10 de marzo de 2011

España - Medinaceli (Soria)

El arco desde la carretera

Por la N-II dirección Zaragoza y Barcelona en multitud de ocasiones hemos pasado por el desvío a Medinaceli, pero nunca hemos parado para conocer uno de los arcos romanos más famosos de España, con lo que un día decidimos visitar la localidad y conocer in situ el arco.

Un antiguo castro fortificado de tribus celtíberas fue el orgien de la Occilis romana, estratégico enclave defensivo en la calzada que conducía de Zaragoza a Toledo, y de la Medina Selim árabe. 

Almanzor la convirtió en cuartel general de sus duras incursiones, y la tradición o la leyensa le supone enterrado en las proximidades de la localidad (incluso se llega a afirmar por algunos que debajo del arco). 

Si por aquí estuvieron los árabes también lo estuvo el Cid Campeador y sus huestes. Tras la reconquista cristiana, Alfonso VII le dio un fuero. A partir de la mitad del siglo XII, con Enrique II como rey castellano, la ciudad vivió su época de esplendor, siendo elegida como residencia por numerosas familias de abolengo, llegando al culmen con la creación de un ducado por los Reyes Católicos. Desde mediados del siglo XVI la zona cayó en decadencia y muchas iglesias fueron derribadas por no poder atenderlas. 

A la villa se llega por una carretera en ascensión ya que se encuentra en un pequeño cerro en la cuenca del río Jalón.

Plaza Mayor, amplio y clasica castellana con soportales en algunos de sus laterales.


En la plaza se halla al frente el edificio con arcos de la antigua Alhóndiga, hoy Juzgado de Instrucción, el Ayuntamiento (¿dónde sino ?), y el edificio donde se halla el Aula Arqueológica, y donde se pueden ver los antiguos mosaicos que se encontraron debajo de la plaza y de otras calles, y que corresponderían a viviendas. 


En otro lateral de la plaza se encuentra el Palacio Ducal, del siglo XVIII, que cuando lo visitamos en Diciembre de 2010 estaba en fase de restauración. 


En su interior acoge el Centro de Arte Contemporáneo, con cuadros y esculturas distribuidos por varias salas y en el patio, en el que estaban instalando una cubierta de cristal que parece que ya se ha terminado. 


Si hay algo que hacer en Medinaceli, y en cualquier ciudad con pasado medieval, es callejear y disfrutar. 



Si se está en Medinaceli hay que ir hasta el Arco Romano, arco del Triunfo de los siglos II-III, cuya triple arcada lo convierte en un ejemplo único en España. A través de sus arcos vista de los campos castellanos. 


Siguiendo por este camino se encuentran lienzos de muralla y se llega hasta el castillo, ya en las afueras de la ciudad. 

 
Continuando el camino de las murallas se disfruta de las vistas a pesar del viento que empujaba con fuerza.


Se continúa el camino de las murallas y despunta la torre de la Colegiata. 

 
Para llegar hasta la puerta árabe, por la que volvemos a entrar en la ciudad por una plaza donde se encuentra la Ermita del Beato Julián, levantanda sobre la casa donde nació.  


Caminamos de nuevo hacia la Plaza Mayor para llegar hasta la Colegiata de Santa María, del siglo XVI. 


Fue el panteón de los duques, y está necesitada de obras de rehabilitación urgentes, porque sus muros tenían humedades. El retablo es del siglo XVII.


Si hay algo típico de Soria es la mantequilla, con lo que no puede faltar la fábrica y tienda de la misma, donde tampoco falta la bollería variada. 


Saliendo nuevamente hacia la zona de las murallas, hacia el norte, se encuentran el Beaterio de San Roman, posiblemente construido sobre una antigua sinagoga, y un nevero árabe medieval, donde se almacenaba el hielo. 


Es curioso cómo el viajar va acercando las culturas por mucho que los hombres parece que se dedican a distanciarlas. En nuestro viaje a Corea, en la ciudad de Gyeongju fuímos a visitar una de estas neveras, el Seokbinggo y la razón fue por esa cercanía y por nuestro recuerdo de este nevero.
 
