7 de mayo de 2015

España - Madrid - (Restaurante) StreetXO



Estrellas low cost

En un sábado tontuno nos acercamos a intentar comer a la zona del Gourmet Experience del centro comercial El Corte Inglés de Serrano, porque allí se ha instalado el restaurante-bar de concepción asiática callejera de Daviz Muñoz (Dabiz escribe él, que no sé como lo pronuncia), el laureado chef con tres estrellas Michelin que tenemos en Madrid (o ¿Madriz?). Dado que intentar comer en su restaurante formal Diverxo, es tarea casi imposible (fines de semana completos y entre semana que es cuando hay algún hueco para nosotros es imposible acudir), acudimos a StreetXO para ver si teníamos más suerte, y así probábamos su cocina, aunque no en su versión más extendida y seguramente no tan creativa y extravagante, pero por algo se empieza.

Las vistas de la Milla de Oro madrileña, la calle Serrano, son buenas desde la cristalera y las terrazas del centro. 



Hace dos años intentamos cenar en su restaurante, cuando se localizaba en la calle Pensamiento, pero una mala gestión de reservas (en nuestro caso no confirmaron hasta el mismo día de ella) y un malentendido por mi parte (confusión de oídos) y que ya habíamos reservado en otro restaurante al tratarse de una celebración y ante la falta de confirmación, Gastro Sergi Arola, no pudo realizarse el encuentro.

En StreetXO no se puede reservar, hay que hacer cola para ir entrando ordenadamente. Ventaja e inconveniente a la vez; ventaja, porque en teoría hay más posibilidades; inconveniente, porque no se sabe a la hora que se comerá con certeza. Así que lo mejor es llegar temprano para hacer cola y entrar en la primera tanda de comensales, y es lo que hicimos nosotros, aunque la cola ya era importante cuando nos pusimos, pero aún así, casi por los pelos entramos en este turno.

Se entra por una cortina de plástico, como la que se veían (no sé si siguen en activo) en los mataderos, por ejemplo; aunque también podría ser un centro de lavado automático de coches, en que de repente en lugar de jabón comenzara a caer comida. El logo es como un grafiti, y allí está David marcando cresta. Original, pues sí. 



La imitación a los restaurantes callejeros asiáticos es que la mayoría de los asientos se encuentran en la amplia barra que rodea el centro de operaciones culinarias; alrededor de la barra taburetes dispares, algunos clásicos y otros montados sobre cajas de envío de mercancías. También hay una terraza (el día era bueno pero a la sombra no apetecible) y unas cuantas mesas normales (concebidas creo que para personas con discapacidad o con niños). 

Fuente: hola.com

La carta es totalmente apetecible, menos dos platos cuyos ingredientes no son de mi agrado, con lo que tenemos que poner sentido común y sobre todo consenso. 



Si algo es de aplauso es la perfecta organización del equipo de cocineros y camareros; no los conté pero fácilmente habría diez-doce detrás de la barra, cantando (más bien gritando a tope) las comandas. Esto es meritorio, ya no solo por las órdenes que tengan de David, sino por el propio equipo, que en lugar del típico mandil negro llevan una especie de camisa de fuerza (y es que hay que estar un poco loco para aguantar el ritmo en cocina). 


Los peores asientos en la barra son sin duda los situados frente a la parrilla, y nosotros estamos hacia un lado, con lo que algo del calor nos llega, pero no tanto como para sudar la gota gorda. 


Aunque no solemos tomar aperitivo bebible alcohólico para comenzar una comida (a excepción de una copa de champán), en este caso lo hacemos, ya que vamos a probar la oferta del local, hagámoslo completamente. Preguntados sobre nuestros gustos, a él le aconsejan un negrini (vermut rojo, ginebra y campari) con frutos rojos macerados; y a mí, algo fuerte, whisky con mango (aquí comienzo a tener dudas de si podré bajar de la banqueta dignamente), del que primero tengo que comer la cuchara con los pequeños trozos de mango para que el paladar se inunde de su sabor y potencie el líquido. No sé cuál de los dos me pareció más fuerte, el mío se suavizaba con el mango (o con los tragos), y su presentación en vaso de cartón tipo café callejero es curiosa (aparte de evitar tener que lavar y que es material reciclable). 


Si volvemos a comer aquí creo que evitaría tomar cóctel y directamente pasaríamos a pedir vino (aunque en la carta no había ninguno que nos convenciera especialmente) o cerveza. 

Decidimos que vamos a pedir cuatro platos para compartir, si el estómago se queda insatisfecho ya seguimos haciendo pruebas. Los cubiertos de plástico, usar y tirar, como una comida comprada en la calle.

Lasaña coreana de wonton y vaca vieja gallega con shitakes (setas), tomates escabechados, picantes, bechamel de cabra cardamomo. Ya el adjetivo coreano nos gana a la primera y no hay discusión en su elección. Realmente sabrosa y jugosa la lasaña, de la que daban ganas de pedirse una bandeja. ¡Qué difícil es compartir cuando está rico!



