25 de febrero de 2016

Uzbekistán - Margilan - Fábrica de seda Yodgorlik


La belleza de la seda

Nuestro paso por Margilan no podía estar completo sin visitar una fábrica de seda, lo que hacemos tras habernos alimentado por los ojos en el Central Bazaar. La ciudad fue un importante enclave en la famosa Ruta de la Seda, y visitamos la fábrica Yodgorlik,  fundada como empresa estatal en 1972, pasando a manos privadas en el año 2000, en donde trabajan alrededor de 450 personas, la mayor parte mujeres (mujeres trabajadores en todas partes, en el campo, en las tiendas, en las fábricas, en los mercados, en la carretera… un país femenino pero no feminista). 



La visita se suele realizar en tour guiado, y como acaba de salir uno, nos toca esperar, acto que realizamos por supuesto en la tienda, que es por la que se pasa una vez conocido el proceso de fabricación, en la que vamos eligiendo lo que compraremos, y como son demasiadas cosas, preferimos comprarlas al final para no ir cargados durante la visita. 



Tras un rato esperando (demasiado), hasta Oyott se desespera y nos pregunta si visitamos la fábrica por nuestra cuenta, pues vale, no nos contarán el proceso al detalle (que resultará interesante, pero algo recordamos de nuestra visita en Hoi An a un taller de seda), que cuenta con unas 40 fases, pero por lo menos comenzamos a hacer algo, que las esperas infructuosas (los "frutos" -compras- ya están en las bolsas) desesperan.

Allí está el árbol de la morera, que da cobijo y alimento a los gusanos de seda; en concreto este árbol es centenario. 


Entramos en la primera fase de producción, hervir los capullos para así poder ir sacando el hilo que lo forma, se pueden obtener hasta 1.000 metros de hilo de un solo capullo. La señora que está realizando la tarea nos avisa que tengamos mucho cuidado porque nos podemos quemar, de hecho, en un pequeño hueco la buena señora tiene colocada su tetera dispuesta al calor. 





El hilo se va recogiendo en una rueca. 



Entramos en una habitación donde realizan las pinturas de los dibujos de las telas en bastidores y donde van colocando los hilos de seda. Este proceso ya lo vimos en Rishtan, en la madraza Said Ahmad Khodja. Entre uno de los trabajadores y la traducción de Oyott nos van contando algo del proceso.





Nos despliegan una de las bonitas telas. 


Entramos en las salas destinadas al tinte, que se realiza con tintes naturales: cortezas de granada, piel de cebolla, raíces, frutos, hojas... La primera zona de lavado bien podría ser la zona de despiece de un asesino en serie, con los calderos, las bañeras, los grifos… 






Los hilos tintados se dejan escurrir y secar.


Más bonito nos resulta la mezcla de hilos, un arco iris precioso. 


En una caja con compartimentos los diferentes productos naturales que se usan para el tinte. 


Entramos en la sección del tejido de alfombras, donde las experimentadas tejedoras enseñan a las nuevas y trabajan a cuatro manos. 




Las amplias salas dedicadas a los telares manuales, en los que parecen que han avisado a algunas trabajadoras para que los pongan en funcionamiento ante nuestra llegada. 





Las también amplias salas de los telares mecánicos, que no dejan de ser manuales, ya que sin la mano de las mujeres que los manejan y controlan no sería posible su funcionamiento. 



Una de las telas que se fabrican se llama khanatlas, y  con ellas llega la hora de una leyenda. Se cuenta que un kan de Margilan se enamoró de la hija de un pobre tejedor y quiso casarse con ella, sería su quinta mujer. El padre fue a ver al kan, se arrodilló ante él y le pidió que no se casara con su hija. El kan aceptó con la condición de que al amanecer le presentara una tela tan bella que opacase la belleza de su hija. El tejedor se fue junto a una acequia para pensar, mientras la lluvia se mezclaba con sus lágrimas. Dejó de llover, y en el cielo aparecieron las nubes, cuyo reflejo vio en el agua, y las nubes se colorearon con los colores del arco iris; ¡gracias cielo por la idea! Trabajo toda la noche en su taller y al amanecer desplegó ante el kan una tela espectacular con todos los colores del arco iris, etérea como la nube y ligera como el aire. El kan cumplió su promesa y dejó en paz a la hija del tejedor. 


