26 de octubre de 2015

Boston - Christopher Columbus Park - Long Wharf - Custom House - One and Two International Place Buildings - Rowes Wharf - Boston Tea Party


Mirando al mar

Decidimos no acercarnos al Charlestown Bridge y a la localidad de Charlestown y continuar bajando por el paseo marítimo, desde el que al menos podemos ver el Bunker Hill Monument, un obelisco de 67 m de altura que marca el lugar donde tuvo lugar la primera batalla de la Revolución Americana el 17 de junio de 1775, que perdieron los colonos ante la falta de preparación frente al ejército británico. 


Continuamos nuestro paseo en el que por primera vez tenemos vistas a los puertos de Boston, que parecía que estábamos paseando por una ciudad sin ellos hasta el momento. 


Así vamos pasando por pequeños muelles con embarcaciones de todos los tamaños atracadas, en un ambiente de calma y tranquilidad, con pocos paseantes y pocos navegantes.




La teoría es que hay un paseo marítimo que une los muelles, pero como no lo vemos muy claro –nos parecía ver pasos cortados- decidimos que caminaremos por Commercial St para no tener que dar rodeos, y así llegamos a Atlantic Avenue, la continuación de Commercial St, y a Christopher Columbus Park, a la sombra de Custom House. 


Haciendo honor al nombre de parque, una estatua blanca y pequeña de Cristóbal Colón, aunque no nos acercamos a comprobar que se tratara de él. 


Frente al parque, Long Wharf, el muelle estadounidense que funciona ininterrumpidamente desde hace más tiempo, ya que fue construido en 1710 para hacer frente a la expansión del comercio marítimo de Boston, cuyo puerto llegó a ser el más importante de las colonias, tras los de Londres y Bristol. Una de las atracciones de la ciudad que se encuentra en este muelle es el New England Aquarium, pero ni tiempo de echarle una visual aunque fuera por el exterior. 



Nuestros ojos se topan por fin de cerca con la torre de la antigua Custom House, a la que hemos ido viendo durante nuestros recorridos por la ciudad y ya era hora de tenerla frente a nosotros. 


Antes de que los planes para ganar terreno al mar se llevaran a cabo, la torre se encontraba junto a la orilla. El edificio, construido en 1847, es de estilo neoclásico, con columnas dóricas. Originalmente tenía una cúpula con claraboyas, que fue eliminada en 1915 al añadirle una torre anacrónica de 160 m de altura, con lo que fue el único rascacielos de la ciudad durante parte del siglo XX. 


En la parte superior de la torre hay un reloj de cuatro caras. Hoy la torre está ocupada por apartamentos de alquiler de la cadena Marriott. Hay un mirador previo pago con horario limitado, pero desistimos de entrar a preguntar, aunque tengo la corazonada que las vistas merecerán la pena (también es cierto que a mí unas vistas me pierden). 


Volvemos a Atlantic Avenue para encontrarnos con la Rings Fountain, una fuente de juegos de agua para disfrute y refrescamiento de niños y adultos, pero que a estas horas no está a pleno funcionamiento, por lo que tampoco está concurrida. 


Continuamos por Atlantic Avenue, dejando atrás Custom House y un edificio cercano que se parece mucho a un château, del que desconozco su nombre, su historia y su uso. 


Nos encontramos con los edificios de One International Place (derecha), construido en 1987 con 182 m de altura, al que acompañan dos edificios más pequeños, y Two International Place (izquierda), construido en 1992 con 164 m de altura. 



En Atlantic Avenue surge una de las fotografías más conocidas de Boston, la entrada al Rowes Wharf a través de un arco, aunque para tener una mejor visión deberíamos estar enfrente y no en su propia acera, pero no tenemos ganas de ir y volver, el cansancio va haciendo mella en nuestros cuerpos y sobre todo en mis doloridos pies. 



Bajo el arco una cúpula con claraboya. 


Rowes Wharf se terminó de construir en 1987, sustituyendo a otros muelles anteriores. El edificio, obra de los arquitectos Skidmore, Owings & Merrill, alberga un hotel (otro Marriott, que viendo el bullicio me alegro de haberlo descartado a pesar de sus buenas vistas marítimas), viviendas, oficinas.

Pasando el arco se encuentra el puerto deportivo, mucha gente, un restaurante, mucha gente, una barca en la que toca una orquesta, mucha gente, un barco adecuado a bar de copas, mucha gente… demasiado alboroto. 



En este mundo materialista en el que vivimos, y del que nosotros no escapamos, la gente está arremolinada con curiosidad –que compartimos- y seguro que con envidia nada sana alrededor de un Rolls Royce que está expuesto. 



Frente a Rowes Wharf ese Boston de arquitectura moderna, en contraposición con ese Boston histórico que hemos ido viendo principalmente durante estos dos días. 


Giramos por Congress St para llegar al pequeño muelle donde se encuentra amarrado el bergantín Beaver II, que ha sido restaurado como si fuera el bergantín británico donde tuvo lugar el Boston Tea Party, cuando el 16 de diciembre de 1773 a uno de los barcos de la East India Company los colonos tiraron su cargamento de té al mar, liderados por Samuel Adams, y con ello se desencadenó la Guerra de la Independencia. 


Por supuesto el barco es una atracción más, concebida para niños y familias, aunque seguro que más de un adulto se lo pasa en grande, ya que actores vestidos como colonos y británicos recrean el episodio vestidos al uso.

Junto al barco hay un museo donde se exhiben maquetas navales, objetos históricos relacionados con el motín y otros.

Tanto para el barco como para el museo no son horas ya de visitas, y tampoco estaba en nuestro planning, solo si fuéramos bien de tiempo y con ganas de gastar dólares tomando la visita como algo divertido y no completamente histórico.


A nuestras espaldas queda el bonito edificio acristalado del Hotel Intercontinental.