27 de mayo de 2013

Corea del Sur - Seúl - Murallas



Cuesta arriba

Una vez comidos, por decir algo, tras nuestra visita por la prisión de Seodaemun, localizada en el parque de la Independencia, se nos plantea la disyuntiva de volver al centro para callejear por zonas comerciales, ya que dada la hora que es y a la que llegaríamos no podríamos visitar alguno de los palacios pendientes con tranquilidad, pero como estamos cerca de una zona que se plantea interesante, y que desde el comienzo de la mañana entraba como futurible en el planninng del día, intentamos acercarnos a curiosear y sobre la marcha seguir tomando decisiones. 

El mapa que llevamos no es precisamente clarificador del camino a tomar, pero mi acompañante es un buen GPS que se sitúa bien y marca bien la ruta, con lo que a pesar de que emprendemos un camino cuesta arriba por calles de edificios de viviendas, yo le sigo ciegamente y con la respiración entrecortada. 

En el camino no vemos ningún tipo de señal, así que tras una larga cuesta que continuaba con otra cuesta igual, nos paramos ante un trío de hombres desocupados para preguntarles, pero claro, de inglés nada de nada, menos mal que llevo los nombres de los lugares escritos en coreano y se lo puedo mostrar, con lo que uno de ellos sonríe primero y luego ríe abiertamente, señala con el dedo la cuesta y sin necesidad de entender sus palabras se entienden perfectamente: "turistas tontos, caminar y caminar, que al final llegaréis, pero ¿para qué vais?". En fin, que por lo menos sacamos en claro que vamos bien. Afortunadamente podemos comprar agua para no desecarnos en el camino y en las cuestas.

Más adelante, y la cuesta no termina, alcanzamos un letrero, pero está escrito en coreano, con lo que nos asalta la duda de si continuar por el camino que vamos o seguir la indicación. En este momento crítico, en el que mi GPS particular apuesta por seguir cuesta arriba siguiendo las malas indicaciones del mapa pero siguiendo el sentido común, tres personas, dos chicas y un caballero nos pasan, pero él nos mira desde arriba, y finalmente nos hace señas de que los sigamos, suponemos que él supone donde queremos ir, dos turistas despitados en este camino sólo pueden tener un destino. 

Los tres llevan un ritmo infernal para mis piernas, pies, cuerpo en general, pero intento a pesar de no poder acelerar mucho más sacar fuerzas para aguantar sin parar. El hombre finalmente se une a nosotros para conversar, ¡si me falta el resuello! ¿cómo voy a poder articular palabra?. Su inglés es poco fluido pero los tres intentamos comunicarnos, y aparte de definir nuestro destino hablamos de donde somos, que hemos visto, si lo que hemos visto nos ha gustado, el tiempo que llevamos en el país, el que nos queda…a todo bien, muy bien, pero ¡por Dios, una bombona de oxígeno!. 

Finalmente las chicas también se unen a nosotros, una de ellas habla algo más de inglés, e intenta contarnos lo que debemos hacer y lo que nos llevaría; ven mis esfuerzos en la larga e interminable cuesta y no creen que yo resista sin desfallecer, porque lo que hemos andando no debe ser nada más que un pequeño aperitivo de lo que nos quedaría por hacer. 

Por fin llegamos a una zona más plana y mis pulmones toman aire, hasta mis mofletes se vuelven sonrosados que creo que andaban pálidos por falta de aire. 

Hemos llegado hasta las murallas de Seúl


A finales del siglo XIV una muralla de 18,2 km y una media de 6 m de altura, rodeaba la ciudad, uniendo las montañas de Bugaksan (342 m), Naksan (125 m), Namsan (262 m) e Inwangsan (338 m). Algunas partes de la muralla fueron demolidas, pero todavía se conservan 10,5 km, y entre los planes del Ayuntamiento está reconstruir las secciones perdidas. 

