29 de junio de 2011

Austria - Viena - Musikverein

¡Que concierto el de aquella noche!


Cuando nuestro transporte-acompañante nos llevaba al hotel  desde el aeropuerto nos ofreció asistir a un concierto de Mozart en el Musikverein, construido en 1870 para la Sociedad de Amigos de la Música por Theophil Hansel,  que actualmente es la Sede de Orquesta Filarmónica de Viena.

Una anécdota: cuando Haydn murió en Viena, primero fue enterrado en la ciudad, y cuando se le quiso trasladar al panteón que la familia protectora, Esterházy, había construido para él, al levantar el cadáver salió a la luz que le faltaba la cabeza; los médicos se la habían cortado para estudiarla ya que querían analizar su cerebro por su capacidad musical. La cabeza fue expuesta en el edificio durante 50 años. 

 
Además el concierto será en la Goldener Saal o Sala Dorada, donde se celebra todos los años el concierto de Año Nuevo, y no nos pudimos negar, no somos grandes musicólogos de música clásica, pero las oportunidades hay que aprovecharlas.

La sonoridad de la sala se debe a diversos factores: al artesonado de casetas; al techo, que no es firme sino que cuelga sujetado por cuerdas; al hueco que hay bajo el parqué de 2 m; y a las cariátides de terracota hueca que sostienen las galerías de columnas. Todo ello crea una resonancia con la sala llena de 2,05 segundos, que lo dejo como dato porque seguro que alguno lo entenderá mejor que yo. 



El concierto será a cargo de la Orquesta Mozart de Viena, con músicos vestidos con trajes y pelucas de la época del compositor, creando ya un ambiente muy especial en la sala, aunque las sonrisas también las tienes. 

 
En el siglo XVIII era usual tocar solo fragmentos de sinfonías y conciertos interponiendo arias o dúos de óperas conocidas, estos conciertos eran llamados “Academias Musicales”, y esto es lo que escucharemos nosotros. 

En el intermedio el público salió a tomar un refrigerio y a las colas típicas, y enormes, de los baños, nosotros aprovechamos para incursionar por la sala y por sus aledaños, como el pasillo que conduce a los palcos.


Y por el pasillo por donde entraban los carruajes. 



Este es nuestro programa:

Aus der Oper – Don Giovanni KV 527

Ouvertüre

Duettino Zerlina-Don Giovanni : Là ci darem la mano

Arie des Don Giovanni: Finch’ han dal vino




Symphonie Nr.40, g-moll, KV 550

Satz: Molto Allegro



Requiem, KV 626

Introitus, Adagio
 


Kyrie, Allegro

Diesi rae, Allegro assai

Rex tremendae (Grave)

Confutatis, Andante

Lacrimosa (Larghetto)

Dominu Jesu, Andante con moto

Hostias, Andante

Communio, Adagio-Allegro

Intermedio

Aus der Oper “Le nozze di Figaro” KV 492

Ouvertüre

Arie des Figaro: Non più andrai


Aus der Oper “Die Entführung aus dem Serail” KV 384

Arie der Constanze: Martern aller Arten

Eine kleine Nachtmusik KV 525

Satz: Allegro


Aus der Oper “Die Zauberflöte” KV 620

Arie des Papageno: Der Vogelfänger bin ich ja

Duett Papageno-Papagena: Pa-pa


Klaviersonate Nr. 11 (Mozart)

Rondo "Alla Turca": Allegretto

Como bis y final



Este fue el elenco:

Director: Siegfried Andraschek

Soprano: Lydia Rathkolb

Barítono: Sebastian Holecek

Coro: Ensemble Koinonía

El precio del programa son 5€.

Yo solo puedo decir impresionante todo, la música, el espectáculo, la sala, el momento. Con Don Giavonni y Fígaro te ríes, el barítono era muy buen actor, muy expresivo, con el Requiem a cargo del coro se ponen los pelos de punta, y con el Mozart más melódico se disfruta, canturreando y moviendo los pies (ya dije que la música clásica nos gusta con reparos y sin abusos, con lo que esta licencia nos la permitimos).

