2 de enero de 2012

Australia - Great Ocean Road (1) - Geelong - Torquay - Bells Beach - Eastern View - Aireys Inlet - Lorne - Bahía de Loutit - Great Otway National Park - Apollo Bay


Playas y animales libres

Desde Melbourne hay una excursión que es casi imprescindible, que nos planteó "problemas maritales", no nos poníamos de acuerdo en el modo de hacerlo. A mí me apetecía hacerla por libre, pero ahora no dependeríamos del transporte público australiano como en las Blue Mountains, tendríamos que haber alquilado un coche y lanzarse mi marido a conducir por la izquierda en una carretera que no sería el mejor modo de aprender a hacerlo, ya que sería su primera vez. Al final, en Sydney optamos por otra opción para hacer esta excursión, contratarla por internet con una agencia, de buenas referencias aunque parecía curiosa y particular, pero con la buena sensación de ofrecer una excursión muy completa y con la posibilidad de pagar un plus por una actividad extra que salía muy bien de precio, su nombre, Go West!. Además ofrecían ipods con las explicaciones en castellano, y este fue un punto decisivo, seguramente si hubiera sido en inglés no lo hubiéramos hecho y nos hubiéramos perdido un día diferente y muy divertido. 

El destino es la Great Ocean Road, de la que se dice que es la mejor ruta costera de Australia, 418 km ida y vuelta desde Melbourne (demasiados kilómetros para hacerlos en un día y con un solo conductor), con una de las panorámicas más hermosas del mundo (aquí podríamos hablar largo y tendido de nuestras increíbles carreteras y panorámicas costeras). 

A la hora convenida, 7.30 h de la mañana,  estamos en la puerta del hotel esperando nuestro transporte, y comienza nuestra preocupación porque no llega, y lo lógico es pensar que hemos picado en una trampa por internet a pesar de todas esas buenas referencias. Pasados más de quince minutos preguntamos en recepción por si ellos conocen la empresa y dicen que no, algo más de susto, aunque tampoco me extraña demasiado porque el hotel es de estrellas y la compañía que hemos contratado es más para mochileros, a pesar de que incluyen los hoteles de todas las categorías en su hoja de ruta de recogida de pasajeros. 

El hotel tiene dos entradas, una de ellas utilizadas por los coches, que es donde estamos esperando porque era el punto de recogida, pero ante la duda mi marido decide ir hacia la otra por si acaso, y en este momento, llega una minivan a toda pastilla, con el logo Go west!, ¡aleluya, están aquí!. Sale una australiana simpática pidiendo disculpas por el retraso y de momento vamos solos, pero ya nos avisa que ella no será nuestra guía, que nos uniremos a otro grupo, y que de camino hacia la minivan con el grupo completo recogemos en otro hotel a una joven asiática que sorpresivamente aunque hace frío (no tremendo pero frío) va calzada con unas sandalias. 

Nos llevan con el resto del grupo, somos los últimos, los lugares buenos en la minivan, por supuesto en el lado izquierdo, ya están cogidos, así que nos acoplamos donde quedan dos libres, casi al final del todo, yo voy sentada encima de la rueda, con lo que voy más alta que mi marido y me da un ataque de risa. 

Os presento a nuestra simpática  minivan


La conduce otra chica, una australiana que parece bastante joven y que es muy dicharachera, en inglés por supuesto y a partir de ahora el viaje va a ser un no parar, bueno si, parar paramos mucho pero paramos rápido y corriendo de un lado a otro. 


Salimos de Melbourne por la Princess Hwy a través del elevado West Gate Bridge, pero del que nos es imposible hacer fotos, entre los botes del medio de transporte y los quiebros automovilísticos de nuestra conductora lo hacen completamente inviable. 

Comenzamos a notar las diferencias de este tour, una de las principales es la música, salimos a ritmo de los Village People ya que el nombre de la empresa como ya he mencionado es Go West!, este viaje pinta divertido, pero ya no desvelaré la selección de canciones durante todo el viaje para que se quede en una agradable y divertida sorpresa por si alguien la hace en un futuro cercano o lejano.



Pasamos por Geelong, la segunda ciudad del Estado de Victoria en cuanto a tamaño, que tiene uno de los puertos con más tráfico del estado y con una gran industria. Para los aborígenes significa “lugar donde vive el pájaro del mar sobre los acantilados”. John Batman, un colono blanco les compró la tierra a los aborígenes por un par de camisas de algodón, cuchillos y baratijas, porque para los aborígenes la tierra no era para ser poseída, con lo que creo que realmente no sabían que la estaban vendiendo y que perderían sus derechos sobre ella. 

De la ciudad no vemos casi nada, la calle por la que la atravesamos, y solo os puedo mencionar que en ella vivió el actor Guy Pearce. 

Desde Geelong se toma la B100, la Great Ocean Rocean, a la que llaman Great Bitumen Sea Snake, la gran serpiente de betún, porque serpentea por las playas de gran oleaje. La carretera fue construida como homenaje a los soldados que sirvieron en la Primera Guerra Mundial; las obras comenzaron en 1918 y muchos de sus 3.000 trabajadores eran veteranos de guerra, inaugurándose en 1932. 

El recorrido junto al mar comienza en la localidad de Torquay, un centro de vacaciones desde finales del siglo XIX. Desde aquí se toma un desvío y comenzamos a ver el increíble paisaje, por un lado el verde (casi irlandés) de los prados y montañas y por otro el azul inmenso del océano. 



Hacemos una parada para ver nuestros primeros canguros en libertad, lejos pero en libertad, en una reserva para ellos. Aunque a distancia por lo menos no nos vamos sin verlos en su hábitat más o menos natural.


Continuamos el camino, camino de tierra porque ya no es carretera, y vamos dando botes los ocupantes y los cachivaches que hay en la minivan, con lo que yo sigo partida de risa, en algún momento pienso que vamos a ver como una rueda de nuestro transporte va a saltar y nos va a adelantar. Realmente no pensé en un accidente, si lo hubiera hecho o lo hubiera hecho mi marido nos hubiéramos bajado allí mismo pero estábamos disfrutando y confiábamos en la conductora, que tenía tablas de sobra pero claro el susto es el susto. 


El camino termina en la famosa Bells Beach, una playa donde se producen unas olas ideales para el surf, con lo que es un punto de encuentro internacional entre surfistas, sobre todo cuando se celebra el Bells Easter Classic, un acontecimiento mundial en el calendario del surf que se celebra en Pascua.  



Una plataforma submarina es la responsable de las excelentes condiciones de la playa para practicar el surf. Este es el lugar de encuentro final en la película de Patrick Swayze y Keanu Reeves en Point Break, Le llaman Bodhi, ya que el primero tenía una cita ineludible con la gran ola para cabalgarla, aunque realmente las escenas no se grabaron aquí sino en Estados Unidos. 


Tenemos tiempo para bajar y pisar arena, porque lo de mojarnos como en Bondi Beach con el frío que hace no se nos pasa por la cabeza. La pena es que el mar no tiene olas y estaría bien haberlo visto en su esplendor, con olas que pueden alcanzar los 10 m de altura, incluso con surfistas, pero solo llego una mujer con su perro que se enfundó en su traje de neopreno pero sin tabla, solo iba a darse un baño (refrescante sin lugar a dudas).


Los servicios, parada que hacemos parada que aprovechamos que no sabemos cuándo será la siguiente oportunidad, tienen una caseta muy decorada con pinturas de tipo aborigen.


Continuamos por la carretera y a nuestra derecha vamos viendo casas bonitas, con buenas vistas al mar, pero hay una que nos parece asombrosa y muy original,  con una pasarela acristalada en voladizo por la que se accedía.


La siguiente parada es pasada la localidad de Eastern View, en un arco conmemorativo de la construcción de la carretera. El arco original de 1939 se tuvo que reemplazar al ensanchar la carretera, le sustituyo otro que se quemó en un incendio, y el sustituto sufrió daños durante una tormenta, con lo que en la actualidad el arco que se ve es el cuarto arco, y solo es original el cartel del primer arco. 


En un lateral hay una escultura que muestra el trabajo realizado en las rocas para la construcción de la carretera por marinos y soldados que volvieron de la Primera Guerra Mundial. El empleo de esta mano de obra tuvo su controversia porque la población veía con malos ojos que a los soldados se les adjudicara esta labor después de las penurias en la guerra pero los constructores y gobernantes pensaron que el aire del mar les favorecería, aparte de tenerles ocupados con un trabajo (la segunda razón vale, un empleo, un salario, pero de la primera se pueden hacer comentarios y ninguno bueno). 


Desde aquí se puede acceder a la playa, cosa que hacemos a toda prisa, un subir y bajar rápido que la minivan tiene que seguir el viaje. En la primera foto al fondo se divisa el faro de Aireys Inlet, en rojo y blanco pero no paramos en él, y seguro que se tienen bonitas vistas del océano, no mejores solo diferentes. 



