5 de febrero de 2015

Londres - Hampstead



Donde se tomaban las aguas

Al ser nuestra tercera visita a Londres decidimos salir a explorar por sus alrededores cercanos, que en la ciudad nos ocurre como en New York, nos sentimos atrapados por el centro y sus rincones y al final nos quedamos sin tiempo para salir o sin ganas para escapar de ellos. Para que la salida fuera más fructífera antes de llegar al destino programado para realizar una visita concertada y guiada al Highgate West Cemetery hicimos una parada en la localidad de Hampstead, situada a unos 6 km al noroeste de Charing Cross, ubicada en una colina. 

Hampstead pertenece al distrito de Camden, que antaño fue un pueblo y en la actualidad es una de las zonas más cotizadas de vivienda en Londres, lo que es fácil de entender cuando paseas por este bonito y tranquilo barrio o ciudad o como quieran llamarlo los británicos. Su nombre proviene de la unión de las palabras anglosajones ham y stead, significando en conjunto granja, atendiendo a su origen rural.

Para llegar tomamos la línea Northern del metro hasta la estación Hampstead. 





Salimos al cruce de las calles Heath, Hampstead High y Holly Hill, donde se alza la Clock Tower, edificio construido en 1873 que hasta 1915 albergó la estación de bomberos. Tranquilidad en las calles, y eso que estamos en zona comercial, pero ya no estamos en el centro bullicioso de Londres y eso se nota mucho. 



Caminamos por Holly Hill, y a nuestra derecha surge una pequeña calle en la que hay un pub que incita a tomarse un café caliente, por lo menos para curiosearle, aunque nos los tenemos que perder. 



Giramos a nuestra izquierda para tomar la calle Mount Vernon hasta llegar al antiguo edificio del Mount Vernon Hospital, fundado en 1860 para enfermedades pulmonares, siendo el arquitecto Thomas Roger Smith, que utilizó un estilo de influencia francesa. En 1904 las funciones del hospital fueron trasladadas y el edificio pasó a alojar el Instituto Nacional de Investigación Médica, hasta que también se trasladaron en 1980 y el edificio se destinó a viviendas, que no parecen precisamente económicas y que cuentan con una ubicación perfecta. 





En la pequeña plaza que forman Mount Vernon, Frognal Rise y Holly Bush Hill hay tres residencias que acercan al ambiente rural con el que asociamos la campiña inglesa, principalmente de la clase noble, una de ellas es Fenton House, una preciosa casa de ladrillo rojo, la más antigua de Hampstead, que data de la época de Guillermo y María y que nos traslada a las novelas de Jane Austen. 



La última propietaria de la casa, lady Binning, legó la casa y todo su contenido al National Trust, y aparte de los muebles, cerámicas, porcelanas, pinturas de Lawrence, Constable y Brueghel el Viejo, destaca una colección de instrumentos musicales, entre los que se incluye un clavicémbalo que parece que fue utilizado por Haendel; con estos instrumentos se organizan conciertos en la casa (que seguro merece la pena asistir), cuya entrada se encuentra en la calle Hampstead Grove. 




No pasamos a visitar la casa y continuamos caminando por Hampstead Grove para más adelante girar por Admiral’s Walk hasta llegar a la Admiral’s House, donde vivió el arquitecto sir George Gilbert Scott, autor de iglesias y catedrales inglesas en estilo gótico, restaurador de la Abadía de Westminster y del llamativo y dorado Albert Memorial, localizado en Hyde Park. Nos sorprende su blanco inmaculado.




La casa recibe el nombre de Admiral porque fue ocupada por un militar naval, por lo que su tejado tiene la forma peculiar de cubierta de barco, y en su terraza el almirante disparaba cañonazos durante los cumpleaños reales, ¿os suena este acto de algo?, ¡sí!, el almirante Bloom de Mary Poppins, ya que la autora de esta obra, P.L.Travers, se basó en el almirante real para crear el ficticio. 




Al lado se encuentra la casa Grove Lodge, menos imponente pero coqueta, donde el escritor John Galsworthy, galardonado con el Premio Nobel en 1932, terminó La saga de los Forsythe, novela que fue adaptada como serie con gran éxito. 



Es un placer andar por estas calles desiertas de turistas y llenas de encanto, de tranquilidad, con sus casas victorianas provocando a la imaginación, por lo que nos damos un pequeño rodeo bajando por Windmill Hill para salir a Frognal St, y de esta por un callejón que nos encontramos y por el que decidimos ir sin saber si conduciría a algún lugar o sería sin salida, para finalmente salir de nuevo a Mount Vernon, pero ahora a su esquina con Holly Walk. 



En el número 7 de Mount Vernon se encuentra la casa donde vivió Robert Louis Stevenson, el autor de La isla del tesoro, que se encuentra marcada con una típica placa azul.



