8 de febrero de 2011

Vietnam - Saigón (4) - Pagoda del Emperador de Jade


Au revoir Saigón y Vietnam 


Llegamos a Saigón sobre las cinco de la tarde, tienen la hora bien cogida a pesar de los imprevistos y atascos, y tenemos que ser rápidos si queremos hacer alguna visita. Yo la decido en base a cercanía y curiosidad, por partes iguales aunque me puede mucho más la segunda. Para asegurarnos la cercanía y no jugar a desgastarnos caminando, a la salida del hotel tomamos un taxi para que nos lleve a la Pagoda del Emperador de Jade. No recuerdo su coste pero no fue excesivo, y además utilizan el taxímetro, con lo que en todo momento se ve el precio de la carrera.


La entrada es la más desangelada de todas las pagodas que hemos visto hasta el momento, y son unas cuantas. El patio no es llamativo y hay mucha gente pululando, tanto fieles como turistas, si nos dicen que se trata de un mercadillo en lugar de una pagoda hubiera colado perfectamente.

En los estanques, situados a ambos lados de la fachada de la pagoda, sí que hay tortugas y tortuguitas, ya era hora de verlas sin que fueran para consumo alimenticio. Más suerte y longevidad para nosotros. 


La pagoda fue construida en 1909 por la comunidad cantonesa de Saigón, dedicada como su nombre indica al Emperador de Jade, una deidad taoísta. 

Los guardianes de esta pagoda, situados a ambos lados de la primera puerta, son diferentes a los ya vistos, ahora portan enormes bigotes y coletas (aunque parece que es pelo que sale de las orejas), y tienen pinta de malvados de cuento, son el Dios de la Tierra y el Dios de la Puerta (que digo yo que sería mejor del Cielo, ¿tendré mal este dato?).


Las puertas de madera están ricamente labradas, y como detalle son los guerreros los que lanzan fuego por la boca (¿dónde se quedaron los dragones?).


Pasada esta puerta se encuentran otros guardianes, ahora son guardianes demonio realizados en papel maché que impresionan en tamaño, realización y expresión. Uno de ellos está pisando un tigre y el otro un dragón, animales a los que vencieron.

 
Entre estos guardianes un altar, con lo que parece un remix de figuras: una mujer con varios, brazos, que asocio más con el hinduismo; es la de la madre de los cinco budas, y yo hasta el momento solo conozco a tres…esta familia es demasiado complicada para mí.

Se sigue entrando en la pagoda y se encuentra el altar del Emperador de Jade, el rey de todos los cielos, en teoría rodeado por sus guardianes, los Cuatro Grandes Diamantes, llamados así por su dureza, pero más parecen estos diamantes los que están fuera de la vitrina que los que están dentro. Los de fuera en teoría son miembros de su séquito, pero todo esto lo dejamos en una duda razonable por si los datos que tengo no son del todo correctos, no quiero inducir a confusiones, este blog pretende ayudar, no desinformar.


Es una pagoda muy poco iluminada, con lo que entre las figuras oscuras, casi tenebrosas,  y la poca luz da hasta miedo, si no fuera por la cantidad de gente que estamos allí, la mayor parte molestando a los fieles que no dejan de entrar para realizar sus oraciones y encender varillas de incienso, y en esta ocasión el ambiente sí se nota cargadito de este aroma. 

A la derecha del emperador, en un altar otra madre de Budas, ahora del Norte, Sur, Este, Oeste y Centro, ¿los otros hijos cuales serían? Si es que ando muy perdida con la religión. 

En otro altar a la izquierda la reencarnación del emperador.


La pagoda es una especie de laberinto a explorar, y en el que hay que internarse, eso sí, con respeto Así se llega a otra sala, en la parte de la izquierda, donde se encuentra el Rey del Infierno, un calco al Emperador de Jade (es posible que sean como el yin y el yang, o que yo vuelva a estar confudida con las figuras y sus personalidades). En la sala también se halla su caballo rojo, que se lo habrá quitado al que lo tenía antes, Quan Cong, al que ya conocemos (definitivamente estos chinos me están volviendo loca, ¡¡Viva San Judas Tadeo!!; China va a ser un destino difícil con tantas figuras). 

 
Las figuras que ahora llaman la atención se encuentran nuevamente delante del altar, que llevan altos sombreros, bien encopetados van.

 
Esta zona es muy concurrida por los fieles, entran y salen continuamente. Enfrente del altar se abre otra sala, donde se halla el vestíbulo de los Diez Infiernos, con unos paneles en los que se representan los castigos y torturas del inframundo. Esta sala impresiona por su detalle en el labrado de la madera.

 
Por detrás de esta sala de los Diez Infiernos, como escondida se halla otra dedicada a la diosa de la maternidad, flanqueada por una corte de maridos, y en los laterales una colección de doce madres con niños en sus brazos, regazos y por todas partes, cada una de ellas asociada a una virtud o un vicio.

Está madre le da a la bebida, ¿vicio o virtud? 


El cepillo de los altares resulta algo más que curioso.

 
Mi marido ya enfila la salida pero yo miro la guía y le digo que aún hay más, vamos a seguir paseando e indagando por la pagoda, con educación y respeto y hasta donde nos dejen por supuesto. Por el lateral  derecho de la pagoda hay un pasillo, en el que se encuentran unas escaleras que conducen a un balcón sobre los tejados, con sus preciosas tejas verdes. Es lo más cerca de los tejados y sus dragones que llevamos días viendo, que hemos podido estar. Por primera vez en años de viajes le escucho decir a mi marido, “si no fuera por tu guía no hubiéramos subido aquí”, ¡Alabado sea Buda y su madre!. 

 
Hasta el tejado no llega la horda de turistas, bien no lo saben, bien no se atreven o sencillamente no les interesa, pero estamos solos y es de agradecer la tranquilidad para este momento, que tiene su carácter de especial.

Por supuesto hay otro altar en este piso superior, en este caso dedicado a la Diosa de la Misericordia.

Si en arquitectura esta pagoda no es la más rica ni la más bella ni la más impresionante, todo esto se encuentra en las estatuas, tan diferentes, tan siniestras, tan altas y por supuesto en la posibilidad de acceso al tejado. Creo que no me equivoqué al elegirla como despedida de Saigón y Vietnam, aunque no estaba en las señaladas por Hieu, que parecían más clásicas, de las que al final no tuvimos tiempo de ver ninguna, nos ha faltado tiempo para descubrir más tesoros de la ciudad.

El camino de vuelta al hotel lo hacemos andando, con el taxi vimos que la distancia no era excesivamente grande, así que aprovechamos para pasear por la ciudad, pero seguimos sin encontrarle todos los encantos de los que presume y que le otorgan.  

Pasamos al lado de una piscina infantil, que con el calor está siendo útilmente aprovechada. Se encuentra dentro de un extenso parque, donde las motos son aparcadas con gran orden en contraposición al desorden que tienen aparcándolas por las aceras. 


Orden y organización que también parecen tener los cables, aun siendo numerosos, en contraposición al descontrol en Hanoi. Parece un telar.


En una media hora alcanzamos la zona del hotel, en una de las esquinas de Dong Khoi se encuentra el edificio que se construyó en 1917 para albergar la Sureté colonial, la policía. (164 Dong Khoi) y que acogió como presos a numerosas personalidades vietnamitas a posteriori. Ahora ondea en ella la bandera roja con estrella amarilla, acogiendo seguramente un organismo oficial.



Buscamos el número 22 de la calle Ly Tu Trong, que fue la sede de la CIA durante la guerra, pero el número y los pisos corresponden a un edificio que no cuadra demasiado con lo que buscamos o con lo que pensamos.

Aprovechamos para hacerle una foto al edificio del Ayuntamiento, que nos faltaba tener toda la fachada. Delante un pequeño jardín con la estatua de Ho Chi Minh con un niño, ¡¡Adiós Tío Ho!!


Y también de la Ópera, que la tenemos de esquinas, de noche, desde la habitación del hotel, pero no la fachada con algo de luz. Volvemos a intentar visitarla pero nada, de nuevo hay espectáculo por la noche y está cerrada a las visitas. Fue construida en 1900 en estilo colonial  y en 1955 fue utilizada como Cámara Baja de Vietnam del Sur, recobrando su función original después de la guerra.

 
Subimos al hotel, el Caravelle, que durante la guerra de Vietnam se convirtió en el cuartel general de diplomáticos y periodistas (sede de The Washington Post, The New York Times y otros). Australia y Nueva Zelanda establecieron sus embajadas, ya que los cristales eran a prueba de bomba. En 1964 estalló una bomba en la quinta planta que no causó víctimas, en este piso tenían sus agencias la CBS y la ABC. En 1975 pasó a manos del Estado y en 1988 se abrió de nuevo tras una profunda restauración y ampliación.

Para esta tarde-noche algo de música de acompañamiento, Francesco de Gregori, que el italiano siempre suena romántico aunque el mensaje sea duro. 



El edificio original del hotel es el que se ve delante de la torre, con nueve pisos.


Decidimos que antes de ir a la habitación vamos a subir al bar de la novena planta en el ala antigua, ya lo habíamos intentado la primera noche pero salía un sonido de orquesta de salsa muy alto que no incitaba a disfrutar del lugar, como hoy es todavía temprano la orquesta no está actuando. Nos sentamos en la terraza a disfrutar de las vistas, con el Hotel Continental y el Ayuntamiento, y del atardecer.


Lo poco que he conocido de Saigón, a la que los franceses llamaban la Perla o el París de Oriente, no me ha gustado demasiado, no me ha calado como lo ha hecho Hanoi, que es más auténtica, y eso a pesar que al haber sido Saigón la capital del Sur fue castigada por el norte, pero su occidentalización es más que evidente, desde que se abrieron las fronteras ha resurgido con fuerza y urbanismo, pero le falta encanto o para ser exactos, para mí le falta encanto. 

Desde esta terraza empieza gustarme más Saigón, le puedo dar otra oportunidad para descubrirla más lentamente y más a pie como solemos hacer nosotros.

Mientras descansamos disfrutamos de unos cócteles, mi marido un Martini vodka y para mí un Saigón Saigón (vodka con lima limón y cranberry -arándanos-), yo haciendo honores a la ciudad.

 
Tenemos que ir a la habitación a hacer las maletas, ¡otra vez!, nuestra aventura por Vietnam ha terminado y mañana salimos para Camboya. Nos quedamos a cenar en el hotel, lo hacemos en uno de sus restaurantes, despidiéndonos como el país y nosotros nos merecemos, con una buena cena. 

A las 8.30 h de la mañana nos recoge Tram y el conductor en el hotel, ella preocupada por todo, recoger los pasaportes, hacer y pagar el checkout, las maletas (las reclama nerviosa en varias ocasiones).

Nos vamos de Vietnam con la compañía nacional, Vietnam Airlines. Dejamos la urbe inmensa de Ho Chi Minh City, o mejor Saigón. 

 
La sorpresa es que tenemos desayuno en el avión, una bolsa de nueces, un bocadillo de algo parecido a jamón de york con una salsa parecida a la mayonesa y un vasito de agua (que no parecida al agua) empaquetada, todo un detalle.

Se supone que sobrevolamos el Mekong, porque esa inmensa mancha marrón con esa amplitud solo puede ser el río de la vida que tanta alegría y vida nos ha aportado. 


 Au revoir Vietnam.