17 de febrero de 2011

Camboya - Angkor Thom - Terraza de los Elefantes

Desfilando que es gerundio


Desde la Terraza del Rey Leproso se ve la siguiente terraza, de los Elefantes, que es más larga que la del Rey Leproso y que se usaba para las ceremonias públicas, ya que enfrente se encuentra la Plaza Real por donde pasaban los desfiles con toda la parafernalia, elefantes incluidos, de ahí su nombre. Fue construida durante el reinado de Jayavarman VII.

El rey-dios contemplaba la marcha, coronado por una diadema de oro, en la sombra gracias a los parasoles y atendido por mandarines y sirvientas que portaban utensilios de oro y plata.


Primero caminamos enfrente de ella. 


Volvemos a encontrarnos con Erawan, el elefante de tres cabezas, ahora más visible que en el  Bayon

En la terraza no faltan las barandillas con nagas, los leones guardianes y entre estos de repente aparece un guardián amateur.

 
La terraza tiene 350 m de largo.


La terraza comunicaba con el Phimeneakas por un camino, pero nosotros no hemos venido por este camino sino rodeando el muro del Recinto Real.


Este camino si se continúa de frente lleva a la Plaza Real y a la Avenida de la Victoria.


En el muro de la terraza hay diversos animales, algunos parece como si estuvieran sujetándolo, como los ya conocidos garudas (mitad ave mitad persona). 

 
Pero el nombre de esta terraza viene dado porque en los dos muros largos en los extremos se halla tallado un desfile de elefantes con sus conductores.


Detalle de un elefante. 

 
Ha sido un día de piedras alucinante, hemos ido de sorpresa en sorpresa, y ni los templos cerrados o en ruinas desmerecen para nada todo el conjunto visto. La ciudad de Angkor nos ha hipnotizado con sus edificios, y todavía nos queda un día más para poder seguir disfrutándolos.

Camboya - Angkor Thom - Terraza del Rey Leproso

La terraza con escondites


Salimos del Recinto Real y pasamos por dos estanques o piscinas, que serían para las abluciones y que ahora suelen utilizar los niños para bañarse, pero por aquí tampoco había ninguno, parece que se van por los templos más transitados y este palacio ruinoso  y sus aledaños no está en su ruta o es demasiado tarde para estar ellos en busca de los últimas turistas.

Llegamos hasta la Terraza del Rey Leproso, de solo 25 m en su base, construida en el siglo XII y donde posiblemente antes existía un pabellón con habitaciones reales.


La terraza es una pequeña plataforma a 7 m de altura a la que se puede subir afortunadamente por unas escaleras. 

 
El nombre de la terraza se debe a una escultura desnuda, sin sexo y sin cabeza (la cabeza que lleva es postiza), cuya estatua original está en el Museo Nacional de Phnom Penh, sobre la que se han elaborado diversas teorías: que dos reyes tenían la lepra, uno de ellos Jayavarman VII, el del templo del Bayon, el de las caras, y que la estatua correspondería a cualquiera de ellos, pero no tiene gran fundamento esta suposición; la otra teoría, a la que le dan más probabilidades es que en la terraza se instaló el crematorio real y la estatua representa a Yama, diosa hinduista de la muerte. Aunque la más lógica de todas es que la estatua no tiene sexo porque se dañó (uy que daño).


Los muros de la terraza por su parte externa están decorados con tallas, bloques de piedras labrados y encajados.

 
La terraza esconde un secreto, en el lado sur hay un muro interno con más tallas, te sientes desvelando parte del misterio aunque seamos unos turistas más de los que entran aquí, pero son sensaciones especiales. Muchas de las tallas se han perdido e incluso no se llegó a terminar la obra con lo que hay paredes lisas. Hay figuras de apsaras, reyes con diademas, soldados, princesas, nagas, criaturas marinas...de todo un poco.





Desde la terraza se contemplan enfrente las 12 torres del Prasat Suor Prat o Templo de los Bailarines en la Cuerda Floja, construidos a finales del siglo XII durante el reinado de Jayavarman VII. Reciben este nombre porque unos artistas actuaron para el rey sobre cuerdas extendidas entre las torres.

Se cree que podían formar una guardia de honor flanqueando la avenida de la Victoria, y también que se usaron para juicios públicos, durante los cuales las dos partes eran encerradas en dos torres hasta que una de las partes sucumbía a las enfermedades demostrando su culpabilidad (y nos quejamos de nuestra justicia).


Parece que los árboles fueran a jugar a esconder las torres con su follaje.