3 de noviembre de 2014

Canadá - La Tuque - Parc National de La Maurice


La Belle Province 

Hoy comenzamos a viajar por el país, nos recogen las maletas a las 7.30 h de la mañana y a las 8.30 h tenemos la hora de partida, todos tenemos que estar en recepción, aunque lo normal será estar en el autobús o junto a él. 

Primera sorpresa, el autobús está completamente lleno, el touroperador canadiense nos ha enlatado como sardinas, hasta el momento en todos los viajes realizados no íbamos con el cartel de “completo” y siempre había asientos libres. 

Segunda sorpresa, al ir completos, los viajeros han tomado posiciones, con lo que mi pareja y yo tendremos que viajar separados (cierto que podíamos haber sido más madrugadores, pero no nos esperábamos la primera sorpresa).

Tercera sorpresa, los asientos traseros son con mesa, con lo que cuatro personas viajarán en sentido contrario a la marcha (esto es desagradable para todos), y lo que es normal, a no ser que se sea un grupo de cuatro con ganas de marcha, estos asientos no son precisamente codiciados.

Cuarta sorpresa, mi pareja será uno de estos afortunados (para evitarme el mareo, que es muy majo él). Además este será el viaje por carretera más largo de todos los que realizaremos, unos 500 km, así que paciencia. Sus compañeros de viaje, italianos, así que poco de parlar.

Comenzamos francamente mal el viaje en un autobús que irá llamando la atención allá dónde paremos por su simpática decoración, al volante Herbé, con aspecto de abuelo bonachón (no quiero decir mayor pero su pelo y bigote cano le daban este aspecto). 


En este momento de emprender el viaje, lo mejor es el guía, Ángel, que ante el desconcierto y el malestar general, se nota que está curtido en estas batallas, lanza una propuesta-orden, que en ese momento es recibida con frialdad y estupor: ir cambiando de sitio, ya que al ser un viaje largo, los que vayan sentados en las filas delanteras no siempre lo harán así, y lo mismo para los sufridores de las filas traseras. Iremos moviéndonos tres filas en sentido de las agujas del reloj (algunos adelantan, otros atrasan). Ya veremos mañana si funciona el tema y si queremos ser buenos compañeros de viaje.

Ángel está decidido a hacernos un viaje cómodo e instructivo, porque hoy comienza a contarnos la historia del país (que lo hace francamente bien), nos aporta datos sobre la economía, impuestos, vivienda, población; y algunos de ellos nos sorprenden. 

Supuestamente (digo lo de supuestamente porque viviendo en España desconcierta más) en Canadá es muy difícil la evasión fiscal, por ejemplo, todas las facturas emitidas por los restaurantes van directamente a Hacienda, organismo que además puede consultar las cuentas bancarias si no se pagan impuestos (¿es cierto que no ganas? ¿es cierto que no tienes nada? ¿y ese coche de dónde ha salido?).

Cada provincia gestiona sus impuestos, y sus tipos provinciales son diferentes, variando desde el 14% de Terranova, al 9% de Québec y al 4% de Alberta; el impuesto nacional es del 7%.

Si un canadiense se va de vacaciones tiene que avisar al gobierno. Esto me parece impensable en España, aparte de un control exhaustivo, pero claro, si te vas de vacaciones, es que tienes “money” para hacerlo y esto hay que vigilarlo para tributarlo.

No sólo nos aporta datos, Ángel también lleva preparada una selección musical de cantantes canadienses y durante el día de hoy disfrutaremos del genial Leonard Cohen y de Neil Young. 


Comenzamos a viajar por la provincia de Québec, La belle province, que era el lema que llevaban los vehículos de la provincia en las matriculas de los coches, y que fue sustituido por otro de connotaciones más históricas y nacionalistas, Je me souviens, “yo me acuerdo”, lo que quiere significar, yo me acuerdo que nací bajo la flor de lis y por lo tanto mis raíces son francesas, mi idioma es el francés quebequés, y mi nación es Québec (todos los coches de la provincia lo llevan,hasta los británicos aunque no quieran y no les guste), toda una declaración nacionalista. 


Cuentan que lo que más llena al visitante de la provincia de Québec es su ritmo pausado, lo que llaman la joie de vivre, la alegría de vivir. La población ha sabido conservar una cultura única que va mucho más allá del idioma y se hace patente en la arquitectura, la gastronomía, las tradiciones, la música y la religión.

En la provincia residen unos ocho millones de habitantes, en su mayoría concentrados en zonas urbanas cercanas al río Saint Laurent.

Hacia el norte, muy al norte, la red de carreteras va desapareciendo paulatinamente, teniendo que sustituirse en algunos casos el coche por el hidroavión, el único medio práctico en más de las dos terceras partes de la región. En 1936, el primer ministro William Lyon dijo: “Algunos países tienen demasiada historia, nosotros tenemos demasiado geografía”, y no está mal dicho, pero bendita geografía y naturaleza.

Los cree, una de las primeras naciones de Canadá, han litigado con el gobierno provincial por el uso y propiedad de sus tierras ancestrales, lucha que terminó en 2001 con la firma del tratado bautizado como “La Paz de los Valientes”.

No tenemos fotos del viaje, uno porque iba en sentido contrario y no es la posición para hacerlas, otra porque iba en asiento de pasillo y de la mitad para detrás, una mala visión en general que unida a su mala técnica la hacen desistir a la tercera foto. 


