17 de julio de 2019

Botswana - Delta del Okavango

Una increíble sorpresa

En Okavango desde la pista de aterrizaje nos adentramos en un mar pajizo, que en principio no tiene nada que ver con las imágenes de los documentales ni de lo que hemos ido viendo durante el vuelo en avioneta, donde el verde y el azul eran los colores predominantes, pero es un paisaje increíblemente hermoso, que suena a solitario, a aventura, a emociones… 



Por supuesto volvemos a los baches del camino, a los que te acostumbras porque tu mente está concentrada en lo que tus ojos ven alrededor, de modo que tu cuerpo hasta se aisla y lleva el compás con armonía. 


No faltan los termiteros gigantes, que sinceramente al principio dan algo de temor imaginar miles de hormigas en estas altas estructuras. 


El conductor, Ancient o así le entendí porque no me dio tiempo a leer el cartel con su nombre, nos avisa que va a tomar un camino más incómodo, atravesando la vegetación pajiza, porque nos tienen preparada una sorpresa… ¿será un picnic?... porque la verdad tenemos hambre, ya que desistimos de comernos el wrap en el aeropuerto de Kasane. Nooooo, la sorpresa es aún mayor, tienen localizado un magnífico leopardo, y ante la posibilidad de que cambie su residencia y no podamos verle otro día, nos llevan hasta él, ¡¡magnífico ejemplar!! ¡¡que elegancia!! ¡¡que pose!! Mil gracias por este detalle, que podían haber obviado y nos hubiéramos quedado sin ver ningún ejemplar adulto. Si el león es el rey de la selva, esta mamá leopardo es la princesa, sentada en el trono gigante que le proporciona un árbol. 



Nuestro conductor otea los alrededores del árbol, sabe que hay dos cachorros de leopardo y los está buscando, hasta que finalmente da con uno de ellos escondido en un pequeño árbol, está dando cuenta de un pequeño impala, y la escena me impresiona, es la implacable ley de la naturaleza donde unos mueren para que otros vivan (hay una fotografía en la que se ve con claridad la cabeza del impala, pero no creo que haga falta verla). 



Continuamos camino hacia el lodge, y somos testigos de una preciosa escena semiacuática, nuestro conductor dice que es un waterbuck, yo no lo puedo asegurar, se parece mucho a otros antílopes y no se distinguen sus diferencias, la principal es una línea blanca semicircular en su parte trasera, que no se distingue bien aunque sí parece tenerla. Sea lo que sea, fue un momento hermoso, viendo como corría saltando este antílope africano entre las hierbas y sobre el agua, formando un chapoteo mágico. Los otros waterbuck que hemos visto eran hembras, en el Parque Nacional de Chobe, durante el safari fotográfico Pangolin, y no podemos comparar. 



Pasamos del agua y de la vegetación abundante a la sequedad del invierno y la hierba ya seca, y es que así es el delta, islas de tierra seca con gigantes termiteros entre mares de canales de agua y hierba fresca; increíblemente hermoso y hasta irreal. 



Estos paisajes se van alternando, y por ello es muy especial el delta del Okavango. 


Ahora nos posa un lechwe rojo, lo que puede parecer descaro es inseguridad y tener que estar alerta a ruidos y movimientos. 


A la carrera una manada de facoceros, animales que siempre van al trote, como si llegaran tarde a algún lado, se paran rápidamente a comer y continuan corriendo. 




En ocasiones para salvar el agua si es muy profunda se han instalado puentes de madera. 


Y si no hay puentes, se vadean los canales de agua, que para eso están preparados los vehículos, aunque con sus dificultades, precauciones e incluso riesgos. 


Tras esta pequeña (grande para nosotros) llegamos al lodge, pero esta parada nos ha retrasado más todavía de lo esperado y programado.