30 de marzo de 2014

España - Embalse de El Atazar - El Atazar - La Hiruela - Torrelaguna (Comunidad de Madrid)

Domingueros de sábado

Con la llegada temprana de la primavera, que ha durado poco ya que se ha vuelto a marchar, aprovechamos los rayos de sol para hacer una escapada de domingo pero en sábado. Salimos en dirección norte de Madrid para recorrer algunos de los rincones de su comunidad, por muchos de ellos ya hemos pasado pero no importa repetir si los paisajes son buenos y la compañía mejor. 

Por la A-1 primero y luego por la llena de curva M-133, carretera utilizada este día y supongo que muchos más por un número considerable de motoristas, llegamos hasta el embalse de El Atazar, una de las últimas obras hidráulicas realizadas durante la dictadura de Franco, teniendo otra visión distinta, más amplia, que en la anterior ocasión que estuvimos junto a él, con el telón de fondo de las cumbres nevadas. La diferencia entre estas dos veces que hemos pasado junto al embalse es la cantidad de agua acumulada, ahora, y afortunadamente, está a plena (o casi) capacidad. 

 

Por la misma carretera M-133 llegamos hasta el pueblo de El Atazar, al que ya han llegado los motoristas, menos aquellos a los que les hemos cortado el placer de las curvas y no han podido adelantarnos (supongo que toda nuestra familia pasó por sus mentes). La localidad posiblemente tenga un origen nombre así como su topónimo


Como buenos "sabaderos" lo primero es refrescar el gaznate, y como uno de los dos bares de la plaza de la Constitución está tomado por los moteros, no nos queda de otra que sentarnos en la terraza del otro bar, para aprovechar los rayos de sol. No sé si el otro es mejor o el dueño es también motero, no sé la razón de esta casi exclusividad, si está motivada por una razón de oferta o precio, aunque esto último no lo creo porque nuestra consumición en la capital se hubiera triplicado (además llevaba tapa incluida, que es de agradecer que se mantengan las buenas costumbres).


El Atazar no es excesivamente grande, tras la Guerra Civil la mayor parte de la población abandonó el pueblo, y es gracias al turismo que ha ido recuperando actividad. En la plaza, estamos sentados junto a la torre de la iglesia de Santa Catalina, construida en el siglo XVI. 


Nos damos un pequeño paseo por el pueblo, asentado en la ladera de una montaña, por lo que a poco que salgas del centro urbano se obtienen vistas de los alrededores. Llegamos hasta el conjunto de las eras paviementadas, lugar de trabajo para trillar y aventar el grano aprovechando el viento que circula en el lugar. 

Las eras están compartimentadas, de forma que cada una de ellas era utilizada por una familia y su origen se remonta al siglo XVII. Tienen forma circular y están pavimentadas con lajas de pizarra y cuarcita para facilitar la recogida del grano. 



De forma algo didáctica han colocado unas figuras de hierro que acercan a la labor que se realizaba en las eras (también hay paneles explicativos). 



Continuamos el viaje y hacemos una parada en un mirador hacia unas buitreras, pero no llevábamos prismáticos y en el cielo no se veía la sombra de ninguno... ¿o sí?


El copiloto (que no era yo) decide que tomemos una supuesta carretera, pero que realmente es un camino forestal y en algunos casos en bastante mal estado, por lo que vamos dando botes e intentando evitar el conductor los baches y piedras, pero el paisaje mereció la pena (aunque sería mejor hacerlo caminando). Este desvío nos hace llegar justos de tiempos a la localidad de La Hiruela, donde tenemos reserva para comer, en el restaurante Ad Libitum, localidad donde parece que ya han llegado todos porque el aparcamiento a las afueras del pueblo está casi en lleno completo. 

El pueblo mantiene la esencia arquitectónica de los pueblos de la Sierra del Rincón, y las restauraciones siguen este patrón, construcciones con laja de pizarra, lo que es de agradecer porque La Hiruela es uno de los pueblos con más encanto de la zona. 



Hay dos calles principales, una de ellas (si realmente no son las dos) conduce hasta la iglesia se San Miguel Arcángel. 