Durante el concierto en ningún momento tuve un bajón, como me ocurrió anteriormente con El Mesías de Haendel o La Bohéme de Puccini, que se me cerraban los ojos, y no creo que solo fuera por la edad, porque mi compañera de asiento se metió una siesta impresionante, solo se despertaba para aplaudir y luego era como hipnosis, entraba en sueño comatoso. 

La entrada al concierto puede ser de diferentes tipos, se puede llegar incluso en el coche de caballos o fiaker típico vienés, tener derecho a copa en el intermedio, a conversar con los músicos y los cantantes, e incluir la cena. Nosotros solo ponemos el extra de cena incluida, ya que saldríamos tarde y no nos apetecería buscar ningún lugar para cenar, que podríamos haberlo hecho en nuestro hotel que está a la vuelta de la esquina del Musikverein, pero la opción no me pareció mala, el restaurante Korso del Hotel Bristol, también en Kärntner Ring. Concierto y cena por 79€.

La decoración es moderna en el mobiliario, pero las paredes están forradas de madera en estilo clásico y las lámparas de techo son de araña.

Es un menú fijo, en el que se puede elegir el segundo plato. De primero, una sopa de ajo muy fina, con un sabor a mantequilla más que a ajo, no tengo idea si lleva una verdura o es perejil lo que le da el color verde; en su interior un huevo de codorniz partido por la mitad. Bärlauchveloute mit Wachtelei.


De segundo, para mi marido, supuestamente cordero al horno con puré de patatas y verduras, pero la traducción al inglés era Young goat y no lamb, aunque según mi marido sí sabía a cordero; además estaba rebozado. Gebackenes Kitz mit Schnittlauchpürre und Wurzelgemüse.


Para mí, un filete sencillo de salmón, había que aprovechar la oportunidad de comer pez. Filet vom Bio Lachs auf Spargelrisotto mit Schmortomaten.



Con el postre nos hicieron un cambio por el programado, en lugar de una mousse de yogurt fue un festival de manzana: una mousse de manzana con rodajas de manzana asadas y chips de manzana. Y no, no puedo escribiros el nombre en austriaco, no tome notas cuando nos lo explicó el camarero (aunque hubiera querido no hubiera podido hacerlo claro). 


Para beber nos dejamos asesorar por el camarero y pedimos un vino tinto, en esta ocasión de celebración una botella, nada de copas. Nos sirve un 1797 SL Heinrich, que para mí gusto no estaba a la altura a los de la noche anterior en el Café Landtmann, que me gustaron más, pero no estaba malo porque que no dejamos nada.

Felices y contentos, a ritmo de Mozart volvemos al hotel para descansar y dormir plácidamente.  

27 de junio de 2011

Austria - Viena - Renngasse - Bankgasse - Minoritenplatz - Minoritenkirche - Herrengasse - Wallnerstrasse - Naglergasse - Graben - Peterskirche - Kohlmarkt

De recompensa un poco de azúcar

Terminada la estupenda comida en el Café Central en lugar de concentrarnos en la Herrengasse donde tiene la entrada (o salida en este caso), volvemos por el pasaje a la Freyung para salir primero a la calle Renngasse y ver la fachada del Palais Schönborn Batthyány en el número 4 (foto derecha).

Un paseo corto por la calle y de vuelta a la Freyung, es donde confluyen las calles por las que queremos pasear, ahora tomamos ahora la Bankgasse, en la que hay varios palacios aristocráticos, uno detrás de otro: en el número 2 el palacio Batthyány; en los números 4-6 el palacio Strattmann Windischgrätz, con portadas gemelas y sede de la Embajada de Hungría; en los números 5-7 se encuentra la fachada posterior del palacio Starhemberg, y en el número 9 el palacio Liechtenstein, familia que sigue siendo la propietaria del edificio, que está inmerso en una gran rehabilitación. 