Su contrucción comenzó en 1392 con el rey Taejo, el fundador de la dinastía Joseon; a mediados del siglo XV el rey Sejong la amplió; el rey Sukjong en 1704 reforzó las partes deterioradas y la terminó de ampliar hasta completar los 18,2 km. Al ir caminando a su lado se nota la diferencia de la época de construcción. Lo que nosotros estamos viendo es claramente una reconstrucción de la muralla. 



A pesar de la topografía irregular del terreno y de los giros que va presentando la muralla, esta tiene cuatro puertas principales y varias secundarias entre ellas. 

Caminando con nuestros acompañantes llegamos hasta un puesto de vigilancia, donde un vigilante pero no soldado registra el paso de visitantes; no tengo seguro que allí nos hubieran pedido el pasaporte, pero como llegar hasta la muralla estaba dentro de las posibles actividades del día lo habíamos llevado. La razón del pasaporte radica en que hasta 2007, el tramo de la muralla alrededor del monte Bugaksan había estado vedado por su proximidad a Cheongwadae, la residencia presidencial, y por eso no es de extrañar el encontrarse soldados en este tramo, que incluso pueden vetar la toma de fotografías. El 21 de enero de 1968 varios comandos norcoreanos fueron descubiertos a escasos 500 m de la residencia, donde entonces vivía el presidente Park Chung-hee, con el objetivo de asesinarle, de ahí las medidas de seguridad. 


Creo que el pasaporte sólo es necesario para el tramo comprendido entre las puertas Changuimun y Sukkeongmun, pero no lo aseguro. 

Allí mantenemos una conversación entre todos, las personas que nos han acompañado nos indican el camino que deberíamos seguir: una escalera empinada por el monte Inwangsan. Hablamos de tiempos, y a mí lo que me interesaba principalmente saber era si una vez entrado podríamos salir por la siguiente salida, que no fuera necesario recorrer los 10 km, o incluso si una vez arriba de esa infernal cuesta podríamos bajar por el mismo lugar; pero aquello era un poco conversación de besugos internacionales, cada uno con nuestra perorata personal pero sin sacar conclusiones y respuestas claras. 

Había que tomar una decisión por todos, y dicen que una retirada a tiempo es una gran victoria, así que eso es lo que hacemos, retirarnos con mucha pena y no afrontar la subida a la muralla. Si en lugar de las 16.35 el reloj marcara dos horas menos, no hubiéramos tenido duda de afrontar parte del camino de la muralla, sobre todo yo a pesar de mi escasa forma y fuerza física y sobre todo de mis ardientes y dolorosos pies.

La teoría es que hasta la siguiente puerta de salida, que podría coincidir con una puerta de salida y vuelta a la ciudad, la ruta duraría dos horas, con lo que a mi ritmo podrían ser tres, y eso si en el camino no termino de desfallecer, lo que significaría plantarnos a las 19.35 en este punto; si hay salida, pues bueno, no sería malo, no es una buena hora pero sería válida, pero si no la hubiera, el problema hubiera sido mayor al tener que continuar y ya con la noche sobre nosotros. 

Siguiendo el consejo de la buena gente que nos ha acompañado hasta allí y se ha preocupado de nuestra salud física, bajamos por el camino que va paralelo al tramo de muralla reconstruida. 



Desde aquí se obtiene una buena vista de la torre Namsan o torre de Seúl. 


Desde esta altura, a los pies del monte Bugaksan sí podemos ver con claridad el tejado azul (más bien azul-verdoso) de la residencia presidencial Cheongwadae


Terminamos de recorrer el tramo de muralla que desemboca al lado de la estación de metro de Dongnimun, por la que salimos para conocer la puerta Dongnimun, y es ahora cuando vemos una señal que indica el camino a las murallas, pero en ocasiones hay veces que no se consigue lo que se pretende, pero a cambio se reciben otras bondades, como la generosidad de las personas más allá del idioma. 


Este recorrido por las murallas tiene que ser muy interesante poder realizarlo, por las vistas, por la historia de sus piedras e incluso por la propia caminata, aunque preferiblemente en una temporada que no sea de tanto calor. Y este es el camino casi completo por ellas: