16 de febrero de 2017

EEUU - Las Vegas - Valle de Fuego



Arco iris en las rocas

Al llegar al aeropuerto McCarran de Las Vegas, tras el retraso provocado por los tornados en Dallas, casi doce horas de retraso, pasamos a recoger el coche de alquiler que habíamos reservado para esa misma mañana, teniendo en cuenta que teníamos que haber llegado el día anterior por la noche. Decidimos, dado que nuestra primera visión de Las Vegas City a plena luz del día no había sido especialmente cautivadora, salir de la ciudad y al tiempo que el conductor se familiariza con el coche, hacer una excursión a un lugar cercano, Valley of Fire, el Valle de Fuego, que ya tiene un sugerente nombre .


El valle se encuentra a solo 97 km al noreste de Las Vegas, con lo que la excursión está realmente cerca.


Ponemos el valle en el gps y que él nos lleve; salimos de Las Vegas por la Interestatal 15 y luego nos desviamos por la carretera 169. 





Se pagan 10$ por vehículo por entrar al valle, pero esta entrada tiene sus trucos, que no nos gustan nada. Con la entrada te dan un mapa del lugar para localizar sus puntos de interés (creo recordar que además te dan una pegatina para colocar en el parabrisas del coche, de modo que sea visible que has pagado la entrada).


El nombre de Valle de Fuego procede de las formaciones de arenisca roja que se pueden ver en él, formadas hace 150 millones de años a partir de enormes dunas de arena. Las fallas de la región y la constante erosión han creado el paisaje que contemplamos. 





No vamos muy sobrados de tiempo, y tampoco queremos recorrer exhaustivamente el valle, solo queremos ver algo de su paisaje, para lo que primero tomamos un camino de tierra ya que vimos un desvío, y aquí nos precipitamos un poco, porque más adelante hay otra entrada y ya es una carretera asfaltada, aunque cierto es que en esta última al final se paga para llegar hasta uno de los lugares significativos del valle, y que nosotros no haremos por la falta de tiempo (estas duplicaciones de pago, o más, no nos parecen correctas, sería preferible pagar más en la entrada y que se incluyera todo lo visitable). 


Por el camino de tierra paramos y exploramos un poco, descubriendo bonitos lugares, labrados por la erosión de la arena y el agua. En algunas ocasiones sientes como si entraras en un cuerpo humano a lo grande, o que es la puerta de entrada a un mundo paralelo o desconocido...



Muchas formaciones rocosas tienen un nombre, como sucede en las cuevas kársticas (la muestra más cercana para nosotros en España es la bonita Ciudad Encantada de Cuenca), y a otras les puedes dar el que tu imaginación te ofrezca, como esta cabeza de momia (nombre propio). 



O esta cabeza de un gigantesco animal, aunque parezca simpático (casi sacado de una película de Star Wars o de la fructífera imaginación de Jim Henson). 




Un platillo gigante que aterrizó y se petrificó (dada la cercanía de los estados de Nevada y Nuevo México, no sería descabellado, ya que en este último se encuentra la localidad de Rosswell, con alienígena incluido). 




Hay un contraste notable entre las formaciones rojizas con el paisaje marrón clásico de colinas y montículos, como si alguien armado de paciencia se hubiera dedicado a pintarlas. 


De lo que no hay duda es que se trata de un paisaje cautivador, por el que sin adentrarnos mucho paseamos tranquilamente.





Salimos del camino de tierra por el mismo lugar por el que entramos y volvemos a la carretera principal, para realizar una parada junto a las formaciones llamadas Beehives, esculpidas por la erosión, cuya figuras se asemejan a colmenas gigantes. 





Algo más adelante la carretera se bifurca: o se continúa hacia el este, donde hay otra entrada (o salida) o se toma un desvío hacia el norte, este último es el que tomamos, y tras un breve recorrido paramos para caminar un poco...Fire, Walk with with me (subtítulo de la serie de televisión Twin Peaks).






No pretendemos andar mucho, además el calzado no es el apropiado, es más urbano que de campo, y tampoco llevamos agua como para que la cosa se alargue sin darnos cuenta, aparte de la hora, que estamos cerca de la caída del sol. Lo que vemos es que la gente trepa por las rocas como cabras montesas, y seguramente las vistas que se obtienen sean buenas, lo que no tengo claro es que esté permitido hacerlo. 





Continuamos caminando, aunque para mí las señales de orientación son confusas, no sé si las flechas indican este u oeste, y si no fuera por mi compañía ya estaría perdida. Lo que es cierto es que este paisaje te cautiva, y te arrepientes de no haber llegado antes, de no haber ido preparada en equipo de calzado y avituallamiento.






Finalmente llegamos a un lugar al que queríamos ir, Rainbow Vista, donde las formaciones rocosas toman los colores del arco iris, y tal y como iluminan las rocas nuestras caras se iluminan con su visión. Precioso es poco, estamos alucinados del poder de la naturaleza, de sus minerales. 





Tras este pequeño pero fructífero paseo volvemos al coche para acercarnos hasta el centro de visitantes, donde hay una pequeña exposición del valle con fotografías de algunos de sus habitantes, habitantes que afortunadamente no me he encontrado (aunque en el fondo creo que me hubiera gustado hacerlo aunque me hubiera asustado una barbaridad). 




Y aquí se termina nuestro pequeño paseo por este precioso valle, del que nos ha quedado todo por descubrir, y donde hay muchos senderos para disfrutarle -no demasiado largos ni costosos-, pero para ello hay que venir con tiempo, y sobre todo bien preparados.