24 de octubre de 2018

Myanmar - Monte Popa - Monasterio Taung Kalat

Un monasterio equilibrista

Frente al santuario Mahagiri se encuentra la entrada al monasterio Taung Kalat, conocido como el “monte Olimpo de Myanmar”, custodiada por dos estatuas de elefantes blancos, y de nuevo los monos nos muestran su poder, aunque afortunadamente no sus dientes. Es un lugar de culto muy importante en el país. 



Antes de entrar a la población hicimos una parada en la carretera en un buen punto fotográfico, ya que el monasterio se alza en un peñasco solitario, el monte Popa, un volcán supuestamente extinto, con 737 m de altura sobre la planicie a su alrededor. La verdad es que hasta parece una visión mágica, un espejismo y con el dorado despuntando hasta un castillo encantado más que un monasterio. 



Por delante tenemos 777 escalones para llegar hasta el monasterio, que hay que afrontar con valentía. Dice una tradición que no hay vestir ni de rojo ni de negro (con este segundo color tengo un problema, es mi color de cabecera, ya sea para pantalones ya sea para camisetas), no se pueden decir palabrotas ni emitir juicios malos sobre los demás, no hay que llevar carne (sobre todo de cerdo, y menos comerla), porque todo ello podría ofender a los nat y castigarnos con una racha de mala suerte y maldiciones variopintas (mira que son enfadicas estos espíritus). 


Nos descalzamos y a subir. Enseguida surgen santuarios en nuestro ascenso, con algunas imágenes en la puerta que parecen invitar a entrar. ¡bienvenidos!


Durante el primer tramo de escaleras hay una tienda detrás de otra, y como ya es costumbre, no son solo artículos religiosos, aquí mandan los turistas y los productos son más para ellos. 


Esta visita me había presentado serias dudas: lo de los escalones no me entusiasmaba –y normalmente si el fin justifica el esfuerzo soy la primera en afrontarlo-; los comentarios leídos sobre la belleza arquitectónica del lugar eran tirando a mediocres; y finalmente, realizar la subida con la compañía de los monos, además de sus orines y excrementos sobre las escaleras era la guinda a los contratiempos.

En fin, vamos a intentarlo, si me canso y no puedo, o si los monos me atacan y no puedo, o el olor y los líquidos de los monos acechan mi estómago delicado y llegan las arcadas y no puedo, pues media vuelta con tranquilidad. Para arreglar la situación de los excrementos de los monos hay limpiadores por todas las escaleras, que no sé si afortunadamente pasan una ancha fregona por ellos, de modo que lo que en principio es un charco visible y esquivable se convierte en una gran humedad en el suelo de cerámica, que pisas sí o sí (además te piden un donativo por su trabajo). 


Los monos están por todos lados, por las escaleras, por los árboles, por los tejados (que al correr sobre ellos suenan como si se pudieran caer sobre nosotros). Yo no llevo el bolso, no quiero que crean que llevo algo y tiren de él, la cámara tampoco la llevo (aunque esta la voy dejando en muchos lugares y hago fotografías con el móvil que pesa menos), solo llevo una botella de agua en la mano. Lo que hago es no mirarles a los ojos, no vayan a creer que les estoy provocando, miro al suelo, evito en lo que puedo sus fluidos y asciendo. Creo además que somos afortunados porque no vemos tantos monos como en las fotografías que se ven por internet, es posible que la lluvia que ha caído hace poco les haya hecho refugiarse y estar a la espera, y además no hay mucho tráfico humano de visita, que seguramente es lo que también les llama la atención en busca de tesoros. 



Según ascendemos lo que vamos obteniendo son buenas vistas del paisaje que nos rodea, un manto verde donde sobresalen cúpulas doradas. 



Durante un corto trecho las escaleras de baldosas cerámica pasan a ser de hierro oxidado, y ahora en lugar de preocuparnos por la rabia por mordedura de mono lo hacemos por el tétanos, ¿será suficiente y válida la vacuna?, pues esperemos que sí. 


