15 de abril de 2012

España - Madrid - Jardín El Capricho (Alameda de Osuna) (2)

¡...o mejor un festín de caprichos!


Desde el Estanque de las Tencas parte un camino que conduce a una plaza de la que surgen seis caminos, como si fueran ejes, que a su vez se unen en el exterior formando un círculo y en conjunto la rueda perfecta, llamándose el conjunto la Rueda de Saturno (4).




En el centro de la plaza se levanta un obelisco (4) con la estatua de Saturno devorando a sus hijos, fácilmente reconocible sin ninguna letra que lo cuente.



Desde el círculo exterior de la rueda sale un camino que conduce directamente al Abejero (5), un edificio del que no sabe con precisión la fecha de construcción, pero no sería antes de 1794, cuya particularidad era tener colmenas incorporadas en una de las fachadas, motivo por el que recibe su nombre. 


Su estructura presenta un cuerpo central de planta ochavada con un ala en cada lateral en las que se situaban las colmenas. El interior estaba lujosamente ornamentado, con ocho columnas corintias rodeando una estatua de Venus realizada en mármol blanco de Carrara. 


Los materiales utilizados tanto en el exterior como en el interior no fueron de buena calidad, aunque hábilmente disimulados para parecer lo que no eran y ya en 1808 se afirmaba que sería más costosa su reparación que alzar una nueva edificación. Un ejemplo de este camuflaje de materiales es que los jaspes amarillos de los paramentos interiores de la rotonda eran en realidad placas de yeso estucadas, y las columnas que parecían ser de mármol negro eran de madera al igual que las basas, los capiteles y las guirnaldas sobre los arcos de acceso a las galerías laterales y a las puertas al jardín, todas ellas doradas para parecer lo que no eran -parece que hay caprichos caros y baratos-. 




Lo curioso del edificio es que mientras las abejas entraban y salían de sus panales a través de unas trampillas metálicas situadas en el exterior, la actividad que tenía lugar dentro de los mismos podía ser contemplada desde el interior del edificio a través de los cristales que con esta finalidad cerraban las colmenas por el extremo opuesto (no estaría yo muy contenta y tranquila por mucho cerramiento de cristal con tanta abeja pululando tan cerca). 


El jardín que rodea al edificio contenía plantas donde las abejas podían libar a gusto para luego fabricar la miel. 




Los caminos que se asemejan a bosques son apetecibles para caminar, aunque como el jardín es pequeño es imposible jugar a perderse en él, o por lo menos intentarlo.




Desde el Abejero un camino conduce directamente hacia las chimeneas de ventilación del búnker (43), al que más adelante llegaremos. 





En este momento para dar una continuidad geográfica a este paseo, nos desviamos hasta el Templete de Baco (2), construido entre 1786 y 1789, un elemento típico de los jardines paisajistas, formado por doce columnas estriadas de piedra berroqueña. 




Se encontraba cubierto por una cúpula pero ya no existe. En el centro una estatua de Baco que le da nombre al templete, aunque en su origen la estatua correspondía a Venus que fue trasladada al Abejero. 





Cerca del templete se halla el estanque de los cisnes (3), pero que al igual que pasaba con el de las tencas los animales brillan por su ausencia, máxime todavía cuando en el lago sólo parecía habitar un cisne, aunque en este caso si contiene agua y el paisaje que lo rodea es más bello. 





Bajamos de esta zona elevada hacia uno de los paseos principales del jardín, al que también se llega desde las chimeneas de los ventiladores del búnker, para salir al edificio principal del jardín, el palacio, a cuyo lado izquierdo (mirando de frente) se encuentran las dos entradas al búnker (38), construido durante la Guerra Civil, en 1937 al convertirse el jardín en Cuartel General del Ejército del Centro. 




La puerta necesita de un carril para poder abrirla y cerrarla, ya que su peso debe ser considerable y algo más. 




El lateral en el que se encuentra el búnker conduce a la verja que cierra el jardín por el extremo opuesto por el que hemos entrado, que era la entrada principal del palacio, pero este acceso está cerrado. Desde aquí se puede ver la Casa de Oficios (41), donde se situaban las cocinas, cocheras, cuadras y servicios del palacio. 


Ahora ya nos situamos frente (en la fotografía al lado) al Palacio (1), construido en el siglo XVIII donde seguramente se situaba la casa y el terreno comprados por los duques en 1783. Durante la ocupación francesa el edificio sufrió graves daños llegando a estar las buhardillas en tal mal estado que amenazaron con su derrumbamiento.Si estamos en los terrenos de unos duques no podía faltar un edificio de este estilo. 


Tiene tres pisos con cuatro torreones, pero por los graves daños que sufrió sólo se conservan las paredes en su interior. En la actualidad depende del Ministerio de Cultura, pero no sé los planes que se tienen para él, y hoy son malos tiempos para rehabilitar bienes que son necesarios para que perduren, pero a los que se les superponen otras necesidades más importantes que las piedras y la cultura arquitectónica, como las necesidades humanas. 


