17 de enero de 2020

Botswana - Delta del Okavango - Safari Segunda Parte


 ¡Animales!

El tercer día de nuestra estancia en el delta del Okavango comienza con otro bonito amanecer y a la salida del lodge en el coche nos topamos con un elefante, posiblemente se trate del que estos días ha estado rondando muy cerca de las tiendas-habitación, y en especial por nuestra piscina, ya que lo vimos durante uno de los paseos, que mira que si estoy yo chapoteando en ella y de repente me da un toque en la espalda con su trompa, me muero del susto. 


No es un macho adulto de los grandes, y posiblemente su juventud le hizo asustarse del coche, del ruido del motor, de nuestras voces..., el caso es que tuvo un momento de defensa y agresividad, que a pesar de estar montados en un coche alto asusta mucho, ya que una embestida de un animal de este peso debe ser tremenda y con consecuencias. 


En el suelo vemos un cálao terrestre sureño (Southern Groung Hornbill), de plumas negras y un rojo brillante alrededor de ojos y cuello (o cómo se llamen estas partes en las aves). 


Por supuesto a nuestro paso salen de nuevo las cebras



Un ñu solitario...demasiado aventurero por estos lares. 


Cebra y ñu se unen para ofrecernos un bonito momento de pareja. 


Guía y tracker (Moses y Tolen) salen en busca de huellas a campo abierto, a mí esto me impresiona por mucho que hayas nacido aquí, conozcas el terreno, los signos...no me da ninguna confianza...y nosotros en el coche (dos parejas). 


Los alrededores de un termitero están ocupados por los impalas, y de nuevo tenemos una bonita postal en la cámara. 


Las cebras parecen decir si a nosotras no nos hacéis caso, pues nos vamos, y nos enseñan sus cuartos traseros. 


Una pareja de kudús, ella y él, cada uno a su bola, o a su pasto.



Y de repente ruido, polvo…algo estará pasando pero nosotros no lo vemos. Los kudús corren, y corren también los ñus que estaban más lejos, con sus crines en movimiento. 



Llegamos hasta el aeropuerto -la pista de aterrizaje y despegue de las avionetas-, donde parece que se hubiera instalado el mercado. 


Subido a árbol, al que Moses va rodeando con el coche para encontrar el ángulo justo de visión y captura fotográfica, vemos un bonito cachorro de leopardo, posiblemente se trate del que vimos el día de nuestra llegada, que estaba por estaba zona. En esta ocasión no vemos a la madre. Contorsionamos nuestros cuerpos para intentar hacer mejores fotografías, aquello era un no parar, porque además al sentirse observado, estaba incómodo y busca posiciones para esconderse entre la vegetación. No sé la cantidad de fotos que pudimos hacer (sería fácil contarlas, pero no es importante, cómo si lo fue el momento). 




En el árbol de al lado está su hermana, por lo que Moses movió el coche para intentar verla mejor -en ese momento él había visto movimiento y una cola-, pero ella decidió que era hora de dormir y no de posar. 




Alimentándose en un árbol vemos un águila marcial (Martian Eagle). Es elegante y rápida en sus movimientos, siempre está alerta, mirando hacia todos lados y es increíblemente hermosa.




Moses y Tolen están buscando el lugar más adecuado para hacer una parada para el refrigerio, que en esta ocasión se trata de algo especial, por lo que el sitio también debe serlo. Incluso sacan las típicas sillas de safari -tipo director de cine-, que en algún momento todos hemos tenido en nuestras casas, porque son bonitas y porque son plegables. 


En el agua chapotean lo que creo que son lechwes rojos y facoceros



La mesa está preparada, con todo tipo de alimentos e ingredientes.


Hacemos un segundo desayuno, un ranger breakfast, con dos camping gas están cocinando huevos revueltos, salchichas, bacon… si esto me lo avisan yo no desayuno huevos esta mañana, hago un desayuno más frugal y ahora me pongo las botas, pero claro, si me lo dicen no es una sorpresa, que realmente nos pareció una bonita sorpresa y un bonito detalle. 



