13 de septiembre de 2013

Chile - Santiago - Casa Colorada/Museo de Santiago - Iglesia de San Agustín - Teatro Municipal - Mansión Subercaseaux



¡Milagro, milagro!

Salimos de la plaza de Armas por la esquina que da a la calle Merced, donde destaca un edificio metálico que fue preconstruido en Francia (un dato a recordar para futuros paseos por Santiago) y que nos hace encontrarnos con el Santiago que nos gusta por estos atisbos de coquetería arquitectónica.


Junto a este edificio se halla la colonial Casa Colorada, el mejor edificio de este estilo conservado en la ciudad, construido en 1769 por el portugués Joseph de la Vega. La casa fue la residencia del presidente de la primera junta revolucionaria, Mateo de Toro y Zambrano, un comerciante con dinero y primer conde de la Conquista, título que pagó a la Corona Española.

La peculiaridad de la casa, el color no es peculiar sino típico de la época colonial, reside en la existencia de dos plantas, algo poco habitual en su época. La familia vivía en la segunda planta y la primera se utilizaba como almacén donde se vendían los productos de sus tierras. 

En la actualidad alberga el Museo de Santiago, al que intentamos acceder, pasamos por la puerta, en la que había tres personas hablando, una de ellas el vigilante o algo parecido, que según entramos viene detrás de nosotros y a nuestra pregunta de ¿es visitable? nos echa un jarro de agua fría, no,  está cerrado, y eso que tenía apuntado que hasta las 14 h los domingos el museo estaba abierto, pero puede ser que estuviera de rehabilitación reacondicionamiento. 

Querer visitar esta casa no era por el museo, que seguramente resulte interesante con sus mapas, maquetas y dioramas, sino por la casa en sí, porque es la única colonial que se puede visitar en la ciudad, aunque de sus tres patios originales sólo queda el primero, alrededor del cual están las salas del museo.  Posiblemente como museo sea más completo el Museo Histórico Nacional pero ¿a qué es bonita esta casa colorada?


Bajamos por la calle peatonal paseo del Estado, y en su cruce con la calle Agustinas se alza la iglesia de San Agustín, antes llamada iglesia de Nuestra Señora de Gracia, y como vamos bien de tiempo, por las puertas cerradas de la Casa Colorada, decidimos entrar a visitarla, que no siempre nos encontramos con las puertas abiertas de las iglesias, y si lo están en muchas ocasiones están oficiando misa. 


La iglesia fue construida en 1707, sustituyendo a un templo anterior levantando en 1597 que fue destruida por el terremoto del 13 de marzo de 1647, pero corrió la misma suerte con el terremoto de 1730, tras el que tuvo que ser reconstruida. 

Su interior es bastante luminoso, aunque en la foto no lo parezca. 


En el techo, aparte de los numerosos retratos de santos y santas, destaca su colorida y florida decoración. 


Entre los diferentes altares de sus naves laterales destaca uno sobre todo, que acoge un crucifijo, el llamado Cristo de Mayo o Cristo de la Agonía, tallado en Perú en 1613 por Pedro Figueroa. 


Detrás de la imagen del Cristo hay una historia: tras el terremoto de 1647 los monjes recuperaron la imagen intacta, la única del templo que no fue destruida, pero con la corona de espinas en torno al cuello de Cristo, lo que fue considerado como un milagro ya que el diámetro de la corona es menor que el de la cabeza. Los agustinos recorrieron las calles para celebrarlo y así,  a partir de este momento el 13 de mayo se convirtió en la principal fiesta religiosa de la ciudad, que en la actualidad no tiene la misma importancia que entonces y se celebra de forma más sencilla. 


En esta iglesia descubrimos una de las tónicas generales que iremos viendo en todas las iglesias en el país: en casi todos los altares suele haber una placa con una oración o súplica dedicada para poder ser rezada sin necesidad de memorizarla, y casi siempre hay gente orando, bien esta oración, que entonan de forma rápida u otras. 

En las puertas de entrada a la iglesia se ve el Corazón Sagrado de Jesús labrado, y es que este corazón ha formado parte de nuestras vidas, con diferentes lapsus de tiempo nosotros hemos estudiado en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, y precisamente por coincidir estudiando y conocernos estamos hoy juntos.


El convento agustino también guarda una historia, aunque no se trata de milagros, sino de brujería (¿leyenda o realidad?). La iglesia y el convento fueron construidos bajo la financiación de la familia Lisperguer, a la que pertenecía Doña Catalina de los Ríos, la última de la saga, una mujer sin escrúpulos a la que apodaban La Quintrala, a la que se le atribuyó haber envenenado a su padre, haber cortado la oreja a uno de sus amantes y haber concertado una cita con un amante para que lo asesinaran mientras ella miraba. A los sirvientes y esclavos los mandaba mutilar o matar cuando se le antojaba. Nosotros diríamos que era "una joyita".

Mientras se reparaban los daños del terremoto, La Quintrala guardó la imagen de Cristo en su casa pero la devolvió porque “no quería que en su casa nadie la mirara mal”. Pero por aquello de que nunca se sabe y de que Cristo es Dios, dejó dinero para que saliera en procesión el 13 de mayo de cada año. 

La leyenda popular además añade que, cuando fue juzgada por sus crímenes prometió al Cristo que si la salvaba de la cárcel le pondría todos los días dos velas de una libra de peso. Extrañamente el juicio de La Quintrala quedó sin sentencia y las velas se le siguen poniendo al Cristo (en la fotografía se ven dos velas frente al Cristo, pero este detalle no quiere decir nada en principio, porque en todos los altares siempre hay velas). 

En la misma calle Agustinas se encuentra el Teatro Municipal, diseñado por el francés Brunet des Baines, y a la que Charles Garnier, el arquitecto de la ópera de París, ópera que parece que nos persigue en nuestros viajes, como en Hanoi, dio el visto bueno. Está construido en estilo neoclásico francés en 1857. 


En 1870 un incendio destruyó casi por completo el edificio y el teatro abrió de nuevo en 1873 tras la reconstrucción realizada por el arquitecto Lucien Henault. 

La Orquesta Filarmónica, el Ballet de Santiago y el Coro del Teatro Municipal actúan aquí de forma permanente. 


Frente al teatro se alza la mansión Subercaseaux, uno de los ejemplos más llamativos y hermosos en la ciudad de la influencia de la arquitectura francesa construida en la ciudad a finales del siglo XIX. Entre el teatro y esta mansión podría parecer una calle francesa. 


La casa fue construida para la familia Subercaseaux, una acaudalada familia vinatera, claramente por el apellido de origen francés y que actualmente está ocupada por un Club de Oficiales de las Fuerzas Aéreas. Frente a ella se alza un pequeño pabellón que aloja por un lado una cafetería de estilo muy europeo, y por otra da acceso a un parking, está construido en el estilo de la casa pero le resta importancia y visibilidad a la fachada de ésta, con lo que no nos convence. 


Lo que no nos importa ni molesta frente a la casa es una pequeña fuente, un regalo de 1910 de Argentina a la ciudad de Santiago, con cuatro niños o putti jugando. 


Desde aquí volvimos sobre nuestros pasos para visitar en horario la iglesia y el convento de San Francisco

El itinerario de este paseo