9 de marzo de 2014

Chile - Breve historia de La Patagonia



Los reyes de la Patagonia

El sur de la Patagonia (mirar mapa de localización) se compone de archipiélagos y una estrecha franja de tierra continental, todo cubierto por fiordos, campos de hielo, cumbres escarpadas y praderas azotadas por el viento. Patagonia está separada por el Estrecho de Magallanes de Tierra del Fuego, un territorio en su mayoría deshabitado que llega hasta el mítico (y temido) Cabo de Hornos. 


La Patagonia Sur está repartida en tres cuartas partes en Argentina, y una cuarta parte en Chile, abarcando más de un millón de km2. Las fronteras entre los países son algo difusas y llenas de controversia, para ello están los guardias fronterizos. 




 Fuente: moon.com


La Patagonia Austral Chilena se divide en la XI Región de Aisén (por la que no pasaremos nada más que sobrevolando) y la XII Región de Magallanes y la Antártica Chilena, con capital en Punta Arenas, región que engloba las provincias de Magallanes, Antártica Chilena, Tierra del Fuego y Última Esperanza. Dentro de la totalidad de la Patagonia se incluye también la Región de los Lagos.



La vegetación de esta región tiene que ser resistente a la escasez de agua, al frío y al viento (los humanos también deben ser resistentes). El clima es especialmente duro, y en el mismo día se puede pasar por las cuatro estaciones del año (cosa que no ocurrirá durante nuestra visita, tendremos invierno total). Por esta variedad climática la Patagonia coloquialmente ha recibido el nombre de Putagonia, “puta agonía”, porque los cambios de clima provocan cambios de humor y de estados de ánimo (a no ser que estés de vacaciones y tu humor sea excelente a pesar de las limitaciones climáticas). 


En 1977 el escritor inglés Bruce Chatwin publicó el libro En la Patagonia, sobre su viaje de seis meses por esta zona, fascinado desde la niñez por una pieza de piel de oso perezoso que su abuela tenía en una alacena de su casa inglesa, regalo de un excéntrico pariente que vivía en Punta Arenas. Un libro que no me ha enganchado del todo y del que esperaba más (el siempre dilema de las expectativas y los resultados). Este oso perezoso recibe el nombre de milodón y lo "conocimos" en su cueva, la cueva del Milodón.


Las cuevas han demostrado que el sur de la Patagonia ha estado habitado por el hombre desde el año 10.000 a.C., cuando el pueblo aonikenk llegó a la zona que hoy recibe el nombre de Magallanes. Tanto el sur de Patagonia como Tierra del Fuego fueron habitados por los pueblos indígenas onas o selk’nam, yámanas o yaghanes, tehuelches o aonikenk y alacaluf o kawésqar, en la actualidad comunidades desaparecidas (o casi). 


En 1520 el navegante portugués Fernando de Magallanes fue el primer europeo que recorrió la zona, empujado por una tempestad a través del estrecho que ahora lleva su nombre en dirección al océano que él bautizó con el nombre de Pacífico. Magallanes eligió el nombre de Patagonia para la zona cuando se encontró con los nativos tehuelches, a quienes llamó patagones por el gran tamaño de sus pies (contado así, mi mente me lleva a los grandes y peludos pies de los hobbits). 


El Seno de Última Esperanza estaba habitado por tribus kawésqar y aonikenk, y fue recorrido en 1557 por el navegante español Juan Fernández Ladrillero en busca de una salida hacia el Estrecho de Magallanes. Ladrillero lo bautizó con el nombre de Última Esperanza porque así consideró el seno en el intento de localizar el estrecho (desesperado estaba el pobre). 


Ladrillero vivía en una encomienda peruana y fue enviado a Patagonia por el virrey Hurtado de Mendoza. Tras dos años de penoso viaje, incluso tuvo que pasar un invierno refugiado en un fiordo, volvió a Perú para contar lo vivido y lo visto, que contó en un informe que se perdió en el Archivo de Indias, con lo que durante largo tiempo fue un personaje olvidado en la historia, hasta que finalmente fue sacado a la luz en el siglo XIX. 


Los contactos de los españoles con estas tierras magallánicas no fue especialmente bueno; un grupo de trescientos conquistadores al mando de Pedro Sarmiento de Gamboa trató de establecer un asentamiento en el Estrecho de Magallanes, pero murieron de inanición durante el crudo invierno; tres años más tarde el pirata inglés Thomas Cavendish halló un único superviviente, que lo logró conviviendo con los indígenas. A partir de entonces el lugar recibió el nombre de Puerto Hambre. 


