9 de enero de 2015

Canadá - Canyon Sainte Anne


Puentes sobre aguas no tan turbulentas 

Salimos de Baie Saint Paul por la carretera 138 y durante el viaje intentamos captar con la cámara una de esas señales típicas de animales, pero nuestra situación en el autobús no es la más mejor, así que esto es lo mejor que obtuvimos (y hubo infinidad de intentos). Debe impresionar encontrarte por la carretera a un alce, sobre todo para estos ojos para los que no son tan familiares, y que son más animales de dibujos animados.


Durante el viaje Ángel nos informa de la propina que se suele dejar al conductor, ya que Herbé nos dejará en Québec, donde cambiaremos de autobús y conductor, produciéndose una rebelión en las tropas españolas (supongo que en las italianas también), 2 $ por persona y día (desconocemos el resultado final de la colecta).

Durante el viaje vamos viendo la película El último mohicano, para ir asentando las nociones de historia que hemos ido recibiendo por parte de nuestro guía.

Ángel también tiene una propuesta, hacer una parada extra en el Canyon Sainte Anne (12,50 $), que aceptamos todos gustosamente, y aquí no nos quejamos del precio, aunque nos sorprende. Se trata de un profundo cañón situado a unos 6 km al nordeste de la localidad de Beaupré.

Hay un circuito para disfrutar de las vistas del cañón, y como hace un buen día, nos hemos reunido todos aquí, los nacionales y los extranjeros, más parece la romería de peregrinación a Sainte Anne que una ruta natural o semi-natural, porque gran parte del sendero está ¡asfaltado! Lo que sí parece es que lo tienen adecuado para los niños, con figuras de animales decorando e instruyendo. 



El oso negro debe ser uno de los más solicitados y le estaban dando una capa de pintura. Por supuesto, después de nuestra espera al oso en Rivière à Mars, en nuestro grupo tras este encuentro hay risas, risas de pena, pero risas al fin y al cabo. 


Vamos a caminar con un cantante canadiense que nos gusta mucho, Michael Bublé, y su versión de Cry me a river.


El paseo por el cañón se trata de un sendero circular que termina en un desvío de ida y vuelta, y nosotros lo recorremos en dirección contraria a las agujas del reloj, cruzando en primer lugar el puente Mestachibo, construido en 1974, un año después de la apertura de este lugar al público, con 63 m de longitud y una altura de 6,5 m, cuyo nombre, Mestachibo, es el nombre indígena del río Sainte Anne du Nord, que significa que tiene muchas cascadas. 


El puente se sitúa en el comienzo de la catarata que en este punto tiene el río, y la razón principal de estar aquí. 



Tras el puente seguimos el camino y nos encontramos con un arce plateado o un arce de azúcar; pleno esplendor canadiense en verde que tiene que ser impresionante en esplendor otoñal, pero al menos nos encontramos con las bonitas hojas de la bandera de Canadá al natural. 


Desde el otro lado del puente se ve la roca llamada gneis granítico, que ha sido pulida por la erosión del agua, aproximadamente un milímetro por año. El gneis se formó al tiempo que el escudo canadiense, en la época precámbrica, y este efecto erosivo se ven en las pequeñas casi columnas (como las columnas basálticas Jisake en la isla de Jeju-do en Corea del Sur). Además en primavera, durante el deshielo, el río llega a su máximo nivel y el agua se desborda por los laterales, creando en uno de ellos una poza de agua, que llaman la marmita del gigante. 


La catarata de Ste Anne tiene 74-75 m de altura, 15 m que las famosas cataratas del Niágara. Estamos en agosto y es la época seca, con un caudal de 10.000 litros/segundo, en la época de deshielo, en abril y mayo, llega a 100.000 litros/segundo (una auténtica barbaridad de agua). 


Llegamos hasta el puente colgante McNicholl, construido en 1979, a 60 m de altura, que afortunadamente no se bambolea demasiado a pesar del tráfico humano sobre él. 


Desde el puente se obtiene la visión frontal de la catarata, que desde aquí es fácil imaginarse los 100.000 litros cayendo y salpicando. 


En paralelo al puente se realiza tirolina, a la que estuvimos a punto de apuntarnos, pero la cola para hacerlo era demasiado larga para el tiempo que teníamos, y sobre todo, parecía mucho más una tirolina manejada por los encargados que por nosotros, como la que tuvimos suerte de practicar en Peulla (Chile); posiblemente si la hubiéramos visto más divertida hubiéramos preguntado el tiempo de espera para comprobar si era factible hacerla. 


Tras cruzar el puente unas escaleras que hay que bajar, y este no es el problema, este se planteará al subirlas y si además hay que hacerlo a paso apresurado. Las escaleras terminan en la pasarela St Laurent, que lleva el nombre de uno de los fundadores de este paseo por el cañón, Laurent McNicholl, que tuvieron la idea de construirlo para contemplarlo por completo. La pasarela se construyó en 1995, tras haberse construido las escaleras, y tiene una desnivelación, la parte más baja a 9 m de altura, y la más alta a 12 m. A nuestros pies, a través de la rejilla, el vacío y el agua -y este puente si se movía más que el anterior-. 


Las vistas desde el puente, con la catarata fuera de visión. 


El color pardo del agua que se ve en algunas zonas es habitual en los ríos que tienen sus manantiales en el escudo canadiense; este color es resultado de la acidez de la tierra (el humus) y por la presencia de metales como el hierro y el manganeso. 


La pasarela o puente Laurent conduce a un nuevo mirador, con vistas al cauce del río y a un pequeño cañón con una pequeña cascada. 


Volvemos sobre nuestros pasos, a cruzar el puente, asubir las escaleras, pero ahora ya no cruzamos el puente McNicoll, continuamos hasta otro mirador de la catarata y completamos el sendero circular.


Estamos en el mirador Belvedere, desde donde el pintor Cornelius Krieghoff pintó este paisaje en 1885. La diferencia entre el cuadro y el paisaje actual, aparte de la aparición del puente Mestachibo, se encuentra en la cima del salto, que fue dinamitada en 1917 para ser agrandada, ya que la madera que se transportaba hasta el molino de Beaupré quedaba frecuentemente atorada y además se rompía; en 1965 dejó de transportarse madera. 


Terminamos el paseo en un último mirador, desde donde vemos a gente haciendo rappel sobre un lateral de la cascada. 


En este mirador tenemos la bonita sorpresa de ver un arco iris, efecto que se ve solo cuando la luz del sol da en gotas en suspensión en el aire, que siempre se asocia a la lluvia, pero solo es necesario agua y que el sol quede a nuestras espaldas para poder verlo. Recordamos con nostalgia y admiración el arco iris invertido -la gran sonrisa del cielo- en la cascada Cheonjiyeon en la isla de Jeju-do en Corea del Sur (muchos recuerdos de esta isla en este cañón canadiense).

La foto en este mirador tenía que ser con extraños o con conocida, ya que era uno de los puntos más solicitados. 


Ha sido una bonita excursión, que desmerece algo por la cantidad de gente, si es cierto que es el paisaje canadiense que te esperas, pero con tanta circulación al final te sientes en un decorado de película y uno en uno natural, pero es lógico que todos lo queramos ver y disfrutar, para eso venimos. 



Nos despedimos del cañón con más hojas de arce, que hay que aprovechar el momento de este encuentro. 


Situación del cañón:



Mapa circuito por el cañón: