9 de marzo de 2015

Canadá - Parc de la Chute Montmorency


La cascada casi urbana 

Hoy dejamos la bonita Québec y volvemos hacia atrás, por donde entramos a la ciudad hace dos días, porque pasamos junto al Parc de la Chute Montomorency, situado a unos 12 km del centro de la ciudad, en el distrito de Beauport, pero no paramos y ahora si vamos a hacerlo. 

En autobús llegamos hasta la Manoir Montmorency, casa construida en 1780 por el gobernador británico Haldimand como casa de campo, que fue utilizada por el Duque de Kent, y sobre la que se rumorea que había estado la reina Victoria durante su infancia (los rumores y leyendas siempre aportan misterio a los lugares). La mansión fue destruida por un incendio durante los trabajos de establecimiento del parque y fue reconstruida en 1994. En la actualidad funciona como centro de visitantes del parque y restaurante. 


La otra manera de llegar a esta mansión es en funicular, con vistas sobre el paisaje. Aparte de ser una opción turística y paisajística, es la más práctica para aquellos que lleguen desde Québec en autobús de línea, y evitarse la subida a pie.


Como ya hemos aprendido, chute es una cascada, y junto a la mansión tenemos una visión lateral y parcial de ella. 


Así que no nos queda más que caminar para acercarnos a ella, obteniendo vistas también de la Île d’Orléans y el puente que la comunica con el continente. 



Desde un mirador del sendero tenemos vistas más cercanas y ruidosas de la cascada. 


Llegamos al puente sobre la cascada, inaugurado en 1993 en sustitución del anterior erigido en 1885. Las cuatro torres de piedra son los únicos testigos del  antiguo puente colgante, uno de los primeros construidos en Québec, que se construyó en 1856 y que cuatro días después se desplomó al ceder uno de los anclajes, con el balance de tres víctimas mortales. 





Desde el puente más que ver la cascada, se siente la cascada, la fuerza del agua y su ruido, y por supuesto la altura. 



Durante el recorrido, pasamos junto a las ruinas de fortificaciones (más bien al lado de los carteles que anuncian su existencia), ya que aquí se libró la batalla de Montmorency o batalla de Beauport, entre la flota británica del general Wolfe y las fuerzas terrestres francesas el 31 de julio de 1759. Wolfe ordenó el desembarque en esta zona con el propósito de terminar la que parecía complicada toma de Québec, porque aquí se habían atrincherado los franceses. A pesar del fuerte bombardeo británico, las defensas francesas aguantaron y los británicos no consiguieron lograr su objetivo; las bajas británicas fueron 443, las francesas, 60; y los heridos de ambos bandos fueron trasladados al L'Hopital de Québec. El 13 de septiembre volvieron a intentarlo desde la ciudad de Lévis, logrando la victoria en la batalla de Las Planies d'Abraham. Ahora estamos hacia el otro lado de la cascada.


Tan cerca estamos de la ciudad de Québec que podemos verla. 


Aunque por supuesto nos concentramos en la cascada, de la que ya tenemos una visión más completa. La cascada se forma en el río Montmorency, junto a su desembocadura en el río Saint Laurent y recibe el nombre dado por Samuel de Champlain en honor a Enrique II de Montmorency, virrey de Nouvelle France. La cascada tiene una altura de 83 m de altura, 30 m que las cataratas del Niágara


Un fenómeno curioso que se produce durante el invierno, y digno de verse, es que el hielo congelado al pie de la catarata forma una sólida base para que se pueda ir acumulando el agua pulverizada, de modo que se va modelando una montaña cónica, a la que llaman “Pan de azúcar”, y cuya altura máxima se alcanzó en 1829, con 38,4 m. El fenómeno desde principios del siglo XIX atraía a pintores; y en la década de 1830 comenzaron a llegar los turistas. En su interior, crean una cueva en la que labran mobiliario de hielo y en la que se puede tomar bebida y dulces; y además se practica escalada en la cascada o en la formación cónica...tiene que resultar curioso y divertida poder visitarla en invierno. 


Si no se sube ni en vehículo ni en teleférico a la cima de la cascada, se puede hacer andando, por una escalera de madera de 487 escalones; nosotros no los subimos pero los bajamos, y el esfuerzo es menor. 



En la bajada vamos haciendo uso de todos los miradores habilitados, o sencillamente nos quedamos parados en las escaleras, intentando no molestar a los que suben y a los que bajan. 


Al final de la escalera es posible acercarse mucho a la cascada, eso sí, sabiendo que una saldrá mojada, pero también con amplias carcajadas (el fotógrafo estaba lo más escondido posible para preservar la cámara -y a sí mismo- del agua). 



Emprendemos el camino para reencontrarnos con el autobús y sus viajeros, que estamos desperdigados. 


Finalmente nos situamos frente a la cascada. 


Una opción que miré de realizar fue un viaje en tren que parte desde esta cascada hasta Baie Saint Paul, unos 90 km de recorrido, que hace un viaje de ida y vuelta y que se puede realizar a la tarde-noche con cena incluida, dando la oportunidad de ver la cascada iluminada. Con haber pasado una noche más en Québec es posible que lo hubiera tenido más en cuenta por todos sus factores, viaje, vistas y gastronomía, de la que hablan bien, pero con el tiempo disponible fue prioritario el paseo por la ciudad y sus rincones. La idea del tren es de uno de los fundadores del Cirque du Soleil, Daniel Gauthier. 


Lo que me ha llamado mucho la atención es que sitios naturales como las cascadas, tanto esta como la del Canyon Sainte Anne estén tan cerca de las carreteras, del tráfico, de las ciudades, lo cual puede ser considerado como una ventaja, pero yo lo veo más como desventaja, se pierde un poco la esencia de la naturaleza, sentir las pisadas, el aire fresco, un contacto más natural, aunque así son más accesibles a todos. 


 Situación de la cascada: