primer tramo de escaleras lleva hasta una amplia terraza, mucho más amplia de lo que desde abajo se intuye, donde se encuentra la estupa principal. 



Desde la terraza se accede al interior de la estupa y santuario, que nuevamente se puede hacer por un pasillo cubierto o por la escalera externa. En el santuario hay una estatua de Buda sentado, pero la sorpresa la tenemos al haber otra imagen detrás de ella, como un juego de escondite. 



En la parte superior de la estupa una pequeña terraza la rodea, en ella destacan unas estupas coronadas con un hti y la bandera budista birmana. 


En los nichos de las “olas” hay unas figuras que representan las cinco especies de monstruos legendarios. 


Al estar en un punto algo elevado tenemos buenas vistas, de pagodas y de Budas destacando entre la vegetación. 




Vemos la impresionante Mingun Paya, visión que queríamos tener a la inversa, de esta pagoda desde la primera, pero como ya os contamos no fue posible la subida a la terraza. 


Para bajar lo hacemos por la escalera exterior y asi entramos en algunas de sus terrazas.



A la salida por supuesto que nos está esperando la vendedora que nos ha acompañado durante casi todo el camino por Mingun, nos ha colocado nuestras sandalias para que no tengamos que buscarlas y para no andar con los pies descalzos, por lo que con una gran sonrisa no nos queda de otra que darle una propina, que es lo que pretendía con ello, nos ha dado un servicio que nos pedimos y podíamosno haberle dado nada , sobre todo porque así se crean los precedentes para futuros visitantes, pero ha sido simpática y el monto entregado no es tan grande como para ella se jubile y a nosotros nos fastidie el presupuesto. En fin, esto es Myanmar y sus cosas, por lo que desde este momento entendemos mejor los puestos a las entradas de las pagodas donde dejar las sandalias, que es lo mismo, pero como que da más sensación de ser un trabajo regulado.

Finalmente desistimos del viaje de vuelta a Mandalay en barco, a ver si al final por una cabezonería pasa algo, que no creo, pero sobre todo, a ver si el río baja con fuerza (más fácil que remontarlo) y me veo perjudicada en las cervicales, fastidiando desde ya mismo el resto del viaje si me provoca vértigo (y ya sabemos lo delicada que soy yo con estas cosas, que a la primera de cambio me quedo tocada). 

29 de mayo de 2018

Myanmar - Mingun - Molmi Paya - Campana de Mingun

La memoria del monje y la campana XXXL

Salimos de Mingun Paya y continuamos andando por la carretera (que no hay aceras, no es que seamos osados, y si hay algo parecido a un arcén suele estar ocupado por puestos de venta) y aquí tenéis el medio de transporte alternativo a los pies, una carreta tirada por bueyes, pero no es necesario su uso, porque las distancias no son largas, aunque resulta simpático y posiblemente para la vuelta al embarcadero se agradecerá, sobre todo si el calor aprieta. 


Pasamos junto a la Molmi Paya, cuya estructura nos había llamado la atención destacando entre la vegetación desde Mingun Paya



En su interior, la estatua de un monje (sayadaw) de Molmi, un famoso abad budista de este pueblo cercano, que realizó la proeza de recitar de memoria 16.000 páginas del Tripitaka en mayo de 1954 en Rangún (en este año así se llamaba Yangón), y por ello en 1985 entró en el Libro Guinness de los Records. Todo es curioso, hasta las gafas que le han colocado a la estatua. El monje falleció en 1993. 



El exterior de la pagoda está decorado con estatuas del monje, y un jardín alrededor que es agradable, y que con su verdor aporta frescura. 


Volvemos a caminar por la carretera, y más adelante hay un pabellón con tejados de madera, en sustitución de uno anterior que fue destruido en el terremoto de 1838. 



En su interior se encuentra la campana de Mingun; ya que Mingun Paya iba a tener un tamaño impresionante, su campana no podía ser menor, así que en 1808 el rey Bodawpaya ordenó construirla, midiendo 4 m de altura y más de 5 m de boca. Tras finalizarse su fundición, Bodawpaya ordenó la ejecución del artesano para que no pudiera crear otra igual. Pesa 55.555 viss (unas 90 toneladas), y por ello su anclaje al suelo y al techo está reforzado; por supuesto tras el terremoto terminó en el suelo. 




El peso está escrito en la campana, pero solo lo entenderán aquellos que hablen birmano o tengan un diccionario a mano. 


Niños y mayores jugamos a entrar dentro de la campana, y por favor que a nadie le dé por golpearla con fuerza para que suene y resuene cuando estemos dentro. 



Myo nos informa que ha estado hablando con otro guía que está de visita con un grupo y nos ofrece volvernos con ellos en el barco, cuyo viaje ha sido duro según nos cuenta; también ha hablado con la agencia para hacer este cambio, y nos avisa que en caso de hacerlo si pasara algo sería exclusivamente responsabilidad nuestra, pero ¿es que puede pasar algo?... los accidentes existen y es un modo de evitar futuros problemas, y ellos supongo que tendrán contratado un seguro para el coche que nos traslada y no con este medio de transporte que es alternativo. Le decimos que vamos a debatir entre nosotros y que le contestamos en un momento.