En
el altiplano chileno
Desde la laguna Chaxa seguimos en dirección sur, vamos ascendiendo en altura, lo que me
produce la inseguridad de si nos afectará (más bien si me afectará, que puestos a pillar algo parece que siempre estoy dispuesta), de momento no hemos tenido ningún
síntoma pero esto no quiere decir nada. La cordillera nevada es nuestro telón de fondo, al tiempo que nuestra realidad de que en el desierto hace frío.
Hacemos la primera
parada, que al tiempo que paisajística es también una fisiológica, y como son
varias las minivan que llegan, aunque no tantas como en otros lugares del
desierto y del salar, la cola que se forma ante los baños es considerable, pero
es que es el único lugar para hacerlo... que al aire libre es contaminación medioambiental.
Las piedras y rocas
salinas al ir ascendiendo han dado a un paso a la vegetación de coirón, un
matorral que nos acerca a las películas de vaqueros y sus bolas de vegetación
seca “corriendo” por la calle donde va a tener el duelo o el encuentro entre
buenos y malos.
El coirón o paja brava es una especie
vegetal perenne, que se desarrolla en suelos de tipo arenoso, en relieves
de escasa pendiente y en extensas planicies. Sus poblaciones son parte fundamental de
los “pajonales” altoandinos del Altiplano. Esta planta también la vimos en Nueva Zelanda, y nos llamó la atención allí, porque la asociamos a terrenos áridos y este país es la explosión del verde.
Estamos en el
altiplano chileno, donde hay lagos de aguas cristalinas y dulces, a los pies de
las cumbres nevadas de las montañas de los Andes, las lagunas altiplánicas (mirar mapa de localización), que forman parte de la Reserva Nacional Los
Flamencos.
Hace millones de años
el paisaje aquí era muy distinto, las aguas provenientes de la alta cordillera
discurrían libremente frente a los volcanes Miscanti y Miñiques, bajando hasta
el Salar de Atacama, camino en el cual se generaba un pequeño río con riberas
compuestas de bofedales (humedales) y fauna local. Hace menos de un millón de
años, una erupción del volcán Miñiques interrumpió el avance de las aguas, las
cuales comenzaron a estancarse, producto del cambio geomorfológico del sector,
formándose las lagunas.
La primera laguna que
vemos es la laguna Miscanti (se paga
a la comunidad atacameña el acceso pero no sé el coste porque estaba incluido en la excursión), con forma de corazón y bajo el volcán Miscanti (5.622 m).
Marcelo aparca la
minivan y Osvaldo nos da el consejo de ir lentamente hacia la laguna, que no
nos apresuremos por llegar, que así es como el cuerpo y la cabeza sienten el
mal de altura, porque el esfuerzo físico es lo que lo produce. El mal de
altura, soroche o apunamiento se debe a la falta de oxígeno por la
altitud, y por eso recomiendan no comer mucho, porque si el oxígeno se
concentra en el estómago para hacer la digestión, éste faltará en el riego de la
cabeza. Se suele presentar a cotas a partir de los 2.400-2.500 metros sobre el
nivel del mar y estamos a 4.120 metros. Afortunadamente no sentimos nada, nadie
en nuestro grupo siente nada, entre los que hay mayoría de chilenos haciendo
turismo patrio.
De flora, el ya familiar coirón,
y de fauna, unas bonitas vicuñas, a las que todos miramos y fotografiamos
entusiasmados, y es que ¡somos como niños!
La vicuña es un
camélido silvestre, de menor tamaño que la llama, a la que vimos en "cautividad"
en Toconao. Su pelaje es castaño color canela y el pecho blanquecino,
y con su fina lana se tejen ponchos. Su gestación dura once meses, por lo que
sus poblaciones aumentan muy lentamente, y por ello su caza está prohibida, lo
que ha permitido aumentar considerablemente el número de ejemplares. ¡Qué
bonitas son! (y bonitos que no diferencio el sexo)
Caminamos hacia la
laguna y de nuevo, porque a cada paisaje que encontramos nos ocurre, nos
quedamos atrapados ante la belleza natural; tan poco, tan grande; tan sencillo,
tan inmenso. ¡Ah!, y por si os preguntáis si hacía frío, sí que lo hacía, en
algunos lugares la laguna estaba congelada, y a pesar del sol el ambiente era
de frío, y en invierno se puede llegar a los 30ºC bajo cero.
La laguna abarca 15 km2
y se suministra de infiltraciones de agua de lluvia de tipo subterráneo y
termal. La laguna tiene forma de corazón, y sí, mirando e imaginando se puede ver su forma.
En los alrededores de
la laguna volvemos a encontrarnos con lindas vicuñas, estos son sus dominios y nosotros los intrusos.
Subimos a la minivan,
y es que supongo que aparte de no cansarnos con el ejercicio físico y evitar el
posible mal de altura, si el camino lo hacemos a pie tardaremos más, no por ser
un gran recorrido, sino por la dispersión que se puede producir en el pequeño
grupo, cada uno mirando hacia un lado.
Cercana a la laguna
Miscanti (izquierda), se encuentra la laguna
Miñiques (derecha), a 4.115 m de altitud; Miñiques recibe aporte de agua de
la laguna Miscanti. Entre ambas lagunas se encuentra el volcán Miñiques (5.910 m).
La laguna Miñiques es más
pequeña que la Miscanti, y en ella hay patos y gaviotas andinas nadando y
alimentándose, también es el hábitat donde anida el flamenco andino, y en las riberas de las lagunas existen los
llamados corredores biológicos, por los que transitan las vicuñas, por lo que
para mantener preservado este hábitat no nos podemos acercar hasta la orilla,
además tenemos la vista encima de los guarda parques, que aparte de cobrar
entrada y custodiar los baños públicos, su labor principal es la de parar a los
turistas desaprensivos.