13 de julio de 2016

Uzbekistán - Bukhara - Chor Minor - Cementerio judío


Las cuatro hijas

Tras la noche de espanto que he pasado, no he dormido casi nada, y además casi he acabado casi con las pastillas antidiarrea, Fortasec (menos mal que en este viaje no se nos olvidaron o las olvidamos con conocimiento de causa), dejandolas al mínimo para otra emergencia, así que espero que ninguno de los tengamos más imprevistos intestinales. Cuando nos reunimos con Oyott y el chófer les pido por favor que primero vayamos a comprar agua (tenemos todavía, siempre vamos comprando aunque no sea estrictamente necesario), y sobre todo limones, para hacer zumo y añadirlo al agua, de modo que ejerzan su labor de estreñimiento, tenemos un día duro de visitas y carretera por delante, y no quiero tener que parar en el desierto de emergencia, ¡socorro!

Antes de realizar la última visita programada en Bukhara, en las tiendas Oyott intenta comprar limones, pero nada, allí no tenían, así que aprieto las nalgas, me concentro en cerrar mis intestinos, rezo a Dios y a Alá, y me dispongo a visitar el pequeño y coqueto Chor Minor, construido en 1806-1807. 


La palabra chor deriva del sánscrito, y significa cuatro, claramente a alusión a sus cuatro minaretes y cúpulas azuladas; la palabra minor es tayika, y significa minarete (ya lo hemos conocido en otros minaretes, como en Khiva,  en el majestuoso Kalta Minor) pero estas torres realmente no son minaretes propiamente dichos, aunque se asemejan bastante. La realidad de esta construcción es que era la puerta de entrada a una madraza. 


La leyenda cuenta que un comerciante que viajaba mucho por India ordenó construir esta madraza, y como tenía cuatro bellas hijas, ordenó construir cuatro torres decoradas que reflejaran la belleza de sus hijas. Cuando surgía un pretendiente, primero tenía que elegir el minarete, y así le tocaba la hija en suerte. No tiene mucho sentido esta relación de madraza-escuela coránica con hijas casaderas. 


En la parte baja del interior del edificio por supuesto hay una tienda, de artículos varios, que desgraciadamente entorpece la visión del lugar, diáfano o con algunos pocos objetos decorativos el resultado sería mejor, pero también posiblemente por este uso comercial el edificio se mantiene en pie y bastante bien conservado. Para ascender hay que pagar la entrada a la señora de la tienda, así que si no te vende una cosa te vende otra, y no sé la parte que le pueda corresponder a la ciudad o al Estado o a ella de este ticket.

Afortunadamente, el grupo que estaba de visita la termina casi cuando estamos entrando nosotros, con lo que paseamos tranquilamente por su interior y exterior, que podría ser un jaleo de gente en hora punta. Por escaleras de caracol en los minaretes se sale a los balcones, con vistas a las cúpulas de lo que me parece un bazar, adyacente a la puerta.


Y se puede subir hasta la cúpula central, teniendo una visión más cercana de las cúpulas de los minaretes.



A lo lejos asoma el minarete Kalon y las cúpulas de la madraza Mir-i-Arab


Desde la habitación o rellano del segundo piso se tiene la visión del interior de los minaretes, solo hay que seguir las flechas de la pared. 




Una visita corta pero entretenida. 


Tras la visita comienza la búsqueda de los limones, de momento todo va bien, pero mejor prevenir que curar, y tras intentarlo en varios sitios, finalmente tengo mis limones y mi agua con limón.

Antes de salir de Bukhara les pido a Oyott y al chófer de ir a un lugar si es posible, no es nada del otro mundo, pero como me sorprendió el pasado de una comunidad judía en la ciudad y en sus calles no encontramos (no porque no existan sino porque no los vimos) rastros de ellos, pido visitar el cementerio judío de la ciudad. Fue algo laborioso porque ninguno de los dos tenía muy claro su ubicación, con lo que tuvieron que preguntar, y pasamos junto a él pero nadie se dio cuenta, y ya de vuelta, pensando que no lo veríamos, allí estaba, frente a nuestros ojos, que en ocasiones parece que no sirvieran para ver. 


Los símbolos son para ver, y la cúpula de este edificio no es una media luna, es una estrella de David, que distinguí desde el coche para decir ¡aquí! 


En el hall de entrada al cementerio, un memorial a los caídos en la Segunda Guerra Mundial. 


El cementerio es normal, al estilo occidental, con tumbas cuadradas o rectangulares, y no con forma de túmulo o semi-cúpula; pero no están las típicas lápidas como en los cementerios famosos de Praga.


Hoy descubrimos que es muy típico realizar retratos de los moradores sobre la piedra, que son bastante realistas, como un calco de una fotografía, y con la penumbra nocturna pueden causar hasta pesadillas.


En una de las lápidas está grabado el menorá, el candelabro de siete brazos que es un simbolismo del espíritu de Yahveh, e incluso también pueda representar la zarza ardiendo en la que se le apareció un ángel del Señor a Moisés en el monte Sinaí. 


En las lápidas el hebrero suele ser el idioma, y por supuesto, de nuevo, la estrella de David.


Sin ser nada especial el cementerio, en el sentido estético o arquitectónico, es una curiosidad de la ciudad que hemos podido conocer. 

Terminamos las entradas de Bukhara con un mapa de la ciudad: