8 de septiembre de 2016

Uzbekistán - Samarcanda - Mausoleo de Gur-e-Amir - Mausoleo Aksaray


La tumba del Rey

Nuevo día en Samarkanda, y por la mañana realizamos con Oyott casi el mismo paseo que ayer hicimos nosotros solos, aunque en esta ocasión nos saltamos el desvío por el parque Navoi, llegando directamente a la estatua de Amir Timur, punto desde el que se tiene una buena aunque parcial visión del  Mausoleo de Gur-e-Amir, palabra que deriva del persa y significa Tumba del Rey. 


El mausoleo fue ordenado construir a finales del siglo XIV para el nieto preferido y heredero de Amir Timur, Muhammad Sultan, pero su prematura muerte en 1404 le privó del trono. Amir Timur había mandado construir su tumba en Shahrisabz, junto a su magnífico palacio Aksaray, pero al morir en 1405 durante la campaña contra el imperio chino, fue imposible realizar su traslado a esta ciudad porque los caminos estaban cubiertos de nieve, y finalmente fue enterrado aquí. 


Su construcción marcó un hito en la arquitectura funeraria persa, y se considera el antecesor de los monumentos mogoles –la dinastía mogol, fundada por los descendientes de Amir Timur que gobernaron el norte de la India- como el Taj Mahal, en Agra, o la tumba del emperador Humayun, en Nueva Delhi; pero como no conozco ninguno de ellos más que en fotografía, no puedo comparar, y arquitectónicamente sí que tienen que ver, sobre todo con el primero: la cúpula, los minaretes, aunque las diferencias decorativas son visibles también. 

El mausoleo ha sido restaurado, ya que le faltaban muchos elementos, aparte de los decorativos, entre ellos uno de los minaretes. Presenta un precioso pistahq o puerta de entrada, digno de un rey. 



Tras cruzar el pishtaq se accede a un patio que no está totalmente cerrado por haberse perdido parte de la construcción que lo rodeaba. 



Detalle de la cúpula bulbosa, de 15 m de diámetro y 12,5 m de altura, y de uno de los minaretes. 



Entramos por una puerta labrada de madera, sobre la que hay un arco decorado; tras ella, en primer lugar un sencillo interior. 



Entrar al mausoleo es cambiar la sencillez decorativa por la opulencia, y la primera sensación es la de estar bajo un firmamento de estrellas doradas. 


Detalle de la preciosa, precisa y dorada decoración de las paredes. 



En el suelo del mausoleo, en un recinto rodeado por un muro labrado de piedra, hay unas piedras rectangulares, que marcan los lugares de enterramiento, ya que debajo de este suelo que pisamos está la cripta, donde se encuentran los cuerpos enterrados. Estas piedras producen la sensación de uno de esos juegos tipo puzzle donde todas las piezas tienen que encajar, dejando un hueco libre.

 
En el centro, la piedra que señala la tumba de Amir Timur, un bloque de jade oscuro, con una historia sobre el sarcófago. En 1740, el emperador persa Nadir Shah, autor del saqueo de Delhi, que era un admirador de las conquistas de Amir Timur, se llevó el sarcófago a Persia, donde el bloque se partió en dos, hecho que se consideró de mal augurio, queriendo el destino o la casualidad o el propio augurio que con ello enfermara gravemente el hijo de Nadir Shah, por lo que el sarcófago fue devuelto a Samarcanda y el hijo se recuperó. 


En 1941, el antropólogo ruso Mijail Gerasimov abrió la tumba y pudo determinar que Amir Timur medía 1,72 m, lo que era una gran estatura para su tiempo y que tenía heridas en su pierna (era cojo, de ahí su apodo Tamerlán, “el Cojo”) y en el brazo derecho. La leyenda cuenta Gerasimov encontró una inscripción que rezaba “cualquiera que viole mi tranquilidad en esta vida o en la siguiente, será objeto de un castigo y miseria inevitables”, y al día siguiente de su apertura, Hitler invadía la Unión Soviética. 


En la fila de abajo, en solitario, la piedra de Ulugbek, el Sultán Astrónomo, del que visitamos lo que queda del observatorio que construyó, un espectacular cuadrante. Ulugbek era nieto de Amir Timur, y el que le sucedió en el trono tras la muerte de su nieto preferido, Muhammad Sultan, y del padre de Ulugbek, Shah Rukh. Ulugbek fue el que decidió que este mausoleo fuera la cripta familiar de la dinastía timúrida. Gerasimov confirmó al abrir su tumba que fue decapitado, asesinato que fue ordenado por su hijo mayor. 


Los cuerpos de Amir Timur y de Ulugbek fueron inhumados nuevamente bajo los ritos islámicos en 1942. 

En la fila superior, tras la piedra de Amir Timur, la bonita piedra de Mir Said Baraka, uno de sus profesores. 


A la derecha de Amir Timur, la piedra de su nieto Muhammad Sultan.


Fuera de este recinto interior, pero dentro del mausoleo, se encuentra la piedra de Sheikh Seyid Umar, el más reverenciado de los profesores de Amir Timur, del que se dice que era descendiente del profeta Mahoma, alrededor de cuya tumba se ordenó construir el mausoleo.


Para no perderse entre las piedras hay un croquis donde se cuenta quién es quién, aunque no de todos conocemos su historia.


Salimos del mausoleo por un lateral del mismo, con la sensación de haber estado en un sitio con un halo de magia y misterio. También podemos comprobar el estado en el que se encontraba el mausoleo hasta su restauración, de la que dicen que ha sido demasiado agresiva, supongo que porque como en muchos monumentos del país más que restauración se ha tratado de una reconstrucción casi total, arquitectónica y decorativa. Desde este ángulo vemos la forma octogonal de la parte central del mausoleo y también la cúpula entera.


Accedemos a una de las criptas alrededor del mausoleo -eso creemos-, pero seguimos a Oyott sin saber muy bien dónde vamos, descubriendo que lo que hay allí es ¡una tienda!, tiene su guasa la cosa.




Nos quedamos con las ganas de ver el mausoleo por la noche, no su interior por supuesto, pero si ver su impresionante exterior con la iluminación nocturna, pero la lejanía del hotel y la poca iluminación de la ciudad en general nos hicieron desistir, aunque siempre podíamos haber tomado un taxi que nos llevara en un ida y vuelta desde el hotel.


Detrás del mausoleo Gur-e-Amir está el Mausoleo Aksaray, construido en el siglo XV, pero al que desistimos de entrar porque no tenemos incluida su entrada ni por supuesto el derecho a fotografía, y es cuando comenzamos a pensar que una entrada conjunta para visitar los monumentos de la ciudad es una buena idea, una opción a elegir si se desea visitar la mayor cantidad de ellos, porque sinceramente entre tanto pago por entrada o fotografía -nunca demasiado caro-, acaba uno agotado, y eso que nosotros llevamos la mayor parte de las entradas -no el derecho a fotografía- contratada con el tour. 


No muy lejos del mausoleo, se encuentra la calle Rui Gonsales de Clavixo, en honor al español que llegó a estas lejanas tierras como embajador de Castilla ante Amir Timur. Además en Uzbekistán hay un pueblo en su honor, de nombre Motriz, una acepción de Madrid.