Santiago
de la Nueva Extremadura
Continuamos el paseo
por la Alameda desde el convento de San Francisco, cruzamos de acera y nos encontramos con una gran escultura azul de
manos entrelazadas, que podría resultar mejor de lo que resulta si no fuera por
sus pintadas, y es que parece que en Santiago son de lápiz rápido y sin
escrúpulos.
Subimos por la calle
peatonal Ahumada, una cada vez más
animada calle según avanza el día, que cruza con otra calle que parece hacernos
un guiño (y al país un guiño cruel, como la calle llamada Estados Unidos en el barrio Lastarria dada la participación directa de este país en el golpe de Estado). Tanto la calle Ahumada calle como la perpendicular
Huérfanos se peatonalizaron en 1927.
En la calle se
alternan edificios de reciente construcción con algunos que reflejan el
esplendor económico del pasado chileno y santiaguino, como el que se encuentra
en el cruce de Ahumada con la calle Agustinas, el antiguo Hotel Crillón, construido en 1917 y que actualmente alberga unas
galerías comerciales.
La historia del hotel
tiene dos trágicos incidentes de corte pasional, ambos protagonizados por
mujeres escritoras. El primero, en 1941, cuando María Luisa Bombal disparó tres
veces al que era su primer amor, que la abandonó, dejándola despechada y en la
depresión, aunque afortunadamente él no murió y no formuló cargos contra ella. El
segundo, en 1955, cuando Georgina Jiménez, presa de los celos, disparó a su
acompañante, que en esta ocasión si murió, siendo condenada a tres años de
cárcel, de los que sólo cumplió año y medio, ya que la poetisa Gabriela Mistral
solicitó su indulto al entonces Presidente Ibáñez.
Algo más adelante,
frente a la fachada lateral de la galería comercial se sitúa el edificio del Banco de Chile, construido entre 1921 y
1925 en estilo neoclásico, que como es domingo está cerrado y no podemos entrar
a ver las antiguas ventanillas de atención al público, que al parecer se han
conservado (que diferentes aquellas ventanillas con encanto a los cristales de
seguridad de hoy, aunque lo cierto es que son necesarios).
La calle Ahumada
desemboca en la imponente plaza de Armas,
donde aparte de la amplitud de la plaza nos empieza a llamar poderosamente la
atención la cantidad de policías que hay en toda ella y en sus esquinas.
Durante el paseo por la calle Ahumada ya fuimos viendo, pero no le dimos
demasiada importancia, pero ahora sí nos produce asombro, pero en ningún
momento temor, porque suponemos que la plaza es un lugar turístico y los robos
deben estar a la orden del día, siendo su labor disuadirlos, evitarlos y en
último caso recibir la denuncia.
La plaza es el centro
de la ciudad, que surgió de la costumbre española de dejar una manzana libre de
edificios para celebrar desfiles. Fue trazada por orden del fundador de la
ciudad, Pedro de Valdivia, en 1541 y su nombre se debe a la existencia de un
fuerte contiguo a ella, donde pernoctaban los primeros conquistadores y donde
se guardaban las armas. En la época colonial en su centro había un cadalso.
Los edificios que se
conservan alrededor de la plaza datan principalmente del siglo XVIII. A pesar de la
remodelación del año 2000, en la que se despejó la plaza, se respetó un número
de árboles y palmeras de gran tamaño, todos ellos autóctonos chilenos.
Según entramos a la
plaza, a nuestra derecha se encuentra el portal
Fernández Concha, un pasaje bajo soportales en el que se localizaba el antiguo
mercado de hortalizas.
Hoy el pasaje aloja un
local tras otro de comida rápida al estilo chileno: empanadas, completos
(perritos calientes con kétchup, mostaza y palta –salsa de aguacate-), y aunque la gente ya está consumiendo a nosotros todavía nos parece demasiado temprano para este tipo de comida.
En la plaza, aparte
del gentío, de la música que se oye de algo parecido a una kermés o festival de
barrios, donde participan mayores y niños en juegos, porque el presentador era
muy activo y animaba a la gente continuamente, destaca una escultura.
