31 de enero de 2011

Vietnam - Delta del Mekong (1) - De Cai Be a Can Tho

El dragón de nueve cabezas


A las 8 h de la mañana nos reunimos con Tram, y antes de partir nos hace sentarnos en una zona de recepción para contarnos sobre la excursión de hoy, el delta del Mekong, despliega un mapa y se pone a hablar, descubrimos que habla muuuuuucho, pero sus explicaciones son muy interesantes.

Por la Nacional 1 salimos nuevamente a los arrozales, que en esta ocasión ya no llegan al borde de la carretera, porque la misma los ha cercenado y de alguna manera su inmensidad no es la misma, aunque ahora se parece más el paisaje a lo que hemos visto en las películas de guerra, con más palmeras tupidas al fondo.

En una de las poblaciones por las que pasamos coincidimos con la salida de un colegio o instituto y es curioso ver a los estudiantes en bicicleta y uniformamdos, vestidos en negro y blanco, ellas con el ao dai al que algunas le dan el toque de color con sus sombreros.

El río Mekong es uno de los más caudalosos del mundo, nace en el Tíbet y pasa por China, Myanmar, Tailandia, Laos y Camboya antes de formar el delta en Vietnam, más de 4.500 km de recorrido para terminar en nueve afluentes, las nueve cabezas del dragón. 

El delta se ha ido formando con los sedimentos depositados del río Mekong a lo largo de varios siglos. Ha sido reclamado por Camboya y en 1978 los Jemeres Rojos perpetraron una terrible masacre en muchas de sus aldeas, lo que provocó la entrada en guerra de Vietnam en 1979 con el país, ayudando a la caída del regimen comunista, dictatorial y asesino del Pol Pot y su ejército. 

El delta es un entramado de 60.000 km2 con pueblos, afluentes y canales, conformando un mundo diferente y especial, muy especial diría yo. Y todo esto se puede perder por las presas que se construyen en China, por la deforestación en Camboya, por la acumulación de basura que se tira desde los pueblos cada vez mayores. Obras que deberían pensarse o consultarse entre países, ya que son para mejorar la situación de algunos en perjuicio directo de otros, y costumbres a las que deberían ir poniendo freno aunque sean ancestrales. ¿De quiénes son los ríos que pasan por varios países?

En el delta se produce el 45% de la producción agrícola de todo el país, que comprende aparte el arroz, sorgo, caña de azúcar, coco, frutas, maíz, cacahuetes y soja.

Las inundaciones y las terribles crecidas del río se cobran todos los años centenares de vida, el Mekong es al tiempo la vida y la muerte para algunos de sus habitantes. 

Llegamos a Cai Be donde embarcamos en un sampan parecido al del río Perfume pero sin dragones, aquí llevan los ojos protectores.

 
Comienza la inmensidad de este río a aparecer ante nuestros asombrados ojos. 


Más que palabras imágenes de la vida en el Mekong, ellas lo dicen todo, navegar por él es aprender y sentir con la vista y espero que lo podáis hacer más o menos como nosotros con esta selección de fotografías.













Las casas pueden ser flotantes pero también pueden ser auténticos palafitos, que ellos llaman sobre pilotes, esto es lección de historia al natural.




Los mercados suelen ser también flotantes, es la vida sobre el agua, más activa que en la bahía de Ha Long

 
Pero también los hay terrestres.





Y todo esto en poco más de diez minutos, y solo he hecho una selección de fotos de lo más llamativo o diferente o curioso, que haber hay muchas más.

El paisaje es calmo e hipnótico, solo lo rompe el sonido del motor del sampán, que al principio te distrae algo pero al que te acostumbras y casi es música porque son los ojos donde se concentra toda nuestra atención. 


Hacemos una parada para conocer diversos procesos de fabricación, como las obleas de arroz (banh trang), que es una pasta de arroz y agua que se vierte sobre un lienzo de tela con vapor y luego se recoge una vez cocido. Las obleas se colocan sobre unas bandejas de bambú que se sacan al exterior para que se sequen y se queden bien tiesas (al mojarlas con agua vuelven a tener su consistencia blandita); la chica encargada de esta tarea no da abasto ante la producción de la señora. 