Muchas de las casas se han reconvertido en alojamientos rurales, que son una buena opción para pasar un fin de semana de tranquilidad y de caminos por el monte, ya que pudimos ver dos rutas señalizadas, una de ellas hacia un molino harinero. 


Tras la comida y el pequeño pero agradable paseo nos volvemos a Madrid, pero antes hacemos algunas otras paradas con diferentes fines. La primera es en el embalse de Puentes Viejas, donde nuevamente podemos comprobar la diferencia de agua acumulada, ya que en la otra ocasión se veía el nivel muy bajo y hoy incluso están soltando agua. 



El embalse se terminó de construir en 1925 y las compuertas se añadieron en hacia 1960. 



La última parada la hacemos en la localidad de Torrelaguna, situada en el Valle del Jarama, habitada desde la prehistoria, y posteriormente por celtíberos, romanos y árabes. Nos damos un corto paseo hasta la plaza Mayor, donde se encuentra el edificio del Ayuntamiento.


  Y la iglesia de Santa María Magdalena, con un espectacular exterior, con torres cuadradas y redondas, así como con infinidad de detalles, como pináculos, escudos, ventanas, gárgolas. Fue construida entre los siglos XIV-XV en estilo gótico. 






Aprovechando las puertas abiertas de la iglesia, entramos en ella, para nuevamente encontrarnos con una sorprendente decoración. Tiene tres naves, sobre al altar un retablo de estilo plateresco. 


En el suelo, como en la mayoría de las iglesias, infinidad de lápidas, que da hasta sensaciones no demasiado buenas pisar sobre ellas, aunque es interesante ir viendo las decoraciones que presentan. 


Pero lo que más nos llama la atención es el balcón tremendamente decorado que se alza frente a la entrada, supongo que sería de uso para los señores de la villa. 



Paseamos algo más por Torrelaguna, viendo lienzo de murallas y alguna puerta de las mismas, para finalmente tomarnos un refrigerio de despedida a la hora de la merienda, hora en la que ya algunos habitantes estaban degustando unos olorosos chorizos a la garrota y otros majares, que sinceramente aunque su olor era atrayente, nuestros estómagos no estaban preparados para ellas.

27 de marzo de 2014

Chile - De Puerto Natales a Punta Arenas



La ruta del Fin del Mundo (Volare o no volare, Lan Lan Lan)

Puerto Natales nos recibe gélidamente tras nuestra excursión por el Seno de Última Esperanza, es decir, que hacía un frío de… narices, y en el muelle de Puerto Bories tardamos en encontrarnos con el transporte que nos llevaría hacia el hotel, lo que hace que nos vayamos congelando poco a poco. Finalmente aparece y en el hotel lo primero que intentamos hacer es el check-in del vuelo que tendremos dentro de dos días, pero internet nos vuelve a dar un susto, no se puede realizar por falta de datos de los pasajeros (la sombra del overbooking planea sobre nuestras cabezas). Solución, llamar a LAN para intentar resolver el tema, pero la conexión telefónica es un desastre, me entero a medias de la conversación, parece que se arregla, y aunque así nos lo confirman seguimos sin poder hacer el check-in como nos habían dicho. Tiro la toalla aérea y confío en que sea cierto y si no LAN y el destino proveerán. 


Todo este trajín telefónico nos ha retrasado en nuestros planes, habíamos quedado a comer con nuestros nuevos amigos chilenos en la ciudad, en un restaurante que allí llaman picada, un restaurante informal (lo asimilo a lo que llamamos taberna en España) y vamos con retraso para prepararnos. Para colmo, el tiempo vuelve a ser infernal, continúa el frío gélido y ahora lo hace acompañado con un fuerte viento, como el día de nuestra llegada. Finalmente decidimos llamar a nuestros amigos para cancelar, so pena que ellos insistieran y yo no hubiera necesitado mucho para animarme a salir contra viento y nieve, pero ellos se quedaron dormidos (dato que conoceremos al día siguiente) con lo que no atendieron nuestra llamada. 


