Para la primera parada en Botswana nos decidimos, más bien yo que soy la
 encargada de estos menesteres, por un campamento móvil, es decir, las 
típicas tiendas de lona que hemos visto en documentales o películas, 
pero que no se ubican en el mismo lugar, por imperativo legal tienen que
 moverse cada ocho días, ya que así los animales no se acostumbran a los
 humanos, a sus olores de comida, a sus basuras… esto no es un buffet 
para ellos, que tienen que seguir con su comportamiento natural. Se trata del alojamiento Chobe Under Canvas. 
El campamento cuenta con cinco tiendas, y cuando llegamos aparte de los trabajadores de mantenimiento del mismo, no hay visitantes, están disfrutando de un safari. Nos reciben con gran amabilidad, todo esto en inglés por supuesto, así que como si fuéramos elefantes desplegamos nuestras orejas para intentar entender lo mejor y mayor posible.
Para bien o para mal, nos toca la tienda más cerca a la salida a la salida, es decir, la más lejana en relación a las demás tiendas y a la zona operacional y de vivienda de los trabajadores. Pues sí, más tranquilidad pero quizás demasiada para ser nuestra primera experiencia de este tipo y en este entorno salvaje. En el lodge Elephant Camp en Victoria Falls también nos adjudicaron la tienda más lejana, parece que nos han abonado a ellas.
El campamento cuenta con cinco tiendas, y cuando llegamos aparte de los trabajadores de mantenimiento del mismo, no hay visitantes, están disfrutando de un safari. Nos reciben con gran amabilidad, todo esto en inglés por supuesto, así que como si fuéramos elefantes desplegamos nuestras orejas para intentar entender lo mejor y mayor posible.
Para bien o para mal, nos toca la tienda más cerca a la salida a la salida, es decir, la más lejana en relación a las demás tiendas y a la zona operacional y de vivienda de los trabajadores. Pues sí, más tranquilidad pero quizás demasiada para ser nuestra primera experiencia de este tipo y en este entorno salvaje. En el lodge Elephant Camp en Victoria Falls también nos adjudicaron la tienda más lejana, parece que nos han abonado a ellas.
Cada tienda cuenta con una 
“terraza”, dos sillas y una mesa para tomar el fresco o disfrutar del 
silencio, del arrullo de los pájaros, de los gritos de los monos, del 
barritar de los elefantes o de los aullidos de los leones… ¡música 
maestro! 
La recomendación que nos hacen es clara y contundente: por la mañana, al 
amanecer (que será de noche todavía para nosotros porque el sol no terminado de despuntar cuando nos levantamos), tenemos que esperar a
 que vengan a buscarnos para ir a desayunar; y por la noche, más de lo 
mismo, tras la cena, nos acompañaran a la tienda… y es que por la noche 
el parque es territorio de caza, y estos trabajadores están 
acostumbrados, así como sus oídos también, y pueden distinguir qué 
animal está cerca y si puede representar una amenaza, ¿qué estoy haciendo aquí?. Pues sí, vamos a seguir las reglas obedientemente, pero ¿alguien me asegura que a pleno día no pasará nada?, porque muy bien, las estadísticas y el comportamiento animal así parecen demostrarlo, pero todo tiene sus excepciones. 
La
 puerta de entrada a la tienda es una gran mosquitera con una cremallera central, que hay que 
tener mucho cuidado en cerrarla siempre, aunque también es cierto que 
puede quedar alguna rendija nada tranquilizadora para serpientes o 
arañas o insectos… no voy bien, sigo pensando ¿qué estoy haciendo aquí? ¿porqué se ha despertado en mi un alma aventurera de tal calibre?
En
 la foto anterior ya habéis visto parte del interior de la tienda: una gran 
cama con dos mesillas y dos farolillos. Hay espacio para circular 
alrededor sin chocarse el uno con el otro, y ¡el colchón!, ¡de los 
buenos!, nada de grandes baches en él, mullido y recio 
pero sin ser duro. 
Por las noches dejan un 
farolillo encendido fuera de la tienda, tanto por localización como por 
seguridad. Bucólico y bonito lo es un rato. 
Vamos con el 
aspecto más complicado en una tienda de estas características, el baño. 
Se encuentra detrás de la cama, cuenta con gran espacio y está muy bien distribuido y compartimentado. Por un lado está el lavabo, con una 
preciosa palangana de metal (en esas me bañaban de pequeña en mi pueblo 
natal, quizás algo más grande, pero no mucho más que yo de altura doy lo mínimo), con todo lo necesario
 para el aseo (jabón, champú, gel), y dos jarras de agua, una es de agua
 potable (tanto para beber como para lavarnos los dientes), y otra es de
 agua del río, solo para lavarnos la cara, las manos… Le acompaña un 
bonito toallero con un surtido de dos toallas por persona (toallas que dadas las condiciones para lavarlas y secarlas rascan un poco, pero no tanto como convertirlas en limas corporales; estamos donde estamos y tenemos de todo). 
La
 ducha, que por supuesto tiene su historia. Los safaris de la mañana 
comienzan muy temprano, a las siete se suele salir del campamento, y a 
las 5.30 más o menos dan un toque de despertar tienda por tienda, Good 
morning! Por la mañana no hay agua caliente, tan solo te rellenan las 
jarras del lavabo, por lo que si te quieres dar una ducha lo haces con 
el agua fría, pero cuando se regresa del safari por la tarde (segundo safari) el bidón de
 tela está lleno de agua caliente, para que lo primero que hagas es 
darte una reconfortante ducha caliente y así quitarte la arena, el cansancio, 
pero te quedan todas las emociones de lo visto y vivido. En el “suelo” 
de la ducha una tabla de madera, si de esas que se ponen en nuestras 
casas occidentales para que quede todo más bonito. 
Detrás del bidón hay una puerta con cremalleras que es por donde pasan a dejar el agua, de modo que no invaden tu intimidad, a no ser que te hayas levantado antes y estés por ahí adecentándote por tu cuenta, aunque siempre gritan antes de entrar para evitarnos sustos todos.
Detrás del bidón hay una puerta con cremalleras que es por donde pasan a dejar el agua, de modo que no invaden tu intimidad, a no ser que te hayas levantado antes y estés por ahí adecentándote por tu cuenta, aunque siempre gritan antes de entrar para evitarnos sustos todos.
Menos
 mal que viajo acompañada, y aunque mi marido no es alto, su altura le 
permitía alcanzar la llave para abrir el agua, porque yo ni a saltos 
hubiera podido llegar; los trabajadores son bastante altos todos ellos, y
 dejan el bidón a su altura y no a la mía.  
En 
esta zona también está el “armario”, uno plegable -se trata de 
empaquetar todo lo más rápido posible cuando hay que mover el campamento-, con zona de perchas y otro con 
baldas. Yo estoy impresionada, más al ver que también disponemos de dos 
batines, que rascaban lo suyo, más que las toallas, ya que tenemos ausencia de suavizante y de secadoras (no nos damos cuenta de detalles tan cotidianos hasta que notas su carencia). 
Un pequeño habitáculo de tela con cremalleras guarda el W.C., 
que sí, que tiene su inodoro, que esto ya me parece demencial el 
transportarlo de campamento en campamento. Y además circula el agua, que
 se toma de un depósito exterior. Yo me esperaba más una tabla alta con 
un agujero, donde echar nuestros depósitos y taparlos con arena (sí, 
algo parecido había en algunas casas de mi pueblo, aunque otros agujeros
 daban directamente a un patio donde podían estar las gallinas, ¿qué han
 hecho las gallinas para merecer esto?; o inodoros naturales como los que vimos en nuestro viaje a Australia, donde solo debíamos depositar deshechos naturales y no el papel, detalle que pregunté, contestándome asombrados que por supuesto por el inodoro). Como detalle simpático hay un 
bote de perfumador. Hay un suelo de tablas de madera que estaba algo inclinado por lo que tus necesidades las hacías algo inclinado. 
Vista la tienda, conozcamos el resto del 
campamento, hay una tienda completamente abierta en la que hay una gran 
mesa que se utiliza para desayunar, comer, merendar (tea time) y cenar. 
Al fondo podéis ver la zona destinada a la operativa del campamento, cerrada para no ver nada. 
En esta zona de comedor hay una mesa con bebidas a nuestra disposición a todas horas. 
Por
 supuesto que el amanecer es una recompensa en este lugar, aunque todo 
va tan rápido que casi te lo puedes perder: despertar, prepararse, 
desayunar y salir de safari. 
El detalle de las 
comidas lo voy a relatar por orden del día. Comencemos con el desayuno, 
todavía no ha amanecido, y a oscuras pero acompañados salimos a encontrarnos con la 
sorpresa de que encienden una hoguera donde preparan de todo: huevos, 
salchichas, bacon, alubias… con la ayuda de una linterna sobre la frente del 
cocinero. 
El día de nuestra llegada, sobre
 las 14.15 h, el encargado del campamento nos estaba esperando para 
comer con nosotros, y la verdad es que no era por el hambre que 
teníamos, que la teníamos ciertamente, pero la calidad nos sorprende, 
estaba todo buenísimo. Cuscús con trozos de pollo y una ensalada con 
queso (plato único y nada de elección, que ya sería la bomba, aunque supongo que si alguien tiene alguna alergia puede pedir algún cambio, que en la medida de sus posibilidades lo realizarán). 
Para acompañar una cerveza nacional, St 
Louis, que no estaba mal, pero por supuesto podías elegir lo que 
quisieras, vino, refrescos, agua, y si quieres un combinado pues 
también. 
Al día siguiente también comimos en el 
campamento, y tocó una pasta con zanahorias y tiras de ternera, que de 
nuevo nos gana el sabor. Este cocinero lo hace muy bien. 
Después
 de comer y antes de salir de nuevo de safari por la tarde llega la hora
 del tea time, estos británicos impulsando sus modos y modales, 
¡bienvenidos sean! Además de beber lo que quieras, y nos decantaremos 
por un té fresco que no helado, sacan unos dulces, unas galletas o una 
tarta. La primera tarde nos encontramos con unos clientes alojados que 
llegan de su safari, ya nos habían avisado que eran españoles, así que 
al menos con ellos aparcaremos el inglés en momentos. 
Los 
babuinos están al acecho, saben que hay comida y cualquier descuido será
 bien aprovechado ¿hemos cerrado bien la puerta de la tienda?, no porque tengamos 
comida, que como mucho habrá algunos chicles o frutos secos, sino por 
nuestras pertenencias, que de repente podemos verlas volar entre los 
árboles. 
Los elefantes también pasan muy cerca de 
nosotros, ellos sólo van buscando sus árboles para alimentarse, pero si 
notan la presencia de fruta no dudo en que se acercarían rápidamente. 
Impresiona estar sentada como en un salón y de repente escucharlos y 
verlos tan cerca (no es lo mismo sentada en un jeep alto que en una silla en el suelo). 
La cenas comienzan alrededor 
de la hoguera, en la que han dispuesto las sillas propicias para las 
conversaciones entre los alojados y con el jefe del campamento o los guías (no hay uno solo, durante nuestra estancia había dos al menos). A pesar de la claridad, lo que no hay son grandes cielos 
estrellados, sí que hay estrellas pero no tantas como en otras 
ocasiones, por ejemplo en el desierto de Atacama o en la isla de Pascua en Chile, o en los alrededores del Uluru en la llamada cena del silencio con telescopios en Australia por ejemplo, que te 
quedabas embobada. 
Al igual que en Elephant Camp de Zimbabwe, de primero suele haber crema, que a mí ya me vale y me
 encanta, aunque su punto de picor es mucho más bajo en este campamento. Cada día la crema era diferente, no recuerdo muy bien de qué eran: guisantes, calabaza...
De
 segundo hay buffet: judías, arroz y ternera; pollo con 
verduras a la parrilla; cordero, verduras y macarrones con tomate. 
Los
 postres son algo desiguales, siendo sorprendente el de la primera 
noche, peras al vino con crema; parece que la segunda noche no pusieron 
nada atractivo porque no tenemos foto, y la tercera era un bizcocho con 
crema de plátano. El hecho de tomarse la molestia de hacer un postre y no quedarse en una simple fruta o tarrinas de flanes o similares ya es todo un detalle. 
Chobe under canvas nos 
resultó una experiencia  única, al menos para mí, siempre renuente a las
 acampadas, pero claro, es que no se trata de un alojamiento en tienda 
de campaña y saco de dormir o un plegatín, esto es otra historia. Si en un principio 
estaba preocupada por mi aceptación, desde el primer momento estoy 
inmensamente satisfecha, y además inmensamente feliz por haber elegido 
finalmente esta opción de alojamiento a pesar de otras opciones, más tipo hotel con piscina. Por supuesto que tiene sus inconvenientes, pero  al final
todo son grandes ventajas, ya que estás en el Parque Nacional de Chobe y los traslados para hacer safaris son menores. La última opción de alojamiento en Botswana será en el maravilloso delta del Okavango, en las lujosas tiendas de Xaranna Okavango Delta Camp
Las bebidas que ofrecen no son de grandes marcas, las de marcas más importantes se pagan, pero si no eres de gran beber o tu paladar es capaz de aceptar pulpo como animal de compañía, no tendrás ningún problema, no pasarás sed. Las comidas son buenas, teniendo en cuenta dónde estás y dónde tienen que ser cocinadas, una auténtica sorpresa.
Al ser un campamento móvil, tiene un trabajo tremendo, que es de quitarse el sombrero ante el equipo que trabaja en él, porque tú siempre encuentras el campamento y tu tienda preparados. Y además cada ocho días hay que desmantelarlo por completo y volver a instalarlo en otro lugar.
Las bebidas que ofrecen no son de grandes marcas, las de marcas más importantes se pagan, pero si no eres de gran beber o tu paladar es capaz de aceptar pulpo como animal de compañía, no tendrás ningún problema, no pasarás sed. Las comidas son buenas, teniendo en cuenta dónde estás y dónde tienen que ser cocinadas, una auténtica sorpresa.
Al ser un campamento móvil, tiene un trabajo tremendo, que es de quitarse el sombrero ante el equipo que trabaja en él, porque tú siempre encuentras el campamento y tu tienda preparados. Y además cada ocho días hay que desmantelarlo por completo y volver a instalarlo en otro lugar.
Un video para ver la tienda con un recorrido por ella: 


























