5 de marzo de 2012

España - Lledó (Teruel)


Donde sopla el viento

Desde Fuentespalda por la A-1414 en dirección a Valderrobres hay un desvío que conduce a la Ermita de la Magdalena por un sendero de unos 4 km con una fuerte subida en el comienzo, lo que nos hizo desistir de intentar su acometida (mi salud física no estaba para muchos esfuerzos), que tiene que ofrecer vistas inmejorables durante el camino y aunque la iglesia está en ruinas y abandonada parece que es un lugar misterioso. 

Con este paisaje de fondo comienza la ruta. 


Continuando por la carretera se llega a Valderrobres/Vall de Roures, pero como ya le hicimos una visita hace unos diez años, lo único que hicimos fue acercarnos hasta su puente de piedra, por el que se entra al núcleo histórico de la localidad tras pasar el portal de San Roque, para recordar lo que fue una gratificante visita a la población (os recomiendo su visita si estáis por la zona y con más tiempo me hubiera gustado hacer una entrada, pero ahora voy un poco justa de horas y tanto para el texto como para las fotografías necesito tiempo). 

La construcción del puente estaría asociada a la de las murallas, concluyéndose seguramente a principios del siglo XV. Es un puente de cuatro ojos provisto de tajamares en forma de cuña para protegerlo de fuertes riadas y evitar la acumulación de troncos. 

A la izquierda del portal de San Roque está la fachada posterior del Ayuntamiento. 


El río que salva el puente es el Matarraña, que da nombre a la comarca como hemos ido viendo. Nace en los puertos de Beceite y pasa por Beceite, Valderrobres, Torre del Compte, Mazaleón, Maella y Nonaspe. Es un afluente del río Ebro, donde desemboca a la altura de la población de Fayón (Zaragoza). La última riada fuerte del río fue en el año 2000. 

Etimológicamente, Matarraña podría ser un arcaísmo vulgar, Rambla Matraniya, la rambla del Arzobispo, derivado a su vez de Matran, Arzobispo. Fue el nombre que le dieron los mozárabes tortosinos y de la ribera del Ebro. 


Dos elementos del casco antiguo sobresalen tras el portal de San Roque: la iglesia de Santa María la Mayor y el castillo


En una de las casas junto al puente se puede ver una pancarta de actualidad (con la esperanza de dejar de serlo, si no en su totalidad, que sería una utopía, si en gran parte). 


Desde Valderrobres hay dos rutas posibles para llegar a Lledó, nosotros tomamos la A-231 que al pasar a la provincia de Tarragona se convierte en la T-330 hasta llegar a un desvío a la izquierda que por la TE-V-3303 conduce a la villa. 

Según expertos en toponimia, Lledó procede de “lledoner”, un árbol frutal de 10 a 12 m de altura.

La ocupación del territorio de Lledó es muy antigua, como demuestran los restos arqueológicos que se conservan de época ibérica, cultura muy extendida por la comarca del Matarraña. 

Se considera que antiguamente en este lugar había un castillo que fue conquistado a las tropas árabes. Durante la Reconquista estos territorios quedaron dentro de la encomienda de Calaceite, segregada de la extensa encomienda de Alcañiz. En 1205 la Orden de Calatrava entregaba Calaceite, Lledó y Arens de Lledó a Rolando de Cambrils y Dalmacio de Canyelles para repoblar el territorio, pero al no conseguirse este objetivo, el 13 de abril de 1209 el rey de Aragón Pedro II entregó Lledó al obispo de Tortosa para lograrlo. En octubre de 1210 se otorgó la Carta de Población a los nuevos habitantes, concediéndoles casas y tierras. Bajo la jurisdicción del obispado de Tortosa se mantuvo durante bastante tiempo, conservándose documentación que hasta 1414 seguía bajo ella. 

Lledó se constituye como Ayuntamiento en 1834 y forma parte del partido judicial de Valderrobres, hasta que en 1965 se incorpora al de Alcañiz. 

Durante la Guerra del Segadors y la Guerra de Sucesión sufrió importantes saqueos como muchas de las localidades de la comarca. 

Aparcamos el coche junto a la carretera ya que vemos un mapa con los puntos importantes de la población. Lo primero que notamos es un viento frío que nos azota, y nos recuerda nuestro viaje en diciembre de 2000 a esta zona, que parecía que en todos los pueblos “tenían las puertas siempre abiertas”. 

Llegamos hasta la Plaza Mayor, que curiosamente se encuentra en pendiente, donde se alza la coqueta Iglesia de Santiago Apóstol, una construcción gótica de sillería erigida en el siglo XIV, que presenta una portada ojival sobre el que se halla un ventanal igualmente ojival. Pequeña y aparentemente sencilla pero muy coqueta, con los detalles mencionados, la espadaña y la torre, así como el reloj incrustado por las buenas o más bien por las malas.


Frente a la iglesia se encuentra la Casa Consistorial, una construcción renacentista de finales del siglo XVI o principios del XVII, con el pórtico que sirve de de lonja a la izquierda, cuyos arcos se tapiaron en el siglo XX para alojar aquí las escuelas. 


Bajo el Ayuntamiento hay un paso cubierto en el que se encuentra una hornacina dedicada a San Roque. 


En la calle que separa la iglesia de la casa consistorial, la calle Iglesia, se puede apreciar perfectamente la inclinación en la que se encuentran ambas construcciones. 


Desde lo alto del pueblo obtenemos vistas de las montañas así como de uno de los pueblos cercanos, pero no me atrevo a decir un nombre para no equivocarme y menos equivocaros, que yo con los puntos cardinales me suelo liar. 


Callejeamos un poco por la pequeña localidad para descubrir sus detalles: casas, puertas, aleros…




Saliendo de Lledó y continuando por la carretera por la que llegamos seguimos la indicación que nos lleva hasta la Ermita de Santa Rosa de Viterbo, que se construyó en la primera mitad del siglo XVIII en mampostería y sillería. 

Adosada a la ermita se encuentra la casa del ermitaño, construida en la misma época que ella. 



En Lledó volvemos a la máxima de que no hay localidad pequeña para encontrar lugares, rincones, casas, piedras con historia que se cuenten en letras…solo tiene que haber pies para caminar, ojos para ver y corazón para sentir. No es necesario tener un gran conjunto monumental, cierto es que siempre es más impresionante e impacta más, pero no por ello debemos olvidarnos de los pequeños pueblos, en los que siempre podremos encontrar algo, incluso lo que puede parecer tan simple como la sonrisa de sus habitantes.