23 de octubre de 2012

Corea del Sur - Jinan - Parque Provincial de Maisan - Templo Eunsusa



Se le ven las orejas al caballo (Orejas de caballo budista)

Comenzamos un nuevo día, tras un desayuno en el que como me pasó en Vietnam me llevé un sobresalto con el té de la mañana, me presentan un ¡té Lipton!, supongo que fue un fallo mío por no pedir té verde pero es que siempre pienso que me darán el té nacional y no el de los occidentales. 

Salimos de Jeonju con la compañía del bonito paisaje montañoso coreano, que me provoca una morriña tremenda al ver las fotos. 


Nuestro destino es Jinan, la entrada al Parque Provincial de Maisan (2.000W), cuyas dos montañas características se pueden divisar desde la carretera. El parque obtuvo esta designación en octubre de 1979. 

Maisan significa “montaña de las orejas de caballo”, y recibe este nombre por la curiosa forma de dos grandes picos, uno de 673 m de altura y el otro de 667 m. A lo largo de la historia las montañas han recibido otros nombres hasta que se quedaron con el de Maisan. 


El parque tiene dos entradas y/o salidas, nosotros accedimos por la norte. Manteniendo la tónica de este viaje, el que quiere ver en Corea tiene que caminar y ascender, en este caso por unas escaleras habilitadas en la montaña, que personalmente me cuestan más que el terreno de la montaña al natural. 


Tenemos el placer de conocer al árbol zelkova, perteneciente a la familia de las ulmáceas y que puede alcanzar los 35 m de altura.


En el camino, una fuente está decorada en referencia a estas dos montañas y su parecido a las orejas de un caballo.  El agua del manantial surge de una grieta llamada cueva Hwaeomgul, cuyo desvío pasamos de largo y sólo se encontraba a 150 m. 


Papá Pitufo, Papá Pitufo, ¿queda mucho para llegar? Que no hemos casi empezado y ya llevo los higadillos colgando, aparte de la cámara y el bolso, que comenzaban a pesar el triple…upppsss y que hubiera podido tirar monte abajo...más upppsss.


Afortunadamente todo lo que sube luego baja, y para más fortuna al ser montaña frondosa de árboles por lo menos nos han servido de parasoles y no nos ha abrasado el sol, que estaba encendido a toda potencia. 

Llegamos hasta la base de las montañas. Imposible con el objetivo que se llevaba hacer una foto completa de las montañas, solo una montaña y parte de la inmensidad de la otra, pero desde aquí no tienen la apariencia de orejas. Para captarlas juntas hay que hacerla desde lejos, realizando una interesante caminata de senderismo, en la que se disfrute del paisaje tan maravilloso que se divisaba.


La leyenda de la montaña Maisan cuenta que existían tres montañas: Ammaisan, la montaña femenina, de 673 m de altura, al oeste; Sutmaisan, la montaña masculina, de 667 m de altura, al este; y Nadosan, la montaña yo también (nombre que me produce una gran sonrisa).

Un día, Nadosan, al ver erguirse a Ammaisan y Sutmaisan comenzó a elevarse ella también (el nombre tenía su razón de ser), pero al poco tiempo desistió (con lo que tenía que haberse cambiado el nombre a yo no). Al ver esto, Ammaisan dejó de crecer mientras que Sutmaisan continuó haciéndolo, y Ammaisan se dedicó a cuidar de Nadosan. 

Un día Sutmaisan, poseido por los celos, le arrebató Nadosan a Ammaisan, por lo que esta comenzó a odiar a su esposo y giró su rostro para siempre, mientras que Sutmaisan quedó con la apariencia de tener una criatura en sus brazos.

Otra leyenda, trasmitida de generación en generación, cuenta que dos dioses descendieron del cielo, tuvieron un hijo y vivieron en la tierra durante un tiempo. Cuando quisieron volver al cielo fueron vistos por una mujer de la aldea, que los atrapó y ató a la tierra, transformándose en montañas y mirando hacia el otro lado.

Solo se puede escalar Ammaisan, y en ello se puede tardar una media hora. 


Las dos montañas son de roca conglomerada, una mezcla de grava, guijarros y cantos rodados, algo bastante inusual en Corea, y que a nosotros nos recuerda sin su particular tono rojizo al Uluru y a las Kata-Tjuta de Australia. 




A los pies de la montaña Sutmaibong (montaña elefante) –aquí ya tengo jaleo de nombres con las montañas- se levanta el Templo Eunsusa, el templo de agua plateada, que antes era llamado Sangwonsa y que cambió su nombre por el rey Taejo, el fundador de la dinastía Joseon, que al visitarlo observó que el agua que fluía era tan pura y limpia que parecía plata. 







Es lo que se llama un bonito marco incomparable, los tejados negros y picudos con las montañas de fondo. 


En las pinturas de la decoración exterior del santuario lo que prima ahora son las montañas que lo rodean. 


Por supuesto en el exterior también la bonita decoración de los colores dancheong, las flores de loto, los símbolos budistas, los dragones...todo lo típico que nos sigue gustando. 


Hay dos santuarios, uno de ellos, con más decoración y el símbolo budista en grande en el exterior, es el principal. En cada uno de estos santuarios hay diferentes estatuas de Buda, y aunque casi siempre evitamos intentar hacer fotos de personas (en ocasiones las más carismáticas de un viaje, pero que se quedan en la retina y en las neuronas de la memoria), y más sin su consentimiento, dado que solo él, y posiblemente su familia, se pudiera reconocer, publico la de un monje en plena oración. 



Supongo que es el mazo para tocar el tambor gigante que se encuentra en un pabellón.


Tampoco falta el techo interior decorado con alegres farolillos, aunque algo descoloridos, cuya forma y color recuerdan a pequeñas calabazas. 


Alrededor del templo hay una importante colección de vasijas de cerámica de diferentes tamaños, cuyo uso desconozco con certeza, supongo que más alimentario antaño y más decorativo en la actualidad, pero en ellas se realizaba la fermentación del kimchi y en ellas se conservaba. 


El pozo de agua parece estar protegido por una divinidad y posiblemente por el rey Taejo, ya que esos dragones son símbolo de majestad real. El rey en su visita al templo plantó las semillas de un peral que todavía se conserva, de 18 m de altura y 2,8 m de circunferencia, que ha sido nombrado Monumento Natural. 


Ha merecido la pena el esfuerzo de subir y llegar hasta aquí, los templos coreanos tienen unas localizaciones de ensueño.
Emprendemos un corto camino de bajada, donde para estar donde estamos me llama la atención que incluso haya dirección postal, pero los monjes también tienen derecho a recibir correspondencia terrenal y no solo divina.