31 de diciembre de 2017

España - Asturias - Cofiño - Restaurante Puebloastur Eco-Resort


¡Feliz Añu Nuevu!

La noche anterior ha sido tremenda, no he descansado nada, y el día de hoy ha sido de descanso, intentando estar lo mejor posible para celebrar la Nochevieja, pero no las tengo todas conmigo, así que tendré que tener prudencia en la comida y la bebida en esta noche de fiesta. 


Después de la cena se celebrará un cotillón, con Dj incluido, así que en nuestros asientos tenemos una bolsa para la fiesta: antifaz, gorro, matasuegras. 


Al menos me tomo una copa de champán, a un Veuve Clicquot no se le puede decir que no, y por lo menos brindo por el año que se va, el que está punto de llegar, por nosotros y en plan egoísta, por mí cuerpo de jota. 


De aperitivo, unos langostinos caramelizados. Le acompaña un vino de Valdeorras, un blanco Guitian (me iré mojando los labios para saborear los vinos un poco). 



Nada mejor para abrir boca que un lomo Joselito, para nuestro gusto demasiado gruesa la loncha, que para algo tan delicado mejor algo más fina. 


Los platos del menú los cambian de orden, no sé si por descontrol en cocina o por cambios de último momento. 

Un canapé de salmón sobre pan de frutas, acompañado de salsa tártara. Estupendo el salmón por sí solo. 


Ceviche de lubina salvaje con tamarindo y chile chipotle. Muy rico, espero que la acidez y el picante no tengan efectos secundarios en mi estómago. 


Ostra Gillardeau con caviar de beluga iraní; más de uno se hubiera pegado por este bocado delicatesen, pero a ninguno de los dos nos gustan las otras ni el caviar, y yo con el estómago todavía sensible, no hice ni el intento de probarla -que si hubiera estado en condiciones óptimas saludables, le hinco el diente para probarla-, pero no dudo de su exquisitez. 


Consomé de gallina con matices japoneses, un caldito que me supo a gloria bendita, y en lugar de un pequeño cuenco me hubiera tomado un buen plato sopero. Muy sabroso, como los caldos españoles o japoneses. 


En esta noche no nos falta la crema de coliflor tostada, parece que durante toda la semana han estado haciendo pruebas de sabor y textura con ella, pero nosotros ya estamos algo saturados de la misma, y además hoy no nos gusta tanto como los dos primeros días (tenían que habernos dado durante las cenas una cartulina para puntuarlas y así tener referencias de comensales). Hoy llega acompañada de un micuit de oca. De nuevo un cambio en el orden del menú, ya que esta coliflor tenía que haber llegado en primer lugar. 


Bullabesa y ravioli de bogavante del Cantábrico, donde solo se ve el caldo, pero allí nadaba un pequeño ravioli con el pequeño tesoro en su interior. 


Un descontrol tanta sopa y crema juntas, o eso me parece.

Vieira, leche de coco, espárragos verdes y trufa. Menos mal que las vieiras sí nos gustan mucho, porque durante la semana las hemos degustado en varias ocasiones, aunque hoy llevan otros matices de sabor incorporados. 


Lomos de rodaballo salvaje con guiso de cigalas, setas y el jugo de sus corales. El pescado siempre una maravilla, y el guiso, que también hemos probado durante la semana, muy rico y sabroso. 


Pichón de Bresse glaseado, relleno de foie, coles de Bruselas, puré de castañas y crema de orejones; pues todo como que pega muy bien, pero el pichón o sus variedades avícolas para mí siempre tienen un fuerte sabor, y no es de mis carnes preferidas; en cuanto al relleno no sería el que yo eligería; aún así, lo probamos, por lo menos sus muslos. Acompañado por un vino tinto Ostatu. 


Tocan los postres, comenzando por una crema de mango con gelatina de tequila y espuma de ron de caña, muy tropical y refrescante, aligerando el fuerte sabor de la carne. 


Souflé de nueces con helado de canela. El chocolate no es que sea muy digestivo, pero tengo auténtica debilidad por él. 


Terminamos la velada brindando por champán, y felicitándonos todos los comensales, que se quedan para celebrar la fiesta. En condiciones normales, yo me hubiera quedado un rato, pero lo que necesitaba era descansar, y rezaba porque el ruido no llegara hasta la habitación, situada dos pisos más arriba del comedor, y efectivamente no nos molestaron, y eso que la fiesta duró hasta casi el amanecer (donde esperaba el clásico chocolate con churros).

A la mañana siguiente empacamos tranquilamente, un detalle es que la hora de salida es hasta las 18 h, con lo que hay tiempo para descansar, turistear y hacer las maletas con tranquilidad.

En el viaje de vuelta paramos por un clásico para nosotros, y para muchos, en el Landa Palace de Burgos, donde nos comimos unos ricos bocadillos de tortilla y de jamón. Se ha terminado nuestra tranquila y gratificante escapada asturiana.