Desde Bankgasse salimos a la Minoritenplatz, una de las pocas plazas vienesas que ha conservado su aspecto del siglo XVIII, rodeada por palacios, algunos de los cuales ya hemos visto sus fachadas en Bankgasse. En esta ciudad no se puede bajar nunca la guardia, no deja de sorprendernos, de gustarnos y de impresionarnos. 

En el número 1 de la plaza se encuentra el Archivo Nacional, a espaldas del Bunderskanzleramt, edificio que da a la Ballhausplatz, la plaza por la que salimos del  Hofburg, y es que en el  fondo es una almendra esta ciudad, comunicada continuamente. En el número 3 el palacio Dietrichstein; en el número 4 la portada lateral del palacio Liechtenstein; en el número 5 el palacio Starhemberg, residencia del general Starhemberg, héroe del asedio turco de 1683; en el número 8, en un palacio de nombre desconocido, el Ministerio de Asuntos Exteriores. …todos ellos bien marcados con su placa y sus banderas, y muchos de ellos organismos oficiales. 

Lo que domina la plaza es la sorprendente Minoritenkirche, Iglesia de los Hermanos Menores,  uno de los edificios de mayor relevancia histórica de la ciudad después de la catedral de San Esteban. En ella se celebró el solemne Te Deum por la victoria de Karlowitz, que significó la derrota del ejército turco.

 
La iglesia fue fundada por los frailes menores en 1224, por una petición del duque Leopoldo VI a San Francisco de Asís durante su estancia en esta localidad al regresar de Croacia. Su extraña forma data del asedio turco de 1529, cuando los impactos de las balas de los cañones rompieron la parte superior del torreón. Su apariencia en la fachada posterior es mitad iglesia, mitad palacio, con dos ábsides de diferente forma, y en su fachada principal de pirámide aunque gótica. Muy curiosa esta iglesia. 


Un detalle a buscar se encuentra en la mitad de la torre (primera foto de la iglesia), el supuesto retrato del arquitecto, de nombre desconocido, a la derecha por encima de la ventana: una figura pequeña que parece sostener una esquina. Allí desconocíamos el dato y ahora al buscarlo en las fotos no tengo muy claro que lo veo es lo que busco. 

Su interior es amplio, con mucha luz y sin grandes detalles ornamentales. En la restauración de 1970 se sacaron a la luz escudos nobiliarios del siglo XIV pintados en las paredes, sobre la fachada principal, a los lados de donde se sitúa el órgano.

 
Lo que más llama la atención, por su historia, es el mosaico de La Última Cena, una copia de la de Leonardo da Vinci, realizada por Giacomo Rafaelli por encargo de Napoleón, con el propósito de llevarse el original a París y dejar esta réplica en Milán, con la derrota de Napoleón en Waterloo los Habsburgo compraron el mosaico y acabó en esta iglesia.

 
También se pueden ver una estatua de la Virgen con Niño de 1350, dos grandes lienzos de Altomonte, un fragmento de un fresco del siglo XVI en el que se representa a San Francisco de Asís, un monumento al poeta Metastasio y seguramente más detalles que desconozco.

Por Minoritenplatz se sale de nuevo a Ballhausplatz, en este callejeo continuo de calles cercanas.

Nosotros volvemos a Herrengasse para terminar de ver sus edificios, en el número 13 la sede del Gobierno de la Baja Austria, pero por la hora ya está cerrado el acceso, en su patio parece que una lápida que recuerda que aquí no se pueden llevar armas ni pelear, recomendación o prohibición que fue transgredida durante la revolución de 1848 que se inició precisamente en este lugar; en el número 6 el primer rascacielos de Viena (rascacielos pequeño pero para 1932 y Viena sería rascacielos); en el número 9 el palacio Mollard-Clary; en el número 7 el Palais Modena; en el número 5 el Palais Wilczek

Ahora entramos por Wallnerstrasse, donde de nuevo hay palacios a ambos lados, en el número 8 el Palais Caprara Geymüller, con atlantes en su fachada; en el número 6 el Palais Palffy (el otro con el mismo nombre se encuentra en Josefsplatz); en el número el Palais Esterházy, donde vivió Haydn, que fue maestro de capilla de la familia, y en el número 3 la Kaiserhaus, que se alquila para eventos. 

Imposible el recuento de palacios, imposible recordar cual es cual, imposible recordar sus nombres….aunque con paciencia, haciendo la foto de la fachada y de su panel señalando todo es posible. 

Wallnerstrasse es cruzada por la Fahnengasse, calle de la Bandera, nombre dado porque la multitud arrancó del balcón del palacio Caprara-Geymüller, residencia del mariscal Bernadotte, enviado por Napoleón en 1798, la bandera francesa, provocando el regreso a París del que sería luego rey de Suecia.

Llegamos al cruce de Naglergasse con Graben, y de Tuchlauben con Kohlmarkt, ¡¡cielos, no da tiempo!!, tenemos que tener cuidado con el horario porque esta noche tenemos un plan. Así que decidimos pasear por Naglergasse, la calle de los fabricantes de agujas durante la Edad Media, donde de nuevo hay que ir fijándose en las fachadas, aunque ya no son palacios grandiosos, sino casas más humildes, más cercanas. 


A Naglergasse la cruza Haarhof, donde se encuentra una de las antiguas bodegas reconvertida a restaurante, que Phillip, el recepcionista vienés de La Torre del Remei nos recomendó, pero que en esta ocasión no conoceremos a pesar de su atractivo enclave, aspecto y ambiente en la terraza, aunque siempre mejor entrar en el subsuelo.

 
El final de Naglergasse es la ya visitada Am Hof, con un palacio de cuento en la esquina, edificio que mencioné en esta entrada. 


 
Volvemos hacia atrás  al cruce de calles, entrando ahora por Graben, el Foso, donde a finales del siglo XII se cegaron los fosos del campamento romano y se estableció un mercado. Con el paso del tiempo y al encontrarse tan cerca del palacio se fue transformando en una plaza de torneos y ceremonias y en el siglo XIX ya era el elegante paseo urbano que es ahora es, con sus tiendas de postín. 


Antes de entrar a explorar el Graben en profundidad nos desviamos a mitad de la calle hacia Peterskirche, Iglesia de San Pedro, construida por Hildebrandt entre 1703 y 1733, una de las joyas barrocas de Viena, inspirada en la de San Pedro de El Vaticano. Se dice que la iglesia original fue fundada en el 792 por Carlomagno. Un consejo es que deis la vuelta a la iglesia por su exterior, ya que al igual que ocurre con la catedral de San Esteban en sus muros externos hay esculturas o relieves que merece la pena ver, aunque no con tanta profusión como en ésta.


El interior es un derroche de ornamentación, una explosión visual a la que cuesta acostumbrarse, mármol y dorado sin ninguna medida, o  mejor dicho con todas las medidas posibles. En la cúpula, que no es esférica sino elíptica para dar un efecto de amplitud, un fresco de Rottmayr.


Un detalle simpático, y más en esta lujosa iglesia, lo que parece la representación de La Última Cena con muñecos, aunque faltan muñecos y Jesucristo lleva bigote, si es el de rayas claro.


Un detalle morboso, en realidad hay dos, las reliquias de dos mártires, bien expuestos con sus huesos en posición de descanso, y con joyas por todos ellos; ambos proceden de las catacumbas de Roma. Sobre “la tumba” de nuevo el detalle simpático que rompe la gravedad de la visión esquelética, sobre esta urna la representación de la Semana Santa con muñecos. 






Ahora si paseamos por el Graben, donde hay dos fuentes idénticas, la de José y la de Leopoldo, ambas de 1804. En el centro del Graben se alza la Pestsäule o Columna de la Peste, que luego sería imitada en muchas ciudades austriacas. Una impresionante columna erigida por una promesa de Leopoldo I por el final de la peste de 1679. En ella la Fe, representada por una santa o mujer joven con un ángel, vence a la peste, representada por una bruja o una vieja, por encima el emperador rezando. 

 
El Graben es una calle muy comercial, ahora los palacios y casas nobles los ocupan tiendas, y algunas tiendas siguen ocupando sus locales originales, como Modas Knize, cuyo interior diseñó Adolf Loos. Hay que pasearla con tranquilidad, virtud que en este momento nos falta, para ir tomando nota de sus edificios, sus fachadas y sus detalles. 

En su cruce con Tuchlauben se encuentra el edificio  de la Erste Österreichische Sparkasse, con un símbolo muy familiar en España.


El edificio Graben Hof fue diseñado por Otto Wagner en 1873, antes de encontrar su propio estilo y movimiento, junto a otros arquitectos y diseñadores. 


No muy lejos de este edificio se encuentra la Ankerhaus, también diseñada por Otto Wagner en 1910 para la aseguradora Anker, la del reloj decepcionante de Hoher Market. En el piso superior tenía el estudio el arquitecto, mala elección no es desde luego.

 
Desde aquí el Graben termina al lado de la Catedral de San Esteban, es que como ir cerrando el círculo de calles, aunque Tuchlauben, la calle de los pañeros, nos quedará pendiente.

En el centro del Graben hay unos servicios públicos subterráneos, Unterirdische Bedürfnisnstalt, en una emergencia como para pronunciar este nombre, obra de Adolf Loos de 1904, a los que no me resisto a entrar, tanto por necesidad como por curiosidad.


Una señora atiende los servicios de señora y los de caballero, comunicados por el cuarto-pasillo donde se instala y donde tiene su platillo para los 0,50€ que cuesta su utilización (es su precio establecido para más de un lugar). Están forrados en madera, cada habitáculo tiene su lavabo, y las puertas son de cristal, que te cierra amablemente la señora. Siento la calidad de la foto, pero a pesar de pedirle permiso me sentía rara haciendo fotos a un baño público, aunque se lo mereciera. 






Con la hora ya justa entramos en Kohlmarkt, que en la Edad Media era donde se instalaba el mercado del carbón, y que desemboca en una de nuestras plazas, Michaelerplatz.


De nuevo la calle está copada por tiendas, con el detalle que en esta calle se puede ver todavía como algún comercio antiguo se publicita como K&K, que los señalaba como proveedores del emperador, “kaiserlich-königlich” –imperial y real-, aunque como han ido desapareciendo la mayor parte de ellos y ahora son tiendas de ropa de diseñadores o joyerías de alto caché ya no pueden mantener estas iniciales. 

En el número 14 se halla la pastelería Demel Konditorei, un lujo imperial para los ojos y un placer real para el gusto. Su interior es precioso, madera y cristal con increíbles lámparas; lo malo es que los turistas pululamos atraídos tanto por su arquitectura y diseño como por sus expositores de dulces y tartas, y así una no puede dar el salto temporal como le corresponde a este lugar.

Al fondo de la pastelería se puede ver cómo trabajan los artesanos en sus creaciones. Muy interesante esta posibilidad aunque alguno puede babear el cristal.

 
A pesar de estar en la ciudad de las tartas y pasteles, a pesar de haberme recreado la vista en esta visita, no estoy lo suficientemente golosa como para comprar una tarta o una porción de tarta, con lo que para no decir que no me comí ninguna compro una mini-sacher con un cisne en azúcar, a la que no me dio tiempo a hacerle la foto.

Salimos definitivamente a Michaelerplatz, y en una casa cerca de la iglesia Michaelerkirche las puertas están abiertas, con lo que entramos para encontrarnos con un patio encantador, que con luces navideñas tiene que ser precioso.


Por desgracia y por fortuna las visitas de hoy se han terminado y nos dirigimos al hotel, vamos con el tiempo justo para ducharnos y cambiarnos de ropa, ponernos algo menos turístico aunque no llevamos ropa elegante como el acto al que asistiremos se merece, el que Viena se merece, y el que los vieneses se merecen para hacerles el acompañamiento adecuado. Nos vemos en la siguiente entrega para desvelar este pequeño misterio, que pensando un poco no tiene nada de misterio.


22 de junio de 2011

Austria - Viena - Freyung

Pascua en Viena

Tiefer Graben desemboca en la genial plaza de la Freyung, que no tiene la forma de plaza a la que se suele asociar el nombre, tiene forma de triángulo muy irregular, que toma su nombre del asilo (freyung) que el lugar garantizaba en la Edad Media, marcado por la cercana Schottenkirche. 

En la foto, a la derecha, el edificio con la bola dorada el Länderbank, con la sala de exposiciones del Kuntsforum; a la izquierda, el Palais Harrach. Al fondo destaca el conjunto del Schottenstiff o Convento de los Escoceses, donde los fugitivos si entraban no podían ser amonestados por el mencionado derecho de asilo. El convento fue fundado por los benedictinos que llegaron en el siglo XII a evangelizar la zona del Danubio. Por su aspecto los vieneses lo llaman “la cómoda o casa del armario con cajones”, pero mi imaginación no se explica este apelativo. En el convento hay un instituto, donde estudió Strauss, una pensión y un museo, con una pinacoteca que contiene varios Rubens.


En la plaza se ha instalado el típico mercado de Pascua, aquí el huevo es el rey, mejor dicho el emperador, y es un espectáculo precioso de colores. Dan ganas de comprarse uno de cada, o cartones enteros. 


Entramos en la Schottenkirche que fue construida en varias etapas, con lo que su exterior neoclásico no tiene nada que ver con su interior barroco. 


En el muro de la iglesia que da a la plaza llama la atención el monumento dedicado al duque Enrique II de Jasormirgott, cuyo apellido tiene una explicación: “ja so mir Gott beisteht”, es decir, “Dios me asista”, que eran muy católicos estos Babenberg. Hay que tener los ojos bien atentos para no perderse detalle y aún así es totalmente imposible estar a todos ellos.




Pasada la puerta de entrada al convento, hay una puerta grande abierta, con barrera para coches, de donde vemos entrar y salir gente, con lo que decidimos entrar nosotros también, para que nos echen siempre hay tiempo, y descubrimos un patio interior con sus árboles dando sombra, bajo los cuales están instaladas las mesas de un restaurante, bonito lugar pero no nos convence del todo para quedarnos a comer. Es el Schottenhof (hof es patio) se encuentra la Heinrichsbrunnen, fuente construida en 1652, decorada con la estatua de Enrique Jasormirgott (está por todos lados).


Ya vamos cogiendo más confianza con la ciudad, y ahora puerta que vemos abierta, puerta por la que entramos, y así descubrimos sus patios que comunican los edificios y salen de una calle a otra; en este caso es el  pajaje del Palacio Harrach, que de Freyung sale a Herrengasse. Siempre son buenos lugares para instalar restaurantes alejados del bullicio. 


 
En el centro de la plaza Freyung la Austriabrunnen, ¡¡será por fuentes en Viena!!, que recuerda cuando los ríos Po (Italia), Elba (Silesia), Vístula (Polonia) y Danubio (Hungría y Rumania) eran austriacos…¡¡será por ríos!!, y es que se llamaba Imperio por algo.


En el número 4 de la plaza se encuentra el Palais Kinsky, dicen que uno de los más bellos del barroco, construido por Hildebrandt en 1713. 


Por supuesto entramos, ya que estamos ¿por qué no?, y seguimos descubriendo un mundo de encantadores patios, que al tiempo son pasajes que comunican calles, con terrazas de los restaurantes instalados en ellas. ¡¡Qué bonita es Viena!! y no solo por los grandes detalles, que son muchos, sino por los pequeños, que también son muchos. 


 
En la plaza también se encuentra el interesante Palacio Ferstel, que debe su nombre al arquitecto que lo construyó, y lo hizo para el Banco Nacional como almacén de divisas. 


Dentro del palacio está el pasaje Freyung, que por supuesto comunica con la calle Herrengasse. Tiene un techo acristalado que le proporciona mucha luz, y en él hay instaladas tiendas. Dicen que este pasaje recuerda a las galerías de Vittorio Emmanuele de Milán (más menos que más para mí) y a la Burlington Arcade de Londres (algo más me parece, aunque el aire british de la segunda no lo puede tener este).


En el pasaje hay una rotonda con cúpula acristalada donde se alza una fuente, Donauweibchenbrunnen (y es que los nombres son como para recordar y escribir de memoria), con una estatua que representa el espíritu del Danubio. 


El pasaje Freyung a la vez se comunica con el Palais Harrach y el patio del Palais Goltz-Kinsky por otros pasajes paralelos, esto es como un laberinto en el que perderse y no perderse al tiempo. Al palacio Ferstel no se puede entrar, pero si se puede pagar por su uso para celebraciones.

Salimos del pasaje, como no podía ser de otra manera a la Herrengasse, y en la esquina del palacio que da a esta calle se encuentra uno de los cafés emblemáticos de la ciudad, el Café Central, donde decidimos entrar a comer, afortunadamente nos dan mesa enseguida. La fachada de este palacio hacia esta calle es una de las que más me ha gustado, y eso que está cargadita, pero por algún motivo o por varios, que no pienso buscar ni razonar, me gustó y mucho. 


A la entrada del café recibe la figura del poeta Altenberg realizado en pasta de papel, que pasaba tantas horas en él que incluso recibía el correo aquí. Trotsky durante su exilio anterior a la Primera Guerra Mundial también venía a este café. Parece que vamos siguiendo la estela de personajes famosos, como ya hicimos con Freud en el Café Landtman.







La noche anterior ya entramos a curiosear pero definitivamente es un lugar que impresiona y en el que te gustaría ir vestida más adecuadamente y no de turista trotamundos, donde se mezclan lugareños tranquilos con turistas acelerados y asombrados. 


Llegamos de nuevo a la gastronomía austriaca: para mi marido un lammstelze (pierna de cordero) y yo como estoy lanzada por la gastronomía austriaca me decanto por un tafelspitz (filete de ternera guisado) gratinado con mostaza. Más rica mi elección que la de mi marido, aunque el cordero estaba sabroso. Para acompañar hoy tocan dos cervezas nacionales bien frequitas.

En la foto el tafelspitz
Postre solo para uno, para el más goloso de los dos, y no soy yo, un Mohr in Hemd, un pastel de chocolate caliente que se sirve con chocolate y nata montada, azúcar para recuperar fuerzas. Estaba muy rico, porque aunque no me lo pidiera no me resistí a probarlo (e incluso repetir el acto probatorio).

 
Si bien la noche anterior en el Café Landtmann no tomamos café, por aquello de no quitarnos el sueño y poder descansar, hoy necesitamos una buena dosis para abrir los ojos y poder continuar el paseo. Para mi marido un Mocca Klein, como un cortado, y para mí, un Eiskaffee, café con helado de vainilla y nata montada, pero que pido sin la nata porque no me gusta, lo que seguramente sería un crimen para el camarero.

Con la presentación del café y el lugar se entiende porque los cafés (establecimientos y líquidos) tienen tanta fama en Viena, es un modo de vida.









La fama de los cafés no es solo por los cafés sino por sus dulces y tartas, y madre mía, ¡¡que exposición!!, pero yo en este viaje no debo estar falta de azúcar y no me pide el cuerpo ni un poquito, aunque entre la prueba del postre y el café ya voy servida de azúcar. Para un goloso penitente este mostrador es un auténtico pecado. 


Por supuesto tampoco falta el detalle de Pascua.