20 de abril de 2016

Uzbekistán - Khiva - Madraza Yaqub Bey Khodja - Madraza Khosjash Magram - Mezquita Juma


Un bosque de columnas

Después de haber disfrutado de las amplias y bonitas vistas de la ciudad desde el minarete Islam Khodja, ponemos los pies en el suelo y entramos en el mundo comercial, que de esto también viven los guías, o por lo menos lo intentan. Pasamos por los puestos instalados en las calles, pero sobre todo entramos en las madrazas reconvertidas en talleres artesanales.

La madraza Yaqub Bey Khodja alberga un taller de alfombras, donde nos quedamos impresionados por la belleza de algunas de ellas, y por supuesto también de su precio, aunque ya hemos visto que el proceso es manual y esto se tiene que pagar. Decidimos no lanzarnos a la aventura de la compra desmedida, entre otras cosas porque no tenemos claras las medidas ni siquiera para una alfombra pequeña, además de que de este tamaño no terminaron de convencernos, nos gustó una pieza grande de tonalidades increíbles y con un dibujo precioso, con un precio altísimo; así que la unión de tres factores -medida, precio y falta de regateo por nuestra parte- no favorecieron la compra. También se elaboran los bonitos suzannis.




La madraza Khojash Magram aloja un taller de madera, donde las puertas, ventanas, celosías y muebles se exhiben con sus elaborados labrados. 



En esta madraza nos enseñaron el montaje de unos bonitos atriles para el Corán, o para cualquier otro libro. Lástima que nosotros ya lo habíamos comprado porque nos había parecido un buen regalo, que finalmente se ha convertido en un autoregalo, y suerte que tenemos este vídeo para recordar cómo se monta, porque a pesar de lo fácil que parece, de fácil no tiene nada, es como un puzzle. El número de piezas del atril determina el número de diferentes modos de poder montarlo. 


Además aprendemos que para tratar con la madera hay que mojarla, luego secarla y finalmente barnizarla con aceite de algodón.

Llegamos hasta la mezquita Juma o Jummi o Djuma (la escritura en Uzbekistán parece estar en nuestra contra por sus variedades), la Mezquita de los Viernes, cuyo exterior es tan sencillo, no presenta pishtaq ni arco de entrada, que pasa por una casa y te la saltas si no estás pendiente. Fue construida en el siglo XVIII aunque sus orígenes se remontan al siglo X. 


La belleza de esta mezquita está en su interior, ya que cuenta con 213 (según otras fuentes 212 o 218, pero no nos pusimos a la labor de contarlas) columnas magníficamente labradas, en las que no hay dos iguales; la diferencia con la mezquita Jami de Kokand, aparte del número, es que la de Khiva es interior y la de Fergana exterior. 

La distribución de las columnas hace que parezca un gran tablero de ajedrez, y ha sido uno de los lugares con más encanto que hemos visitado en el país, y finalmente han sido muchos, pero esta sería una de esas visitas que no hay que perderse. 




Tiene su mihrab y su minbar, detrás de este hay unos agujeros en la pared, que ayudaban a amplificar la voz del imán. 


Se conservan unas siete u ocho columnas originales del siglo X, pero no pongo la mano en el fuego porque una de ellas sea la de la fotografía, aunque así lo creíamos al hacerla. 


Desde el interior de la mezquita se accede a su minarete, de 47 m de altura; se paga aparte de la entrada general a la ciudad (4.000 soms).

El minarete era conocido como la “torre de la muerte, ya que desde él se arrojaba a los delincuentes y a las mujeres adúlteras. Una historia-leyenda cuenta que uno de los lanzados, un turcomano, sobrevivió a la caída gracias a sus holgados pantalones y su chaqueta, que al llenarse de aire actuaron de paracaídas (precursor del salto base tan de moda ahora). El kan Mohammed Rakhin (Feruz) ignoró el mandato del profeta Mohammed de que si una víctima sobrevivía tenía que ser perdonada, e inmediatamente ordenó que el turcomano fuera empalado (mejor que hubiera muerto en la caída). Eso sí, los turcomanos tuvieron su venganza cortando la cabeza del kan durante una batalla, tras lo cual el minarete Kalta Minor no pudo terminarse.


El minarete adquiere sus mejores tonalidades de arena dorada en el atardecer. 


La escalera de subida es más empinada y estrecha que la del minarete de la madraza Islam Khodja. En esta ocasión no se libran sus paredes de las pintadas, el yo estuve aquí en diferentes idiomas, una pena. 


Según se va subiendo se tienen vistas de la ciudad, que quedan magníficamente encuadradas en los pequeños huecos a modo de ventanas.


Al llegar tenemos varias sorpresas: una, que hay muy poco espacio para poner los pies y hay que tener mucho cuidado de no pisar el hueco de la escalera y tener una dolorosa caída; dos, que las ventanas están ocupadas por una pareja, y es que parece ser que el minarete es uno de los lugares donde acuden las parejas uzbecas para sus citas (vamos, que me hacen a mí subir escalones y escalones para pelar la pava y la comida o cena con que luego me tienen que obsequiar es para rememorar); y tres, que las ventanas están enrejadas (para que ningun@ pueda tirar al otr@ si las pretensiones no gustan). 


Durante nuestra estancia, el chico cortejador nos ofreció amablemente su ventana para realizar fotografías, pero la chica cortejada no movió ni un solo músculo para ello, es más, creo que hasta su mirada era desafiante, como diciendo, si quieres fotografías tendrás que hacer equilibrismo. Menos mal que mi nivel de uzbeko es nulo, porque si no en ese momento al chico le digo que a esa borde la plante allí mismo, que el futuro que le espera parece desolador.

El minarete de la madraza Islam Khodja a la izquierda y la cúpula del mausoleo Mahmud Pahlavon a la derecha.


La calle que desde la puerta Ota Darvoza conduce hasta la mezquita Juma. En la parte izquierda, el minarete Kalta Minor, la madraza Mohammed Amin Khan, la madraza Matinyanz Divanbegi, cuyo patio está cubierto por un techo y cristaleras al albergar un restaurante, el mausoleo Sayid Alauddin (más retranqueado), y la madraza Qozi Kalon (que aloja un museo de música, al que no pasamos). En la parte derecha, frente al minarete Kalta Minor, la fortaleza Kunha Ark y la Torre del Vigía




Cuarteto de madrazas: en sentido de las agujas del reloj desde la esquina inferior izquierda: madraza Matpananaboy, madraza Arab Mohammed Khan, madraza Dost Alama y madraza Mohammed Amin Khan; el patio parcial de la esquina inferior derecha corresponde a la madraza Kutluq Murad Inaq


A la izquierda, de frente, la madraza Allah Kuli Khan, y frente a ella, la madraza Kutluq Murad Inaq. A la derecha, la mezquita Ak y la madraza Abdullah Khan. En el medio, el pasaje que conduce a la puerta oeste, Polvon Darvoza, y al fondo el minarete del complejo Seyid-biy


Las vistas desde este minarete no son mejores, tampoco son peores, que las obtenidas desde el minarete Islam Khodja o desde la Torre del Vigía, creo que son complementarias, lo que se obtiene desde un mirador no se obtiene desde otro, y si se tienen ganas de ver la ciudad lo mejor es no tener que elegir.