En su interior  se encontraban las habitaciones privadas de la familia, alcobas y gabinetes,  un magnífico salón de baile y una biblioteca que llegó a contar con 6.000 volúmenes. No se puede visitar con lo que no podemos ver o imaginar el lujo con el que fue concebido: muebles, tapicerías, decoración de las paredes, espejos, arañas de cristal, y donde no faltaban cuadros de Goya, ya que era pintor oficial de la familia: El columpio, Las cuatro estaciones, La merienda campestre y La pradera de San Isidro. En el suelo del comedor todavía perdura la decoración con azulejos representando la batalla de Issos. 




Frente al palacio se halla la fuente de los delfines (28), construida en el siglo XVIII. 




El nombre lo recibe de los cuatro delfines, que más parecen pescadillas agresivas por radiación, que se encuentran en la base. 




Pero más que los delfines llaman la atención las ranas de su parte superior, ranas con las que nos volveremos a encontrar más adelante. 




Desde el palacio, a ambos lados de la fuente, hay dos paseos con una estructura de hierro sobre la que crece, a su tiempo, la vegetación, pero mi desconocimiento vegetal me prohíbe intentar mencionar la especie, aunque en primavera bien entrada el paseo tiene que resultar romántico, como lo es el jardín.




Detrás de la fuente sale otro camino, a cuyos lados se encuentra el parterre (22) o jardín francés, que se realizó en la restauración entre 1943 y 1952, ya que anteriormente existía una rosaleda; es típico del jardín francés, con setos recortados. En él, a cada lado hay dos pequeños estanques del parterre (27)




Desde el Templete de Baco, al estar en un pequeño alto, se obtiene una visión mejor del parterre. 




Antes de continuar por el camino central entre el parterre, paseamos por su lado izquierdo exterior (de espaldas al palacio), desde el que se contempla a un nivel inferior el giardino italiano, el espacio más antiguo del parque, posiblemente del siglo XVI, mezclando setos con árboles, pero que tiene cortado el paso, así que durante nuestra visita sólo pudimos verlo desde arriba. Recibe el nombre de Jardín de la Fuente de las Ranas (28), y no hace decir la razón (supongo que la fuente de los delfines copió las figuras de las ranas para hacer juego). 




Bajo el paseo y al lado del jardín de la fuente de las ranas, en la construcción de ladrillos se han realizado dos elementos de los que sólo pudimos ver algo asomando la cabeza pero no demasiado: la Gruta del Jardín de la Fuente de las Ranas (29) y la Gruta del Laberinto (30). Creo que son dos pequeñas grutas o cuevas en las que mana agua.




Tras el Jardín de la Fuente de las Ranas se encuentra uno de los atractivos de El Capricho, pero nuevamente tienen el acceso cerrado, el Laberinto (32), del que no se tiene constancia de su fecha de creación pero posiblemente su origen se remonte al proceso de creación del jardín, realizándose al estilo romántico.


En el verano de 1936 fue destrozado por el aterrizaje forzoso de un avión correo (el aeropuerto de Barajas se encuentra cerca), tras lo que fue abandonado y se utilizó como un lugar de almacenamiento, y en ese año la Alameda es ocupada por las tropas de Automovilismo, causando aún más daños al colocar los barracones en la zona del laberinto. 


En 1987, con los planos originales se comenzó su restauración plantando laurel para formar los setos. 




Ocupa una superficie de 6.000 m2 y en el centro se colocaron unos bancos y se plantó un árbol de Júpiter, que en la primavera (y tenía que haber sido) destaca su color rosa entre la verde (con demasiado toque marrón) vegetación de la que está rodeado. El recorrido mínimo hasta el centro es de 370 m lineales y para salir de 319 m lineales. 




Aunque no siempre la primavera nos ha ido acompañando en la visita, en algunos momentos si nos ha alegrado la vista y ha puesto su punto de color.




Mirando hacia atrás desde el camino que separa el parterre se obtiene la visión del palacio, y esta es la razón lógica de comenzar la visita por este camino y el de los Duelistas, pero no pasa nada por tener que girar la cabeza, ya que en muchas ocasiones lo vamos haciendo para tener diferentes ángulos de los lugares.




El camino conduce hasta la Plaza de los Emperadores (26), que recibe su nombre de los doce bustos de éstos que se instalaron en 1815. 





Al fondo de la plaza destaca la Exedra (26), un pequeño templete con cuatro columnas jónicas que sostenían una cúpula, desaparecida, adornada con flores y conchas. Originalmente fue concebida como una fuente y se la llamó Fuente de las Columnas, pero no llegó a funcionar como tal y al morir la duquesa de Osuna en 1834 se modificó, y tras cuatro años se colocó un busto suyo sobre una base de mármol rosa. 


En 1945, con el cambio de propietario del jardín, el abandono, el vandalismo y hasta la caída de un olmo en 1970 tras una tormenta, provocaron graves daños, y cuando el 1974 el Ayuntamiento adquiere la propiedad habían desaparecido algunas esculturas, teniendo que ser reemplazadas y realizar una completa restauración del conjunto. 