Para terminar el recorrido en el Convento de Santa Isabel, habitado por monjas clarisas, el único que queda de los tres que existían en la villa, y a la adyacente Iglesia de San Martín


La visita a esta ciudad no estaría completa sin un buen lugar donde yantar, en este caso fue en el Asaldor de la Villa El Granero, por recomendación del amable señor de la oficina de información, que al preguntarle por un sitio donde ir a comer, nos recomendó su casa, pero ante la imposibilidad que su señora no admitiera nos dio algunas sugerencias, y nosotros nos decantamos por esta. El restaurante, como su propio nombre indica, se encuentra en un antiguo granero. 




Compartimos unos ricos puerros con vinagreta.





Un revuelto de setas de campo, muy rico también.


Y para cada uno un plato de alubias de la ribera del Jalón, con su chorizo y tocino, todo muy light.



Del postre no hay fotos, creo que nos lanzamos a él de forma convulsiva, para mi marido una masa de hojaldre con chocolate (para chupetearse los dedos) y para mí un helado con mantequilla de Soria (rico pero algo pesado por el sabor persistente de la mantequilla).
 

España - Elciego (Álava) - Restaurante Hotel Marqués de Riscal

Hora de celebrar

Por la noche tenemos una cita con la gastronomía para celebrar el aniversario, ¿que mejor que una buena cena?. Por esta razón lo celebramos con retraso, porque queríamos hacerlo en el Restaurante Gastronómico del hotel, y hasta el 4 de febrero no se volvía a abrir, con lo que esperamos con paciencia. 

La cocina es cosa de Ramón Piñeiro, que aprendió en los fogones del mencionado Hotel Restaurante Echaurren con Francis Paniego, el primer chef de la región en recibir una estrella Michelín.

Piñeiro forma parte de la asociación Slow Food, fundada en 1989 para contrarrestar la fast food y la fast life, impedir la desaparición de las tradiciones gastronómicas locales y combatir la falta de interés general por la nutrición, por los orígenes, los sabores y las consecuencias de nuestras elecciones alimentarias. Como concepto no está nada mal.

Un detalle que no me gustó es que los restaurantes están juntos, y cuando digo juntos, es que el ascensor que lleva a ellos para directamente en el Restaurante Bistrot y por una puerta se entra en el Gastronómico. Me parece que era como uno solo en origen y que luego se desdoblaron para ofrecer las dos cocinas, con una puerta y decoración diferente lo solucionan.

Nuestra mesa está en una esquina, apartada, romántica ella, y con las mismas vistas que desde la habitación, pero ahora nocturnas. Creo que al hacer la reserva con tanta antelación, y devoción, nos reservaron una de las mejores mesas, sino la mejor, del restaurante.


Las lámparas del restaurante van a tono con las curvas del edificio, y esta es mucho más bonita que las de la mesita de noche, que parecían gorros de ducha gigantes, y para otros les ha recordado airbags, o sea que raritas eran. 


Hay dos menú de degustación para elegir, el más clásico, que tenía platos más contundentes, parecía más apropiado para una comida que para una cena; y el que nos pedimos, el menú de vanguardia

Para comenzar de aperitivo una teja de pipas (crujiente y con pipazas) y palitos de aceituna negra (poco sabor a aceituna pero muy rico).


Nos pedimos un maridaje de vinos por aquello de ir aconsejados, y aprovechan para darte de sus bodegas, este es otro de esos detalles que podían mejorar, o bien ofrecer alternativas, ya que se trata de un buen restaurante creo que tienen que ofrecer un buen maridaje, ya sea con sus vinos o con los de otras bodegas, ya que tienen una extensa carta con productos de bodegas nacionales e internacionales. Maridan con una copa de vino blanco Rueda, al que ya conocemos, una de vino blanco Limousine, que es uno de mis blancos favoritos, una copa de vino tinto de las uvas de Toro y se termina con una copa de vino tinto de Gran Reserva.

Del primer plato no hay foto: Sobre un canto del Río Oja, corte de queso, miel y trufa. Y es que es tal cual, el camarero, que por cierto es el mismo que nos atendió a mediodía en el Wine Bar y nos sonrío al vernos, te trae la piedra, digo el canto con los dos montaditos de queso, envueltos en finas láminas de hojaldre, que tienes que coger con tus dedos y pasarlo por el canto para recoger la miel y la trufa. Fue difícil aguantar la risa pero lo conseguí hasta que se fue, pero para comenzar fue divertida la cosa.


Del segundo tampoco hay foto, y es que eran dos croquetas Echaurren, y aunque a mediodía tampoco las hicimos fotos, pues no dejan de ser croquetas normales y corrientes, aunque eso si, otra vez riquísimas, con una bechamel muy suave.
Ya podemos comenzar con las fotos. Suflé de queso Idiázabal y aceite arbequina ecológica, compota de tomate con toques herbáceos y cítricos. Estaba bueno, el tomate aunque escaso al fondo del plato, combinaba fenomenal con el queso, y le daba su puntito de sabor, así como el contrapunto ácido.


Cardo asado al aroma de sarmientos. El original era pimiento pero se ha terminado la temporada y no les quedaban, supongo que los que ellos utilizan para esta receta que deben ser especiales porque pimientos hay. Riquísimo, este plato con el pimiento tiene que ser un escándalo, para repetir y todo.



Alcachofa cocinada en su jugo con almendras y jamón. Estaba tan rica la alcachofa, tan blandito su corazón que nos lanzamos a ella y no hay foto, eran dos pequeños corazones de alcachofa. 

Caviar de vino tinto sobre cuajada de foie gras. Miedo me daba el foie gras, que por supuesto no era de La Piara que es el que me gusta (algunos de mis gustos son de los más normales y sencillos), con lo que la presentación era divertida pero no terminé con él. No digo que estuviera malo es que el hígado y su fuerte sabor no van conmigo. Mi marido si se lo comió bien y no dejó nada.
Hongo 25 minutos, luego asado con clorofila y pera. Impresionante este plato, el hongo estaba de escándalo, la clorofila es un toque de color y sabor al fondo del plato; el sabor de la pera no lo encontré fuerte o quedaba diluido, pero el hongo valía por todo, en textura y sabor. 
 
Cigala del Cantábrico cocinada sobre sal de Añana con ensalada de vainas y su jugo. Otro plato estupendo, la cigala riquísima pero las vainas eran una gozada de suaves y tiernas, seguramente cortadas con una mandolina. 


Láminas de bacalao ligadas con pil-pil, sobre pimiento verde y cebolla confitada. Me vuelto a topar con otro ingrediente non grato para mí, el bacalao, que lo intento si es menester pero que me cuesta o incluso no puedo como me ocurrió en esta ocasión. Los lomos de bacalao fresco si los como, pero el desalado no me gusta el sabor, tiene que ser más un recuerdo que el sabor de salazón fuerte que suelen tener para que lo pueda comer, así que lo probé pero no comí casi nada y luego me disculpé ante el camarero que me ofreció traerme otro plato. Y si, si os preguntáis ¿pero no habías leído el menú? pues si, pero soy muy aventurera, a veces he comido cosas que no me suelen gustar y en ocasiones me han gustado, con lo que ¿por que no intentarlo?. 

Lomo de corzo, manzana asada y verduritas. Me sorprendió el tamaño del lomo, ya que era el último plato, y aunque en estas comidas lo que prima es la calidad, su elaboración y presentación y no la cantidad, si me pareció un buen pedazo de lomo, que además estaba muy tierno y jugoso; un buen plato sin lugar a dudas.


Si bien es cierto que no me lo comí todo, dejando el foie, el bacalao y algo del lomo de corzo, si os puedo decir que me lo bebí todo. 

De postre, sorbete de limón con cítricos y frutas rojas, castaña de chocolate. La castaña de chocolate es la salsa del sorbete, o eso o yo ya estaba castaña del todo .  Un sorbete clásico que siempre refresca y ayuda a hacer la digestión. 


Para terminar nos sirvieron unas pequeños pastelitos, petits fours, de los que no hay fotos, pero de los que dio buena cuenta mi marido, que a mí ya no me entraba nada.   

Con esto se termina la estupenda cena del menú de vanguardia, cuya relación precio-calidad es aceptable, sobre todo teniendo en cuenta los precios que se manejan hoy en día solo por tener los platos un título rimbombante. ¡¡Buen provecho!!.