16 de enero de 2019

Myanmar - Vuelo de Heho a Yangón - Hotel Sule Shangri-La

Con algunas vistas

A las 7.30 h nos reunimos con Myo, y bajo la lluvia vamos al aeropuerto de Heho, algo más de una hora de trayecto, y afortunadamente durante el camino la lluvia deja paso al sol, que siempre es mejor volar en estas condiciones que en las primeras. 


Hoy volamos con la compañía Yadanarpon Airways, pero no tenemos asientos predeterminados, volamos sin asignación de asiento, esto es, el que llegue primero que se siente (esto lo llevo muy mal, prefiero saber de antemano que estaré separada de la persona con la que viajo a jugar a los empujones). 


Facturamos, esperamos y finalmente entramos en la sala de embarque, sala nada cómoda y atestada de viajeros. Como era de esperar, cuando anuncian la salida del vuelo, en esta ocasión creo que si lo dijeron en inglés, la gente apelotonada en la puerta. 


Subimos al avión, y desde él vemos como una de nuestras maletas está a punto de ser embarcada, confiamos en que la otra no esté muy lejos. No encontramos asientos contiguos, así que vamos separados, como era previsible, y además yo no tengo mi clásica ventanilla, esto no ha empezado bien. 


A las 9.30 h más o menos comenzamos a volar, y media hora más tarde nos dan el desayuno: un pan con salchicha, un croissant y un bizcocho. Este vuelo que no ha comenzado muy bien, termina fatalmente cuando mi compañero de asiento (no de vida), derrama su vaso de naranjada sobre sí mismo y algo sobre mí…¡ay!, le intento ayudar dándole pañuelos de papel para que se limpie un poco, aunque la mayor parte, para su desgracia, le ha caído en la entrepierna y esta zona se le va a quedar pegajosa…¡más ay!, pero sobre todo para él. Él se disculpó, la familia que viajo con él se disculpó, respeto y amabilidad, no ha sido nada más que unas salpicaduras de naranjada, que no me apetecía tomar la verdad. 


Aterrizamos en Yangón, sufrimos de nuevo el caos de tráfico para llegar al hotel, que en esta ocasión hemos elegido uno más céntrico, para tener las posibles visitas más a mano, ya que el Governor's Residence está algo más alejado y es aconsejable el uso del taxi. No tenía muy claro que el vuelo de ida fuera a ir en hora, no tenía muy claro el tiempo meteorológico que tendríamos y lo que nos condicionaría, no tenía muy claro nuestro cansancio, no tenía muy claro lo que seríamos capaces de visitar en nuestro primer paso por la ciudad, así que la elección del segundo hotel estuvo marcada por estos elementos, y así llegamos al hotel Sule Shangri-la, que ocupa la torre que antes ocupaba el Traders Hotel, un clásico en la ciudad; para entrar hay que pasar un arco de seguridad, tal cual los aeropuertos y sitios oficiales, se deja el bolso y las maletas en la cinta para ser examinados. Bonito bonito, no vamos a decir que la torre pueda recibir este calificativo, sobre todo comparado con el Governor's. 


Elegimos una habitación club, con acceso a los desayunos y "meriendas" -meriendas que dada la variedad y calidad puede convertirse en una cena adelantada- en el lounge del piso superior, y con ello también tenemos una recepción especial, y no la de la planta baja. Al estar la habitación situada en una planta alta (no hicimos fotos de su interior, nos pareció clásica y normal en tamaño y decoración), tenemos vistas a la ciudad, que no son nada del otro mundo, pero resultan curiosas. 



Por la noche, por supuesto que no hay nada que ver. 

Frente al hotel y a nuestra ventana, la torre Sakura, que alberga oficinas y en su planta más alta hay un bar-restaurante, que tiene unas vistas parecidas a las nuestras, aunque es posible que sean mejores al estar rodeada de cristalera en todos sus lados, con lo que puede ser una buena opción para al menos cotillear, pero no llegamos a subir. 


Desde el lounge se tienen otras vistas, más amplias y mejores, eso sí, a través de unos cristales que no se han limpiado de la lluvia, de la bonita estación de trenes, Yangon Central Station


También tenemos vistas de Shwedagon Paya, aunque con esos cristales y esa lejanía, no se ve mucho, pero al menos su estupa destaca en el horizonte (posiblemente con la cámara las fotos serían mejor que con el móvil). 




El estadio de fútbol Aung San


El hotel cuenta con una piscina, que tiene un horario muy amplio, pero de la que no dimos uso, muy a mi pesar, parece que en este viaje me remojo más por la lluvia. 


La noche que pasamos en el hotel cenamos en el restaurante de cocina cantonesa, Summer Palace. Nos sirven unos cacahuetes de aperitivo; al tiempo que llegan una salsa, cebolla y chiles picados para acompañar los platos de comida. 


Como estamos en un buen hotel, se nos quita el miedo al pescado (aunque durante el viaje lo hemos comido en varias ocasiones y no ha pasado nada), así que pedimos unas gambas picantes y pollo con verduras (tenían sus nombres pero no los apunté y ahora no me acuerdo), acompañados de arroz, que sería como una versión del tres delicias pero mucho más sabroso. Sin llegar a ser grandes platos, eran más que aceptables en calidad y sabor.