También fabrican unos muy pegajosos caramelos de coco. Tanto de la oblea como de los caramelos te dan a probar, más bien lo hizo nuestra guía, a la que ya conocen bien y se maneja como en su casa. 


Al salir de esta casa hay una zona de licor de arroz (xeo) con sus serpientes dentro, donde se puede degustar y no me resisto, Tram empieza a conocernos mejor, porque para brindar no hay nada mejor que Tram phan tram (cien por ciento, o sea, hasta el final de un solo trago). 

Salimos de esta fábrica-tienda-casa para entrar en otra donde ahora nos enseñan cómo se hace el arroz inflado. Sobre una capa de ceniza (bien negra y aceitosa) se echa el arroz, y cuando salta se pasa a un cedazo para separarlo de la ceniza.

Los caramelos que fabrican aquí son de arroz (creo que era arroz pero podría ser que no), que para batirlo hay que hacerlo muy rápido, parece magia que no acaben con toda la pasta por el suelo. La pasta se extiende en un molde y luego la van cortando a rectángulos. 

 
Volvemos al sampán para seguir navegando. En el agua hay multitud de plantas, a las que llaman asientos de agua, pero no creo yo que uno pueda sentarse en ellas. 

 
Un típico puente de mono, construido con ramas para llegar a los sampanes desde las casas, o para pasar entre las casas, o cruzar los pequeños canales del río, que la verdad mucha seguridad no ofrece para trepar por él, para eso mejor ir directamente por el agua.


El paisaje y su vegetación siguen cautivándonos, con imaginación podemos ver a los charlies salir de sorpresa ante los soldados norteamericanos. ¡Cuantas películas vistas con este paisaje!

 
El sampán nos acerca a un canal pero no entra en él, parece ser que no puede por el nivel de agua. Desembarcamos y caminamos por el lateral del canal para llegar hasta el restaurante donde nos toca comer hoy, Mr Kitts. Es una casa antigua de un comerciante japonés que ha sido acondicionada como restaurante.

El lugar es una cucada, con los muebles originales, con ornamentación de maderas labradas y con madreperlas, con sus altares, con todo aquello que hemos viendo por casas y templos a lo largo del país.


Nuestra mesa está en el exterior, estaremos solos en este comedor, otros grupos estarán en otro patio pero este es solo para nosotros.


Lo más curioso, y es muy normal en los restaurantes vietnamitas, es que hay un lavamanos en el exterior, en este caso enfrente de las mesas a la derecha, ya lo vimos en Tam Coc, y en este caso dos para evitar aglomeraciones.

Hoy probamos una nueva marca de cerveza para comer, ¿os suena el tres? Pues tres veces tres, Ba Ba Ba.

Y comienza la divertida comida, para empezar una sopa de semillas, que está riquísima y lleva loto, maíz, zanahorias, judías…


Continuamos con unos rollitos de primavera, con la diferencia que la capa que los envuelve está más crujiente que ninguna de las que hayamos probado, acompañados de unas deliciosas flores de calabacín rebozadas y fritas.

 
De tercer plato nos toca una gamba por persona, supongo que pillada de un estanque donde las deben criar y mantener, que se encuentra al entrar hacia la terraza comedor. De la triste gamba no hay foto porque nos parecía hasta ridículo. 

Y llega el plato estrella, oreja de elefante, un pescado del Mekong (si, de ese río completamente marrón y lleno de suciedad).


La señorita que nos atiende nos prepara el primer rollito para que luego lo hagamos nosotros: se coge el papel de arroz (como el que vimos hacer y secar), se remoja en un recipiente con agua para que se reblandezca, se coloca en el plato para rellenarlo con el pez (que se rasca para sacarle la carne y quitarle la piel y escamas) y verduras, y luego se enrolla. Una artista en el manejo de todo.