La pena es que no podemos disfrutar mucho del momento, tiene que ser todo un poco rápido, nuestros compañeros españoles de safari tienen una cita y tenemos que irnos, así que les intentamos ayudar para recoger y nos vamos, pero es un momento para recordar por todos sus factores: el humano y el paisaje. Nosotros en el tiempo libre que nos quedaba de repente le pedimos a Moses hacer alguna actividad, no queríamos descansar, y él amablemente nos dio otro safari en lancha a motor por el delta, y fue un paseo inolvidable por los animales que vimos.

Después de comer nos toca el último safari terrestre, Moses y Tolen han estado hablando, y supongo que también con otros guías de los lodges cercanos, se han enterado que hay leones cerca y vamos a intentar verlos, es el único animal que todavía no hemos visto en el Okavango. Nos preguntan si tomamos un camino con bastante agua, nosotros asentimos porque realmente no sabemos nada, hemos visto como cruzamos con estos hidro-coches pero no podemos saber nada más, confiamos plenamente en ellos. Pero surge el percance, el coche se queda atascado en el lodazal, y no hay manera de salir de allí, las ruedas patinan y cuanto más se fuerzan más se hincan en el barro.

Moses y Tolen bajan del coche y se meten en el agua, acto que a mí me parece una temeridad, les preguntamos si eso está bien, ¿no hay cocodrilos?, porque vivir aquí viven, pero no se les ve. Buscan palos para meter bajo las ruedas y así hacer palanca para que las ruedas se suelten. 


Pero después de varios intentos, idas y venidas a por más palos, llaman al lodge en busca de ayuda. Moses nos pide que si tenemos pantalones de los que se quitan las perneras los transformemos, o si no que los arremanguemos, y si eso, también que nos quitemos los zapatos, porque el agua está entrando en el coche, y a la que nos descuidemos acabaremos mojados sin necesidad de bajarnos. 

Llega un coche de refuerzo, intentan levantar el coche con los gatos, que son descomunales, y se pegan una paliza tremenda, da pena ver el esfuerzo, pero no consiguen nada. Yo les digo que a mí me vale bajar al agua y caminar hasta el coche que acaba de llegar, ya que está muy cerca (vale, en ese agua puede haber de todo, y no hace falta que sean animales grandes, pero estaban haciendo un trabajo demencial y se estaban agotando).

Deciden intentar remolcar el coche, pero no lo consiguen, por lo que el coche de ayuda se mete más y más en el agua, y al final también se queda atascado, la cosa empieza a no pintar bien. Moses nos cuenta que estamos en una “hippo highway”, escuchamos el rugir de los leones, ¿a 1 km?, y el atardecer comienza a despuntar. Así que de momento lo único que podemos hacer es de un coche a otro -sin bajar-, ya que el original está casi a punto de ser inundado demasiado. 




Todos trabajan a marchas forzadas. Finalmente llega un tercer coche de ayuda, intenta dar un rodeo por otro lugar, pero finalmente tiene que terminar junto al primero que llegó para ayudarnos, es la única manera que encuentran los trabajadores para que estos aventureros pijos no metan sus delicados pies en el fango.

En esta ocasión, y tras varios intentos en los que ya nos veíamos todos allí reunidos con tres coches enfangandos y atorados, ya que con este tercer coche acabamos con los coches de retén del lodge, consiguen remolcar el coche en el que estamos, el segundo coche, y podemos salir de allí. 


Moses y Tolen se quedan, van a seguir intentando sacar el coche, y nos dicen para nuestro desconsuelo y preocupación que es posible que tengan que pasar la noche allí. ¡¡¡¿cómo?!!!, a todos nos parece una locura.

Llegamos al lodge, nos reciben con alegría, ¡pues anda que nosotros!, y lo primero que hacemos es tomarnos copazos de champán, que estamos de celebración, no hemos visto leones, pero sobre todo, ellos no nos han visto a nosotros, o no les hemos interesado. 


Cuando estamos disfrutando de la cena aparece Moses, lo que nos produce tranquilidad, saber que esta noche no la pasará en esa oscuridad rodeado de animales; nos cuenta que ha sido imposible sacar el coche y que se va a ir a descansar directamente, por lo que declina nuestra oferta de cenar con nosotros; yo creo que esa noche cayó como un auténtico fardo en la cama.