29 de junio de 2016

Uzbekistán - Bukhara - Mausoleo de Bajautdin Naqshband


¡Pies quietos!

Comenzamos nuestro último día en Bukhara visitando la mezquita Maghoki-Atar, la más antigua de Asia Central, situada frente al hotel, ya que sus puertas están abiertas y hay que aprovechar el momento, ya que luego no sabemos a qué hora volveremos a pasar por aquí, y si podremos hacerlo. Y después de esto, hoy las visitas serán a las afueras de la ciudad, traslado durante el que pasamos junto al aeropuerto de Bukhara. 


Llegamos al Mausoleo de Bajautdin Naqshband, situado al nordeste de Bukhara, en el pueblo de Kasri Orifon, donde nació este santo sufí en el siglo XIV. 



El presidente de la República, Islam Karimov, se da autobombo como corresponde, ya que el complejo, construido en el siglo XIX, fue restaurado bajo sus auspicios. 


Tras la puerta de entrada y su pishtaq, un pasillo flanqueado por árboles aportando belleza y sombra. 


El pasillo conduce a un amplio patio con un iwán porticado a su alrededor, con columnas y techo artesonado. 




En el patio se encuentra el mausoleo, al que suelen llegar infinidad de peregrinos, aunque hoy parece un día tranquilo, donde sin pausa llegan muchos de ellos, pero no hay un gran alboroto. Bajautdin Naqshband fue el maestro espiritual de Amir Timur, que fundó la cofradía sufí más importante de Asia Central, tomando para ello conceptos del zoroastrismo e incluso del budismo, y que está considerado el santo patrón de Bukhara.



Junto al mausoleo, un gran árbol da cobijo y sombra a los peregrinos, ya que un orador casi no descansa en sus oraciones, y bien termina una, comienza otra, que no sé si será la misma recitada en bucle continuo, pero aquellos que entran se sientan y realizan el ritual, que no grabé del todo con la cámara. Los fieles ponen las manos como si fuera un libro, y terminan frotándose la cara con las manos y luego levantándolas al cielo. Nuestro guía Oyott se une a estas oraciones y nosotros nos sentamos respetando el momento, momento que no parece acabar, con lo que tuvimos que romperlo al cabo de un rato de oraciones sin fin.


 
En el patio hay un estanque, en el que se refleja el pórtico y una pequeña construcción, como si fuera una maqueta de un edificio emblemático de Bukhara, Chor Minor, aunque mucho más sencillo. 



El complejo del mausoleo está compuesto de varios edificios. Tiene la mezquita de invierno cubierta, con un sencillo interior y con su minarete. 




Se accede a una explanada con otro estanque, con varias construcciones a su alrededor, destacando una kanaka, una sala de estudio y oración. 




Cerca del estanque hay un gran tronco donde se concentra la gente, el árbol de este tronco fue creado del bastón de madera del santo, y por eso la gente da tres vueltas a su alrededor, para encontrar la sanación a los males, pero lo que más hacen es recoger agua de una especie de fuente que han habilitado. Este acto me lo evito, no como en el mausoleo de Ismail Samani


También hay un cementerio, en el que entramos un momento, produciéndose un momento entre curioso y simpático, porque una familia de musulmanes también curioseaba entre las tumbas, y ellos parecían más irrespetuosos que nosotros, que incluso creo que hubo una tentativa por parte de ellos de tener una fotografía con turistas, aunque afortunadamente no llegó a materializarse, porque además la respuesta hubiera sido no, allí no, salimos y las tendréis sin problerma. 





Salimos del mausoleo por el bonito pasaje de entrada. 



27 de junio de 2016

Uzbekistán - Bukhara - Caravanserai Sayfiddin - Coffehouse Adras (caravanserai G'ulomjon)


Caravanserais modernos

Desde la plaza Registan, donde se encuentran la madraza Mir-i-Arab y la mezquita Kalon con su minarete, volvemos hacia atrás, pasando nuevamente por los bazares Toki Zargaron y Toki Telpak Furushon, disfrutando en este paseo de la bonita cerámica al estilo de Rishtan que se exhibe en los puestos callejeros. 


Volvemos a pasar por el bazar Toki Sarrafon, y en la plaza Lyabi-Hauz entramos al caravanserai Sayfiddin, del siglo XIX, que alberga un centro de artesanía. 



Oyott nos enseña la localización del restaurante donde cenaremos esta noche, quedando con él directamente aquí, no hace falta que se acerque al hotel a buscarnos, que no tenemos muy claro donde estaremos. ¿no se perderán?, pues puede que yo sí, pero mi gps particular no, aunque Bukhara no tiene mucha pérdida en este cogollo de monumentos.

