10 de febrero de 2014

Chile - Peulla



Al grito de Jane y sin frenos

Tras la navegación por el lago Todos los Santos llegamos a Peulla, una pequeña localidad situada en un valle, destino turístico desde 1907 que se encuentra controlado casi en su totalidad por una familia. Lo más curioso del lugar es que tiene 220 días de lluvia al año, dos de cada tres, y si ayer no llovió estamos teniendo una suerte tremenda por volver a tener un día de sol espléndido. Su población es de 120 habitantes. 




Durante la travesía la agencia de excursiones nos ha ofrecido realizar varias actividades en Peulla, por supuesto fuera de programa y de pago, y es que pasaremos tres horas aquí para luego tomar el barco de regreso a Puerto Varas, navegando nuevamente por el Lago Todos los Santos, aunque tendremos peor tiempo, con lo que mejor utilizar las horas disponibles en alguna actividad. Las propuestas son: excursión en 4x4 para ir a una granja-hacienda de animales donde conocer al emú entre otros (al que conocimos bien de cerca en la granja Johnststone en Australia, y al que además nos comimos en varias ocasiones en el país, como en una de las cenas barbacoas en Ayers Rock, junto al mítico Uluru), así como con el vehículo vadear ríos (que suena más emocionante); tirolina o canopy sobre los árboles; y una cabalgata a caballo por el bosque. Con mejor tiempo ofrecen kayak o jet boat por el lago. Otra posibilidad es pasear por nuestra cuenta, aunque también se forman grupos organizados. 


Un vehículo decorado simpáticamente, a pesar de los cuernos, recoge a algunos pasajeros para repartirnos por donde comenzaremos nuestras diferentes actividades. 





En un ataque de amor marital, porque si yo no lo hago él tampoco, y la otra opción elegible,la  visita a la granja sinceramente no nos convencía nada, decidimos que vamos a tirarnos por tirolina de árbol en árbol y que sea lo que el destino y los árboles nos deparen. Para ello, en manos de dos jóvenes expertos en el tema que llevan esta actividad, y una vez pertrechados con nuestros arneses, guantes especiales y casco, subimos primero a pie por la montaña. Solo somos cuatro valientes que nos hemos apuntado. 




La subida a pie se me hace costosa, primero porque el ritmo de nuestros ayudantes para mí es infernal, van muy rápido y no quiero hacer perder tiempo al pequeño grupo, y la segunda razón, es porque viendo el sistema de tirolina voy pensando ¿en qué me estoy metiendo?




Para terminar de rizar el rizo en este paseo, se acaba con una pasarela sobre los árboles, eso sí, es corta y el tramo bastante bamboleante, pero no se convierte en terrorífico; más bien es como un pequeño aperitivo para ir despejando el vértigo. 




La seguridad es máxima, tenemos dos agarres de seguridad, que van colocando los dos encargados, de uno en uno, sin prisa pero sin pausa, sabiendo lo que hacen. En la primera plataforma de salto nos dan las instrucciones, aunque las irán repitiendo en varias de ellas, aparte de controlar bien la posición de partida. 




Uno de los dos ayudantes se lanza con total naturalidad a la siguiente plataforma, y es que él será el encargado de ir recibiéndonos de plataforma en plataforma, que en total serán diez. El que se ha quedado con nosotros nos coloca los arneses, la posición de las manos, siempre por detrás de la polea para no pillarnos, y nos recuerda cómo frenar. Lo ideal de la posición es poner una pierna sobre la otra, pero esto aunque suena fácil no lo es hasta unos cuantos saltos más. 


Preparada para el primer salto, no hay vuelta atrás, para salir de aquí no tengo otro modo (supongo que si tuviera un ataque de nervios algo se podría haber hecho, avisando a algún compañero para que me recogiera o siguiendo sola el camino de vuelta). Este salto lo intentan hacer más fácil colocando un pequeño escalón en la plataforma, pero la altura es mayor, con lo que pegar el salto al vacío y comenzar a deslizarse me lleva mi tiempo de concentración, y finalmente ¡allá voy!. 


Este es uno de los tramos más largos, con lo que parece que no va a tener fin y que si lo tiene no va a ser muy agradable. En la siguiente plataforma espera uno de los encargados, que además nos frena en caso de que no lo hagamos, y yo parece ser que no lo hacía, bien porque no tiraba con suficiente fuerza la cuerda hacia abajo o sencillamente porque apretaba la mano sobre la tirolina y el agarre pero no hacia abajo, así que el pobre me frenaba una vez tras otra. Además hay unas colchonetas, más bien duras para soportar el impacto de los pies, que protegen de un buen golpe contra el árbol. 




A nuestro alrededor un manto verde de árboles, y a nuestros pies un río, el paisaje desde la altura merece la pena el pequeño sufrimiento de terror del comienzo. 




Una de las plataformas tiene vistas a la cascada Velo de la Novia, a la que se puede llegar caminando en lugar de volando sobre los árboles. 




Los árboles por los que vamos saltando como monos descontrolados son coigües, aunque uno de ellos es un olivillo, pero allí no estaba yo como para clases de naturaleza, sino para mentalización interior. Como se puede ver se trata de árboles de gran altura, porque nosotros no estamos en la cima de ellos, sino a media altura. 




Se termina la actividad y nos vamos acercando al centro de operaciones. 




Para bajar se termina con dos rappel, descenso vertical, que no controlamos nosotros, directamente se encargan nuestros pacientes entrenadores. El primero de estos rappel me produce más ansiedad en la bajada que todas las tirolinas juntas, ya que es descolgarse al vacío a gran velocidad sin posibilidad de elección en la llegada. 




La experiencia resultó divertida y gratificante, con lo que poco a poco voy superando retos, por lo menos hago el intento, y además mi marido, mi compañero, disfruta haciendo estas pequeñas aventuras, aunque en alguna de ellas he tenido que abandonarle a mitad de la práctica, como en el submarinismo en la Gran Barrera de Coral de Australia. 


Terminada nuestra pequeña aventura sobre y entre los árboles, desde la cabaña donde dejamos los aparejos de seguridad caminamos hasta el hotel donde tenemos el punto de encuentro; aunque primero pasamos por lo que parece el antiguo hotel Peulla, que sinceramente por su aspecto ajado en algunas zonas (y si está en funcionamiento ¡madre mía!) nos traslada a una película de terror, de mucha sangre y muchos gritos (como no hemos visto su aspecto interior no quiero desmerecerle, puede que fuera la visión momentánea).




En los alrededores del hotel hay señales inequívocas sobre el cruce de lagos, entre Chile y Argentina, que se puede realizar y sobre el autobús a tomar en cada caso, que todo puede ser acabar donde no se quiera.




Los alrededores del hotel son naturaleza pura, con caminos para vehículos todoterrenos, pero que también apetece utilizar para caminar o hacerlo sin camino muy definido sabiendo bien lo que se anda. 




Tras el corto paseo finalmente llegamos hasta el hotel Natura, que tiene mejor presencia y prestancia que el anterior, aunque pensándolo fríamente las paredes del antiguo tendrán muchas historias que contar. 




Una vez en el hotel, lo primero es intentar comer, tenemos menos de una hora para hacerlo, y si el servicio no es rápido nos quedaremos a medias, con lo que mejor sería quedarnos a cero. Pedimos un consomé para entrar en calor, y eso que con la tirolina ya hemos entrado lo nuestro, pero el día ha sido de frío en los saltos del Petrohue y frío en la navegación por el lago Todos los Santos. El consomé resultó demasiado grasoso, muy contundente. 




De segundo plato los dos nos decantamos por la merluza austral, rebozada o a la romana y a la plancha, mejor la segunda, aunque sinceramente no nos pareció merluza, ni austral ni septentrional, o no nos pareció una buena merluza para lo que esperábamos (si el producto es bueno no importa demasiado el lugar o la forma de elaboración). 





Hoy toca probar una nueva cerveza chilena, la Polar Imperial, tipo Lager. 




El servicio ha sido muy rápido, con lo que tenemos algo de tiempo para componernos y para curiosear un poco por el hotel, que tiene rincones muy agradables para pasar tardes o noches, aunque puede que el trasero se resienta rápidamente de la dureza y la planicie maderera.




La barra del bar es preciosa, un árbol en el que han practicado una hendidura en el centro. 




Tenemos que estar a las puertas del hotel a las 14.45 para tomar el autobús de vuelta al embarcadero y allí estamos los viajeros esperando el autobús. 
      

Una nota para posibles viajeros: desde Peulla, y llegando como nosotros desde Puerto Varas por carretera hasta Petrohué y luego navegando por el lago Todos los Santos, se puede realizar el que seguro es interesante paisajísticamente, cruce de lagos, en el que se atraviesan dos parques nacionales y cuatro lagos. La ruta sigue el camino Huilliche, por el que se adentraron los jesuitas en busca de la Ciudad de los Césares, para terminar en San Carlos de Bariloche, Argentina. Se puede hacer noche en Peulla y realizar el cruce al día siguiente o se puede llegar a dormir a Bariloche en el mismo día; pero son necesarios al menos dos o tres días para que no se convierta en una excursión paliza en la que se disfrute poco. Nosotros no la hicimos, porque no teníamos dos días más para realizarla, a no ser que sacrificaremos otros destinos o los alrededores de Puerto Varas, pero en esta ocasión no tocaba conocer Argentina, solo Chile.