27 de junio de 2016

Uzbekistán - Bukhara - Caravanserai Sayfiddin - Coffehouse Adras (caravanserai G'ulomjon)


Caravanserais modernos

Desde la plaza Registan, donde se encuentran la madraza Mir-i-Arab y la mezquita Kalon con su minarete, volvemos hacia atrás, pasando nuevamente por los bazares Toki Zargaron y Toki Telpak Furushon, disfrutando en este paseo de la bonita cerámica al estilo de Rishtan que se exhibe en los puestos callejeros. 


Volvemos a pasar por el bazar Toki Sarrafon, y en la plaza Lyabi-Hauz entramos al caravanserai Sayfiddin, del siglo XIX, que alberga un centro de artesanía. 



Oyott nos enseña la localización del restaurante donde cenaremos esta noche, quedando con él directamente aquí, no hace falta que se acerque al hotel a buscarnos, que no tenemos muy claro donde estaremos. ¿no se perderán?, pues puede que yo sí, pero mi gps particular no, aunque Bukhara no tiene mucha pérdida en este cogollo de monumentos.

Es temprano, hace calor, así que decidimos que volveremos al hotel un rato, y cuando pasamos  junto a Nadir Divanbegi Kanaka, vemos una pareja de novios realizando su reportaje de boda, acompañada por una corte de familiares pendiente de los detalles. 


Al cabo de aproximadamente hora y media de descanso, que por supuesto es acompañado por una refrescante ducha (si se entra al hotel al final se acaba una remojando de una manera o de otra ya que el cuerpo lo pide a gritos) volvemos a salir a dar un paseo, ahora al atardecer, buscando nuevas tonalidades de las madrazas y mezquitas, así como de las cúpulas de los bazares, momentos y visiones que no nos decepcionan en absoluto. 

Callejeamos un poco en busca de una mezquita escondida entre los callejones pero no fuimos capaces de encontrarla en esta ocasión, aunque si lo hicimos el día siguiente, la mezquita Khodja Zayniddin, porque perseverantes somos cuando queremos. Y a la hora convenida estamos en el restaurante, donde ya nos espera Oyott, Coffehouse Adras, junto a la plaza Lyabi-Hauz, ocupando el caravanserai G’ulomjon, del siglo XIX. 



El local es coqueto, aparte de la planta baja tiene otros dos pisos, estando situada nuestra mesa en el último. 



Oyott nos pide permiso para no cenar con nosotros, hoy es el cumpleaños de uno de los guías y tienen fiesta esta noche. Se sorprende de que le demos las gracias por dejarnos una noche romántica a solas en tan bonito lugar (mitad guasa, mitad verdad), donde parte de la velada estará amenizada con la música de un violinista. Y por supuesto, de nuevo vuelve a preguntarnos si seremos capaces de volver solos al hotel, es su trabajo y responsabilidad, por lo que le dejamos tranquilo con la seguridad que no nos perderemos, y ¡vete ya! 


Pan y cerveza, los básicos en la mesa. 



La cena comienza con unas samsa, empanadillas, cuya masa era ligera, más ligera de las que hemos ido probando hasta el momento. 


Una sabrosa crema de calabaza, parece que este restaurante tiene un poco más de toque refinado en la cocina. 


El plato principal, langhman, los spaguetis uzbekos acompañados con salsa de carne y una especie de crêpe. La masa de los langhman es contundente, pero sin lugar a dudas un buen plato de pasta de rico sabor, y por supuesto agradecemos la novedad y variedad en el menú, y aunque no nos hemos evitado la sopa o crema, sí han desaparecido las berenjenas. 


En esta ocasión con el camarero podemos hablar en inglés, cosa que no es siempre posible, más bien es un imposible, que nos ofrece repetir de lo que queramos, ya que la ración de Oyott está a nuestra disposición, pero declinamos la oferta porque con nuestros platos ya tenemos suficiente. Quizás la explicación de este uso del idioma, aparte de la propia iniciativa del camarero, es que los restaurantes que se llaman chaiyana en uzbeko, se traducen como casas de té, y la traducción al inglés es coffehouse.

De postre una especie de gofre pero menos pesado, más tipo bizcocho, y una salsa para bañarle que creo que no llegamos a utilizar. 


Terminamos la cena con un té que sirvo al estilo uzbeko de los tres vuelcos. 


Ya con la noche salimos del restaurante. 


Pasamos por la iluminada y siempre animada a estas horas casi nocturnas (es de noche porque no hay luz, pero no es tarde) plaza Lyabi-Hauz y llegamos al hotel, donde nos conectamos a internet para saludar a la familia, saber de ellos y contarles las novedades, y a descansar.