El río Saint Laurent es el enlace natural entre Montréal y la ciudad de Québec, unidas también por la Hwy 40, que es la que tomamos y que las comunica en menos de tres horas. La autopista pasa por Trois-Rivières, la puerta de entrada a Maurice, región que intenta casar su herencia industrial y su entorno natural, cuya extensión es de unos 300 km entre Trois Rivières y el lac Saint Jean, y sigue el curso del inmenso río St Maurice, que durante siglos ha sido la espina dorsal de la actividad industrial de la región, río por el que se transportó madera hacia las fábricas de papel hasta 1996; alrededor de 1850, la industria maderera se promocionó cuando se construyeron los primeros aserraderos para abastecer las industrias que se establecían. La región también vio nacer la industria siderúrgica del país; la primera fundición que se construyó es hoy un monumento de interés nacional.

Cuando el río Saint Maurice se une al río Saint Laurent, mucho más grande, se divide en tres brazos, trois rivières, que discurren alrededor de un par de islas, y de ahí proviene el nombre de la localidad. Además la localidad fue el segundo asentamiento colonial de Québec, fundado en 1634, pocos años más tarde que la ciudad de Québec. No paramos en la ciudad, continuamos camino que el día va a ser largo.

En Trois Rivières tomamos la autovía 55 hacia el norte, llamada l’autoroute de l’energie, pasando por Shawinigan, ciudad construida alrededor de una estación hidroeléctrica de 1901 y del horno de fundición de aluminio más antiguo del país. El desarrollo de la energía hidroeléctrica proporciona el futuro de la industria en la provincia. Tampoco paramos.

Pasado Shawinigan tomamos la carretera 155 en dirección a la región de La Tuque, bordeando el Parc National de la Maurice, pero de momento también nos lo saltamos, vamos viendo paisaje desde las ventanillas del autobús y dan ganas de escaparse: agua, verde, pueblos tranquilos aunque por supuesto no monumentales en piedras o arquitectura. La región recibe su nombre del tuque, un gorro de lana que se usa en invierno.
 
A orillas del Lac a Beau hacemos una parada (creo que este era el lago pero tengo mis dudas por su localización y por el recorrido posterior, pero es el nombre que vi y apunté). Entramos por un desvío de la carretera, y nos espera un autobús escolar, un school bus, para trasladarnos en tandas hacia el lago. Esta es una parada concertada para algunos, otros ni sabíamos de su existencia, nos enteramos durante el viaje, en que Ángel nos ofrece la oportunidad de realizar un vuelo en hidroavión por 80 $, al que nos apuntamos sin dudar, en helicóptero ya hemos volado en Australia (Uluru y Kata Tjuta y Doce Apóstoles) y en Nueva Zelanda (desde Milford Sound a Queenstown, un viaje espectacular haciendo dos paradas en montañas con nieve virgen, sin pisadas), y en globo aerostático sobre Segovia, pero en este medio de transporte va a ser nuestra primera vez y es un aliciente más. 

En el tiempo de espera para que venga nuestro transporte escolar para llevarnos al lago comienza a llover, no con fuerza, pero si esa lluvia fina que cala y que nos preocupa por si se cancela el vuelo, o si no lo hace, desmerecerá las vistas.   

En el lago toca esperar, sólo hay un hidroavión en funcionamiento, y en total seremos unas 16 personas las que volaremos. Esto me parece un despropósito total, porque el resto que no vuela tiene poco que hacer, cierto es que la zona merece un paseo, pero no hay un horario establecido ni un recorrido para tomar referencias, sería pasear para salir rápido. O vuelas o nada, esto es desconcertante.

El hidroavión llega, carga pasajeros y vuelve a emprender el vuelo. 



En el tercer vuelo nos toca a nosotros, cargando a cinco pasajeros. 



El despegue no tiene nada diferente a otros despegues, yo pensaba que sería algo extraño, pero es un despegue normal con lo especial de ir viendo el agua debajo, y que el ruido es ensordecedor y molesto, porque aquí no hay cascos para ponerse como en el helicóptero. 


Comenzamos el vuelo, con un inmenso manto verde que cubre la región. 


No hemos parado en Shawinigan pero al menos la vemos desde las alturas. 




El Parc National de La Maurice fue establecido en 1970 para proteger un magnífico sector del escudo canadiense, una zona geográfica compuesta por densos bosques mixtos, hoja perenne al norte y hoja caduca al sur, con más de 150 lagos, cuya particularidad es la composición de su suelo, granito precámbrico rosa. En el parque se pueden ver alces norteamericanos y osos, así como pájaros bobos. Entre la flora, abedules, chopos y cedros entre otros árboles. Tiempo atrás había dos aserraderos en el parque, ya desaparecidos. 




Sobrevolamos alguna población cuyo nombre desconozco. 


El espectáculo natural es en azul y verde; ríos, lagos y bosques, todos ellos infinitos. La belleza en otoño con sus colores ocres y rojizos tiene que ser una maravilla visual. No hace falta decir que en el parque se practica el piragüismo; y en invierno, el esquí de fondo. 
 




Desde el aire vemos alguna casa o alojamiento con una localización perfecta para la relajación y las actividades (más de uno se quedaría pescando todo el día). 


Se termina el viaje en hidroavión, que hemos disfrutado mucho, y al igual que en el despegue el aterrizaje o amerizaje no es tan brusco como se podría esperar, dos botes y poco más. Ha sido una nueva experiencia aérea que nos sentimos afortunados de haber podido tener.



El piloto es todo un caballero que nos ayuda a bajar del hidroavión para no terminar en el agua. 


En google, tanto en su aspecto mapa como en satélite podéis ver esta zona salpicada de bosques, ríos y lagos, para asombro de cualquiera; en la provincia de Québec hay catalogados más de 400.000 lagos, y eso habla del azul del paisaje.