14 de junio de 2017

Costa Rica - Tortuguero



El milagro de la vida

A las 15 h tenemos que estar en el embarcadero del hotel para realizar la primera excursión, vamos al pueblo de Tortuguero, por supuesto en barca. Nos bajamos junto al Sea Turtle Conservancy, organización dedicada a la conservación de las tortugas, y que nos hubiera gustado visitar, pero la mayoría del grupo decidió que no, y no era cuestión de hacerles esperar (esto es lo que tiene la mayoría y la democracia, no solo es cuestión de “yo tengo derecho”; también podríamos dicho nosotros entramos y luego nos encontramos ¿dónde?, pero preferimos no hacerlo). No se puede decir que 2$ es caro, independientemente de si merecen la pena o no, además su destino son las tortugas y su protección, con lo que el fin justificaría el pequeño desembolso. 




En el exterior del centro hay información, unos paneles nos cuentan la historia de Tortuguero, cuyos primeros habitantes, en época precolombina, eran cazadores y pescadores, realizando algunas labores básicas de agricultura. Con la llegada de los españoles, la primera población fue fundada a 40 km de aquí, al norte, pero solo estuvieron allí dos años, mudándose a otros lugares. Al sur se establecieron plantaciones de cacao, pero su cosecha era robada por bandas de la tribu Zambo-Miskitos, y la costa del Caribe pasó a estar dominada por ellos y por esclavos negros que se habían escapado o salvado de algún naufragio, hasta que en 1848 se abandona la última población de cacao. 


En el siglo XVIII ya se sabía de los miles de tortugas que desovaban aquí, y los Zambo-Miskitos las cazaban para comerciar con su carne y su concha con los europeos. 


Cuando se completa el ferrocarril Puerto Limón-San José en 1890, en la costa caribeña ya existía una amplia comunidad de jamaicanos, que habían llegado para la construcción de la vía férrea, y con ellos se instalan tanto su idioma como sus raíces africanas. Con la creación de fincas bananeras, los afrocaribeños pasan a trabajar en ellas. 


A finales del siglo XVIII y comienzos del XIX se inicia a gran escala la exportación de la tortuga verde, que luego eran cargadas en Puerto Limón para ser enviadas a Europa y Estados Unidos. 


En la década de 1940 se abre el primer molino aserradero, llegando más población para trabajar en él, así como en las siguientes compañías que se crearon. Se mejoró el transporte, se abrió una escuela, el médico llegaba eventualmente… pero el negocio no prosperó y una a una las compañías fueron cerrando, dejando una población saturada sin futuro económico, por lo que volvieron a sus orígenes: la pesca, la caza y la agricultura, y por supuesto seguían comerciando con las tortugas, vendiendo la preciada concha de las tortugas carey. 


Hoy Tortuguero es un pueblo tranquilo, volcado en el turismo, con alojamientos, restaurantes, negocios de excursiones, tiendas.



También hay paneles informativos sobre las tortugas, las que siempre hemos visto en los documentales y nos llaman la atención. El desove de las tortugas se realiza principalmente en julio y agosto, y todas las noches llegan infinidad de ellas hasta estas playas. 




Para los niños, y no tan niños, las siluetas de una tortuga verde, de tamaño medio y con un caparazón con forma de corazón; y la tortuga baula o laúd, la más grande, la mayor en su especie, pudiendo llegar a medir más de 2 m y pesar más de 600 kg, con un caparazón blando, como de cuero. 




Salimos a la playa caribeña de Tortuguero, en la que está permitido el baño pero hay que tener precaución por las fuertes corrientes. En esta playa, a lo largo de unos 35 km de costa, acuden con nocturnidad miles de tortugas, y será la excursión que haremos mañana por la noche, en la que está prohibido el uso de móviles y de cámaras para no asustarlas, las únicas linternas y luces son las que llevan los guías (nosotros llevamos pero no para utilizar aquí, sino durante el camino para llegar); además es conveniente usar prendas oscuras (la tortuga es muy sensible a la luz cuando sale a desovar). Esta actividad está gestionada por guías del parque, aunque Luis ejercerá como nuestro guía para contarnos cosas y para pedir colaboración con los guías para ir de un lado para otro en la playa, buscando las tortugas. 


Las excursiones, 35$ pagamos nosotros, se realizan en dos turnos, y se realiza un sorteo entre los lodges y las empresas que las ofertan; a nosotros nos tocó el segundo, a las diez de la noche, por lo que primero cenamos y luego paseamos. También se puede realizar una excursión privada, mínimo cuatro personas, cuyo coste es superior y se realiza en una zona más alejada, pero no conseguimos hacer grupo y no fue posible hacerla. 


