El sangriento precio de la libertad
Continuando el paseo por el Parque de la Independencia se llega hasta la
Prisión de Seodaemun (estación
Dongnimmun; entrada, 1.500W; mirar mapa de localización), ya que estamos en una zona tan ligada a la independencia
nacional, no podíamos dejar de conocer más sobre su historia, su lucha, su
sacrificio, su dolor, su tragedia, sus muertos.
La prisión fue construida entre 1907 y el 21 de octubre de 1908 durante la ocupación japonesa, siendo el lugar donde miles de
coreanos patriotas y defensores de la independencia de Corea sufrieron
torturas, muchos de los cuales murieron por ellas, y otros fueron ejecutados,
hasta que Japón perdió la Segunda Guerra Mundial y abandonó el país (no deja de ser "irónico", que un país que luchó unido por su independencia luego luchara dividido en dos facciones, y que ahora se enseñen los misiles como arma de defensa).
Fue diseñada por un arquitecto japonés abriéndose con el nombre de
Gyeongseong Gamok (nombre tradicional dado a las cárceles), cambiándose en
septiembre de 1912 por Seodaemun Gamok, y el 5 de mayo de 1923 por Seodaemun
Hyeoungmuso. Tenía una capacidad para alojar a 500 reclusos, lo que superaba
con creces la capacidad total de las ocho cárceles del país, que era de 300
reclusos.
En 1923 se construyó la muralla de alrededor con puestos de vigilancia
para bloquear los intentos de fuga.
Tras la liberación fue renombrada en sucesivas ocasiones, hasta que en
1967 recibió el nombre de Seoul Guchiso o Seoul Prison, y en ella estuvieron
prisoneros un gran número de coreanos pro-japoneses y antinacionalistas.
En 1987 la prisión fue trasladada a Uiwang-si, en la provincia de
Gyeonggi-do y en 1988 fue declarada Reliquia Nacional Histórica y se abrió como
sala de exhibición. Se acordó mantener varios edificios en pie por su valor
histórico, todos ellos construidos con ladrillos rojos.
A la entrada de la prisión, un grupo de jóvenes ofrecen sus servicios como guías pero nosotros
decidimos realizar la visita por libre, y no nos informamos sobre su precio, que supongo será bajo o incluso voluntario.
Una vez pasada la puerta de entrada, frente a ella se alza el edificio Exhibition Hall, que ocupa el edificio de administración de la
prisión, construido en 1923 como un edificio central que albergaba el
departamento de inteligencia japonés, así como las oficinas de los guardias,
salas de conferencias y salas de interrogatorio.
En el primer piso de este edificio se puede ver una maqueta del complejo de la prisión y en paneles con fotografías y
planos se cuenta su historia, tanto durante la ocupación
japonesa como tras la liberación. Nosotros estamos realmente más concentrados en leer, traducir, comprender y conocer que en fotografiar. Además el tráfico de visitas es impresionante, muchos grupos de estudiantes jóvenes y muchos coreanos en general.
En el segundo piso se trata la historia del movimiento independentista e
impresiona sobre todo una habitación con miles de fotos de aquellos que
lucharon, quefueron hechos prisioneros e incluso murieron por su idea, su causa y su país.
En el sótano se encuentran las salas de interrogatorio y tortura, con
maniquíes que enseñan en qué consistían, así como algunos instrumentos: cuerdas, barras,
palos para incrustar debajo de las uñas, cables con electricidad… el horror. Ese horror que
por desgracia continúa en muchos países en la actualidad y algunos son de los
llamados civilizados, todo en nombre de la seguridad, pero viendo estas escenas
te planteas tantas cosas, tantas ideas, tantos sentimientos…, por eso aunque puedan parecer algo morbosos este tipo de museos, son importantes para no olvidar, siempre recordar y siempre intentar no cometer los mismos errores, como en el mensaje final del Cementerio Nacional 18 de Mayo de Gwangju.
Impresiona ver los llamados ataúdes de pared, en los que los prisioneros
eran encarcelados, en los que no podían ponerse totalmente de pie, y por supuesto ni
sentarse, pero también impresiona ver cómo los visitantes juegan a entrar en ellos, y la palabra
es jugar no intentar sentir lo que sintieron sus moradores ocasionales, aunque la vida es tan juego como seria, creo que a cada momento y lugar su acción.
En una sala se ofrece la posibilidad de tomar la imagen de un visitante para luego proyectarla sobre la
figura de un preso y emitir un vídeo, de modo que se pueda sentir la
sensación de ser duramente interrogado y cruelmente torturado… esto me parece demasiado lúdico, más real
son los testimonios quienes sufrieron los interrogatorios, las torturas, que también se ofrecen.
Con el alma y el corazón algo encogidos, estos paseos históricos son
como entrar en una lavadora con un proceso de centrifugado a gran velocidad,
salimos del edificio y una niña rompe la seriedad del momento. De nuevo somos
los únicos occidentales en esta visita y llamamos la atención de un grupo de
niños que están aprendiendo sobre su historia y la de esta prisión. Una niña se
acerca a preguntarnos de dónde somos, así además practica el inglés. Ella tiene
una gran sonrisa mezclada con una gran timidez, mientras sus amigos se ríen
ante su iniciativa, y a nosotros nos saca también una sonrisa. De lo que
parecen pequeños momentos están llenos los viajes, aunque la conversación fue corta, el momento fue bonito y gracioso.
A la izquierda de la puerta de entrada se sitúa el edificio destinado a cárcel
de mujeres, Women’s Prison, que
rinde homenaje a la patriota Yoo Gwan-sun. El edificio fue derribado tras la
liberación y se reconstruyó en 2011, incluyendo una habitación de confinamiento
en el piso de abajo. Las mujeres coreanas presas recibían el mismo trato de
torturas en los interrogatorios que los hombres. No vimos que hubiera posibilidad de acceso ni gente visitándolo.
Hacia la derecha se encuentra el edificio destinado a las cocinas, que
se ha reconvertido en tienda.
Paseamos por el recinto, sin
definir nuestro próximo edificio, sólo nos dejamos llevar y ni siquiera consultamos el mapa, nosotros somos
libres y no como los prisioneros que habitaron estos edificios, así que podemos
hacer lo que queramos.
En la esquina superior izquierda del recinto, pegado a la muralla se
encuentra el Execution Building, que
no hace falta decir nada sobre su uso. Bueno algo sí, realmente hay cuatro paredes de
ladrillos levantadas, porque del edificio original no hay nada, ya que parece
ser que era de madera (no sé si se estaría rehabilitando). En una esquina
del exterior hay un árbol, el Álamo de las Lamentaciones.
A la izquierda de este edificio hay una tétrica salida del recinto llamada Corpse Removal Exit, salida secreta utilizada
por los japoneses para sacar los cadáveres de la prisión tras las ejecuciones hacia el cementerio
público, situado fuera de la cárcel, de ahí su proximidad
con el Execution Building. Los japoneses taparon la salida tras el abandono del
país para intentar tapar de igual modo sus brutales acciones, pero se restauraron
unos 40 m del túnel de salida en 1992.
Caminando paralelos a este muro superior se pasa al lado del Reverence Monument, en el que se rinde
homenaje a los mártires de la independencia que murieron en la prisión, con sus
nombres grabados.
Frente al monumento se alza una construcción cerrada por un muro, Gyeokbyeokjang, una especie de campo de
ejercicios. Fue construido en 1922, demolido en 1988 y reconstruido en 2011.
La particularidad de esta construcción es que se trata de pasillos separados por muros, de modo que se
evitaba el contacto físico y sobre todo oral entre los presos, aparte de controlarlos, consistía en una
forma más de tortura psicológica: la soledad en compañía o la compañía en soledad. Tiene la forma de un semicírculo, y su visión
desde arriba se asemeja a un abanico abierto.
Sólo hay que imaginarse caminando por este pasillo en soledad, sintiendo
las pisadas de los compañeros y en el más absoluto silencio, que podría ser
roto por los guardias japoneses, sus gritos, sus amenazas y hasta sus risas.
Más adelante, a la izquierda, a una altura mayor que el resto de
edificios, se sitúa el Leper’s Building,
el edificio donde se confinaba a los presos leprosos –supongo que más por
precaución de los japoneses que por la seguridad e higiene de los presos
coreanos-. Por detrás asoma una de las torres de vigilancia de la prisión.
También a la izquierda, pero ya en terreno a nivel de suelo, se
encuentra el Engineering Work Building,
donde los prisioneros eran explotados como mano de obra, ya que los japoneses
producían bienes sin coste laboral al utilizar a los presos. En la prisión se llegaron a construir 12 fábricas
de tejidos y ropa.
Estos trabajos, que eran forzosos por la dureza de los horarios y las
exigencias de producción, se realizaban en las prisiones de todo el país, por ejemplo, en la
prisión de Gyeongseong se fabricaban ladrillos y papel. Durante la Segunda
Guerra Mundial se movilizaron para producir material de guerra.
En el interior se pueden ver los lugares de trabajo, alguna maquinaria y
sobre todo fotografías de las prisiones y de las fábricas, contando la historia.
Saliendo de este edificio, a nuestra derecha se encuentran los pabellones de las celdas, que
vuelven a estar colocados en forma de abanico, como en el campo de
ejercicio.
Se pueden visitar los pabellones reconstruidos
números 12 y 11, los llamados Prison Building, en los que se puede entrar en algunas
de las celdas. Lo que me sorprende es la claridad de luz que se recibe por las
claraboyas del techo, supongo que me esperaba algo mucho más lúgubre después de
haber conocido las tortuas y sufrimientos en el Exhibition Hall (parece que realmente eran así y no un añadido dela reconstrucción).
Los prisioneros se comunicaban golpeando las
paredes con los nudillos (como millones de presos en la historia y en las prisiones).
Al lado de las puertas un instrumento llamado pae
tong, un palo de madera que se bajaba en caso de emergencia por el preso, lo
que no cuentan es cuando acudían los guardias ante este aviso.
Recuerdo que en uno de los pabellones de celdas había una
celda de castigo exterior, un cajón metálico pequeño que se suspendía en la
pared, pero del que no hay foto testimonial, aunque sí impresionaba por la
sensación de desprotección total que debía sentar el preso ante la postura, la
oscuridad y la sensación de no estar en el suelo, supongo que además castigado en ocasiones con el más absoluto silencio y en otras golpeado con barras por los guardianes.
También se recrea con un maniquí las labores de
vigilancia de los guardias japoneses.
En el exterior de los pabellones, y en las propias
celdas, se puede ver una trampilla para tirar los excrementos fuera de ellas… lo que pasa es que se queda todo fuera, eso sí, abono natural tanto para
el campo como para el olfato, ya que tengo mis dudas de que la canalización que
se ve en el exterior estuviera originalmente, puede que hubiera alguna zanja...
En uno de los pabellones de celdas, sobre su
fachada, una gran bandera de Corea afirmando su independencia y de algún modo su victoria
sobre los japoneses. El edificio perpendicular al de las celdas es es Central Prison Building, que conectaba
los edificios de celdas números 10, 11 y 12, de modo que los guardianes podían
pasar de unos a otros. En su interior se muestra cómo era la vida en prisión,
hay vitrinas con documentos, ropa y cuentan la poca comida al día que recibían
los presos.
Las uniones de los pabellones ofrecen rincones y
ángulos que a pesar del sitio que es resultan interesantes y que vistas así podrían ser calles de cualquier ciudad medieval.
Damos por finalizada esta visita, que nosotros
hemos realizado de forma algo caótica al ir a nuestro aire y no seguir las
líneas marcadas que se ofrecen en el plano de entrada, por lo que no hemos
llevado el orden de los demás visitantes, aparte de ir a la contra en los
pabellones de las celdas.
Un plano de la prisión:
Al hacer el recorrido por la prisión con tranquilidad se nos ha echado el tiempo encima, son las cuatro
de la tarde y no es hora de buscar ningún restaurante para comer, y en los
alrededores tampoco vemos puestos callejeros, buscarlos sería de alguna manera
una pérdida de tiempo porque no sabríamos por dónde comenzar, así que en la
pequeña tienda que hay en el exterior de la prisión compramos bolsas de
aperitivos varios y con eso paliamos el hambre en el Parque de la
Independencia, mientras acuden palomas para ver qué pueden pillar "al vuelo" sobre sus rápidas patas.