Es temprano, hace calor, así que decidimos que volveremos al hotel un rato, y cuando pasamos  junto a Nadir Divanbegi Kanaka, vemos una pareja de novios realizando su reportaje de boda, acompañada por una corte de familiares pendiente de los detalles. 


Al cabo de aproximadamente hora y media de descanso, que por supuesto es acompañado por una refrescante ducha (si se entra al hotel al final se acaba una remojando de una manera o de otra ya que el cuerpo lo pide a gritos) volvemos a salir a dar un paseo, ahora al atardecer, buscando nuevas tonalidades de las madrazas y mezquitas, así como de las cúpulas de los bazares, momentos y visiones que no nos decepcionan en absoluto. 

Callejeamos un poco en busca de una mezquita escondida entre los callejones pero no fuimos capaces de encontrarla en esta ocasión, aunque si lo hicimos el día siguiente, la mezquita Khodja Zayniddin, porque perseverantes somos cuando queremos. Y a la hora convenida estamos en el restaurante, donde ya nos espera Oyott, Coffehouse Adras, junto a la plaza Lyabi-Hauz, ocupando el caravanserai G’ulomjon, del siglo XIX. 



El local es coqueto, aparte de la planta baja tiene otros dos pisos, estando situada nuestra mesa en el último. 



Oyott nos pide permiso para no cenar con nosotros, hoy es el cumpleaños de uno de los guías y tienen fiesta esta noche. Se sorprende de que le demos las gracias por dejarnos una noche romántica a solas en tan bonito lugar (mitad guasa, mitad verdad), donde parte de la velada estará amenizada con la música de un violinista. Y por supuesto, de nuevo vuelve a preguntarnos si seremos capaces de volver solos al hotel, es su trabajo y responsabilidad, por lo que le dejamos tranquilo con la seguridad que no nos perderemos, y ¡vete ya! 


Pan y cerveza, los básicos en la mesa. 



La cena comienza con unas samsa, empanadillas, cuya masa era ligera, más ligera de las que hemos ido probando hasta el momento. 


Una sabrosa crema de calabaza, parece que este restaurante tiene un poco más de toque refinado en la cocina. 


El plato principal, langhman, los spaguetis uzbekos acompañados con salsa de carne y una especie de crêpe. La masa de los langhman es contundente, pero sin lugar a dudas un buen plato de pasta de rico sabor, y por supuesto agradecemos la novedad y variedad en el menú, y aunque no nos hemos evitado la sopa o crema, sí han desaparecido las berenjenas. 


En esta ocasión con el camarero podemos hablar en inglés, cosa que no es siempre posible, más bien es un imposible, que nos ofrece repetir de lo que queramos, ya que la ración de Oyott está a nuestra disposición, pero declinamos la oferta porque con nuestros platos ya tenemos suficiente. Quizás la explicación de este uso del idioma, aparte de la propia iniciativa del camarero, es que los restaurantes que se llaman chaiyana en uzbeko, se traducen como casas de té, y la traducción al inglés es coffehouse.

De postre una especie de gofre pero menos pesado, más tipo bizcocho, y una salsa para bañarle que creo que no llegamos a utilizar. 


Terminamos la cena con un té que sirvo al estilo uzbeko de los tres vuelcos. 


Ya con la noche salimos del restaurante. 


Pasamos por la iluminada y siempre animada a estas horas casi nocturnas (es de noche porque no hay luz, pero no es tarde) plaza Lyabi-Hauz y llegamos al hotel, donde nos conectamos a internet para saludar a la familia, saber de ellos y contarles las novedades, y a descansar.
 

24 de junio de 2016

Uzbekistán - Bukhara - Madraza Mir-i-Arab - Mezquita Kalon - Minarete Kalon - Madraza Amir Olimxon


El rincón con encanto de Bukhara

Desde la plaza en la que se sitúan la madraza de Ulugbek y la madraza de Abdul Aziz Khan volvemos hacia atrás, hacia el bazar Toki Zargaron


En este ángulo de visión destaca el juego de cúpulas del bazar y el siguiente complejo de monumentos que visitaremos, destacando sobre todo un minarete. 


Atravesamos el bazar aprovechando su juego de entradas y salidas, momento en el que aprovechamos para realizar la compra de un cd de música, y al salir caminamos hasta llegar a otra amplia plaza, la plaza Registan, donde hay una madraza, una mezquita y un minarete -ambos forman el complejo Poi Kalon-. 


Plaza por la que pasaremos en dos ocasiones (que podrían ser tantas noches como se pernocte en la ciudad), buscando el atardecer en sus fachadas, para disfrutar de sus tonalidades doradas y cobrizas, de sus contrastes, y quedarnos sobrecogidos en ella, ¡luces y acción!


