28 de mayo de 2014

Chile - Vuelo de Santiago a Madrid



Volviendo a casa

El camino desde el restaurante La Vaquita Echá al aeropuerto Comodoro Arturo Merino Benítez de Santiago se complicó más de lo que le hubiera gustado a Luis, nuestro conductor y ya casi amigo, porque tomó una carretera que pensaba estaría menos colapsada que la que suele tomar generalmente para este trayecto y resultó todo lo contrario, una caravana de coches infinita, así que cuando salió a la autopista no tuvo de otra que correr un poquito más, pero tampoco como para ir preocupados por nuestra seguridad, con lo que llegamos a nuestra hora sin problemas, que era mi preocupación cuando reservamos la excursión, si incluir comida o no, pero es que cuando se está pasando un buen rato cuesta mucho cortarlo, y Luis ha sido nuestro chófer pero también ha resultado ser una excelente compañía. 


Facturamos las maletas sin problemas, no están sobrecargadas de peso, y no tenemos sorpresas con nuestros billetes, tal y como se emitieron el día anterior se mantienen, nada de overbooking o cambios de asientos como en el vuelo de ida, pero claro, es que ayer los emitimos en el aeropuerto y ya sería demasiado que nos los volvieran a cambiar. 

No tenemos que pasar demasiado tiempo en el aeropuerto, y el que tenemos lo aprovechamos para cambiarnos de ropa y para refrescarnos la garganta, que en esta ocasión ni preguntamos por las duchas de la sala VIP, aunque no me pareció verlas. Una sala VIP de las más tristes que hemos conocido, y escasas en todo, incluso la del aeropuerto de Siem Reap de Camboya le daba unas cuantas vueltas; y por ello no hay fotografías de la sala, porque ni siquiera pensé en la entrada del blog (tengo que apuntar en mi cabeza hacer fotografías de más lugares). 


Con unos minutos de retraso, el vuelo estaba programado para las 18.05, salimos de Santiago y nos despedimos de Chile. 


Ya en el avión nos pedimos el último pisco sour chileno. 




Aparte del último periódico nacional chileno también me pido la versión chilena del ¡Hola!, algo de prensa rosa para conocer quién es quién en la alta sociedad chilena aparte de los clásicos nacionales e internacionales. No me preguntéis porque no recuerdo a nadie, es lo que tiene esta prensa, que es insustancial. 




Vuelvo a disfrutar de un bonito atardecer con sus colores anaranjados y rojizos. 





Nos despedimos de la casi siempre compañía aérea de las montañas nevadas. 





Llega la hora de la cena, y en el primer plato hay diversidad de opiniones: para él, sopa de puerros al vino blanco; para ella, salmón ahumado con ensalada de zucchini (calabacín), pepino y mango





En el segundo hay unanimidad, pappardelle con salsa de funghi porcini, prosciuto y aceitunas verdes



No recuerdo si tomamos vino para acompañar la comida, pero creo que él se decantó por la cerveza y ella por simple y natural agua. 


Terminada la cena es hora de intentar dormir, y me encuentro con que mi asiento se queda atascado en una posición intermedia… ¡cielos, menudo viajecito me espera!... a mi llamada viene la azafata y con cuatro meneos y cuatro tirones consigue colocarlo en su posición de asiento y luego en su posición  cama… ¿volverá a su posición de asiento? Pues lo consiguió otro asistente de cabina porque volvió a quedarse atorado al intentar colocarlo en su posición para el desayuno, con lo que este asiento necesita una buena revisión porque gastarse el dinero para ir tumbado y que no se pueda hacer conllevaría reclamaciones, que no tengo yo muy claro que se consiguiera mucho. 


A las 13.30 comenzamos a sobrevolar los alrededores de Madrid, sobrevolando si no me equivoco el embalse de El Atazar.




Y diez minutos más tarde aterrizábamos en el aeropuerto madrileño de Barajas. 




No recuerdo si en algún momento, si en algún viaje, he comentado que me gusta la arquitectura de la T4, quizás el exterior es excesivamente plano, roto por la ondulación del tejado, pero la sensación del interior, su amplitud, luminosidad, y el hecho de caminar entre “árboles” de colores, que son lo que me parecen las columnas,  provoca estar a gusto, eso sí, cuando no hay retrasos, porque entonces se suma el cansancio y la mala “baba”. 



Chile, gracias por todo lo que nos has ofrecido, gracias a las personas que se han encargado de hacerlo. Para despedirnos una gran canción de Violeta Parra, Gracias a la vida.