Con este cambio de planes, decido aprovechar esa bonita bañera de la habitación del hotel para relajarme, ya que una de estas bañeras son de esas que soñamos para nuestros minúsculos baños. Tras el plácido relax bajamos a cenar al restaurante del hotel, no con mucho entusiasmo por mi parte, pero era la mejor opción (no hay fotografías, bajamos en completo relax) pero había que ser prácticos. 


Como tenemos tiempo, hacemos las maletas, cada vez queda menos ropa limpia a guardar, y casi en las maletas de mano nos cabe la ropa que utilizaremos en los próximos y últimos días en Santiago. 


Hago un inciso para contar que una excursión opcional desde Puerto Natales es cruzar a Argentina y a su Parque Nacional de Los Glaciares, para conocer al mítico Perito Moreno, pero al igual que no hicimos el cruce de lagos desde Puerto Varas, tampoco hacemos un cruce de glaciares, Argentina tendrá su momento completo. 


Amanecemos con tranquilidad, el transfer a la estación de autobuses no lo tenemos hasta las 9.30 h. Desde la habitación tenemos imágenes de los efectos del temporal de la noche, y nos preocupa un poco que no podamos salir de Puerto Natales; la nieve, sin llegar a ser de gran cantidad sí que ha cubierto la ciudad y tengo que recordar que para salir de la ciudad hay que viajar por carretera. 
 





La primera sorpresa de la mañana es que no hay luz en el hotel, se ha producido un apagón, un generador mantiene la iluminación de emergencia y poco más. El ascensor no funciona y nuestra habitación está en la última planta… nos tocará cargar con las maletas por las escaleras. Lo que sí está claro es que hemos tenido suerte con la meteorología, ya que hemos podido hacer las dos excursiones contratadas, al Parque Nacional Torres del Paine y a los glaciares Serrano y Balmaceda, con toda seguridad con un día como el de hoy no hubiéramos podido realizar ninguna y no hubiéramos podido disfrutar el bonito paisaje que ambos ofrecen. 


El plan original tras terminar de desayunar era haber paseado por la costanera del Canal Señoret y del Seno Última Esperanza, pero el viento me hace desistir, fue un salgo y entro rápido (me estoy haciendo mayor aunque no quiera, antes esto no me hubiera frenado sino que incluso me hubiera incentivado). Mi pareja (valiente y sin piedras en los bolsillos) si sale un momento al exterior, por lo menos para tener una mejor foto del bonito, estético y adecuado Monumento al Viento que se encuentra en la Costanera, y de la que tenemos una réplica en tamaño mini en la habitación. 




Y aunque los veréis pequeñitos, allí estaban ellos para despedirnos, unos cisnes de cuello negro





Durante el desayuno nos comentan que la nieve y el apagón de hoy no es nada, que en 1995 sufrieron lo que llaman el terremoto blanco, incomunicados y casi sepultados por la nieve durante varios días…esto sí que sería el Fin del Mundo. 


Al no pasear por la costanera nos perdemos ver algunas de sus esculturas, a las que hemos visto al pasar con los vehículos pero que no han sido capturados decentemente; principalmente se trata de dos: una, por supuesto, del milodón, símbolo de la ciudad de alguna manera; y otra, de los dedos de una mano saliendo de la acera, que es una reproducción de otra que se encuentra en el desierto de Atacama, y a la que no nos acercamos. Seguimos con la relación de lugares pendientes. 


A as 9.30 h pasan a recogernos para llevarnos a la estación de autobuses, a las 10 h saldremos en dirección a Punta Arenas, en esta ocasión con Buses Pacheco, que hoy se trata de un autobús de dos pisos y estamos sentados en los asientos delanteros del superior, con lo que tendremos todas las vistas posibles, y no solo al paisaje sino a esa carretera helada, ¿llegaremos a destino?




Un detalle que tienen es que uno de los encargados de la compañía, que controla pasajeros en las diferentes paradas, nos limpia el cristal del vaho producido para que podamos tener una mejor visión, ¡gracias!. Durante el viaje, el conductor se permite el lujo de adelantar a otro autobús…




Si el viaje de ida lo hicimos de un tirón, en este de vuelta vamos parando en las estancias para que se vayan subiendo o bajando personas, supongo que serán trabajadores de ellas cambiando turnos. 




El viaje nos resulta muy entretenido a pesar del aspecto helado de la carretera, y es que son paisajes preciosos que además nos acercan a la dureza de la vida en estas condiciones. 





Las estampas puramente invernales parecen postales a nuestros ojos. 




Continuamos haciendo paradas, lo que nos retrasa respecto a otros autobuses de otras compañías que han salido a la misma hora que nosotros, pero al fin y al cabo Punta Arenas no va a estar más lejos por llegar diez minutos más tarde (menciono este detalle para aquellos que viajen si quieren preguntar en las compañías si el viaje es directo o con paradas). Esperar con este tiempo al autobús junto a la carretera no parece nada agradable. 





Tras dos horas de camino aproximadamente, la nieve comienza a despejarse en el paisaje y la carretera, como si no hubiera existido nunca y todo hubiera sido un producto de nuestra imaginación. 




Y aunque no capturado de forma totalmente visible, por fin un cartel de carreteras con el nombre mítico, Ruta del Fin del Mundo. 




La ausencia de nieve ha dado visión a la pampa patagónica que había debajo de ella. 




La última parada del autobús antes de llegar a Punta Arenas es en el aeropuerto Presidende Carlos Ibáñez de esta ciudad, lo que da posibilidad de enlace de vuelos desde Puerto Natales.




Pasados cuatro minutos de la hora prevista entramos en Punta Arenas, donde en la estación de autobuses de Buses Pacheco, que como ya mencioné no hay una estación central sino que cada compañía tiene su propio edificio, nos espera de nuevo el simpático y dicharachero Obdulio, que ya nos había recogido el día de la llegada y volvemos a circular por la larga avenida Manuel Bulnes.


25 de marzo de 2014

Chile - Seno de Última Esperanza - Glaciares Serrano y Balmaceda



Frío glacial

Temprano, muy temprano, creo recordar que a las 7.15 de la mañana, nos recogen en el hotel para realizar la excursión de hoy, que sólo podía ser realizada en domingo (en temporada baja como estamos), por lo que el vuelo a Isla de Pascua y esta obligación marcaron el resto del itinerario, aunque lo hicimos paso a paso, con un orden más o menos geográfico, nos cuadró a la primera, sobre todo a mi agente de viajes (nunca te daré las gracias suficientes por todo), realizando pocos cambios, principalmente los cambios fueron de horario ante vuelos dudosos. 


Salimos de Puerto Natales en dirección norte, pasando por Puerto Bories, donde en 1913 se instaló un gran complejo industrial por la Sociedad Explotadora Tierra del Fuego, la mayor empresa de ganadería ovina que existió en la Patagonia, con más de 30.000 km2 de terreno entre Chile y Argentina. Aquí se construyó una industria para procesar la carne de las tres estancias que había en el sector, que fue comprada tras la Primera Guerra Mundial por los británicos, convirtiéndose en el mayor matadero frigorífico entre 1914 y 1970, año en el que la empresa quebró y cerró. 


Actualmente se puede visitar parte de las instalaciones que sobreviven como museo, exponiendo maquinaria de principios del siglo XX. En 1996 fue declarado Monumento Histórico Nacional. Por otra parte, algunos edificios han sido acondicionados como un hotel de lujo con vistas al Seno de Última Esperanza


Paramos en el muelle de Puerto Bories, vamos a navegar primero por el Canal Señoret y a continuación por el Seno Última Esperanza con la empresa Turismo 21 de Mayo, el barco, Alberto de Agostini, va completo (yo diría que incluso con algún pasajero más del permitido porque íbamos apretaditos), todos los que andamos por la zona nos hemos concentrado en esta salida de las 8 de la mañana. 






El tiempo no es precisamente bueno, hay un cielo amenazante y oscuro sobre nuestras cabezas, acompañado de bajas temperaturas acentuadas por el aire de la navegación, pero el agua del seno o fiordo es una balsa. 