Se titula Monumento a los Pueblos Indígenas, una
obra de Enrique Villalobos, donde se representan tres elementos: una semilla
(supongo que la piedra grande), un rostro (aquí no hay duda ninguna) como
partido (y vuelvo a suponer que debe ser una metáfora al sufrimiento y
exterminación de los indígenas) y vegetación.
Según hemos entrado
desde la calle Ahumada, a nuestra izquierda, la fachada de la catedral de
Santiago.
La catedral es la
quinta construida en este lugar. La primera construida fue incendiada durante un ataque de
los indígenas poco después de su construcción, y las posteriores fueron
destruidas por terremotos en 1552, 1647 y 1730.
En primer término se ven las tres
puertas de entrada a la catedral, a continuación la capilla del Sagrario, que tiene acceso desde la
catedral, y finalmente, el palacio Arzobispal.
Las obras de la catedral comenzaron
en 1748 por orden de los jesuitas alemanes y fue terminada de construir en
estilo barroco por el arquitecto italiano Joaquín Toesca -nombre muy repetido en la ciudad-, en 1780.
Las torres gemelas
fueron añadidas en 1899 por otro arquitecto italiano, Ignacio Cremonesi, que siguió los
dibujos de Toesca, y que unificó las fachadas de la Catedral, de la Parroquia
del Sagrario y del palacio Arzobispal del lateral de la plaza, quedando
terminado el conjunto en 1908.
Entrar en la catedral
es una sorpresa visual en primer término por su grandeza, tiene 90 m de longitud
y está dividida en tres naves. Impresionante su tamaño y completamente europea
su decoración, que se encuentra entre ostentosa y luminosa, pero que me pareció
bella.
En el interior,
Cremonesi cubrió la piedra labrada con
ladrillo y estuco, suprimió el artesonado de madera y añadió una cúpula sobre el
altar mayor.
En la nave derecha se
encuentra el Monumento a los Héroes de
la Batalla de Concepción, que tuvo lugar los días 9 y 10 de julio de 1882,
durante la Guerra del Pacífico; en él se guardan sus corazones.
También se encuentran
varios sepulcros de personalidades en la historia del país, como el de los hermanos Carrera.
En esta misma nave,
entre otros muchos altares, se encuentra el altar de Santa Teresa de los Andes, primera santa chilena,
canonizada el 21 de marzo de 1993, y que contiene reliquias de la santa.
En la nave izquierda, entre otros altares, se halla
el altar de San Miguel Arcángel,
donde el arcángel está derrotando al demonio.
En la nave central
destaca el órgano, que fue importado
de Londres en 1850.
Tras el altar mayor construido en Múnich en
1912 se encuentra una cripta donde yacen los cardenales y arzobispos de Chile.
No falta el púlpito,
en realidad el doble púlpito, uno a cada lado de la nave central.
Al comienzo de la
nave izquierda se sitúa la capilla del
Sagrario, lugar donde se emplazó la primera iglesia construida en este
lugar. Desde el año 2004 está dedicada a la Virgen del Carmen, patrona de
Chile. Como ya he mencionado tiene fachada a la plaza de Armas, aunque su acceso directo está cerrado, por lo menos hoy.
Al fondo de la nave derecha se encuentra la sacristía, que aloja el Museo de Arte Sacro, pero al que
nosotros desistimos de visitar.
Al salir de la catedral me fijo en la pila de
agua bendita, que a la entrada no busqué y por lo tanto no vi, todo y eso que
entre acto reflejo, acto aprehendido de años de misas en el colegio de monjas,
señal de respeto, o vaya Ud. a saber porqué motivo, el caso es que suelo
mojarme algo los dedos en estas pilas y santiguarme.
La única fachada lateral de la catedral da a la
calle Catedral, ya que la otra fachada está cerrada por la capilla del
Sagrario.
Al comienzo de la calle Catedral un edificio de cristal
dedicado a oficinas, obra de los arquitectos Cruz, Echenique y Boisier, ofrece el bonito
reflejo de la catedral a estos ojos tan neoyorkinos.