27 de febrero de 2019

Myanmar - Conclusiones y enlaces

El país dorado y sorprendente

Después de cada viaje me gusta hacer una pequeña valoración de lo que hemos visto y sentido, por si puede resultar útil. 
 
Yangón es la ciudad infravalorada del país, de la que cuesta curiosamente encontrar buenos comentarios -que también los hay, pero menos-. Y si bien es caótica, la circulación de coches sobrepasa el término imposible y caminar por ella se convierte en una misión dificultosa, tiene una arquitectura colonial y unos barrios étnicos con sus templos dignos de ser explorados y no perdérselos, que no todo se reduce a la reluciente Shwedagon Paya en la ciudad, pagoda que visitarás y que te impresionará y encantará.

Nosotros nos hemos quedado cortos de días al final para conocerla más en profundidad. Si te gusta andar y disfrutar de la vida en la calle, si quieres conocer los lugares importantes y típicos, pasear por los barrios colonial, chino e hindú (o lo que va quedando de ellos), al menos se necesitan dos días completos, tres si se quiere llegar a los lugares más alejados. Y Yangón da para mucho.

Mandalay como ciudad es difícil de recorrer, porque sus monumentos más representativos están bastante diseminados por la ciudad, excepto aquellos concentrados en la base de la colina de Mandalay, donde se sitúan dos de los más importantes, el monasterio del palacio dorado o Shwenandaw Kyaung y Kuthodaw Paya (ambos impresionantes, el primero en madera con filigranas decorativas; el segundo un sinfín de estupas blancas). 

Sin lugar a dudas los mejores momentos se obtienen en los alrededores de la ciudad, en las antiguas capitales del reino birmano: Amarapura, con su puente U Bein, que hay que visitar al atardecer para disfrutar de preciosas postales; Sagaing, con su colina plagada de pagodas; Mingun, con su descomunal e inconclusa pagoda, Mingun Paya, y el mar de olas blancas de Hsinbyume Paya; y sobre todo ellos, Inwa, un paseo por el pasado que es espectacular (y no tengáis miedo a ser turistas en coche de caballos, que la experiencia merece la pena), vegetación y piedras monumentales en perfecta armonía.

Los alrededores de Monywa resultan increíblemente divertidos y asombrosos, con sus miles de Budas por todas partes, o con sus Budas gigantes dominando el horizonte, Laykun Setkyar y sus 116 m de altura, pero para nosotros sobre todo por las increíbles y fascinantes cuevas de Hpo Win Daung, un lugar para perderse y para no perderse de visita en el país, te fascinarán.

Bagan es la joya de la corona del país, un lugar cargado de tanta magia como de templos, y una pena que la desidia gubernamental no pare el uso y abuso de ellos, así como las reconstrucciones erróneas, y que la Unesco por ello no lo pueda declarar Patrimonio Mundial. No tuvimos la suerte de tener uno de esos atardeceres rojizos tan espectaculares, las nubes se empeñaron en fastidiarnos el momento, pero esto no quita que nos enamoráramos del lugar, que debe ser impresionante si se realiza un vuelo en globo sobre él, porque las vistas desde arriba tienen que ser (que lo son a juzgar por las fotografías) increíbles, y además estos vuelos se realizan al amanecer. Bagan es como un Angkor de Camboya o My Son de Vietnam (que no es comparación sino sólo un simple ejercicio de parecidos).

La comparación con Angkor es innegable, por terreno que ocupan, aunque los templos de Camboya ganan en tamaño y decoración escultórica, pero sin embargo carecen de las bellas pinturas murales que encontramos en Bagan. Todo tiene su lugar. Por supuesto en número, los templos de Bagan parecen infinitos, como si ellos mismos se reprodujeran en la línea del horizonte.

Espero y confío que la llegada masificada del turismo no estropee este lugar, que se tomen las medidas adecuadas para preservarlo; y si estas tienen que contemplar denegar el acceso a las terrazas, pues que sea, seguro que hay soluciones efectivas que no desentonen en el conjunto paisajístico, para crear torres de observación y de disfrutar del atardecer o amanecer sin hacer daño a las piedras, y que sean más acertadas que la fea torre de Nam Myint. Lo que no se puede controlar es la devastadora fuerza de la naturaleza, que en forma de terremotos se ceba en esta tierra, sus gentes y sus monumentos, por lo que si se siguen produciendo importantes destrozos materiales al final solo quedaran vestigios y muchas reconstrucciones (que esperemos se realicen de la mejor forma).

Nuestro consejo, elige los templos que te interesa ver para no perdértelos, elige también el que te interesa para ver el atardecer, así controlarás el horario para llegar con tiempo; y si vas por libre, también improvisa, para en aquellos monumentos que te llamen la atención, no te van a defraudar aunque no puedas visitar su interior. Si es posible, porque todavía dejan hacerlo, sube a las terrazas de los templos, siempre tendrás buenas y bellas vistas de su alrededor. Pero sobre todo respeta estas piedras, son templos e historia.

Si eres de los que disfrutan con la arquitectura y quieres ver todos los templos posibles, al menos tendrás que dedicarle tres días completos, a una media de unos veinte al día; si no necesitas tanto empacho arquitectónico, con un día o día y media puedes tener suficiente y abarcarás los más significativos.

El monte Popa tuvo más interés en la base para nosotros, con la colección de espíritus nats que en el propio monasterio, que arquitectónicamente no tiene mucho valor, sin desmerecer el hecho del lugar dónde está situado, en lo alto de una montaña, que es lo que realmente impresiona. Los monos no fueron tan agresivos con nosotros como pensábamos, pero aún así, ¡ojo con ellos!, y sobre todo con sus orines y excrementos. La mejor vista se tiene desde la carretera, o desde el hotel situado enfrente, Monte Popa Resort, que se ha convertido en un lugar típico para tomar un refrigerio o comer. ¿Subir?, tú decides, yo creo que al menos hay que intentarlo, y luego hacer una valoración propia, pero siempre es bueno conocer.

En Kalaw pasamos muy poco tiempo, una noche, lo justo para hacer un pequeño trekking, que fue una de las mejores experiencias, tanto por paisaje, como por acercarnos más a la dura vida de los birmanos, principalmente de las etnias shan; pero da para pasar dos o tres días haciendo diferentes rutas, participando en labores agrícolas, encontrando el relax haciendo yoga...o sencillamente descansando.

El lago Inle es un remanso de paz, que corre el riesgo de la masificación turística al completo, con lo que la paz se acabara perdiendo. El agua en Asia siempre ofrece una visión hermosa de la vida en ella y sobre ella (palafitos, mercados, trabajos, turistas...), reflejos infinitos de nubes y montañas. Quizás es donde menos nos hemos sorprendido, y es porque nuestro paso por el delta del Mekong en Vietnam fue una experiencia casi mística, de las que se te quedan grabadas en la memoria y en el corazón, pero no puedes dejar de pasar aquí al menos dos días. Si puedes elegir y tienes tiempo, cambia las ruinas de Indein por las de Kakku -o mejor aún, visita las dos-, por las segundas no pasamos al estar más lejos, pero me parece que todavía tienen cierto halo de magia y misterio que las primeras poco a poco van perdiendo.

Lo que es innegable es que más allá de la sobresaturación visual de pagodas, estupas, zedis, payas (todos los nombres aplicables a la misma construcción) e imágenes de Budas (¡menudo despliegue!), y de la mejor o peor fortuna arquitectónica de las mismas o de otras construcciones, lo que no haces es dejar de sonreír durante el viaje, porque en cada uno de sus monumentos siempre encontrarás una sorpresa, y según se va realizando el viaje, se supera al destino anterior y no te deja indiferente, es un poco parte temático de la fe budista. 

Al viajar con un guía el trato con los birmanos no ha sido muy cercano, más allá de relaciones comerciales, pero siempre muy cordiales y de gran amabilidad; destacando la sonrisa de las mujeres y los niños, que los hombres, por aquello de la educación, son más distantes.

Respecto a la gastronomía, hemos tenido un exceso de curries, pero esto nos ha servido para hacer un máster en ellos día tras día; y cualquier sorpresa que se desviaba de ellos o sencillamente en los platos de acompañamiento era bien recibida e incluso aplaudida (la culpa es nuestra porque le pedimos a nuestro guía Myo comer comida birmana y nunca le dijimos que la cambiara). En general no hemos comido mal, y lo mejor es que no han sido grandes cantidades, porque el plato de curry principal no suele ser grande, dos o tres trozos de carne o pescado, pero siempre acompañados de otros platos de sopas y verduras, con los que hemos disfrutado, porque la verdura es de gran calidad.

Una buena página para tener información de las ciudades y lugares a visitar: 


Una completa relación de templos y pagodas en Bagan: 


Para viajar a Myanmar tienes que sacar un visado en internet: