8 de enero de 2013

Corea del Sur - Jeju-do - Jusangjeolli o Jisake



La pequeña calzada de los pequeños gigantes



Las visitas programadas del tour con nuestro paso por el Pueblo Folclórico Seongeup se han terminado, pero Sonia amablemente nos pregunta si queremos ir a ver unos acantilados con formaciones rocosas que no suponen un desvío de nuestra ruta de vuelta al hotel. Nuestra respuesta es contundentemente afirmativa, hay que aprovechar el tiempo y los extras siempre son bienvenidos. 


Pasamos al lado de un cartel en el que se anuncian muchas cosas, todas por supuesto en coreano, pero lo que llama mi atención es la frase publicitaria de la isla sobre estos anuncios: The world comes to Jeju, and Jeju goes to the world (El mundo viene a Jeju, y Jeju va al mundo). 

Llegamos al lugar donde nos ha traído Sonia y a la entrada muchas mujeres instaladas en puestos venden uno de los productos agrícolas estrella de la isla: las mandarinas, con las que elaboran el té especial hallabong, del que compré en el Museo del Té O'Sulloc, aunque las mandarinas no tienen todas su mejor presencia. 

 
El lugar elegido por Sonia no podía ser más hermoso ante nuestros ojos, una bocanada de agua, sal y piedras modeladas en los acantilados de la costa Daepo



Jusangjeolli o Jisake (entrada 2.000W) es un tramo espectacular de 2 km de costa con rocas poligonales  de basalto, de cinco o seis lados, que han sido formadas por la contracción, un fenómeno producido cuando el magma volcánico sale al exterior, exponiéndose al aire y se enfría en la tierra. Se formaron por la erosión del mar y el viento hace unos 14.000-25.000 años. 


Los flujos de lava provenían del volcán Nokhajiak. Hasta la primera mitad del siglo XVIII se creía que estas columnas eran producto de la cristalización dentro del agua, pero a mediados de este siglo los vulcanólogos entendieron que este proceso era producido por la cristalización de los flujos de lava. Donde se produjó un más rápido enfriamiento se formaron las columnas más estrechas. 

Y el mar colabora en la erosión de estas piedras, con un espectáculo de rompimiento hipnotizador, en lugar del típico reloj para realizar el hipnotismo, en nuestro caso se puede utilizar con más efectividad el vaivén del mar...se pueden pasar las horas contemplándolo.


En otros tramos de costa, las columnas no se han terminado de formar, está la base pero la parte superior ha quedado de forma irregular, una masa de piedras como en cualquier acantilado. A mí estas columnas me parecen trompas de elefante, supongo que me recuerdan a los de Angkor y su terraza homónima; y es que o me falta imaginación o me sobra por doquier, parece que el término medio no va con mi persona.


Para mí fue una gran alegría la idea y regalo de Sonia de traernos, ya que uno de esos lugares que me gustaría conocer es la Calzada de los Gigantes de Irlanda, una formación del mismo origen, con columnas que en fotografías parecen mucho más impresionantes. 


El acceso al acantilado está cortado, sólo han abierto un paseo sobre él, esto es por dos razones: por seguridad, al poder escurrirse sobre las piedras mojadas (más de uno tendría accidentes) y el preservar estas formaciones de pisadas y sobes de manos. 



El lugar no sólo es bonito e impresionante por las formaciones rocosas, sino que también lo es por la visión del mar, que continúa su ritmo hipnótico sobre las rocas.


Salimos de los acantilados dándole las gracias a Sonia por habernos traído y con una pregunta de ella hacia mí y mi guía elaborada sobre el país, ¿tu conocías?, creo que andaba algo mosqueada con la guía que llevaba, que era una chivata de lugares e historias, lo que comenzó a forzarla para sorprendernos con visitas no concertadas y a aprender o reaprender sobre los lugares que visitaríamos, con lo que por las noches, tras hablar con su familia, ponerse al día con los Juegos Olímpicos de Londres, también se conectaba a internet en busca de información. Gracias Sonia.