Pasada la localidad de Lorne, que lleva el apellido del Marqués de Lorne y que es una de las ciudades más frecuentadas de la costa, al encontrarse entre esta y la cordillera Otway, paramos a tomarnos un té con galletas…y recuerdo a Stan en Nueva Zelanda, que aquello sí que fue glamour. El del hoy está bien, es reconfortante pero le faltaba el nivel de los manteles, las galletas caseras de la mujer de Stan…todos esos pequeños detalles que lo hacen un recuerdo grande aunque el de hoy es un recuerdo divertido (a cada momento y cada lugar su propio recuerdo). 

Lo mejor sin duda las vistas que tenemos de la bahía de Loutit


Unos habitantes, a los que ya conocimos en los Royal Botanic Gardens de Sydney,  contemplan como nos comemos las galletas pensando si le dejaremos alguna, pero este grupo de turistas se las comieron todas, y  luego guardaron todo en sus cajas que van debajo de los asientos de la última fila, y ahora ya sé de donde proviene el ruido en los baches y saltos, es la vajilla que se da de golpes... mientras no salga disparada y acaben los cubiertos clavados en nuestros cuerpos... 


Repostados continuamos el viaje y algo más adelante paramos en uno de los muchos miradores que hay en la carretera, que no suelen ser grandes pero la ventaja para los conductores de derechas es que pilla en el lado izquierdo y por ahí se conduce, con lo que es fácil verlos, aparcar y desaparcar, que en dirección contraria no lo veo tan fácil. 


Vemos el camino que tenemos por delante y que sin lugar a dudas promete emoción y vistas.


En la siguiente parada nos adentramos un poco en el Great Otway National Park, lo justo para descubrir un mar de eucaliptos con sus simpáticos habitantes, de nuevo la fauna en su hábitat, ahora gracias a una de las pasajeras con vista de lince descubrimos a los perezosos koalas, que están en las ramas más altas, cobijados y escondidos. Yo creo que por lo menos una decena llegamos a ver, y esto solo a pie de carretera sin entrar en el bosque, por el que hay senderos por los que pasear e incluso hacer caminatas largas de varios días. 



Saliendo del parque nacional pero a los pies del mismo una nueva parada, ahora una colonia de loros Crimson Rosella, a los que ya conocimos en el Taronga Park Zoo de Sydney pero no es lo mismo verlos en los aviarios que en completa libertad. 


Aparte de lo sociables que pueden ser estas aves por regla general, se nota que están acostumbrados al ser humano, andan por la carretera y no porque estén de camino, seguro que están esperando algún alimento, aunque sigue estando prohibido hacerlo. 


Al lado de los pájaros y a una altura más visible para nuestros ojos otro koala, un auténtico peluche para llevarse a casa.


Por el encuentro con la naturaleza, canguros, loros y koalas el viaje ya nos ha merecido la pena y no hemos llegado al destino final del mismo. 

El viaje continua curva va, curva viene, bache va, salto viene…en una de estas nos damos un chapuzón sin querer, el paisaje que se ve es impresionante en belleza.  A nuestra izquierda el mar y sus pequeños cortes rocosos. 


A nuestra derecha la inmensa campiña verde infinita, ¿se puede pedir más paz?


Llegamos a Apollo Bay, un antiguo pueblo pesquero que el turismo va revitalizando. La parada es de media hora, y es para comer, la conductora nos recomienda un fish and chips, Apollo Bay Seafood Cafe, que está lleno de comensales y cuenta con una cola importante para pedir, con lo que tardamos más de lo que nos hubiera gustado para disfrutar de la localidad y sus vistas. 

Un fish de calamares y un fish de barramundi, que ambos tienen bastante cantidad de fish y de chips


Con nuestra comida bajamos a la playa, por lo menos tendremos bonitas vistas del mar mientras nos alimentamos.

 

Hace viento que es frío, no como para temblar pero no es agradable, y las gaviotas poco a poco comienzan a revolotear por encima de nosotros y a posarse a nuestros pies, su mirada no es muy amigable, con lo que decidimos zanjar la comida, además entre la espera para recogerla, llegar a la playa y comer se nos ha pasado la media hora.

Cuando llegamos a la minivan están todos dentro, la conductora comienza a aplaudir y todos la secundan, yo pongo una cara rara, miro el reloj y digo extrañada: “We’re on time”, la conductora me sonríe y me explica que es por eso, que estamos todos dentro con tres minutos de adelanto, uffff, que susto me había llevado pensando que nuestros relojes no iban en hora y estábamos haciendo esperar a nuestros compañeros.