2 de octubre de 2017

Costa Rica - Península de Osa - Casa Corcovado Jungle Lodge - Gastronomía


Rica gastronomía

El día que llegamos al lodge comimos en el Bar El Bosque del complejo, ya nos estaban esperando para ello, y lo hicimos incluso antes de pasar por nuestras habitaciones, ya que se trata de un menú establecido, no hay elección posible -a no ser lógicamente que tengas alguna alergia o intolerancia, que siempre estarán dispuestos a ayudarte-. Al estar apartados de todo, no hay nada cercano, las comidas y las cenas están incluidas en el paquete contratado, y las bebidas, por supuesto, se pagan aparte. 

Un dato importante es que el lodge cuenta con un huerto ecológico, del que se suministran para la elaboración de la comida; y hay que tener en cuenta que todos los días reciben alimentos, bebidas, productos de limpieza, o bienes necesarios que falten, que viajan junto a las pasajeros que vamos llegando (aquí la lista de la compra es bastante difícil y hay que tener una muy buen organización). 


El menú fue un plato combinado o casado: arroz con pollo de plato, acompañado de chips de patatas, patacones (plátano verde frito), puré de frijoles y la ensalada morada no recuerdo qué era (posiblemente remolacha, pero no lo puedo asegurar). Estaba muy rico, con un arroz sabroso.


De postre, una rica tarta de chocolate.


El tercer día de estancia en el lodge, tras la excursión de la mañana a isla del Caño, yo tenía un vértigo descomunal, por lo que tuvieron la amabilidad de prepararme una comida en este restaurante, ya que tocaba picnic en la playa como tras la excursión al Parque Nacional Corcovado, y mi cuerpo no estaba para muchas “jotas” (llegar a la playa y luego volver al lodge tiene su paseo largo, gratificante pero en mi caso extenuante), más bien estaba para buscar la estabilidad y el descanso. Gracias a todos, desde el guía que nos acompañaba (que avisó de nuestra no comparecencia en el picnic para que nos prepararan comida), al personal de cocina y habitaciones del lodge, y al encargado principal; todo fue amabilidad y disposición para que me encontrara a gusto. Uno de los camareros me ofrece una bebida refrescante a base de piña y menta (recoge fresca de la mata), que dice que es buena para las náuseas, y yo acepto, porque seguro que mal no me va a hacer, y el batido estaba buenísimo, que no aligero mi vértigo pero me refrescó mucho. 


De nuevo un casado: tiras de carne con cebolla y pimiento, verduras a la plancha, arroz blanco y ensalada. Un plato muy rico, que les pilló de sorpresa elaborarlo, o sencillamente, nos ofrecieron la que los trabajadores tenían para ese día (incluso a lo mejor donde comen diez, comen doce). De nuevo, muchas gracias. 


De postre, una mousse de fresas (pero podría ser otra fruta similar o mezcla de frutas), ¡mecachis, que bueno! 


Como las habitaciones se distribuyen por el inmenso jardín, y algunas están bastante lejos situadas del restaurante, a las 19.30 h hay toque de queda para la cena, que el encargado realiza con una caracola (no hay turnos de cena, es un turno, hay que maximizar el trabajo y minimizar los costes; nada que objetar, porque todo siempre estuvo correcto y bien).

El comedor es un poco oscuro, pero eso siempre resulta romántico, y la primera noche pusieron en funcionamiento una especie de fuente, que aportaba sonido de fondo al caer el agua. 



Durante la comida del primer día y los días siguientes durante el desayuno, te ofrecen la carta para que elijas los segundos platos principales de la cena (algo de elección si hay), ya que las entradas son comunes para todos.

Para la primera cena: pico de gallo con mango verde, que lleva exceso de cilantro (por lo menos para mi acompañante), y tortillas. A mí me gusto mucho, al cilantro todavía no le tengo tirria. 


Crema de ayote (familia de las calabazas), con chile dulce y maíz dulce, y ¡ohhh! ¡más cilantro!. Reconfortante a pesar de que no hace precisamente frío en este lugar (y eso que por primera vez en el viaje, la temperatura nocturna baja). 


De plato principal dos elecciones, y hoy no coincidimos. Lomito res en salsa Grano de Oro, con el lomito envuelto en bacon. Acompañado de yuca frita (¡que rica!) y tiras de zanahoria con semillas de ajonjolí y miel. La salsa tenía café en su preparación, de ahí su nombre de Grano de Oro, aunque no tenía un gran sabor a él. 


Un arrollado de pescado, un filete de dorado (pez de agua dulce) relleno de picadillo de plátano verde, con una salsa de chile dulce y hongos. Un plato muy interesante, y no me lo pedí yo. El acompañamiento es el mismo, yuca y calabaza. 


De postre, una rica tarta Key Pie Lime, realizada con limones propios del huerto. 


Vamos por la segunda cena, para beber Travessia, un caubernet sauvignon chileno, del Valle Central, que como yo no beberé ni un sorbo será para hoy y para la cena de mañana. 


De entrada, ceviche Corcovado, que no lleva pescado, es de verduras y fruta: pejivalle, palmito, cebolla roja, con una salsa de vinagre de arroz, y ¡cilantro!, resultado, me tomé dos ceviches, porque a mí pareció riquísimo. El pejivalle es la planta del palmito, con lo que aprendemos más de botánica. 


Tomate relleno con tocineta (bacon), lentejas y perejil. Parece increíble que estemos en el fin del mundo y se tomen las molestias de elaborar estos platos, sencillos, pero con buena presentación y originales. Muy rico. 


En el plato principal coincidimos: pechuga de pollo empanado con salsa de mango. Todo muy jugoso y sabroso. Y es que la otra opción eran unos camarones en salsa de cas (una guayaba), servidos en hoja de plátano, que nos parecía poco contundente, aunque sonaba francamente bien. Patatas y calabacín para acompañar.


De postre, un volteado de piña, un pastel con caña de azúcar y decorado con trozos de piña. Muy dulce pero bueno. 


En la cena de la última noche, de entrada, ensalada de hibisco y espinaca, con cebolla roja, anacardos y salsa. Nunca hubiera tomado hojas de hibisco por mi cuenta (en té sí, que hasta lo compré en Museo del Té O'Sulloc, en la isla de Jeju-do, en Corea del Sur), como muchos ingredientes en general; la gran ventaja del plato es que no tenía cilantro. 


Sopa de verduras con zácate-limón (¡vaya por Dios!, esto es limoncillo, que tiene un gran sabor como el cilantro). A mí me gusta por supuesto pero no me tomé dos platos. 


De plato principal, repito pollo, pollo en concha (una tartaleta) con una salsa de fruta de la pasión. Refrescante este pollo, contundente la concha. Acompañado de berenjena con tomate y queso. 


Lomito de res en salsa de hierbas (parece ser que esta res es importada y no nacional). 


De postre, algo que para mí sonaba mejor escrito que paladeado, pero no estuvo mal: flan con pujagua (maíz morado). 


Muy rica la gastronomía, no hubo ningún plato que no nos gustara y además ofrecían variedad; todo un acierto.