Eau
de Relec
Para la noche del día
que llegamos a Tortuguero, contratamos una excursión nocturna por los alrededores del hotel, a
las 17.30 h tenemos el punto de encuentro en recepción, donde tomaremos las
linternas para intentar no tropezar con nada y sobre todo para intentar ver los
animales. Como los días anteriores ha habido lluvia, el terreno está con barro,
así que el hotel dispone de unas botas de goma a disposición de los clientes
para no tener que meternos con nuestro calzado y hasta con nuestra ropa (elección propia usarlas o no, pero es recomendable hacerlo).
Por desgracia mi
pareja no se encuentra bien, no consigue recuperarse del malestar que le va
acompañando casi durante todo el día, así que me deja a mí sola en esta aventura,
a la que voy no solo por hacerla sino porque si veo algo me encantará
mostrárselo a él, que es al que le gustan los animalitos varios y el que no se
duerme con los documentales de la 2.
Salgo de la habitación con
doble capa de relec sobre mi cuerpo, pero antes de entrar al “bosque”, nuestro
guía Luis saca su spray y se pone a base de bien sobre el cuerpo y la ropa, con lo que creo que me he quedado corta con mi baño y le pido por favor que me rocíe más con el suyo, por aquello de si es más
potente. No quiero terminar esta excursión llena de picaduras.
Comenzamos a caminar,
iluminando con las linternas al centro y a los lados del lado; al centro para ver donde pisamos, y a los lados para intentar ver la vida animal. Yo no he sacado la
cámara, solo he traído el móvil, así que se lo entrego a Luis para que haga las
fotos pertinentes, que si soy mala con la cámara normal, con el móvil y de
noche no va a salir ni una sola fotografía decente. Y como por arte de magia,
como si alguien estuviera tras las sombras aparecen algunos animales, como este
perro zompopo o iguana de casco, que
permanece impertérrito ante nuestra presencia y las luces: si no me muevo, no
me ven.
Un ruido llama
nuestra atención, pero sobre todo a Luis, que rápidamente apunta a su origen,
un gran sapo toro, que con ese
croar desapercibido no puede pasar.
No muy lejos de él se
encuentra un par de ranitas preciosas, las flecha roja y azul, conocidas como ranas blue jeans, cuyo cuerpo rojo y sus patas
azules, por las que recibe su nombre. Pertenecen al género Dendrobates, como
las que vimos en el jardín del hotel Cariblue en Puerto Viejo de Talamanca, y
como ellas tienen un veneno neurotóxico.
A las ranitas blue
jeans no les gusta nuestra presencia y no dejan de moverse y sobre todo esconderse, pero el sapo toro sigue con su canto tan
tranquilo. He tenido que dejar el vídeo sin sonido porque en lugar de al sapo se escuchaba más nuestros comentarios (¡humanos!)
Yo ya estoy encantada
con lo visto, no me esperaba tanto en tan poco espacio de lugar y tiempo.
¡Menos mal que me calcé las botas de goma!, el terreno cada vez es más fangoso,
en el que te vas hundiendo más y más.
Camuflado bajo una
hoja, ¡qué postura más incómoda!, un saltamontes verde.
No es lo que más me
apasione ver, además su número siempre me produce respeto y picor, pero allí
están laboriosas las hormigas de un gran termitero.
También vimos
murciélagos, un trogón rojo (ave), algún ciempiés, y unos troncos con hongos
luminiscentes, para verlos tuvimos que apagar las linternas (que daba mucho
juego para hacer bromas), y esperar un rato para ver su efecto, aunque fue muy
ligero, el tronco no tenía suficientes hongos como para ser una espada láser al
estilo de Star Wars; tuvimos más suerte con estos hongos en el Refugio Vida Silvestre de Monteverde. De todo ello no hay testimonio gráfico.
Una aventura corta
pero para mí intensa y gratificante, que superé sin grandes problemas a pesar de mi
miedo a la oscuridad y a los bichos, algo en mí va cambiando viaje tras viaje.
Después de la
excursión, pasé por la habitación para ver como seguía mi pareja, y contarle
como una niña pequeña todo lo que había visto, lo mucho que hubiera disfrutado
él con este paseo, enseñándole las fotos. Me voy sola a cenar, él no está
en condiciones para hacerlo y además no tiene ni apetito. La cena, aunque en soledad,
no era cuestión de sentarme con los compañeros de viaje que ya estaban en el
segundo plato y además molestarles, estuvo muy bien, y tuvieron el detalle de
prepararme una sopa de pollo para llevar a la habitación.
Esta noche, de forma previsora ante el malestar de mi pareja, me dedico a hacer las maletas, dejando solo lo básico, una
puesta de ropa y los neceseres.