18 de noviembre de 2012

Corea del Sur - De Gwangju a la isla de Jeju-do



De Gwangju la nuit (más o menos) a la isla verde

Hemos llegado a Gwangju y visitado los lugares relacionados con los hechos ocurridos el 18 de Mayo de 1980, el May 18th Memorial Culture Hall y el May 18th National Cemetery pero todavía las maletas están en el coche, así que nos dirigimos al hotel para registrarnos y soltarlas. El hotel, que tampoco cambié aún con la presunción que no sería de nuestro agrado, pues eso, no era el de la película de El resplandor como el de Jeonju pero podría valer para una de terror asiático. Para dormir sin lujos y sin aspiraciones y para pasar una noche como es nuestro caso no está mal, aunque con sinceridad no entraría en mis recomendables a pesar de lo bien atendidos que estuvimos en recepción; su nombre, Gwangju Prado Hotel (la fotografía es de la ciudad, no del hotel).


En el hotel hacemos lo que siempre hacemos al volver por las tardes, una ducha refrescante y para mis doloridos pies  un descanso necesario. Una vez recuperados salimos a la noche de la ciudad, y el hotel no está situado precisamente en el centro, para buscar un restaurante donde cenar. 


La idea era intentar ir a un restaurante con ambiente de hanok para degustar un banquete coreano acompañado de música cuya dirección teníamos y parecía un paseo mediano, ni demasiado corto ni excesivamente lejano, pero no nos aventuramos al ver las tranquilas calles y tomar nuevamente conciencia que lo que en el mapa parece cercano no lo es tanto, y más para estos cuerpos cansados.


En las callea cercanas al hotel tampoco nos llamó la atención ninguno de los restaurantes, si bien los platos dibujados en el exterior podrían parecer más o menos o nada atractivos, su aspecto interior, desaliñado e incluso sucio, no incitaba a entrar y jugar a la ruleta gastronómica.

Eso sí, los anuncios, en este caso de un restaurante, me siguen pareciendo muy simpáticos.


Estaba claro que en la calle no cenaríamos, aunque para ser las nueve pasadas de la noche, sí podríamos habernos hecho un corte y peinado porque las peluquerías estaban a pleno funcionamiento.


Estamos en el distrito Nam-gu de la ciudad, y se publicita de nuevo con dibujos simpáticos.


En el paseo encontramos una de las tiendas franquicia de Paris Baguette, que ya nos había llamado la atención en Jeonju, un toque de luz y glamour en estas calles algo oscuras, donde entramos a curiosear y salimos con unas magdalenas y batidos por si la cena se terciara difícil…como casi ocurre. 

Volvemos al hotel, subimos al restaurante japonés en busca de un shabu-shabu pero sólo tienen sushi y sashimi, que a mi compañero de viaje no le apetece en absoluto, y para colmo, la señorita no habla nada de inglés, con lo que nos es imposible entendernos, pero amablemente llama a recepción y allí una señorita por teléfono nos atiende y nos dice que esperemos, que sube a ayudarnos. 

Efectivamente, al rato allí está, y nos aconseja bajar a la cafetería de la planta de recepción para cenar algo, cosa que hacemos, ya se trataba de comer cualquier cosa. Al llegar surge un nuevo problema, la cafetería acaba de cerrar, pero esta intrépida recepcionista pelea duro para que nos sirvan dos sándwiches y lo logra, no con la alegría de los que le tocaban hacerlo y servirlo. Un aplauso y un reconocimiento desde aquí a esta recepcionista tan amable con estos turistas perdidos. 

Cenamos en compañía de hombres de negocios, que sentados en sus mesas degustan whiskies o bebidas alcohólicas principalmente; vamos, comer no se podía, pero beber, sin ningún problema. 

Después de la cena no hay paseo, si antes de ella ya nos habían parecido calles solitarias, cuanto más ahora que se había hecho más de noche. A descansar y a dormir. 

Por la mañana terminamos de acomodar las maletas, intentamos dejar una con ropa para dos días, de modo que no haya que ir abriendo todas, aunque al final, por un motivo o por otro siempre se acaban abriendo por maravilloso que sea el planteamiento maletero.

Después del desayuno volvemos a darnos un paseo por si llegábamos a alguna zona mejor, pero después de caminar y ver una tienda tras otra, de todo tipo, de ropa, de alimentación, de fontanería, de muebles, tipo drugstore…de día tampoco era una zona “paseable”, y aunque a nosotros no nos suelen intimidar las primeras apariencias, en este caso, sin intimidación pero sin motivación que es el motor principal, decidimos volver al hotel sin prisa pero sin pausa. 

A la ciudad no le hemos sacado todo el partido que puede tener, pero haber conocido la historia de los hechos del 18 de Mayo de 1980 ya ha merecido la pena hacer una parada en Gwangju y a pesar del desencuentro con lo poco visto en la ciudad como tal, no descarto el volver a pasar por ella, seguro que el monte Mundeungsa nos ofrece mucho, aparte de buscar y seguro que encontrar con más tranquilidad y tiempo otros lugares. 

A las diez de la mañana nos reunimos con Sonia y Kim, hoy nos toca volar a la isla de Jeju-do.


Nos vamos al aeropuerto de Gwangju. 


Volaremos con Asiana Airlines, la segunda compañía aérea coreana, con muy buena valoración en el ranking de Skytrax. Volamos en un Boeing 737-400 que va completamente lleno y que sale con retraso, con lo que si ya el horario nos parecía ajustado para realizar visitas en la isla, este pequeño retraso nos lo pondrá más difícil, aunque por lo general siempre vamos rápidos y sobrados de tiempo en la realización de las mismas.

La compañía no me parece ni mejor ni peor que Korean Air, pero los vuelos nacionales e internacionales se plantean mentalmente de diferente manera. En líneas generales, una buena compañía y un agradable y elegante servicio de azafatas. 


Desgraciadamente no tenemos asiento de ventanilla, aunque parecía que sí la ventanilla finalmente es un panel tapado, así que la ilusión de ver la península coreana y la isla de Jeju-do desde el cielo no va a poder ser, aunque nos levantaremos para intentar captar algo con los ojos y con la cámara. 

Sobrevolamos las islas que forman el Parque Nacional Marítimo Dadohae, formado por más de 1.760 pequeñas islas repartidas en el Mar del Este y en el Mar del Sur. 



El vuelo de Gwangju a Jeju-do dura 45 minutos y la ilusión de poder ver esta hermosa y verde isla desde las alturas es casi un imposible, no tenemos ventanilla y tenemos que estar sentados, y además el avión tampoco realiza maniobras para disfrutar del espectáculo, así que lo único que vemos es la ciudad de Jeju-si, donde se encuentra el aeropuerto, y esto, haciendo la trampa de levantarnos cuando en teoría no se puede, lo que nos hace recibir una regañina visual de una de las azafatas.



¡Bienvenidos a la isla Jeju-do!, en la que hay varios lugares designados como Patrimonio Natural Mundial por la Unesco. 


Jeju-do es la isla más grande de Corea, conocida como la isla de la fantasía, y del frikismo añadiría yo, y una de las nueve provincias del país. Se encuentra a 130 km de la península coreana, es de origen volcánico, remontándose su formación a 1,8 millones de años, y tiene 74 km de este a oeste y 40 km de norte a sur. Como dato nada gratificante para el turismo es que es el lugar más lluvioso del país gracias a la montaña que se sitúa en el centro de la isla, Hallasan, que además es la más alta del país, pero a pesar de estas lluvias la isla es conocida como el Hawaii coreano.

A pesar de la cercanía de la península, la isla fue poco visitada durante siglos, lo que le ha hecho adquirir su propia historia, tradiciones, costumbres, arquitectura y dialecto. 

Según la leyenda, la isla fue fundada por tres hermanos que salieron de unos agujeros del suelo, estableciendo el reino independiente de Tamna. La historia real la sitúa al comienzo del siglo XII con la dinastía Goryeo, siendo conquistada en 1273 por los mongoles, lo que contribuyó a arraigar una tradición ecuestre con una raza de caballo especial, jorangmal

En 1653 un barco mercante holandés de nombre Sperwer naufragó en la isla y los 36 supervivientes fueron acogidos amablemente por el gobernador, pero cuando intentaron salir de ella recibieron represalías y fueron hasta golpeados. Después de diez meses de estancia en la isla fueron llevados a Seúl y permanecieron trece años más en Corea, hasta que algunos lograron escapar en un barco hacia Japón. Hendrick Hamel, uno de los supervivientes escapados, escribió sus experiencias y vivencias. 

Durante los últimos años de la dinastía Joseon la isla se convirtió en una prisión, donde se enviaba a los exiliados y prisioneros políticos, llegando a acoger a más de 200 de toda índole: intelectuales, conversos católicos y políticos no deseables.

En 2006 la isla pasó a ser una provincia autónoma especial con un nivel de autogobierno. 

Hasta hace poco en la isla se vivía de la pesca y la agricultura, (son famosas sus mandarinas - ver foto-), desarrollándose con fuerza en las última décadas la industria del turismo. 

Jeju-do es conocida como la isla de las rocas (su origen volcánico), del viento (fuertes pero breves) y de las mujeres (las cabezas de familia y sobre todo las haenyeo, mujeres buceadores a pleno pulmón que pescan erizos, almejas, mariscos, pulpos…(sobre las que hay un museo que al tiempo es un homenaje a su trabajo).

Si viajáis a la isla por vuestra cuenta podéis alquilar un coche para recorrerla a gusto, las carreteras no son autopistas pero se circula bien y sin prisas, de modo que se puede hacer un recorrido muy completo ya que no hay grandes distancias. 

Al llegar al aeropuerto nos espera un nuevo conductor, sólo para la isla, y desde el principio notamos el dialecto que se habla en Jeju-do ya que incluso a Sonia le cuesta entenderse a la primera con él y varias veces pone cara de desconcierto y le inquiere para que le repita las cosas.

Con las maletas en el coche, como ya es costumbre, comenzamos el tour por orden geográfico, lo que fastidió una de las visitas por la mala previsión de nuestra guía, la roca Yeongmeori…Esteban -nuestro guía en Nueva Zelanda- ¡cuánto te echamos de menos por estos mundos!, y es que un guía tan completo de información, contactos y desenvolvimiento no creo que lo volvamos a encontrar, aunque también entiendo que si el recorrido se hubiera hecho de otra forma hubiéramos duplicados los kilómetros (no mucho la verdad), la gasolina, el tiempo, y por lo tanto el coste.