Terminamos la visita a la fábrica por donde empezamos, en la tienda. Por supuesto adquirimos varias prendas, porque aunque el sentido común te dice ¡cuidado!, los demás sentidos se alían para decirte ¡compra! Intentamos ser comedidos y no comprar nada grande, solo aquello que comprimiendo entra bien la maleta. Pañuelos, tejidos, telas por metros, camisetas, gorros… bien 100% seda, bien con mezcla de algodón y por lo tanto más baratos (aunque el adjetivo caro no se podría utilizar, más si eres un buen negociador, que nosotros como ya he dicho no somos). 



22 de febrero de 2016

Uzbekistán - Margilan - Central Bazaar


Colores, olores y gente amable

Frente a la mezquita Khonakhan se alza el mercado Central Bazaar, y Oyott nos propone visitarle, y cada propuesta suya no incluida en el tour, la aceptamos sin dudar, así que cruzamos lo mejor que podemos (que es a salto de coche) la carretera que separa ambos lugares. El mercado es una amplia estructura con los laterales abiertos,  que cuenta con dos pasillos principales en los que se reparten los puestos ordenadamente, ya que están más o menos concentrados por productos. 



Por supuesto nos quedamos prendados con el pan, expuesto para hincarle el diente. 



Para echarle también la mano son los puestos, no muchos, dedicados a pastelería o dulces, que parecen churros en algún caso. 


Verduras encurtidas o cortadas en juliana para hacer las ensaladas. 


Mano también le echaríamos a la sección de frutos secos, donde por supuesto no faltan los pistachos, cacahuetes, pasas, dátiles...



Las frutas están muy bien colocadas, y aparte de melones y sandías, expuestos principalmente en los pasillos laterales, hay peras, manzanas y nectarinas. 




En verduras, abundan berenjenas, pimientos, tomates y cebollas, los ingredientes básicos de todas las comidas que haremos en el país durante los 15 días de viaje; también hay repollos, patatas y calabazas. 








Para aderezar las ensaladas y los guisos, infinidad de hierbas, entre ellos el maldito cilantro para uno.


Montones de especias para acompañar, olores directos a la pituitaria y un arco iris para los ojos. 





Patatas y zanahorias, para esas sopas de pollo o carne, dimlaya


Para el plov, el plato nacional del país, arroz, mucho arroz 


El mundo de la legumbre, ¡ay, esas carillas!, con un chorizo estarían para chuparse los dedos. 



Entre tanto rico alimento hay sitio para las escobas tradicionales, para no aplicar el dicho "y la casa sin barrer". 


El truco de los puestos es que los vendedores están subidos en taburetes, bancos o cajas. Las mujeres atienden los puestos de verduras, frutas y hierbas. Los hombres los de frutos secos. En el resto hay un poco de mezcla de sexos, aunque por regla general hay más mujeres que hombres vendiendo. 


En los laterales suelen venderse los productos más grandes: melones, sandías y calabazas. 



Durante nuestro paseo por el mercado hemos levantado la curiosidad de los vendedores y de los compradores, hoy aprendemos definitivamente a decir Hispania, somos de España, que es lo que les interesaba saber. Eso sí, los niños respondían con Messi y Barcelona principalmente (y es que el equipo con Laporta de presidente realizó una gira por el país), a los que les contestaba como una respuesta en busca de pelea, Ronaldo y Real Madrid, consiguiendo sonrisas y una divertida discusión a base de gestos.

Una de las vendedoras me pidió que le hiciera una fotografía, y aquí está, en homenaje a todas ellas, que no dejaron de ofrecernos sus sonrisas, y muy pocas se dieron la vuelta ante la cámara, aunque por respeto intentamos evitar sacar personas en la mayoría de las ocasiones, pero ello no quiere decir que se pierdan en nuestra memoria. 


Lo que no vimos son puestos de carne, y aunque le pregunté a Oyott no nos acercó a ellos si es que estaban en este mercado.