A pesar de todas las alabanzas, posiblemente más hacia las figuras originales que supongo están restaurando, a mí me siguen pareciendo toscas, como en el caso de las esfinges que rodean la exedra, pero esta sensación propia no le quita ni un ápice de encanto al jardín, y seguro que cuando el conjunto esté completo la sensación será diferente. 





Detrás de la plaza se halla el arroyo que cruza el jardín de izquierda a derecha, y sobre él un puente (25) con barandilla de hierro.




También comienza un nuevo paseo, por el que caminamos primero por su lado izquierdo para ver el invernadero (24), construido en 1795. 




Por el camino de la derecha volvemos a adentrarnos en el jardín para llegar a la plaza de plátanos (35), que tiene todas las papeletas para resultar un rincón mágico pero al que le faltaba algún toque que lo terminara de rematar, posiblemente el esplendor primaveral sería un buen toque.




Cerca de esta plaza se encuentra el estanque nuevo (34), donde no hay patos ni cisnes, solo agua estancada que desmerece el lugar, aunque se ve un tablón que suponemos una especie de trampolín para los patos si llegan hasta aquí. 




En este caminar nos encontramos con un gran árbol en altura, que nuevamente no puedo especificar su especie, que por su gran altura nos recuerda a los árboles gigantes de Nueva Zelanda y Australia, por ejemplo en el Wooroonooran National Park o en las Blue Mountains, manteniendo las distancias en metros por supuesto.




Volvemos hacia atrás, hacia la plaza de los plátanos para tomar otro camino que conduce hasta el estanque de los patos (37), donde nuevamente éstos brillan por su ausencia, pero que es un rincón mucho más acogedor y coqueto que el estanque nuevo. 




Nos encontramos con otro puente sobre el arroyo, en esta ocasión de ladrillos como elemento de construcción. 




Con un suelo empedrado como el que hemos ido encontrando en multitud de ocasiones durante nuestro grato paseo por el jardín, y que por supuesto por razones de conservación tiene el acceso prohibido. 




Para finalmente afrontar el camino de salida hacia la plaza de toros por el Paseo de los Duelistas, nombre que recibe por las dos columnas de los Duelistas (23) que se hallan a nuestro lado izquierdo y que se encuentran la una de la otra a la distancia que separa a dos personas que se baten a muerte, cuarenta pasos. El parterre donde se hallan las columnas también recibe el nombre de plaza de los cipreses. 


La leyenda sostiene, aunque de forma errónea, que es una referencia al duelo real entre el infante don Enrique de Borbón, primo hermano de la reina Isabel II, y don Antonio Felipe de Orleans, duque de Montpensier (padre de la reina María de las Mercedes, primera esposa de Alfonso XII y que nos trae a la memoria una canción infantil, que de infantil tiene poco, o una copla de Doña Concha Piquer), quinto hijo de Luis Felipe I, rey de Francia. En principio, el motivo de dicho desafío fue la distribución de una hoja por parte del infante don Enrique en la que se acusaba al hijo del depuesto rey de Francia de una conjura contra el emperador francés Napoleón III. 


El duelo se produjo en 1870, después de dos años en los que el trono de España estuvo vacante tras el derrocamiento de Isabel II y aún no se había decidido un sucesor, con lo que ambos querían ocuparlo. El enfrentamiento se realizó a pistola y el duque de Montpensier, casado con la hermana menor de Isabel II, mató al infante español acabando así con las posibilidades de ambos de lograrlo, uno por fallecimiento y otro por haber matado a un infante de España. El duelo se llevó a cabo en la dehesas de los Carabancheles, en las Ventas de Alcorcón, y no coinciden las fechas del monumento y del duelo por lo que, aunque la leyenda continúe, ésta no tiene base real. Esta historia la he sacado de una interesante página sobre Madrid y sobre la visita a este jardín. 



Con esto damos por finalizada nuestra visita a este pequeño secreto de Madrid, al que seguramente volveremos para intentar disfrutarle con todo el esplendor primaveral que en esta ocasión se nos ha negado. 




Al comienzo de este paseo os comentaba que creo que nosotros nos equivocamos al dejarnos seducir por la coqueta Casa de la Vieja, pienso que lo más conveniente es continuar el paseo de los Duelistas y llegar hasta el palacio, para encontrarlo de frente, que es un orden más lógico, pero al final, el orden de los factores no altera el producto. 


Un detalle más práctico es que al lado del Casino de Baile se encuentran los aseos (42), por lo que terminando por este lugar hay posibilidades de aliviarse si fuera necesario, aunque desde la puerta de entrada hasta aquí el camino no es suficientemente grande como para desistir de llegar a ellos en casos extremos. 

El recorrido por esta segunda parte nos llevó más o menos el mismo tiempo que en la primera parte, una hora y cuarto, con lo que la visita completa, a paso sin prisa ninguna y sin pausa, puede hacerse en dos horas y media, todo dependerá de las ganas de contemplación. 


En definitiva, que si visitáis este bonito jardín lo disfrutéis por todos sus rincones, que os dejéis sorprender por ellos, y por la mano de la duquesa que los hizo posible, capricho tras capricho.