A la izquierda, la madraza Mir-i-Arab, que recibe el nombre de un jeque de Yemen que tenía una fuerte influencia en Ubaidullah Kan. Destacan su fachada azul y sus cúpulas turquesas. 



La madraza presenta un formidable pishtaq de entrada, forrado de azulejos azules y verdosos, con tonos dorados, que resplandecen con la luz del sol. 




La actividad docente de esta madraza es muy prestigiosa en el mundo islámico, siendo la única que permaneció activa durante los setenta años de ocupación soviética, razón por la que no es visitable, con lo que nos quedamos con la poca visión hasta donde pudimos entrar. En ocasiones (supongo que dependiendo de la habilidad del guía o visitante y del billete entregado) se puede acceder a las tumbas de Mir-i-Arab y de Ubaidullah Kan, que están enterrados bajo una de las cúpulas. 



Frente a la madraza, la mezquita Kalon y su minarete. La mezquita fue construida en el siglo XVI en el lugar de otra mezquita que fue destruida por Gengis Kan. 



La mezquita está unida por un paso al magnífico minarete Kalon, erigido en 1127 por Arslan Kan, de la dinastía Karajánida, que fue el minarete más alto de la región con sus 47,10 m. Kalon significa grande en tayiko. Cuenta con una cimentación de 10 m, incluyendo cañas apiladas como una forma arquitectónica temprana y curiosa para soportar los terremotos. Era conocido como la torre de la muerte ya que los delincuentes condenados eran arrojados desde él, y especialmente a Nasrullah Kan le encantaba tirar a aquellos que le desafiaban. 

Una leyenda cuenta que Arslan Kan mató a un imán tras una discusión, y esa noche tuvo un sueño en el que el imán le decía: “tú me has matado, ahora coloca mi cabeza en un lugar que nadie pueda pisar”, y sobre su tumba se construyó el minarete. 

La teoría es que se podía subir al minarete tras 105 escalones, pero vimos la puerta tan cerrada, y que nadie estaba en él, que ni siquiera preguntamos la posibilidad de hacerlo. 


Se cuenta que la grandeza del minarete impresionó tanto a Gengis Kan que no ordenó su destrucción. Fue el primer monumento de la región donde comenzaron a utilizarse los azulejos azules como decoración, que dos siglos más tarde empezaron a estar omnipresentes en las grandes obras de Asia Central; aunque creemos que ante la bonita factura labrada de la piedra no es necesario adornarla de ninguna manera. El minarete también era utilizado como faro, la luz de su fuego guiaba a las caravanas a través del desierto cuando les sorprendía la noche o una tormenta de arena (y con estas palabras nuestra imaginación se desborda). 


Entramos a la mezquita, que presenta un estupendo y azulado pishtaq de entrada. Durante la época soviética fue utilizada como almacén, reabriendo como lugar de culto en 1991. 


La entrada es diferente a todas las mezquitas visitadas hasta el momento, al principio se baja por unas escaleras y se entra en un amplio rellano con arcos y bóvedas de cal blanca, donde se encuentra el controlador de entradas. 



Tras ello se entra a un amplio patio, con los clásicos cuatro pishtaq o arcos ricamente decorados. La mezquita tiene una capacidad de 10.000 fieles, lo que da idea de sus dimensiones. 



Impresionante resulta el conjunto visual de la madraza Mir-i-Arab, la propia mezquita y su minarete.


En el patio hay una construcción atípica hasta el momento, tiene forma octogonal, y nuestro guía nos dice que es un monumento a las víctimas de Gengis Kan, información que yo tomo con precavido recelo y la transmito con el mismo. 


La mezquita como tal tiene una cúpula azul turquesa, coronada por supuesto con una media luna. 


Entramos a la sala de oración donde se encuentra el mihrab y el minbar. 



Cuando emprendíamos el camino de salida de la mezquita, las mujeres de un grupo de visitantes, creo que uzbekos por sus rasgos, me agarran del brazo y me llevan con ellas. Yo pensaba como suele ser normal en estos casos que era para hacerles una fotografía, y pedirlo al hombre no sería educado, por lo que yo intento ejercer de intermediaria para que sea mi marido el que se la haga, pero me llevo una gran sorpresa, ¡quieren una foto conmigo!, pero también con los turistas extranjeros que están allí en ese momento, por lo que uno de los jóvenes del grupo los va captando. Mi marido se zafa del momento fotógrafo para que nosotros podamos tener el mismo. Una situación y anécdota similar nos ocurrió con unas coreanas en Australia, durante la visita a los Doce Apóstoles, que querían la foto de recuerdo con española incluida. 


Salimos nuevamente a la plaza, al fondo de la cual se sitúa la madraza Amir Olimxon