Como estamos viendo, en Hampstead han vivido varios escritores, como también lo han hecho pintores, músicos, artistas en general, cuyas placas nos vamos encontrando, pero no reconocemos todos los nombres, nos conformamos con aquellos con los que sí lo hacemos.



Bajamos por la bonita Holly Walk, con casas blancas de puertas pequeñas y coloridas a nuestra izquierda, divisando al fondo la torre de la Hampstead Parish Church. 




Hacemos una parada en la pequeña St Mary Roman Catholic Church, situada en Holly Walk. 

 

Aprovechamos sus puertas abiertas (una bendición) para ver su igualmente blanco interior, el altar con baldaquino y las pinturas a modo de retablo detrás del altar. Sencilla pero acogedora. 


Continuamos por Holly Walk, muy contentos con el paseo por Hampstead, de la que nos esperábamos bonitos rincones, que estamos encontrando. 



A nuestra izquierda tenemos la ampliación del cementerio de la Hampstead Parish Church, que ofrece su imagen sentimental, bucólica, romántica, por el juego de luces producido por el sol sobre el musgo que recubre las lápidas. 



Holly Walk termina en Church Row, y allí se encuentra la Hampstead Parish Church, la iglesia parroquial de la localidad, construida en 1745, pero cuyos orígenes se remontan al año 986, con la llegada de los monjes benedictinos de Westminster. 




Volvemos a tener suerte con sus puertas, están abiertas, y su interior es nuevamente blanco pero con algunos tonos rosas en las bóvedas. 







En el interior de la iglesia hay un busto del poeta romántico John Keats, que vivió en Hampstead una temporada. 



Al lado de la iglesia se encuentra el antiguo cementerio, cerrado en 1878, cuyas lápidas muestran tres temas a través de los símbolos representados en ellas: mortalidad, resurrección y salvación. Uno de los símbolos más populares y conocidos es la calavera con los huesos cruzados, que refleja al tiempo la inevitabilidad de la muerte y  la posibilidad de resurrección (no sólo es un símbolo pirata). 




Hay un sendero marcado por el cementerio para ir en busca de los personajes importantes enterrados aquí, pero nosotros sólo buscamos dos de ellos por sus nombres conocidos, aunque nuestros ojos se topan con otras que nos llaman la atención; el querubín inferior simboliza el alma. 



Una de las personalidades enterradas es el pintor paisajístico John Constable. 



Otra personalidad es John Harrison, relojero que diseñó el primer reloj marítimo de alta precisión, que establecía la posición este-oeste, resolviendo el problema de la longitud de un barco en alta mar cuando se han recorrido largas distancias. De él y de sus relojes se aprende más, aunque en mi caso de forma bastante confusa, en el Observatorio de Greenwich. 



Una de las tumbas y lápidas que nos llamaron la atención es una que recuerda los arcos de una catedral. 



Continuamos por Church Row hasta salir a la calle comercial de Heath St y desde ella por la pequeña Perrins Cut a la también comercial, y con toques más modernos, Hampstead High St, cuya continuación es Rosslyn Hill, donde nos encontramos con una carnicería al uso británico, con sus cortes en el escaparate (y daba hambre sólo de pensar en un chuletón vuelta y vuelta). 



Desde Rosslyn Hill giramos a nuestra izquierda por Downshire Hill, y en la esquina que forma con Keats Grove se alza St John’s Church, construida en 1823, que en esta ocasión tiene sus puertas cerradas (demasiada suerte estábamos teniendo). 



Tomamos Keats Grove para por lo menos ver el exterior de la Keats House, un conjunto de dos casas; en la más pequeña es donde vivió el poeta John Keats entre 1818 y 1820, y donde escribió su famoso poema Oda a un ruiseñor. La casa se ha restaurado y se ha dispuesto como Keats la dejó, de modo que se puede visitar. 

Keats se enamoró de la hija de sus vecinos, Fanny Brawne, pero murió de tuberculosis en Roma con 25 años y sus sueños de matrimonio no llegaron a realizarse. Para poetas, escritores y creo que sobre todo románticos puede ser una visita imprescindible; para el resto, entre los que nos encontramos, curiosidad mobiliaria y literaria. 




Desde Keats Grove salimos a South End Road (también podríamos haber vuelto a Downshire Hill) para salir a Willow Road, donde en el número 2 se sitúa la casa construida en 1939 por Erno Goldfinger como vivienda, que se puede visitar, para encontrarla como la dejó a su muerte en 1987 y ver su impresionante colección de pinturas.



