7 de abril de 2016

Uzbekistán - Khiva - Mausoleo Sayid Alauddin - Restaurante Zerafshon (Madraza Talib Makhsum)


Gastronomía escolar

Salimos de la madraza Mohammed Rakhim Khan y su museo, dejando hacia atrás la fortaleza Kunha Ark, el minarete Kalta Minor, y a la izquierda, la madraza Matniyaz Divanbeghi. Los encuadres en esta ciudad son fabulosos, parecen salidos de un cuento, y te pasas girando la cabeza continuamente al pasear.


Giramos ligeramente un poco a la derecha para llegar al Mausoleo Sayid Alauddin, que data de 1310, cuando Khiva estaba bajo la dominación del imperio mongol, siendo uno de los edificios más antiguos de la ciudad.


En el exterior del mausoleo hay tumbas, los zapatos de los visitantes en perfecto desorden, y bajo la sombra de un árbol una preciosa jarra metálica con agua, que servirá tanto para un lavado rápido antes de entrar -ablución exprés- como para beber un trago y mitigar el calor. 


El mausoleo consta de dos habitaciones, la sala de oraciones, decorada en sus paredes por azulejos blancos y azules, en la que no hacemos fotografías por respeto a los fieles que estaban orando; y la sala de la tumba de Sayid Alauddin, un santo sufí que fue un importante científico, profesor de los hijos del kan –además profesor del profesor de Tamerlán -, y descendiente de Fátima, hija de Mahoma. Todo ello hace que sea un lugar de peregrinación importante.

Sobre una piedra tipo ataúd, de forma rectangular y decorada, dos pequeñas piedras también decoradas y con inscripciones, en homenaje a los dos profesores; en el suelo ofrendas monetarias. Por supuesto sus cuerpos están bajo tierra acorde a la religión islámica. 

 
El mausoleo presenta un aspecto sencillo pero muy evocador por la parte lateral, con sus cúpulas. 


Si volviéramos hacia atrás y saliéramos a la calle principal que sale desde Ota Darvoza iríamos en dirección este hacia la mezquita Juma y su minarete.


Somos afortunados y Oyott callejea un poco por las calles situadas detrás de la principal que cruza la ciudad de oeste a este, para terminar saliendo a otra calle importante, con ambiente de bazar aunque las tiendas o los puestos de venta en la calle hayan cerrado. Al fondo, el minarete de la madraza Islam Khodja, y hacia el sur se encuentra la puerta Tosh Darvoza.

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Nuestro paseo termina precisamente ante esta madraza, pero ahora vamos a entrar a otra, la madraza Talib Makhsum, que ahora aloja el restaurante Zerafshon


El interior es acogedor con sus paredes decoradas con telas, instrumentos, suzannis, arcos y flechas… un poco de todo. 


Nuestro pan de cada comida.


De aperitivo unos frutos secos, que la verdad los agradecí enormemente, sientan genial para acompañar la cerveza. 





De entrantes: ensalada de cebolla y zanahoria; la típica berenjena con cebolla y pimiento rojo; ensalada de remolacha, y creo que se trataba de calabacín salteado. 







Sopa de patata y zanahoria. Creo que en invierno sería feliz en este país porque adoro las sopas cuando hace frío, y durante el viaje me las como no solo porque estén buenas sino porque también llenan el estómago. Dicen que siete virtudes tiene la sopa: es económica, el hambre quita, sed da poca, hace dormir y digerir, nunca enfada y pone la cara colorada. 


Un plato de espaguetis (¡Marco Polo!), los llamados lagman, acompañados de un estofado de carne con patatas y tomate –sobraban las patatas a nuestro parecer-. Todo ello acompañado de requesón, que estaba bueno según mi acompañante comensal, porque yo lo evito. Agradecemos la variedad gastronómica con este plato. 


De fruta, melón y sandía, refrescantes y sabrosas siempre. 


Terminamos la comida con un té, que como ya es costumbre nos sirve amablemente Oyott, realizando la ceremonia de los tres vuelcos.


Durante la comida nos ha acompañado parcialmente un espectáculo de música y danza, un hombre y tres mujeres, pero la calidad del vídeo (imagen principalmente) no es apta para ser publicada. La música era muy animada y era como la versión uzbeka de Boney M en versión folclore, sobre todo porque el caballero era delgado y se movía como una lagartija.

En la plaza abierta donde se encuentra el restaurante y la madraza Islom Khodja, el edificio de la primera escuela rusa en la ciudad, una escuela mixta construida en 1910 y que aloja en la actualidad el Museo de la Educación, al que no entramos.


Terminada la comida, el calor y el sol es abrumador, así que Oyott nos acompaña al hotel para que descansemos o lo que queramos, y si en algún momento pensamos en quedarnos a callejear por nuestra cuenta, la idea fue rechazada porque era insufrible estar en la calle. Al despedirnos quedamos directamente en el restaurante en el que cenaremos, no hace falta que pase a buscarnos, mi GPS particular ha tomado nota (si fuera por mí creo que podría estar dando vueltas todavía).

Una vez en el hotel, tras una ducha refrescante, él se queda en la habitación con el aire acondicionado, y ella se va a la piscina, con el agua en temperatura casi en versión sopa. Había overbooking de ocupación, y es que a ciertas horas del día lo mejor es remojarse o esconderse del sol.