4 de mayo de 2011

Japón - Nara - Santuario Kasuga Taisha

Linternas y ciervos

Nuestra visita siguiente es al santuario de Kasuga Taisha, erigido por el gobernante Fujiwara-no-Michinaga (una de las familias que ayudó a establecer Nara) como santuario familiar en 768. Siguiendo el estilo de moda en China, entre los siglos VII y X en la construcción de templos, Kasuga es un paradigma arquitectónico; de hecho, los santuarios japoneses con pilares de madera de color bermellón y tejados chinos ligeramente arqueados se los considera de "estilo Kasuga".

Siguiendo las normas de pureza y renovación propias del sintoísmo, la estructura de los templos y santuarios se demolía y reconstruía en la misma forma cada 20 años, esta práctica se llevó a cabo más de 50 veces en el transcurso de los siglos, y la estructura actual se conserva desde 1863. Parece que se cansaron de tirar y levantar el santuario y ya lo dejaron tal cual.

Todo el camino al santuario está custodiado por miles de linternas de piedra (ishi doro), más de 2.000, que nuevamente son donaciones de devotos. Además se encuentra dentro de un paraje hermoso, dentro del parque de Nara-koen. 


Dentro de ellas se mete el deseo escrito en un papel y se sella la lámpara para las malas tentaciones; pasado el tiempo, supongo que dependerá del dinero que se pague o si la petición se ha cumplido, se rompen y ya colocarán nuevas peticiones.


A la entrada no faltan los toneles de sake y su devotismo.


Ni las donaciones al templo en las tablillas de madera con los nombres escritos para que todos sepan los donantes.


Tiene que ser una maravilla poder visitar este santuario con las linternas iluminadas, esto solo ocurre dos veces al año, a principios de febrero y el 15 de agosto (¡por los pelos!, hay que programar mejor las salidas). 


Los ciervos también andan por el recinto del santuario, como en el templo de Todai-ji, aunque en menor cantidad y menos hambrientos.


Incluso uno de los lavaderos de las purificaciones cambia la figura del dragón por la del ciervo.



Caminamos hacia uno de las construcciones, donde se realizan promesas de amor, ahora los carteles son en forma de corazón, y donde tocando la campana, previo pago, se asegura la vida en pareja. Yo precavida, sólo pido la prórroga para tres años, a ver si luego le da por cambiar y tengo que arrepentirme eternamente del toque de campana (todo broma por supuesto… ¿o no?).


El santuario principal está adornado con un millar de faroles y resulta espectacular, muy bello, y cuando los iluminen el espectáculo será digno de verse y embobarse incluso. 


Una curiosidad: no se puede fotografiar a las señoritas que atienden el santuario, y por lo tanto tampoco las tiendas de amuletos, souvenir, papelitos de la fortuna.....Van muy bien arregladas, camisa blanca reluciente y bien almidonada, falda larga hasta los pies de color naranja brillante, y en algunos casos moños bien puestos e intrincados, en otros, sencillitos, pero se las ve siempre muy guapas.


Parece increíble que templo tras templo, santuario tras santuario, todos van sorprendiéndonos y encandilando, en este caso muy bien empleado el adjetivo. De nuevo lo malo, es que de todas las construcciones que posee el santuario solo visitamos dos, el resto o está cerrado o tienen los pasos cortados a los turistas o nuestra guía no nos lleva a descubrir todos los rincones y secretos de este espectacular santuario; además nos quedamos sin conocer sus nombres y sus utilidades. Hay veces que los tour no son tan efectivos como deberían o como quieren algunos de sus participantes.

Parada para comer, en un restaurante en lo que parecía un centro de convenciones, hoy  la elección es una caja de bento (picnic preparado), una caja lacada en negro y rojo que era muy coqueta, y la comida pues no tanto, sashimi por un lado, tempura por otro, y artículos varios repartidos en los huecos de las cajas. Creo que aquí llego mi límite a los pescados crudos, al arroz, a los encurtidos, de la sopa de miso ni mentarla.

Tras la comida en el autobús nos llevan a la estación de tren, volvemos a Kioto, y en el andén de la estación una pareja muy conocida en España.