Lo que nos ha llevado hasta esta casa no ha sido su arquitectura, que podría definirse como “un santo con dos pistolas” en este bonito casco histórico de casas georgianas, victorianas o de estilo Regencia, y que lógicamente tuvo muchos detractores, por lo que finalmente tuvo que revestir con ladrillo el armazón de hormigón armado y que así no llamara la atención (pero no termina de conseguirlo). 

La razón de llegar, y más de uno tendrá “la mosca en la oreja” por el nombre del arquitecto, es el propio Goldfinger, cuyo apellido relacionamos con el mítico Bond, James Bond, y es que este arquitecto de origen transilvano parece ser que era tremendamente insoportable, por lo que Ian Fleming, el creador de Bond, llamó al malo de sus novelas con su apellido (un acto simpático por llamarlo de alguna manera). 



Caminamos por Willow Road hasta salir a Flash Walk, donde en una taberna de la calle se embotellaban las aguas medicinales de Hampstead, ricas en sales de hierro, que provocaron que la localidad se convirtiera en un importante balneario; pero como ya es costumbre, el tiempo no corre a nuestro favor, no vamos mal pero como no sabemos el tiempo que nos llevaría llegar a nuestra visita concertada y queremos disfrutar del paseo andando y no corriendo, no caminamos hasta el pub situado en esta calle, situado en el local donde se vendía este agua, y nos conformamos con ver el edificio victoriano de 1888 que albergaba los baños públicos y donde también se podía obtener el  agua curativa. 



Pasamos junto a la Burg House, una casa construida en 1703 por los cuáqueros, una de las más antiguas de Hampstead que desde 1979 aloja el Hampstead Museum, dedicado a la historia de la zona y a sus residentes más ilustres. En esta casa vivió ocasionalmente Rudyard Kipling, ya que su yerno fue el último inquilino. No tenemos tiempo para entrar y continuamos por Well Walk, donde hay una fuente que marca el lugar donde se encontraba el pozo del que surtían las aguas medicinales, que fueron descubiertas por el médico que se alojaba en Burg House, el Dr Gibbbons. 



En el siglo XVIII, el balneario estaba en su pleno esplendor, y sus aguas fétidas pero ricas en hierro estaban consideradas como beneficiosas para curar algunas enfermedades mentales como la histeria y la neurosis, que en aquellos momentos estaban tan de moda (aunque cierto es que en la actualidad siguen en plena forma, además ampliadas con otras como depresión, trastorno bipolar…). No es de extrañar que Sigmund Freud tuviera una casa en la localidad, situada más al sur y que por supuesto hoy alberga un museo.



El paseo por Hamsptead nos ha dejado un buen sabor de boca, merece la pena escabullirse de la bulliciosa ciudad y llegar hasta este rincón de tranquilidad con viviendas de alto precio, por lo que aquí se concentra la mayor riqueza del país; como dato, en 2008 por una mansión se llegó a pagar 50 millones de libras.

Desde Well Walk accedemos a Hampstead Heath, un parque-bosque de 8 km2, que se formó uniendo propiedades separadas y que se abrió al público en 1871. 




No tenemos mucho tiempo para perdernos por él, que es lo que nos gustaría, así que lo poco que paseamos lo disfrutamos con tranquilidad, y nos perdemos algunos curiosos lugares que están más alejados. Pasamos junto al Men’s Bathing Pond, un lago donde solo los hombres pueden bañarse (para las mujeres está el Ladie’s Pond, algo más al norte). 



Dos valientes (quizás algo necesitados de las aguas medicinales) con la temperatura exterior sobre los 5ºC y amparados por los rayos del sol se están bañando, pero sinceramente, no nos producen ninguna envidia ni ganas de emularlos, porque la temperatura del agua estará por debajo de 10ºC con bastante probabilidad y se nos encoge todo al pensar en solo meter un dedo. 



Una pasarela separa al Men’a Bathing Pond del Model Boating Pond, que aquí cada pond (estanque) tiene su uso específico. 




Hampstead Heath separa los pueblos de Hampstead y Highgate, siendo a este último al que salimos, satisfechos del pequeño pero fructífero paseo. 

Para terminar mencionar que en Hampstead se han grabado algunas películas; entre ellas, El coleccionista de William Wyler; la genial y admirada por nosotros Dentro del laberinto de Jim Henson (que vivió aquí) con David Bowie; Un hombre lobo americano en Londres de John Landis (interesante versión de licantropía); Notting Hill con Julia Roberts y Hugh Grant (película romántica y londinense de culto); El día de la boda con Debra Messing (de actualidad por encarnar a la detective Laura en la versión estadounidense); y la comedia romántica Cuatro bodas y un funeral. Hampstead por sí sola ya tiene razones suficientes para dedicarle un día, pero también las encontramos en los escenarios de cine. 

En Highgate nos dirigimos en primer lugar a la visita concertada que tenemos al Highgate West Cemetery.