Pero no consigo hacer un rollito ni medio bien a pesar de mi empeño, hago un amasijo de papel de arroz, verduras y pez, porque la lámina de arroz se me queda pegada en el plato y no puedo doblarla como se debe…y por supuesto nada de utilizar los palillos para esta labor.


Sin comentarios ante mi destreza, hay cosas que debería evitar hacer tan públicas pero ya os he comentado lo pato que soy para muchas cosas, y esta es una más, aunque con algo más de práctica seguro que lo consigo, y siempre hay que reírse de uno mismo. 

Así que al final dejo que mi marido me prepare la comida que se le da mucho mejor que a mí, y es que él tiene mucho rollo.

Se termina con un plato de láminas de cerdo algo picantes con arroz y de postre fruta, donde destacan los miniplátanos…el tamaño no importa.

Al salir del restaurante una madre con dos niños está esperando a los clientes y el niño más mayor, como seis-siete años, me da una flor amarilla, que yo cojo con gusto y le pido a mi marido que le dé un dólar, tenía al tiempo la felicidad y la tristeza en su rostro, era un niño pero al tiempo un adulto. Fue un momento extraño, duro y especial.

Ahora el sampán si nos está esperando en el canal, y yo veo el agua al mismo nivel que antes. Este canal es amplio, hay otros que recuerdan más a la guerra de Vietnam, más estrechos, con la vegetación entrando en el sampán y en los ojos, con las palmeras peinándote pero por estos, tristemente, no pasamos, aunque sí hay excursiones que pasan por ellos, no en sampanes a motor sino en pequeñas barcas a remo. 


Los pescadores se dedican a lo suyo ajenos a los turistas.


Salimos del canal al río nuevamente y aquí también sacan arena del fondo como en el Río Perfume y me asombra la cantidad de barcos y sampanes que van cargados con este material. 

De nuevo imágenes, una tras otra ante nuestros ojos, es increíble la vida de este río y sus enseñanzas (la primera en blanco y negro porque me ha gustado así).





Con su espectacular paisaje de palmeras recuperadas de los efectos de las armas químicas y la deforestación que provocaron. 


Yo solo puedo decir impresionante, asombroso, mágico, diferente, cautivador… ha sido una hora y tres cuartos de viaje espectacular.

Hacemos una parada en un vivero de plantas y árboles. Donde nos dan una degustación de frutas: guayaba, pomelo (más dulce que el que conocemos) y la rica fruta del Jack. Esta cata resultó un recargo de energía después del calor.


También hay un plato de longan, que Tram se agenció en su bolso haciendo honor a su nombre, “tranquilamente”. 

En una especie de escenario instrumentos musicales, suelen acompañar esta degustación con música del país, pero nosotros no esperamos que los músicos se reincorporen y dejamos el vivero.

De nuevo al sampán a seguir disfrutando, con unos colores diferentes en el horizonte y en el agua por la lenta caída del sol que se va produciendo.

 
Los puentes ya no son de mono, en este caso está financiado por el gobierno de Australia.


En Vinh Long se acaba nuestro maravilloso paseo por el Mekong, que ha sido increíble, nunca me hubiera podido imaginar lo bonito que es y la cantidad de sensaciones calmas y no tan calmas que provoca. Durante el viaje hemos tenido paisajes preciosos, vivencias únicas, y personalmente el Mekong me ha satisfecho de una manera muy especial.

Al coche que todavía tenemos que llegar al lugar donde pasaremos la noche, ya que no volvemos a Saigón. Vamos a Can Tho, y para ello ahora se puede ir cruzando un puente que antes era solo en sampanes y similares, financiado por japoneses, que es estéticamente bello.

Can Tho es el centro cultural, político y administrativo del delta, situada a 169 km de Ho Chi Minh City. 