El barco se acerca a la punta Barrosa (en el barco dan un mapa con el recorrido para ir sabiendo por donde vamos y hacia donde vamos o volvemos), donde anidan los cormoranes. 







El humo de los fogones y estufas de las estancias que se asientan en las márgenes del seno se confunden con la niebla que parece nos quiere envolver. 




A nuestra izquierda el paisaje está más despejado. 





De nuevo el barco se aproxima hacia una imponente masa rocosa, en sus grietas vive una colonia de lobos marinos, se trata del lugar donde se aparean y crían a su descendencia, desde donde les enseñan a tirarse al mar, a nadar y a capturar su comida. Alguno incluso nos muestra sus dotes de salto y natación. 






Durante la visión de los lobos marinos nos ha caído agua nieve encima, hacía un frío tremendo y estábamos congelados, desde las uñas de los pies hasta el último pelo de la cabeza, con lo que fue el momento de bajar al interior de la nave a tomar una taza de té caliente con galletas. 


Continuamos la navegación y el tiempo no mejora, cada vez la nieve cuaja más y más; tras el calentamiento con la bebida salimos al exterior a seguir disfrutando del paisaje, sí hemos venido hasta aquí es por esta razón entre otras, así que habrá que sufrir el frío. 




Es un viaje de placer, pero también parece un viaje misterioso, un viaje de terror, un viaje ¿al fin del mundo?





Por el mal tiempo ocurren dos circunstancias: la primera, que hay un cambio de planes, ya que cada vez que nos adentramos más en el seno las condiciones meteorológicas son peores, lo que significa peor visibilidad (o nula), y segunda, que es más triste, que al pasar por un acantilado donde viven los cóndores no vemos ninguno, ni una pequeña sombra. 


El orden de los factores no altera el producto, así que con el cambio de ruta planificada hacemos una parada para descender del barco en el muelle de Puerto Toro. Vamos todos abrigados con todas nuestras capas de ropa y aún así se nota el frío helador en nuestros cuerpos. 




Hay dos senderos, uno de corto recorrido para personas que no puedan andar mucho, y otro de largo recorrido, que será de algo más de media hora, teniendo en cuenta las mil y una paradas para hacer fotografías. En el camino los árboles y arbustos están señalizados con sus nombres, con lo que se puede aprender botánica -a ritmo acelerado-  al mismo tiempo que se disfruta de la caminata y el paisaje (aunque el nombre de ciruelillo tenga connotaciones peyorativas sexuales en España). 




Al poco tiempo aparece ante nuestros ojos el lago Serrano, con bloques de hielo flotando en él, ¡que bonita visión!




Ese hielo por supuesto proviene de un glaciar, el glaciar Serrano, que pertenece al Parque Nacional Bernardo O’Higgins





En el sendero seguimos aprendiendo de la flora autóctona, con la bonita murtilla entre otros (dan ganas de cantar un villacinco). 




Los pequeños icebergs que flotan en el lago no son azulinos como los que vimos en el lago Grey de su glaciar homónimo, pero es que estos son de menor tamaño, ya se han ido diluyendo.  



El glaciar se va haciendo más cercano, y donde hay que tener más cuidado al andar es en las pasarelas de madera, ya que el agua se ha helado y los patinazos son de cuidado. 




En ocasiones el hielo lleva escondido en su interior una roca y al deshacerse el hielo aparece la roca (hielo con sorpresa). 




El glaciar es cada vez más cercano, y su azul inunda nuestras retinas. La razón de este intenso color azul, como ya conté en el glaciar Grey, se debe que al incidir un rayo de luz sobre un bloque de hielo, solo el componente azul de la radiación tiene la suficiente energía para penetrar en su interior, ya que el resto de colores son absorbidos.





Mientras todas las cámaras están disparando al glaciar y a sus visitantes en todas las direcciones posibles, de repente un ruido atronador nos despierta del sueño, un pedazo de glaciar se desploma desde su parte superior, pero todo ocurre rápido y nuestra cámara no capta el momento. 


En el circuito marcado hay una roca más alta a la que vamos subiendo, más o menos por orden, para hacer la fotografía del “yo estuve aquí”. Como somos de los últimos en llegar, uno de los tripulantes de la embarcación, son tres los que nos acompañaron durante el paseo, más que nada para no retrasar el horario previsto de la excursión, que los turistas enseguida nos despistamos, nos realiza un álbum fotográfico como pareja (cuelgo la foto romántica y cursi mejor que las de payasos). 





Finalmente hay un último mirador al glaciar (los desprendimientos se producían en la zona de la derecha de la fotografía). 





Emprendemos el camino de vuelta a la embarcación, con tristeza porque nos hubiera gustado acercarnos más y disfrutar más tiempo del momento, y siempre vamos echando una mirada hacia atrás. 




En el barco somos invitados a un pisco sour con hielo del glaciar (algunos pasajeros han venido preparados con una botella de whisky y han cogido por su cuenta hielo para pegarse una buena ronda). ¡Por ustedes, Evelyn y Felipe!




Entre brindis y trago (podríamos habernos bebido una botella de pisco completa) llegamos a nuestro próximo punto de visión, ahora ya no bajamos del barco, todos salimos en tropel al exterior para contemplar al colgante glaciar Balmaceda, en el monte del mismo nombre, de 2.035 m de altura, mientras soportamos la fina nieve y el frío. El glaciar, también situado dentro del Parque Nacional Bernardo O’Higgins, está como muchos otros glaciares, excepto el mítico Perito Moreno en Argentina, en retroceso. 




Si en el Parque Nacional Torres del Paine nos tuvimos que conformar con la visión lejana de los glaciares colgantes del Almirante Nieto y del Francés, aquí lo hemos tenido casi al alcance de la mano (¡más quisiera nuestra mano!)





La parada ha sido corta, y es que creo que ya íbamos mal sobre el horario previsto, entre el tiempo meteorológico con la nieve y algo de tardanza en nuestra parada en el glaciar Serrano, los planes de navegación van algo retrasados, y además la hora de la comida ya ruge en todos nuestros estómagos. 




El barco comienza el camino de vuelta por el Seno de Última Esperanza, pasando nuevamente frente a las rocas donde viven los lobos, y aunque el tiempo parece querer mejorar y la niebla desaparecer, las montañas nevadas son nuestra compañía. 

El resto del viaje casi lo hacemos completamente dentro de la embarcación, intentando entrar en calor, aunque de vez en cuando hacemos alguna salida al exterior para disfrutar de la inmensidad del paisaje, y de su tranquilidad. 



La parada para comer la hacemos en la Estancia Perales, que fue adquirida por la empresa en la que hemos realizado el viaje, Turismo 21 de Mayo, para estos menesteres, ya que antes esta parada se realizaba en otra estancia. 






Creo que la estancia también ofrece alojamiento, y es un buen punto de partida para realizar trekking por los alrededores o dedicarse a días plácidos de pesca (tenemos un amigo-familiar que disfrutaría de lo segundo inmesamente). 




Comemos de maravilla en la estancia, posiblemente para grandes comilones al final le resulte escaso, pero para bocas normales es una cantidad justa. De primero, una reconfortante y sabrosa sopa de verduras (me hubiera tomado más de un plato para entonar el cuerpo entumecido por el frío). 




De plato principal un asado patagónico (a compartir entre seis), con su chorizo, su pollo y su cordero patagónico (aunque no vimos si fue asado al palo, que hubiera resultado interesante hacerlo y tener la foto correspondiente). Le acompañaba una ensalada para aligerar la grasa. Por una parte, fue un acierto la cena original de la noche anterior evitando el cordero asado, hubiera resultado una doble ración; por otra parte, por ello no tenemos una foto de un cordero patagónico asándose en el momento. ¡Para chuparse los dedos!





Emprendemos la vuelta a Puerto Natales y al llegar a Puerto Bories, ya con la noche cayendo sobre el seno y sobre nosotros. 



Un día, una experiencia, unos paisajes inolvidables. 

El mapa de la situación de los glaciares Serrano y Balmaceda, así como otros pertenecientes al Campo de Hielo Sur, así como el glaciar Grey, del Parque Nacional Torres del Paine.