Durante los siglos siguientes muchos exploradores, cartógrafos y naturalistas llegaron a la región, pero no encontraron razones para quedarse. Entre los naturalistas, llegó Charles Darwin con el navío Beagle en su viaje por el mundo hacia 1830. Los participantes pusieron sus nombres a los accidentes geográficos que descubrieron: Fitz Roy (un monte), Skyring (un seno, un canal del mar), Kirke (un canal)…


En 1830 el gobierno chileno puso su interés en el lejano sur para anexionarlo, y ello provocado por la ocupación británica de las islas Malvinas (o Falkland) en 1833. En 1843 el presidente Manuel Bulnes reclamó las tierras en torno al Estrecho de Magallanes, Tierra del Fuego y Patagonia Meridional, para lo que envió una partida compuesta por veintiún soldados con la misión de fundar el Fuerte Bulnes en el estrecho, pero el emplazamiento elegido fue tan desapacible e inhóspito que fue abandonado, y cinco años más tarde se fundó la ciudad de Punta Arenas, situada más al norte, que poco a poco fue creciendo.


Chile finalmente tuvo que renunciar a sus pretensiones sobre gran parte de la Patagonia, Argentina se aprovechó de la rivalidad entre Chile y Perú por los territorios del norte en la Guerra del Pacífico en la región de Norte Grande, para hacerse con la práctica totalidad del sur. 


Los primeros años estuvieron marcados por los ataques continuos de los indígenas, y viceversa. El nomadismo de las tribus chocó contra los intereses de los colonizadores (con toda lógica).


Los kawésqar fueron capturados por la armada chilena y fueron recluidos en la reducción que los salesianos tenían en la isla Dawson, llamada entonces Misión de San Rafael, y que tras el golpe de estado de Pinochet fue utilizada como campo de concentración diseñado por un nazi alemán refugiado en Chile, llegando a albergar a 400 prisioneros (Miguel Littín grabó el documental Dawson, isla 10, basado en las vivencias de uno de sus prisioneros, Sergio Bitar).


Los asentamientos europeos permanentes no se establecieron hasta el siglo XIX, con la llegada de misioneros, aventureros y comerciantes de España, Gran Bretaña, Croacia y el norte de Chile, y también llegaron inmigrantes de varias nacionalidades, como croatas, rusos e italianos, para trabajar en las estancias de ganado ovino, cuyos propietarios hicieron grandes fortunas a costa de las poblaciones nativas, exterminadas por los enfrentamientos y las enfermedades desconocidas por sus cuerpos. 


Muchos europeos llegaron a la Patagonia forzados por la pobreza en Europa, otros para escapar de las persecuciones política y religiosa (galeses y judíos), otros huyendo del servicio militar obligatorio que les enviaba a la Primera Guerra Mundial (desertores). 


La comunidad española, asturiana llegó a finales del siglo XIX, y durante un buen tiempo las lecherías de Punta Arenas pertenecieron a asturianos. José Menéndez, natural de Avilés, fue la figura más destacada, llegando a ser dueño de una gran parte de los terrenos del sur patagónico, y a él se le atribuye en gran medida el exterminio de la población indígena; fue apodado rey de la Patagonia


Entre los misioneros que llegaron a la Patagonia destaca la figura del padre salesiano Alberto María de Agostini, que fue capaz de compaginar la fe con la ciencia y la aventura, ya que se convirtió en el último gran explorador y el mejor documentalista de la región, fotografiando la época en la que los colonizadores capturaron y exterminaron a los indígenas. 


Los salesianos tenían la encomienda de educar, evangelizar y proteger a las tribus patagónicas de los abusos cada vez más atroces que se cometían contra ellos (en toda historia hay dos versiones, y esta es la más benigna). Hay documentos de esta comunidad religiosa que recogen historias de gran crueldad, como la del inglés Sam Islop, que se ufanaba de utilizar correas fabricadas con la piel de los indígenas. 


Las maravillosas fotografías del padre de Agostini descubrieron a los europeos a las tribus indígenas con sus ropajes realizados con piel de guanaco, con sus cuerpos pintados, montados en sus canoas, y cobijados en sus casas, tiendas hechas con ramas y pieles (como las de los indios de América del Norte, picudas). El padre incluso llegó a grabar una película documental, Tierra Magallánica





Fuente: usch.cl

De Agostini también cartografió rincones desconocidos de la Patagonia. Entre 1910 y 1929 organizó numerosas expediciones y en 1937 completó sus experiencias con un vuelo en avioneta. Un cura al estilo Indiana Jones o David Livingstone. Su última excursión montañera fue cuando tenía 73 años, al frente de la expedición italiana que en 1956 coronó los montes Sarmiento e Italia. 


