Pequeño pero resultón
Desde Peñarroya de Tastavins por la CV-110 enlazamos
con la CV-106 para salir a la N-232, que en dirección norte conduce a Torre de
Arcas (no confundir con Torre de las Arcas, cerca de Montalbán).
El núcleo de población existe desde el período de
dominación árabe y es citada en la donación del castillo de Monroyo hecha por
el rey Alfonso II en 1185 al Arzobispo de Zaragoza, poco después de la
conquista cristiana, y en 1209 pasa a manos de la Orden de Calatrava. La
localidad no se constituyó independiente hasta 1791, cuando el rey Carlos IV le
concedió la segregación de Monroyo.
Es el municipio más septentrional de la comarca del
Matarraña, ya colindante con la provincia de Castellón y su comarca de Els
Ports y fue durante muchos años tierra de frontera con el Reino de Valencia.
Según entramos en la población donde realizamos
nuestra primera parada es en el puente medieval. En la comarca del Matarraña se
conservan muchas obras hidráulicas de épocas y tipologías diferentes. Este
puente, que se cree medieval pero podría ser anterior, atraviesa el barranco de
Torre de Arcas y forma parte de un antiguo camino que unía Monroyo con
Zorita, esta última en la comarca castellonense del Ports.
El puente es de un solo ojo y está construido con un
arco de medio punto realizado con piedra de sillares y rellenado con paredes de
mampostería.
La tabla del puente es ligeramente apuntada con la
calzada empedrada y tiene una pared de protección en cada lateral construida en
piedra.
El puente tiene la particularidad de contener una
fuente de agua de manantial en una de sus bases. La fuente está construida con
una apertura de bóveda de medio cañón y hay unas escaleras que descienden hasta
llegar al nivel del agua. Se llama la Font Vella y era donde se suministraba de
agua la población hasta la instalación de agua corriente en las casas. Durante
un tiempo funcionó una noria en su interior para elevar el agua desde el río.
Cruzando el puente comienza una ruta, y es que en
Teruel se puede hacer efectivo el poema de Machado: “Caminante no hay camino,
se hace camino al andar...”, ya que hay rutas de todos los niveles y longitudes
para disfrutar de la naturaleza. En esta ocasión se trata de llegar hasta el
Mirador de Monegrell, cuyo nombre quizás se refiere al color oscuro que
adquiere el paisaje que rodea esta colina, con bosques de denso pinar.
Un detalle que apunto por si es posible mejorar para
aquellos excursionistas improvisados que no porten la documentación necesaria es
que en estos carteles informativos debería constar la longitud de la ruta,
porque si no se lleva la información sería bueno decidir en el momento si se
acomete o no. En este caso en particular al lado de estas señales también había
un panel informativo con este dato, así como con el del perfil y el desnivel de
la ruta, para saber las pendientes que se van a acometer.
Antes de entrar en la localidad seguimos la indicación
que conduce a la Ermita de San Bernardo, patrón de la provincia de Teruel, que
se alza sobre una pequeña colina. Hay referencias documentales del año 1324 de
la existencia en este lugar de una capilla, anterior a la ermita actual, con
ascendencia templaria.
La ermita es una construcción de estilo barroco
tardío, construyéndose entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, en
piedra de sillería y mampostería. Una inscripción en el exterior marca el año del comienzo de la construcción, 1798.
En sus paredes y en la cúpula se conservas
pinturas de mediados del siglo XIX (no pudimos acceder al interior).
El 22 de agosto se realiza una romería, repartiendo
licores y pastas después de la Misa.
Al encontrarse en un pequeño altozano se tienen vistas
sobre el campo circundante, y es que las ermitas en ocasiones contadas no tienen una situación privilegiada.
Mientras la luna de tarde nos sigue acompañando
felizmente.
Entramos en el pueblo y nos topamos con una antigua
cabina telefónica reacondicionada a improvisada jardinera.
En la Plaza Mayor se localiza la Iglesia parroquial de
San Bernardo, muy sencilla en su exterior, hasta su torre es sencilla, elemento
que suele ser uno de los más característicos de la comarca, destacando principalmente sus
gruesos contrafuertes.
Es una construcción del siglo XVII sobre restos de una
anterior del siglo XVI. Adosada a la iglesia se encuentra la antigua casa del
vicario.
No muy lejos, ya que la localidad no es grande, se sitúa la Casa Consistorial, que se construyó a
principios del siglo XVII, siguiendo la línea del resto de estas construcciones
en la comarca. Su aspecto actual es muy diferente al original, ya que a
mediados del siglo XX se realizó una reforma en la que se reconstruyó la
primera planta y se sustituyeron los materiales originales por ladrillos
caravista que forman motivos decorativos por la variación de su disposición (no demasiados la verdad, divergencia entre letras e imágenes).
Consta de una pequeña lonja adintelada y un alero de madera. En la planta baja se localiza la cárcel, que conserva
el cerrojo original.
En la villa se ha restaurado el antiguo horno de
pan, que era de propiedad comunal, con sus orígenes en la época medieval, en la
que el horno era un derecho del Señor, como vimos en Fuentespalda. La construcción podría ser del siglo XVIII o XIX,
donde seguramente habría habido un horno anterior.
A principios de los años 80 del siglo XX todavía se
utilizaba, aunque eventualmente, por ejemplo cuando necesitaban cocer gran
cantidad de pastas con motivo de alguna festividad.
Esta visita hubiera estado interesante pero como ya es
de suponer sus puertas están cerradas, ni es buena época ni es buena hora. En uno de esos días en que esté a pleno funcionamiento y el olor de los panes y dulces inunden el ambiente deber ser una gozada y si es posible hincar al diente a cualquiera de estos productos, más gozada todavía.
Volvemos hacia la plaza dando por finalizada la visita
a este pequeño pueblo.