Pez mantequilla a la robata con mojo canarionikkei, pastel de patata y bacon ahumado, con aliño de cesar salad. La robata es un modo de cocción de origen japonés, que sería como una brocheta a la barbacoa. Si el encuentro con el pez mantequilla suele ser algo anodino e insulso, a pesar del gran aprecio que en Japón le tienen, en este caso el mojo le da el punto perfecto. Por un momento pensé que eran chips de yuca, pero eran chips de patata. 


Costillas de raya y hojas de banana más sambal indonesio de pasta de crustáceos. Spicy salmorejo cremoso picante, con pan de gambas. En la pescadería que frecuento no tienen raya, solo la he conseguido en una ocasión, y es un pescado que me gusta mucho, a pesar de tener que ir limpiando sus espinas (lo de chupetear también puede ser un placer), así que tampoco hubo dudas en esta elección.

Este plato lo presentan sobre un salvamanteles de papel, que como podréis suponer terminó como un cuadro artístico. La raya es cocinada en la barbacoa envuelta en hoja de banana (en Vietnam y Camboya estas hojas son utilizadas en muchos platos, como supongo también lo será en otros países asiáticos). El sambal es un condimento de origen indonesio elaborado con pimientos, donde por supuesto no faltan los picantes. El contrapunto lo da el salmorejo de forma equilibrada. Y qué decir del típico pan de gambas, no hace falta desmerecer un producto conocido y famoso, solo presentarlo de otra forma, con otro sabor y toque. 



Chili crab, pimentón, chipotles (chile seco y picante), palo cortado (vino dulce), acompañados de mantou (panecillos chinos al vapor). Fue la elección más arriesgada, pero ya que estábamos ¿porque no? El chili crab es originario de Singapur, se trata de una salsa espesa, potente y en este caso bien picante, con pequeños cangrejos, a los que hay que meter mano para comer (por lo tanto los dedos o te los chupas o te los limpias constantemente para poder seguir la tarea…). Nos gustó y sorprendió pero no es un plato para repetir con asiduidad. Los panecillos estaban riquísimos. 



Finalmente no nos hemos quedado con hambre, las cantidades a compartir son realmente generosas (a no ser que se sea un gran comedor). La sorpresa nos la encontramos en la cuenta: dos cócteles, una cerveza, dos botellas de agua, cuatro platos…89 € (el precio de los platos varía entre los 11-15 €). Para nosotros una relación precio-calidad-cantidad insuperable, Dabiz nos ha ganado el estómago por goleada y sin estar preparados para ello, lo que tiene doble mérito. ¿Repetir?, ¡por supuesto!, aunque sospecho que tendremos que buscar fechas en las que la cola no sea especialmente grande. Ahora sí que tenemos ganas de probar su cocina en Diverxo, aunque para ello tengamos que hacer una reserva a seis o más meses vista, sabiendo que no tendrá que ver mucho con lo que hemos comido hoy, aparte de esa fusión de cocina asiática que tanto gusta a los cocineros o chefs.

Como no hemos tomado postre (ni preguntamos pero creo que no ofrecen) a la salida hacemos la segunda parada en esta zona del Gourmet Experience, y creo que la razón de esta falta dulce en la carta de StreetXO. Rocambolesc, la heladería de Jordi Roca, el repostero de los hermanos Roca, también laureados con tres estrellas Michelin; un pequeño espacio decorado como la fábrica de chocolate de Willy Wonka. También sirven cafés, y tanto estos como los helados se pueden tomar (disfrutar y degustar) en tres mesas altas en el espacio que ocupan. 


Fuente: hola.com

Como los sabores más sorprendentes que ofrecen de helado no nos apetecen demasiado en este momento, elegimos un clásico de chocolate, servido en tarrina (que también puede ser en cucurucho), y al que se pueden añadir toppings (nubes de violeta, chocolates, frutos secos…). Un helado muy cremoso, muy sabroso, y contundente. 



Para rematar la jornada solo nos faltó tomarnos un cóctel a base de tequila o mezcal en la antojería Cascabel, del mexicano Roberto Ruiz, artífice del también laureado y famoso PuntoMX, que ya tiene una estrella Michelin. Pero esto lo dejamos para otra ocasión, y así disfrutamos de los cócteles y de su comida (ya que en el restaurante ocurre como en Diverxo, es difícil realizar una reserva). 

Fuente: hola.com

Lo peor del espacio en general es el alto ruido. Desde Cascabel suena música mexicana, por ejemplo la famosa canción del grupo reivindicativo Molotov, Gimme the power, que los camareros gritan a pleno pulmón en una de sus frases: ¡Viva México cabrones!

En resumen, una formidable apuesta gastronómica del Gourmet Experience, aunque el espacio se queda algo pequeño y resulta un poco caótico (colas para los restaurantes, colas para la heladería, que aunque estén organizadas no deja de crearse un tapón).