5 de septiembre de 2016

Uzbekistán - Samarcanda - Parque Navoi - Estatua de Amir Timur - Mausoleo de Rukhabad


Atardecer fallido


Poco o nada que hacer esta tarde después de comer en el hotel de Samarcanda, si al menos la piscina estuviera operativa podríamos darnos un chapuzón para paliar el sofocante calor, pero quedarnos encerrados en la habitación o pulular entre las parejas de novios que utilizan el hotel para realizar sus reportajes de boda no nos apasiona a ninguno de los dos. Así que tras algo de descanso salimos a dar una vuelta por la ciudad para no quedarnos como ostras en la cama y descubrir monumentos por nuestra cuenta, además de intentar buscar un bonito atardecer.

Lo primero es ubicarse, y es que el hotel está situado un poco recóndito en una calle semiasfaltada, así que lo primero es salir a una calle principal, donde hacemos una fotografía de su nombre por si acaso no recordamos bien donde tenemos que volver -principalmente si lo hacemos en taxi-, pero no parece difícil a pesar de todo según el mapa. Se mantiene la tónica urbanística en las ciudades uzbekas de las grandes avenidas flanqueadas por calles descuidadas, aunque en esta ocasión también son más amplias.



También hay amplias avenidas peatonales, que es por la que decidimos caminar, ya que siempre es más agradable hacerlo sin coches y a ser posible a la sombra de la vegetación.


Llegamos hasta una entrada del parque Navoi, parque con el nombre del insigne poeta uzbeko, como lo hay en Tashkent. Al parque se entra por una puerta-arco de gran tamaño.


Afortunadamente en el parque hay carteles señalizando los lugares, y el que nosotros buscábamos, afortunadamente estaba muy clarito. 


Por fin encontramos a Alisher Navoi, ya que en el parque Navoi de Tashkent nos cortaron el paso al estar preparando la zona para la celebración de la fiesta nacional. 


El parque es un buen y amplio lugar para pasear, aunque a estas horas no es muy recomendable, porque el sol aprieta y hay momentos en que la sombra no existe.



En vísperas de la celebración de la fiesta nacional o de la celebración de un festival, el anfiteatro estaba siendo sometido a una puesta a punto.


Salimos del parque por otro de sus arcos.


Llegamos a un bulevar peatonal, donde de nuevo nos encontramos con las parejas de novios realizando sus fotografías, siempre rodeados de familiares y/o amigos. No sé si formaremos parte de algún álbum, porque aunque tú intentas evitarlo y los fotógrafos intentan evitarte, estamos todos en el mismo paseo.


Llegamos a la estatua de Amir Timur, sentado en el trono, con actitud reflexiva. Es la tercera estatua que vemos en el país, tras la combatiente y victoriosa de Tashkent, a caballo; y la altiva mostrando sus dominios en Shahrisabz.



Vemos el impresionante Mausoleo Gur-e-Amir, que visitaremos mañana.


Pasamos junto al Mausoleo de Rukhabad, el monumento más antiguo de Samarcanda, de 1380, que está siendo restaurado. Rukhabad se traduce como “Casa del Espíritu”, y en él están enterrados el Sheikh Sagardi, sus hijos y otros miembros de la familia. El mausoleo forma parte de la peregrinación llamada pequeña Haji, que incluye además el Mausoleo de Ismail Al Bukhary y el Complejo Memorial Shah-i-Zinda



Parte de su fachada tiene unas grietas que parecen peligrosas, y que supongo que es parte de lo que están solucionando. 


No llegamos a entrar, pero si que desde fuera le echamos una visual rápida al interior, así como también hicimos una fotografía igualmente rápida, ya que no queríamos molestar y mucho menos ser reprendidos o algo más. Una leyenda cuenta que bajo la cúpula hay una caja que contiene siete cabellos de Mahoma.


Continuamos caminando por un paseo custodiado por fuentes. 


Finalmente llegamos a la plaza Registan, el centro histórico y cultural de la ciudad, cuyo acceso desafortunadamente está cerrado, ya que están en preparativos de la celebración de un festival. Nos conformamos con darle la vuelta completa, siempre rodeada por vallas y vigilada por soldados, y esperaremos nuestro momento para visitarla, por las mañanas de 11 h a 17 h. 


Las preparaciones en la plaza son para celebrar la décima edición del Festival Internacional de Música Sharq Taronalari, dedicado a la música tradicional. La idea era disfrutar del atardecer sobre los edificios de la plaza, dentro de la plaza, pero al estar su acceso cortado, nuestro gozo en un pozo; lo que por lo menos hicimos fue tomar conciencia de la distancia a la plaza desde el hotel, por si queríamos volver otra tarde por nuestra cuenta.


Volvemos al hotel para prepararnos para la cena, que hoy toca cerca del mismo, por lo que llegamos andando. El restaurante Samarkand, con fachada palaciega.


La decoración de la planta inferior sigue el tono palaciego, una mezcla del estilo occidental con el uzbeko, pero nosotros subimos a la primera planta, y la sorpresa decorativa es total, ahora es muy alpina, supongo que reflejando un poco las cabañas de madera rusas, pero que con la primera sensación parecía que hubiéramos llegado a Suiza y en cualquier momento saliera Heidi a saludarnos.


Dos ensaladas, que eran de petroska (cilantro) con remolacha o con pepino y tomate. Exceso total de cilantro. 



La ya archiconocida pseudo ensaladilla rusa, cuya salsa nos produce muchísimo respeto intestinal y poca confianza. 


Una sopa de noodles con pollo, cuyo caldo estaba muy sabroso, y a pesar de también tenerle respeto, yo me la comí muy gustosamente. 


Terminamos con unas brochetas de ternera, pollo y cordero, que como diferencia llegaron envueltas en una especie de crepe, y además ya venían sueltas, sin el pincho. La ternera y el cordero demasiado duros. La crepe nadie la tocó, ni siquiera Oyott



De postre, melón y sandía.


En esta ocasión prescindimos de terminar la cena con un té, el ambiente en el salón era excesivamente ruidoso, había varias celebraciones y el sonido retumbaba, además de tener la música a todo volumen, con lo que queríamos salir rápidamente de allí.

En uno de los salones de la planta de abajo, una fiesta está en pleno apogeo: comida, bebida, música, baile, alegría.


Oyott nos acompaña casi hasta el hotel, pero como ya nos sabemos el camino, le quitamos la responsabilidad de hacerlo, no creemos que vayamos a perdernos ni a tener ningún problema, como así fue, aunque las calles fuera de la avenida principal, carecían de una iluminación necesaria para no tener un tropezón.