Solos los nats Mahagiri, Me Wunna y Byatta, hermanos que buscaron refugio aquí tras ser perseguidos por un rey de Bagan, tienen residencia en esta montaña. Me Wunna era una ogra devoradora de flores y Byatta un servidor del rey Anawrahta que recogía flores para llevarlas al palacio real; ambos se enamoraron y tuvieron dos hijos, pero el rey Anawrahta ordenó la ejecución de Byatta, más tarde Me Wunna murió con el corazón roto del dolor y ambos se convirtieron en nats. Sus dos hijos fueron llevados a palacio, pero no cumplieron con las tareas que les asignaron y también fueron ejecutados, tras lo que se convirtieron igualmente en nats. Estas historias bien contadas, con aderezos y música tienen que resultar interesantes. Y a ellos les dejan ofrendas monetarias… más o menos. 


En un momento dado, el camino de subida se bifurca, aunque creo que luego todos llegan al mismo sitio, porque solo hay una cima. 


Por fin aparece ante nuestros ojos el monasterio y su estupa de estilo hindú. 


Comenzamos a recorrer el complejo del monasterio, aunque no nos emociona, tal y como había leido y me habían comentado, pero no era sugestión, era realidad. 



Los monos siguen nuestros pasos, aunque no se terminan de acercar del todo, hasta que uno de ellos en un movimiento rápido se apodera de mi botella de agua, que llevaba yo alegremente colgada de mi mano, y por supuesto yo no entro en pelea con él, ¡disfruta amigo! 


Lo que tenemos son vistas, en la llanura destaca otro santuario con sus cúpulas doradas. 


En un santuario destaca la imagen de Buda con Budas incrustados en su cuerpo, lo extraño es lo que marca la diferencia entre estatuas e imágenes, y en esto Myanmar nunca nos ha decepcionado y siempre sorprendido. 



Seguimos entrando en santuarios según paseamos, en muchas ocasiones son el camino de paso. 



Nos encontramos con las dos nagas sobre las huellas de Buda, para dejar las ofrendas monetarias. 


La campana, mejor dicho, dos campanas, aunque durante todo el recinto hay varias más –siempre cerca de un santuario-. 


En la llanura destaca la imagen de un Buda, que si es visible desde aquí es que su tamaño es grande. 


El gong. 


Llegamos a la estupa de estilo hindú. 


Junto a ella hay una relación de donantes al monasterio, un nombre destaca en ella, el número 20, ¿será el mismo? o ¿solo es una coincidencia de nombre y apellido? 



Una estupa más clásica en su forma, con su hti. 


Ahora toca hacer una aclaración, aunque tenéis que tirar de imaginación porque la fotografía no es buena para hacerlo. El monte Popa no es donde estamos nosotros y el monasterio, es el monte que tenemos enfrente, pero que está cubierto por las nubes, así que no se ve y por lo tanto no lo vimos y no nos pudo llamar la atención su presencia –también que no estuvimos por la labor de buscarlo, que todo cuenta, o resta como en este caso-. El monte Popa, a 1.518 m sobre el nivel del mar, es un volcán extinguido que surgió en la planicie de Myiningan hace unos 250.000 años tras producirse un gran terremoto, y el montículo donde estamos es un cuello volcánico de él. A los pies del monte, la población de Popa. Creo que lo he contado bien.


Hemos llegado al final del complejo, vemos unas escaleras que bajan pero que parece que su paso está cortado, así que desistimos de bajar por ellas y emprendemos el mismo camino de vuelta. 


En un santuario hay varias figuras de nat, que suponemos pueden ser Me Wunna y Byatta con sus dos hijos. 


En el monasterio hay espacio para los puestos de comida -siempre lo hay-, y además huelen rico, por lo que los monos se acercan tímidamente, ya saben que serán vareados si se acercan más de lo necesario, y si quieren algo tendrán que esperar a que las propietarias tengan un descuido, que no creo que se dé el caso. 



Mientras pasamos junto a las tiendas miramos de reojo por si hay algún artículo interesante; mirar en serio es tener a la dependienta (suelen ser mujeres) pegada a ti, y no nos apetece demasiado, ha sido suficiente con el stress de los monos. 


Al salir, compramos un refrescante y fresco jugo de lichi, que aunque la temperatura ha sido buena, según se sube bajan los grados, el esfuerzo ha sido importante -al menos para mí-. Nada más entrar en el coche sacamos las toallitas limpiadoras y con ellas nos limpiamos bien los pies y las sandalias, que van todos hechos un verdadero asco.

Si bien la visita en general no ha sido ni buena ni mala, es un lugar de culto por el que hay que pasar, las vistas que se obtienen son mejores que la arquitectura en sí; pero nada comparable con la fe hacia estos curiosos nat, y es que dicen que la fe mueve montañas, o en este caso construye sobre ellas.