A Tortuguero llegan cuatro tipos de Tortuga: carey, careta o boba, y laúd. 




Nosotros fuimos inmensamente afortunados, porque vimos llegar tortugas desde el mar, las vimos excavar los agujeros en la arena, ¡las vimos desovar!, las vimos tapar los huevos y finalmente las vimos volver al mar con la tarea ya hecha (un trabajo extenuante). Naturaleza en estado puro y con mucho respeto por parte del gran número de personas que estábamos allí concentrados en varios grupos, muy silenciosos y atentos a las indicaciones (impresiona que seamos capaces de comportarnos tan bien). 


Las tortugas desovan un promedio de cien huevos, y el sexo se determina por la temperatura que alcancen en su nido, a mayor temperatura, mayor posibilidad de hembra. El período de incubación dura unos 60 días, y rompen la cáscara con un pequeño pico de su boca; permaneciendo allí algunos días más hasta que finalmente comienza la lucha para salir del nido, que no es nada fácil, ya que empiezan a subir por las paredes del mismo pero acaban cayéndose, y con ellas también cae arena que se va amontonando en el nido y así eleva el nivel del mismo, hasta que finalmente salen todas en dirección al mar, eso sí a la madrugada. Como un sello memorístico, las hembras volverán aquí a poner sus propios huevos. 




El peligro para los huevos de tortuga son los mamíferos que están al acecho, en la playa vimos bastantes mapaches a la espera para obtener su comida, y te dan ganas de quedarte junto a los nidos para intentar asustarlos (también tienen derecho a alimentarse, pero esto produce tristeza, unos huevos indefensos, pero la ley de la naturaleza es implacable). 


Afortunadamente la caza indiscriminada de tortugas terminó en la década de 1960, promulgándose una ley de protección. Antes, en 1956, el doctor Archie Carr, que descubrió Tortuguero como el lugar más grande donde desovaba la tortuga verde, creó el Caribbean Conservation Corporation, un centro dedicado al estudio de las tortugas y a su protección. 


Fuimos testigos de un espectáculo natural magnífico, aunque ciertamente me pregunto si no nos bastaría con unas buenas cámaras con las que grabaran los guías en el momento, y que lo disfrutáramos en una gran pantalla, posiblemente a la mayoría no le gustaría, pero aunque parece que las tortugas no se quejan, no creo que sea agradable para ellas. También desconozco si el acceso a esta playa tiene horario y como regulan su acceso. 




Desde la playa accedemos al pueblo de Tortuguero, que cuenta con una población de unos 650 habitantes, un centro médico (que desafortunadamente tendremos que visitar) y una escuela, donde los niños estaban estudiando, aunque algo despistados por la marea de turistas que los miraban, al tiempo que ellos devolvían nuestras miradas. 



Llegamos al embarcadero, donde antes se encontraban los molinos aserraderos, decorado con las figuras de un tucán y de un guacamayo verde, a modo de gigantes y cabezudos. Este será nuestro punto de encuentro para volver al hotel en una hora, tiempo del que disponemos para pasear por nuestra cuenta (pero volver al centro de tortugas no fue una opción). 




Las papeleras (bastante bien utilizadas por cierto) son simpáticas, haciendo alarde de la fauna del lugar. 





Por el pueblo no paseamos realmente, lo hicimos por su calle comercial. 




Donde vemos su iglesia, muy sencilla pero nos parece coqueta. 





En el pueblo se han dejado algunas máquinas de los aserraderos, ¿para recordar no cometer los mismos errores?




De repente un griterío y una multitud corriendo y mirando a la copa de un árbol. 




El griterío era tanto humano como animal, en el árbol unos guacamayos “cantando” delataban su presencia, aunque yo con mis ojos naturales no era capaz de distinguirlos; en la primera fotografía se ve la colorida cola a la derecha, ¿la veis?; y en la segunda fotografía su colorido cuerpo con la cabeza volteada. Con paciencia y buscando mejores ángulos posiblemente tendríamos una mejor fotografía, pero lo mejor fue el momento. 





Vamos pasando por la calle principal, donde hay cafés, sodas, restaurantes, tiendas…





Disfrutamos de la vegetación, se trata de la planta llamada ave del paraíso (o heliconia) y del hibiscus (o flor de Sarón, que nos lleva a nuestro interesante viaje por Corea del Sur). 




Nos tomamos un coco fresquito, que no resultó demasiado bueno, no sé si hubiéramos elegido el de tamaño más grande si nos hubiera gustado más, o fue el azar o el dependiente el que nos dio de los menos dulces y sabrosos. 




Tras pasar por algunas tiendas, en las que realizamos algunas bonitas compras, volvemos al embarcadero y al hotel, que las actividades continúan.