La zona comenzó a desarrollarse cuando la fiebre del oro de California impulsó el comercio, ya que los buques que navegaban desde Norteamérica navegaban por los estrechos en sus viajes a Europa, hasta la inauguración del canal de Panamá en 1914, que lo cambió todo. Tras la Gran Depresión de 1929 la región de Magallanes comenzó un largo declive, y la competencia australiana, neozelandesa y canadiense desplazó a Chile y Argentina de los mercados internacionales. Muchos administradores británicos se marcharon a su país, incluso José Menéndez se mudó a vivir a Buenos Aires. Actualmente, la mayoría de las fincas o estancias, fuente de riqueza antaño, hoy están en bancarrota. 


La economía dio un giro en 1945, con el descubrimiento de petróleo y gas natural, con la llegada de las compañías petrolíferas, Magallanes volvió a prosperar. Del norte del país llegaron muchos obreros deseosos de ganar un buen sueldo. Al tiempo, la pesca comenzó a aumentar, asentándose la industria pesquera alrededor de 1970. En 1987 se empezó la explotación de los mantos carboníferos cercanos a la ciudad de Punta Arenas, que se encuentran entre los mayores del mundo. 


Los yacimientos de petróleo están casi agotados en la actualidad, pero todavía hay gas natural, estableciendo una empresa canadiense una de las mayores plantas de metanol del mundo en 1997. 


Con esta riqueza natural y su explotación Magallanes creció nuevamente, aunque en los últimos años se ha estancado económicamente, y se ha encontrado el turismo como fuente de riqueza complementaria. 


Una historia curiosa es la de Orélie Antoine de Tounens, el rey de la Patagonia, del que se ha rodado una película argentina en 1987 con el nombre de La película del Rey


Tounens era un abogado de provincias que vivía en Francia, y que en 1859, influido por la lectura de La Araucana de Ercilla y otros libros de viajes, navegó hasta el sur de Chile. Tounens pensó que los indígenas del poema épico eran el paradigma del concepto del “buen salvaje” de Rousseau, y que lo elegirían como soberano de su nación. 


Desembarcó en el norte de Chile y recorrió el desierto de Atacama, entabló correspondencia con el cacique mapuche Manil y otros jefes (no sé los cauces para llegar hasta ellos) y animado por sus respuestas, emprendió el viaje hacia el sur por el río Bío Bío, viajando con él un intérprete y dos franceses, a uno de los cuales nombró Ministro de Asuntos Exteriores, y al otro Secretario de Justicia, de su futuro reino. 


Extraño fue que cuando el cacique Manil estaba muriéndose murmuró que un extranjero blanco con barba conduciría a su pueblo a la libertad, tal y como lo había predicho una machi. Cuando Tounens llegó, fue recibido por el cacique Quilapan, y Tounes enseguida preparó un documento por el que decretaba la monarquía constitucional. Los indígenas de la Patagonia, tanto del lado chileno como del lado argentino, lo aceptaron como rey. En 1960 se celebró una ceremonia para establecer el nuevo reino. 


Tounens partió hacia Valparaíso donde redactó una Constitución, pero ni el gobierno chileno ni por supuesto Francia reconocieron su autoridad. Cuando regresó a La Araucanía lo hizo con un sirviente, de nombre Rosales, y estaba dispuesto incluso a ir a la guerra organizando un ejército indígena. La noticia de su idea corrió gracias a los vendedores ambulantes, y las autoridades chilenas se tomaron más en serio al francés que hasta el momento habían ninguneado o humillado. 


Rosales tendió una emboscada a su jefe, los chilenos apresaron a Tounens y fue primeramente trasladado a una cárcel y luego a un manicomio en Santiago, donde pasó varias enfermedades, entre ellas una disentería, tras lo cual Tounens aceptó dejar el país, con la mediación del cónsul francés. 


Tras su deportación a Francia regresó al menos tres veces a la Patagonia para reafirmar su autoridad y su reino; en cada una de ellas, fue detenido por la policía argentina o chilena y devuelto a Francia. En 1874 incluso llego a acuñar monedas. En 1878 murió en el pueblo francés de Tourtoirac, donde trabajaba alumbrando farolas. 


Aquí no termina la historia del reino de la Araucanía y la Patagonia. Como Tounens no había dejado descendientes, su primo, un vendedor de champán francés, decidió asumir el trono vacante con el nombre de Achille I – Aquiles- (no tengo palabras para esta sucesión). Nunca viajó a su reino pero hizo negocios vendiendo títulos nobiliarios (timo de la estampita versión nobiliaria). Los sucesores de Achille I mantuvieron y mantienen una corte de exilio en París, ya que la monarquía araucana sigue existiendo sobre el papel, y el actual rey es Phillippe Boiry, nacido en 1927, con una rocambolesca historia (como las que nos ocupa con esta "familia real") en la que heredó el título. Además es representante de las comunidades mapuche en el Comité de las Naciones Unidas sobre poblaciones indígenas en América del Sur. 


Si Orélie Antoine de Tounens hubiera tenido éxito, la Araucanía sería ahora una colonia francesa...