6 de marzo de 2015

Canadá - Ville de Québec - Restaurante Saint Amour


Gastronomía con amor santo 

Para la última noche que pasamos en la ciudad de Québec hicimos una reserva para cenar en un restaurante elegido con dos premisas: la primera, que tuviera buenas críticas y que fuera de cocina con algo de creatividad por aquello de ir ampliando el paladar; la segunda, que estuviera cerca del hotel, que por la noche ya estaríamos cansados de caminar durante todo el día y tampoco queríamos hacer uso de taxi. Con las pocas opciones en la mano, el elegido fue Saint Amour. Durante uno de nuestros paseos por la ciudad habíamos pasado por su puerta para saber bien su localización e ir directos. 


El chef es Jean Luc Boulay, del que se dice que su pasión gourmet encuentra el sentido en la belleza de los colores, la alegría de los sabores, la delicadeza de las texturas y el placer de los perfumes. En principio, suena bien. 


La foto de la entrada la hacemos cuando salimos porque a la llegada era una romería de gente saliendo, y es que aunque la hora es temprana para cenar para nosotros, 8.30 h, para Canadá ya es casi tardía. 


Hay dos salas en el primer piso, una junto a la barra, y otra en un patio con techo de cristal, que es más elegante, bonita y armoniosa, pero abarrotada y ruidosa. Nosotros somos afortunados por estar en una esquina de la primera, lo que en principio no parecía bueno, resultó ser de lo mejor. Las fotografías por supuesto son al final de la velada, cuando éramos de los últimos comensales. 



En menú degustación hay dos elegir, Inspiration o Discovery, y como el segundo tiene más platos para probar, no hay duda de nuestra elección. Para eso habíamos comido lo más ligero posible en el Château Frontenac a base de picoteo al estilo español. Pedimos maridaje de vinos para ir adquiriendo más cultura vitivinícola. Cuando nos sirven los platos nos cuentan en qué consisten, pero sinceramente estuvimos bastante perdidos en las explicaciones, con lo que era más sorpresa que nunca.

Comenzamos con un aperitivo o mise en bouche: Scallop, mussel, deer. Acompañado de Champagne Bourdaire, Gallois, Brut, Pouillon. Como siempre la vieira exquisita, el mejillón pequeño pero me gustó, y eso que no un molusco que me apasione, es más lo intento evitar; y el ciervo muy bueno, nada de sabor fuerte a caza, solo un retazo. 


Primer plato: Duck foie gras, three ways textured fruit varations. Acompañado por Semillin Icewine, Pillitery Estate, Canadá; sobre este vino especial, icewine, aprenderemos más en la Península del Niágara, durante la visita a la bonita población de Niágara on the Lake. .

Si estás en Canadá, y las raíces de su cocina son francesas, no puede faltar un plato de foie, con el que me sigo peleando, pero si además es una de las especialidades del chef del restaurante, no podía saltarlo en el menú. Y nada mejor para acompañar que un vino elaborado con uvas que se recogen congeladas, elaboración creada en Canadá con buenos resultados.

Y no, no me convenció el plato, pero solo por mi paladar negativo a este alimento, que a mi compañero de mesa le encantó y se hubiera pedido otro. No seré malévola y no diré que lo que más me gustó fue el pan tostado, aunque no pasaré a ser buena del todo y diré que lo que más me gustó fueron las salsas dulces de frutas de acompañamiento y la decoración tipo cuadro modernista del plato. Ya sabemos, sobre gustos, los colores. 


Segundo plato: Celeriac and granny Smith cream soup; lobster, snow crab and cilantro pearled with fennel oil. Acompañado con Seyval, Chardonnay, Les Pervenches, Québec.

Una crema de apio y manzanas Granny Smith –las que están muy ricas en los gin tonics- con un toque de langosta y cangrejo –creo recordar que había un regusto de ellos pero nunca llegando al sabor a crema de marisco-, decorado con un chorrito de aceite de hinojo. Muy rica la crema a pesar de no encontrar todos sus sabores (que no siempre es problema del chef o del cocinero a cargo, el paladar y sus aptitudes son muy importantes). 


Tercer plato: Yellowfin tuna tataki; salted seaweed robe, seared honey armillary mushrooms shredded fennel with citrus, meat jus with lime. Acompañado por Pinot noir, Vreilles Vignes, Nicolas Potel, France.

Un bocado exquisito de atún de aleta amarilla, con algas, champiñones, hinojo y lo que para nosotros fue más sorprendente, una salsa de carne, que le quedaba genial. 


Cuarto plato: Rack of doe; seared organic mushrooms, Yukon Gold potato natural jus with wild ginger. Acompañado por Côte du Rhóbles, Paso Robles, Eberlé, USA.

Un carré de ciervo buenísimo, jugoso y tierno, muy sabroso; acompañado de puré de patatas del Yukón (uno de los territorios que forman Canadá) y jengibre. 


Quinto plato o antepostre: Fine Québec cheeses, blackberry purée, balsam fir jelly nuts and Anicet honey. Acompañado por MacVin Tura, Domaine Monborgeau.

Los quesos para terminar una comida es muy francés, y además siempre quedan bien; aunque la selección quizás quedase un poco lineal y escasa, pero estaban buenos. Para acompañar, avellanas, puré de moras y miel. 


Postre: Saint Amour sweet fantasy; sea buckthorn cake, exotic fruit ice cream babaco néctar, Bourbon vanilla espuma. No lo acompañan con ningún vino, menos mal que teníamos un poco en nuestros copas del último servido con la carne (en la mesa hay una fiesta de copas, por lógica si no pides que te las retiren, allí se mantienen, y afortunadamente allí estaban).

Muy bonita, llena de detalles y colorida la presentación, siendo además un plato refrescante que ayudaba a la digestión. Curioso me resulta ahora al buscar la traducción de buckthorn cake encuentro que es un pastel de espino cerval, ¿espino cerval?, un arbusto cuyas bayas son tóxicas. Al pastel le acompaña un helado de babaco (hoy toca aprender mucho), una fruta sudamericana y una espuma de vainilla al Bourbon (poco Bourbon la verdad); la galletita de regalo. 


No tomamos café ni té, no queríamos nada que pudiera desvelarnos, estábamos increíblemente cansados, y como no pudieron servirnos unos petit fours para acompañar estas bebidas, nos los pusieron en sendas cajitas para llevar (gracias, un buen detalle). 


La cena fue buena, aunque no tanto como me esperaba, no fue demasiado sorprendente, y quizás por eso parte de mi “decepción”; si volviera no pediría menú degustación y elegiría platos de mi gusto de la carta.

El maridaje de vino estuvo correcto, pero ninguno de los elegidos provocó una gran sorpresa, ni nos provocó hacer la ola, eran casi "un quiero y no llego"; en otras ocasiones, si probamos uno y nos gusta intentamos buscarle para volver a degustarle, pero en esta ocasión fue bebida de acompañamiento nada más. 

El local demasiado bullicioso, y esto para el precio que se paga es un elemento negativo, no se puede tener ambiente de restaurante informal (aunque esto no es provocado por el restaurante sino por los comensales, del restaurante sería la solución, insonoridad, con un reparto mejor de mesas). 

El servicio muy atento, pendiente de cantarnos y contarnos nuestros platos y nuestros vinos.

Comparando la cena de este restaurante con el Toqué! De Montréal, sin lugar a dudad me quedo con el segundo, donde en general todo brilló desde el primer momento y en todo momento; además de según nuestro parecer la relación calidad-precio-lugar es más acorde y equilibrada.