Planeta
Australia
Se acaba nuestra estancia en
la bella Sydney, que nos ha sorprendido, agradado y gustado más de lo que
esperábamos y de lo que habíamos leído, siempre es bueno cuando lo que nos
deparan los lugares superan las expectativas, porque si no siempre se tiene un
poco de decepción, que hay que saber controlar y valorar, cada lugar tiene sus
virtudes.
Echaremos de menos nuestros
amaneceres y anocheceres desde la ventana del hotel, hasta pienso en colocar
una foto en las ventanas del dormitorio para dejar de tener esta morriña.
Comienza nuestro tour y
nuestro periplo aéreo para atravesar el país de punta a punta, es el medio más rápido
para intentar ver más cuando se tienen los días contados de vacaciones. Hoy
volamos a Ayers Rock, a 2.150 km de Sydney (vía aérea que terrestre son más), 3
h 40 m de vuelo en un avión de la Qantas, un Boeing 737-800 (la foto es de la
llegada porque a la salida fue imposible), que sale a su hora prevista, 9.45 h.
Decimos con una gran sonrisa hasta pronto y hasta
siempre a Sydney y su increíble bahía.
En el vuelo tenemos incluido
un lunch, que es más un tentempié: un sándwich de huevo, mayonesa, za’tar y espinacas. ¿Qué es el za’tar?, pues allí no lo sabíamos y
hasta hoy no lo he buscado al ver la foto: una mezcla de especies árabes
compuesta de tomillo, zumaque (y dale con los nombres y productos raros, otra
hierba), semillas de sésamo y sal. El resultado es que el sándwich esta rico.
Veamos en un mapa más o
menos el recorrido que haremos, para luego ver y entender mejor las fotos.
Fuente: mapas.owje.com
Salimos de Nueva Gales del
Sur para entrar en el estado del Territorio del Norte, que es conocido
coloquialmente como el Never Never,
título que recibe por una novela de Jeannie Gunn que trata sobre los colonos en
esta tierra dura y de aborígenes a principios del siglo XX.
El Territorio del
Norte es muy extenso, 1.359.750 km2, algo así como dos veces España
y nosotros viajamos hacia el centro, el Red Centre.
En el Territorio sólo viven
unos 200.000 habitantes, y la mayor parte, casi la mitad, lo hacen en el norte,
en Darwin. Otro dato poblacional es que es el estado con el porcentaje más alto
de población aborigen, casi un 22% de todos los estados del país, y llevan
viviendo aquí desde hace 50.000 años, siendo reconocidos como una de las razas
más antiguas del mundo (y los colonos blancos tardaron menos de 200 años en
casi aniquilar su ancestral cultura). Afortunadamente (aunque todo tiene
matices) gracias a un acuerdo con el gobierno federal casi la mitad de la
tierra es propiedad de ellos.
El proceso de poblamiento
blanco en el Territorio del Norte se llevó con mayor lentitud que en el resto
del país, pero sus resultados fueron igual de conflictivos, violentos y negativos
(como era de esperar ¿o no?). A principios del siglo XX se decidió confinar al
grueso de la población en reservas o misiones cristianas y durante la década de
1960 los aborígenes empezaron a exigir más derechos (sus derechos arrebatados y
los derechos de cualquier persona).
En 1966 un grupo de
trabajadores ganaderos aborígenes (en las llamadas cattle station, grandes fincas ganaderas, como la de la película Australia), encabezados por Vincent
Lingiari, se puso en huelga en Wave Hill Station para protestar por los bajos
salarios y las deplorables condiciones de trabajo en comparación con los
trabajadores blancos. Esta huelga dio origen al movimiento en defensa de los
derechos de la tierra de los aborígenes.
En 1976 se aprobó en
Canberra la Ley de Derechos de los Aborígenes sobre la Tierra, por la cual se
les entregaban todas las reservas y misiones del Territorio del Norte y se les
permitía reclamar terrenos públicos desocupados siempre y cuando cumplieran dos
condiciones: que pudieran demostrar su ocupación continuada y que la tierra no
estuviera cedida ya en usufructo, formara parte de un núcleo de población o
estuviera reservada para otros fines especiales.
Actualmente, los aborígenes
poseen la mitad del Territorio del Norte, pero los minerales de la tierra son
propiedad del gobierno, aunque para las prospecciones y extracciones tienen que
requerir su permiso y pagar por estas actividades.
Mención especial en este
territorio se merecen dos instituciones: el Royal Flying Doctor, un servicio
médico aéreo (con las distancias entre poblaciones o entre explotaciones es el
más rápido transporte para emergencias), y la School of the Air, a través de la
que se imparten clases a los niños de los ranchos, a través de radios de alta
frecuencia.
Si miráis el mapa se ve
claramente cómo las poblaciones se alinean junto a la costa principalmente, y
nosotros atravesamos el llamado Outback (no hay uno solo homogéneo, anda
bastante repartido por todo el país), para llegar a Ayer Rocks, en el Red
Centre, donde el paisaje desde las alturas es alucinante, y se entienden las
dificultades de los primeros exploradores para atravesar esta tierra, que si
desde aquí parece inhóspita, a finales del siglo XIX y sin los medios de
transporte y las facilidades actuales tenía que ser el mismísimo infierno (y no
sólo por el calor). Los ríos de la región solo fluyen una o dos veces al año,
en un espectáculo que debe ser increíble, inundando las llanuras desérticas.
Algo de música para
acompañar, creo que bastante apropiada.
Sin comentarios, vosotros
ponéis las palabras, yo iba pegada a la ventanilla del avión al tiempo que le
daba codazos a mi marido. Comienza lo que allí llamé Planeta Australia:
Creo que la siguiente foto es
una maravilla de la naturaleza, que parece querer abrirse paso a través de la
sequedad de la tierra, y al no poder acoger árboles en su seno los pinta.
Después de la aridez yerma
llega la aridez roja salpicada de verde del Red Centre.
Llegamos al aeropuerto de Ayers
Rock, pequeño pero con mucho tráfico y comenzamos con los ajustes de hora, que
son curiosos: media hora hacia atrás.
Traslado por carretera a
través de este planeta rojo en autobús hasta el centro turístico de Yulara, con
varios hoteles de diferentes categorías en su interior, el nuestro es el
mediano, que si bien la habitación es amplia y sencilla, carece de encanto, más
cuando nuestras habitaciones se encuentran bastante alejadas del cogollo y las
terrazas han sido tomadas por la maleza desértica, que ya no por ella misma
sino por los animales que pueden vivir en ella mejor no abrir esas puertas al
exterior. El hotel de más categoría es de nuevo una alegoría marítima, Sails in the Desert, con sombrillas a modo
de velas desplegadas.
Tiempo para deshacer las
maletas, una ducha y explorar un poco el complejo, que cuenta con todo:
supermercado, oficina postal, tiendas de souvenirs, restaurantes; y para comer,
no hay de otra que allí, aquí no se puede salir a explorar nada si no se tiene
vehículo propio, y aún teniéndolo en el Outback hay pocos lugares habitados y
no se encuentran precisamente cercanos los unos de los otros.