Son 3 km de puente para atravesar el río que es casi un mar y que espero que hayáis disfrutado del viaje por él, y que aunque las fotos no reflejan todo lo que se siente navegando por él por lo menos una mínima parte haya podido ser captado, y es que yo me quedo sin palabras para contarlo, esto se queda en mi corazón para siempre.

El hotel es el Victoria Can Tho, pertenece a una cadena de hoteles por el país (y algún otro país del sudeste creo) fundado por una francesa, que es como retroceder en el tiempo, de repente entramos en el siglo XIX o principios del XX.

Con pasillos impolutos que rememoran balnearios.

 
Sobre el escritorio una nota que llama la atención e incluso asusta, por lo menos a mí que no me llevo especialmente bien con los animales, aparte de perros y gatos con reparos a razas y actitudes, sobre todo con los insectos y reptiles.

 
Los geckos estaban por todas las paredes en la escalera, una gran colonia, que afortunadamente yo no encontré en la habitación y nadie tuvo que soportar mis gritos, que seguramente hubieran asustado más a los pobres animalitos que ellos a mí. Al notar presencia humana (para ellos un ruido) se escondían detrás de las lámparas, los cuadros... 

Nos damos una vuelta por el hotel para conocerle, llegando a su coqueta piscina, pero si me quedo aquí no salgo al exterior, así que nuevamente sacrifico un refrescante baño por el placer de ver.

Saliendo al río hay un barco que pertenece al hotel donde se puede cenar.

La única “pega” del hotel es que se encuentra apartado de la ciudad, que solucionan con un servicio de sampán con el que te traen y te llevan previa petición, con lo que asunto solucionado, pero no recuerdo los horarios. Nosotros caminamos por el pequeño paseo al lado del río. 


Contemplamos como la vida nocturna de la ciudad comienza a despertarse con las luces de neón que adornan sus negocios, pero el paseo de repente se corta, está incompleto y no llega hasta la ciudad y nos tenemos que dar media vuelta, y eso que estábamos decididos a continuar a pesar de que tenemos hora para la cena, pero estábamos dispuestos a apretar el paso para llegar lo más lejos posible y lo más cerca de la ciudad. 

Al lado del hotel había un restaurante con comedores privados en cabañas que era una cucada, para tener en cuenta, Hoa Su es su nombre.

De vuelta al hotel para la ducha, el restaurante principal está de reformas y las comidas se sirven en el restaurante al aire libre, cosa que me da yuyu por los mosquitos, pero afortunadamente no vimos ni notamos ninguno y salí ilesa.

En el trayecto desde Vinh Long al hotel Tram nos preguntó si nos gustaba la serpiente, y como no la hemos comido pues no sabemos, a lo que nos pregunta si la comeríamos, por supuesto la respuesta es afirmativa por nuestra parte sin pensarlo ni un momento. Pero nuestra Tram es comunista ahorradora, y no quiere llevarnos a cenar porque tenemos la cena incluida en el tour, y esto para ella es tirar el dinero, no una inversión turística como lo vemos nosotros, así que quedó con nosotros en recepción cinco minutos antes de la cena para entregarnos un tupper con serpiente, y nos acompañó hasta la mesa para dejarnos bien sentados (muy especial esta mujer resultaba ser pasito a paso).

El caso es que la carne de serpiente está rica, tiene un buen gusto que no puedo asemejar a nada, es como pez sin serlo del todo y es casi como pollo pero también sin serlo. El problema de esta serpiente en particular es que habita en las aguas del Mekong o alrededores y tenía un regusto tremendo y asqueroso a lodo, a barro, con lo que una vez que tenía el trozo en la boca y lo estaba disfrutando, todo ese sabor a barro en el paladar y unas arcadas terribles, que fui capaz de aguantar y terminar de tragar. Resultado: no comimos más serpiente y fue una pena, porque creo que bien limpita debe ser un plato exquisito


De subida a la habitación nos encontramos con los habitantes protegidos del hotel, y yo rezo para que ninguno se cuele en la nuestra. 


 Hoy toca dormir soñando con el dragón de nueve cabezas.